ENSAYOS SOBRE LA HISTORIA, LA FILOSOFÍA Y LA SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN

Carmina García de León

CAPITULO X.
La amorosa amistad creativa siempre florece no se jubila.


            El alma que habita el cuerpo, nos dice la escritora Bárbara Jacobs, florece más allá de los setenta, ochenta, noventa años, florece cuando las personas son capaces de sorprenderse y de emocionarse.  En efecto no hay edad para emocionarse ni para transmitir esa emoción; y está en el espíritu con que se enfrenten los temas, uno como autor, uno como lector, donde florece la juventud.
            La juventud no es cuestión de edades, es un estado mental, una fase de la voluntad, una claridad de la imaginación, un vigor de las emociones, una frescura de los profundos arroyos de vida.  Los años arrugan la piel pero al olvidar el entusiasmo se arruga el alma.  No se envejece sólo por haber vivido determinado número de años, la gente llega a la vejez si abandona su creatividad.  El pintor japonés Hokusai a la edad de setenta y cinco años expresó: “Desde los seis años aprendí a dibujar la forma de los objetos.  Al tiempo de haber alcanzado cincuenta años, había publicado una infinidad de dibujos.  A los setenta y tres aprendí a dibujar la estructura de la naturaleza, plantas, aves, peces e insectos.  Cuando tenga ochenta por consiguiente, habré hecho mejor progreso, a los noventa penetraré en el alma de las personas y cuando tenga ciento diez, todo lo que aprenda ya sea una línea, un punto, estará vivo”.

            Una de las formas de florecer, de acrecentar la vitalidad, la creatividad y la amorosa amistad, es nutriéndonos con el conocimiento, aprendiendo a lo largo de toda la vida. Paracelso afirmaba: ”cuanto mayor sea el conocimiento más grande es el amor, porque quien no conoce nada, no ama nada, no comprende nada.  Pero quien comprende también ama, observa, ve…”.
             Ver,  estar plenamente despierto nos dice  E. Fromm, es estar activo con el pensamiento,  con el alma, los brazos y los ojos abiertos.

“Con los ojos abiertos”
Diálogos con Marguerite Yourcenar a sus ochenta y tres años de edad
- ¿Qué edad tienen sus amigos?
- Todas las edades, ya que la edad no es una cuestión que me preocupe.  Mis amigos más queridos tienen entre veinticinco y noventa y dos años.  Se puede, además tener como amigos a los animales, a las plantas, o a las piedras, ahí también hay reciprocidad; los animales nos aman con un afectuoso gusto, por lo que les damos. Las plantas también practican la reciprocidad, nos agradecen nuestros cuidados con la bella manera que tienen de crecer o de florecer; y quien se ha abrazado a una roca para protegerse del viento y del frío, quien se ha sentado en una roca calentada por el sol, apoyando las manos para recibir sus cálidas y radiantes vibraciones, tendrá mucha dificultad en no creer sinceramente en la amistad de las piedras.
-¿Cómo puede florecer y perdurar la amistad?
- Toda amistad auténtica es una relación duradera, pero creo que para que florezca, la amistad, como el amor, del cual participa, necesita tanto arte como una figura de baile bien hecha.  Se necesita mucho impulso y mucha moderación, muchos intercambios de palabras y muchos silencios, y sobre todo, mucho respeto.
- ¿Qué entiende por respeto en la amistad?
- La aceptación del otro por ser tal como es, la aceptación y respeto a su libertad en todos los sentidos, libertad de movimiento, de ir y venir.  Pienso en unas palabras encantadoras de un libro de Montherlant.  Causa sorpresa que una joven no haya puesto un nombre a su amado gato: “¿Cómo hace usted para llamarlo?  No lo llamo, viene cuando quiere”.  Así vienen libremente los amigos, cuando desean y quieren compartir conmigo.
- La amistad se asocia con la simpatía ¿Cuenta mucho para usted?
- Enormemente, porque está unida a la bondad.- ¿Qué es la bondad en la amistad?
- En su forma sencillamente negativa, es la ilustre frase: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”, pero es más que eso, sin lo cual la bondad se detendría en la justicia, se trata de desear al amigo tanto bien como una se lo desea a sí misma.  Desde que hay simpatía, esa palabra tan bella que significa “sentir con…”, comienzan a la vez el amor y la bondad”.

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