EL FORTALECIMIENTO DEL VALOR JUSTICIA EN LOS ALUMNOS DEL NOVENO GRADO DE LA EDUCACIÓN SECUNDARIA BÁSICA

Alexander Dowis Tartera

CAPÍTULO 1. LA EDUCACIÓN EN VALORES. SU IMPORTANCIA EN EL FORTALECIMIENTO DE LAS NUEVAS GENERACIONES

En este capítulo se muestra un estudio minucioso del valor como concepto, determinando los antecedentes y los fundamentos filosóficos, pedagógicos, sociológicos y psicológicos que sustentan el valor justicia. Se abordan diferentes criterios acerca del valor justicia adoptando un criterio.

1.1 Análisis histórico del proceso de fortalecimiento de los valores. Con énfasis en el valor justicia

Los valores están presentes desde los inicios de la humanidad aunque el estudio de estos es considerado relativamente reciente en filosofía, como parte de esta última surge la axiología como ciencia que tiene como objeto de estudio los valores. Para el ser humano siempre han existido cosas valiosas: el bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud. Sin embargo, el criterio para darles valor ha variado a través de los tiempos. Se puede valorar de acuerdo con criterios estéticos, esquemas sociales, costumbres, principios éticos o en otros términos por el costo, la utilidad, el bienestar, el placer o el prestigio.

Desde finales del siglo XVIII e inicios del XIX la enseñanza en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio 1773 y en los centros privados cubanos se centró en el enseñar a pensar primero. La esfera cognitiva resultaba de gran interés y progreso en comparación con el método memorístico imperante.

Este proceso se anticipa en José Agustín Caballero, pero alcanzó una gran estructuración con Félix Varela Morales, quien en un primer momento estimaba la importancia de acabar con la ignorancia de los hombres y enseñarle a pensar de manera reflexiva. Considerando cómo a través de razonar lógicamente se llegaba a los valores. De ahí que enseñar a pensar a los alumnos desde los primeros años, es convertir en esencial la educación que priorizaba, dentro de los valores a desarrollar estaban la gratitud, la precaución, la benevolencia, la beneficencia, la justicia y la fortaleza.

José de la Luz y Caballero y Félix Varela, se dedicaron a fortalecer en aquellos momentos históricos una conciencia de lucha, un pensamiento único, que uniera a los cubanos que a mediados de los primeros años del siglo XIX tuvieron esta conciencia con un marcado carácter ideológico, con motivos e intereses, y el enfrentamiento a la corrupción.

Félix Varela plantea en el periódico El Habanero que en Cuba no existía amor a España, ni a Colombia, ni a México, ni a nadie más que a las cajas de azúcar y a los sacos de café o sea que en este momento todo ser humano como persona tenía menos valor que los bienes materiales.

Para el proceso revolucionario cubano constituye entonces un reto crear una sociedad donde la justicia y la libertad se desarrollen en una convivencia armónica, pero sobre la base de la subordinación jerárquica de la libertad a la justicia, o lo que es igual, que la justicia sea el límite lógico y posible de la libertad.

El proceso independentista cubano que comienza en 1868, a diferencia de los que se habían gestado en Latinoamérica medio siglo antes, contiene elementos e ideales de justicia no contenidos de manera diáfana en las aspiraciones emancipadoras de los pueblos de América. En la medida en que esos proyectos de república fueron mostrando su frustración e incapacidad para convertirse en algo más que sociedades liberadas de la metrópolis española y donde la justicia comenzara a florecer como realidad, se fue develando una naturaleza pérfida a los efectos de un real ideal humano para el proyecto emancipador cubano, que explica la presencia de la justicia como un ingrediente mucho más nítido del mismo.

La máxima expresión del ideal de justicia en el siglo XIX lo constituye el pensamiento y la acción de José Martí, por constituir, según Vitier, C. (1995: 9) “uno de aquellos hombres ‘acumulados y sumos’, que llevan en sí la agónica rectoría moral de sus pueblos”.

En Martí se manifiesta una inconfundible manera de formular teóricamente los problemas y revelar las soluciones. Hombre de luz, de sublime inquietud y constante rebeldía, hace idea fija de la redención de su Patria cuando afirma Martí, J. (1975: 269) “De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella” y de su lucha infatigable por la dignidad y el decoro de sus hermanos todos de la tierra, sin distinción de razas, nacionalidades o clases.

De ahí la sentencia, que cobra vigencia a diario en el quehacer cotidiano de un pueblo que no ceja en su empeño de construir la sociedad capaz de cristalizar el más sublime de los ideales: el de la justicia. Martí, J (1975: 270) “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.

El proyecto republicano del Partido Revolucionario Cubano, organizado y dirigido por José Martí, constituye en el siglo XIX de Cuba, el mayor intento por objetivar en la práctica, a través de un documento programático, los ideales de justicia que habían movido a tantos hombres de elevada talla, por la consolidación de una nación libre y justa.

El reconocimiento de una sociedad con todos como principio democrático era de por sí una consigna que programaba y congregaba en el terreno político, Guadarrama González, Pablo (2000: 434): “donde el sufragio de universal sólo tenía el nombre, puesto que jurídica y realmente el voto era masculino, blanco, alfabeto y propietario; con lo cual se excluía del derecho de elegir y ser elegido a las amplias masa populares” Afirmaba el Maestro (1975: 320): “para todos será el beneficio de la revolución a que hayan contribuido todos, y por una ley que no está en manos de hombre evitar, los que se excluyan de la revolución, por arrogancia de señorío o por reparos sociales, serán, en lo que no choque con el derecho humano, excluidos del honor e influjo de ella. El honor veda al hombre pedir su parte en el triunfo a que se niega a contribuir”.

Los que se opusieran al bien de todos quedarían excluidos de la futura República, donde los dueños de la riqueza no podrían sentarse sobre la cabeza de los humildes; es necesario luchar entonces por la garantía de la justicia ante la amenaza del lucro desmedido.

La preocupación por la realización de la justicia en la República llevó a Martí a expresarle al General Antonio Maceo, con la clara agudeza de su visión del futuro, que la solución al problema cubano no era sólo política sino ante todo social y se pronuncia resueltamente contra la discriminación racial.

Para el Apóstol de Dos Ríos la libertad es el conocimiento fecundo de la naturaleza y de la sociedad, que permite al hombre romper con la esclavitud en una y otra esfera de la realidad mediante un accionar transformador. De ahí, la importancia que le atribuye a la educación como forma más universal de aprehensión del acervo cultural legado por la humanidad a través de la historia.

En la concepción martiana sobre la educación el alumno se constituía en sujeto y objeto a la vez. La educación era un derecho que la sociedad otorgaba a todos los ciudadanos, pero al mismo tiempo una obligación moral, un deber para cada individuo. Sin dudas fue una importante batalla del Apóstol por la emancipación del hombre, donde a los maestros les corresponde una responsabilidad directa, de ahí que afirma (1975: 348): “el profesor no a de ser un molde donde los alumnos echan la inteligencia y el carácter, para salir con sus lobanillos y jorobas, sino un guía honrado, que enseña de buena fe lo que hay que ver, y explica su pro lo mismo que el de sus enemigos, para que se le fortalezca el carácter de hombre al alumno, que es la flor que no se a de secar en el herbario de las universidades…”.

Se aprecia además, que para Martí la instrucción y la educación complementadas conducirían inevitablemente a la proyección feliz de la persona humana, felicidad que sólo la concibe cristalizada en la libertad, por lo que proclama que el bienestar se conquista con la independencia que se obtiene con el cultivo de la mente y con nuevas virtudes contribuyen con el fomento de la dignidad humana.

Al producirse la intervención norteamericana en 1902, los norteamericanos consideraron oportuno la manera de pensar de los cubanos, este mandato lo intentaron los intervencionistas, al plantear que los norteamericanos para colonizar la isla llevarían por lo menos 100 años, al no poder vencer la conciencia de cubanía arraigada a la cultura nacional.

A partir de la década de los 30 se produjo una reforma en las ideas educativas al introducirse los postulados de la escuela nueva. Los aportes de este movimiento educativo para poner la educación a la altura de la época fueron significativos, pero también se apreciaron limitaciones, los pedagogos cubanos no estaban satisfechos con el fortalecimiento de valores que se desprendía de la filosofía esencial de la escuela actual (Pragmatismo) e introdujeron concepciones sobre la axiología precedentes del Neokantismo alemán.

La crisis estructural del sistema económico político y social cubano al final de la década de los 50 y sus consecuencias psicológicas hizo caer el pensamiento cubano, en general, en una especie de existencialismo, a manera de apoyo moral ante la impronta y se fueron olvidando las tradiciones más legítimas.

Todo no estaba muerto, en el subsuelo bullía la esperanza donde educadores destacados, asumieron la vanguardia de la educación y a pesar del pesimismo, lograron amor al país y espíritu crítico para transformar la sociedad. Esta fuerza educativa que venía de la tradición en el fortalecimiento de valores se reflejó en la generación del centenario, que abrió camino al fundir el pensamiento martiano con las nuevas ideas del marxismo, por lo que el pueblo se lanzó a la lucha, y en el 1959 se hizo la Revolución.

Tras agudas luchas por la independencia y soberanía nacional, el triunfo revolucionario de enero del 59 creó las condiciones necesarias para la realización práctica de importantes cambios sociales.

Desde “La Historia me Absolverá” fue declarado el propósito de enfrentar un proyecto de emancipación que tuviese como eje axiológico la justicia, el cual fue plasmado en el Programa del Moncada y tras su cumplimiento, ha estado conduciendo la construcción del Proyecto Socialista Cubano.

En el proceso de educar como se afirma intervienen profesores, alumnos, la familia, la institución educativa y la sociedad. Cada uno de ellos debe posibilitar un clima de respeto y tolerancia, de autonomía e independencia para garantizar una educación verdaderamente de la libertad y por tanto de la justicia.

El respeto a las opiniones de los demás, el saber escuchar, el considerar el diálogo abierto, franco entre los alumnos y entre éstos con los educadores ayudan a la práctica educativa de la justicia y sus atributos más cercanos: la libertad, la tolerancia, la solidaridad, el respeto y ante todo la dignidad.

La correcta educación de la libertad es la que lleva implícita la educación de la “libertad de” o la “libertad para”. Con la expresión “libertad de” se habla de la liberación de prejuicios, estereotipos, esquemas mentales, que es necesario despojar de la mente de alumnos y educadores, para así estar preparados para autorrealizarse como “libres para” juzgar a los demás y así entregarse sin recelos a esta noble tarea, buscar, dominar la naturaleza, ejercer el mando y otras funciones necesarias de la vida personal, profesional y social de los individuos.

Esta educación exige educar en la responsabilidad, el compromiso con la sociedad, la institución, los coetáneos y consigo mismo. La cima de la libertad es la responsabilidad y precisamente una libertad responsable surge cuando se descubre al otro como sujeto de derechos, que tiene una dignidad inviolable que yo debo respetar, lo que me lleva a renunciar a los intereses personales para actuar en el espacio de otros con derechos, que me reclaman y necesitan. Ese reconocimiento del otro como mi igual en cuanto a sus derechos es también condición para la justicia.

Las transformaciones operadas en el modelo de la Secundaria Básica han revolucionado la escuela cubana en los inicios del siglo XXI, estos cambios están dirigidos principalmente a perfeccionar la actividad educativa en el aspecto formativo de los actores sociales que participan en este proceso, en aras de lograr una mejor formación integral de los alumnos.

En este proceso desempeña un rol esencial la contribución que realiza la escuela como institución social mediadora, a través de la enseñanza-aprendizaje en el fortalecimiento de valores en los alumnos.

La función fundamental del profesor desde la perspectiva histórico-cultural, que defendemos, a de ser la de orientar y guiar al alumno con el fin de potenciar sus posibilidades. Por tanto su actividad a de estar encaminada a González Maura, V., (1999: 42) “diseñar situaciones de aprendizaje que planteen retos al alumno para que el proceso de solución de las tareas de aprendizaje, en condiciones de interacción social, puedan fortalecer y desarrollar las potencialidades que le permitan alcanzar la condición de sujetos de su actuación”

De ahí que no basta con que constituya un ejemplo de comportamiento como individuo o profesional, o que “facilite” el desarrollo de la actividad docente educativa. No es suficiente incluso, con que concientice la necesidad y ejercite el diálogo como vía de comunicación educativa, imprescindible en el proceso de fortalecimiento axiológica, debe propiciar la reflexión del alumno en torno a la importancia de los valores que se pretenden fortalecer para su vida personal y profesional donde el juega un papel importante con su ejemplo personal.

Para cumplir su función educadora, en el profesor, han de confluir cualidades como la competencia, la creatividad, el interés por el perfeccionamiento y el autoperfeccionamiento continuos, la madurez, la coherencia, el equilibrio emocional y sobre todo el respeto hacia las personas, porque el fortalecimiento de valores en las nuevas generaciones a través de la escuela, exige de un trabajo conciente y dirigido de modo científico por los docentes.

Cambiar el estilo de vida escolar, el enfoque del aprendizaje y de la labor educativa requiere entender que la educación constituye un proceso de comunicación, reconocida como un sistema de interacción entre profesores, alumnos, y de éstos entre sí, con la finalidad de crear un clima psicológico favorable, para optimizar el intercambio que facilite la creación y recreación de significados, que contribuyan al desarrollo de la personalidad de los participantes.

En este proceso de comunicación el profesor ha de tener en cuenta la complejidad y la riqueza del alumno, de modo que atienda a todas sus dimensiones (intelectuales, de los sentimientos y afectos, de la voluntad, de la acción) en armonía, integradamente.

Estudiar es, verdaderamente, una tarea compleja, exige entrega y dedicación, requiere práctica cotidiana, lo que refuerza la necesidad de que el profesor promueva en los alumnos, mediante su experiencia pedagógica, la capacidad de búsqueda constante, de superación y de no limitación a los contenidos impartidos.

La preocupación por el fortalecimiento axiológica no es nueva en la educación. En su época Aristóteles le llamó “educación del carácter”. Para este filósofo la educación del carácter es siempre moral porque no se piensa en un individuo aislado sin su relación con los otros, ser hombre en plenitud es ser bueno y ser ciudadano, buen ciudadano, lo que conduce a vivir bien, por tanto, hacer al individuo ser humano pleno es hacerlo bueno.

Hoy la tarea está dada para todos los educadores en asumir conscientemente el proceso de fortalecimiento axiológica de las nuevas generaciones, desde las potencialidades que brinda la instrucción aparejada a la educación, para contribuir a elevar las cualidades morales de aquellos que en breve plazo enfrentarán la difícil, pero lógica y natural conducción del proyecto social.

Asumir la justicia como eje axiológico teórico y práctico de tales fines no debe entenderse como un resultado coyuntural de especiales condiciones. Una nueva concepción será sólo resultado de un proceso de autoafirmación social e individual, porque la idea de justicia no es mera abstracción, sino una idea en movimiento que la objetiva el hombre en condiciones concretas de existencia y que debe ser cambiada cuando no constituye fuerza impulsora de su actividad.

La propuesta que se hace en nuestros días de fortalecer la justicia como médula de la orientación ideal y práctica del quehacer revolucionario del país, nos marca en dos sentidos, uno, en que no hay más opción que la refrendación de la justicia sobre una realidad económica muy caótica, por lo que la diferencia entre el mérito y el beneficio es indescifrable. El otro sentido, es el de los optimistas, defender la justicia como un valor humano universal, defenderlo en la cultura espiritual de nuestro pueblo, no dejar que desaparezca aún en las condiciones más difíciles, porque sólo eso nos permitirá caminar por senderos propios, buscando en las más difíciles alternativas nuestra luz.

Para realizar el análisis histórico del fortalecimiento del valor justicia, se tomaron cuatro etapas:

Primera etapa: desde 1959, hasta 1980. (Triunfo de la Revolución)

Segunda etapa: desde 1981 hasta 1990. (Inicio del perfeccionamiento de la estrategia educacional).

Tercera etapa: desde 1991 hasta 1999. (Implementación de los Programas de la Revolución)

Cuarta etapa: desde el año 2000 hasta la actualidad. (Educación en valores en la escuela)

Y para evaluarlas se consideraron los siguientes indicadores:

Objetivos formativos de los programas que contribuyen el fortalecimiento de valores. Saltos cualitativos que se producen en el fortalecimiento de valores y del sistema educacional.

Primera etapa: desde 1959 hasta 1980 Triunfo de la Revolución

Al subsistema de formación y perfeccionamiento del personal pedagógico corresponde garantizar la eficiente orientación del personal docente para satisfacer las exigencias y necesidades de los centros educacionales, lo cual demanda de docentes que mantengan una actitud creadora hacia su profesión, para preparar a sus alumnos en una actitud revolucionaria hacia la vida, al tener en cuenta los requerimientos que el desarrollo impone en cada momento.

El magisterio es una de las fuerzas impulsoras del proceso socio-económico y cultural de un país, y tanto es así, que ninguna sociedad ha podido desconocer su valioso aporte al progreso humano, ni ignorar la trascendencia de la obra educadora.

En Cuba, al triunfar la Revolución con su pleno rescate de la dignidad de los seres humanos, se valoró por todo el pueblo, como nunca antes, el papel social y humanista del profesorado en las profundas transformaciones políticas y económicas que habrían de producirse, y en tal sentido, el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz alertaba:”si queremos darle a la educación toda la importancia que tiene, es necesario que superemos los métodos de formación de maestros, que les prestemos gran atención “, Discurso en el Quinto congreso de la UNEAC (1993).

En los primeros años de la Revolución la preparación de los docentes no titulados se hizo por tres vías, el fortalecimiento emergente y acelerada, que en el caso de este municipio, se vinculó a la Provincia de Holguín.

Es a partir de los años 60, con el desarrollo de la Campaña de Alfabetización y para alcanzar el sexto grado, como parte de las acciones encaminadas para elevar masivamente la escolaridad, que se puede comenzar a hablar de un sistema educativo que incluye a la Educación Secundaria Básica con carácter obligatorio, tal y como se establece en la Constitución de la República.

En 1971 se celebró el Primer Congreso de Educación y Cultura, evento que permitió evaluar lo que se había avanzado en más de diez años de arduo trabajo para hacer que todo el pueblo no solo aprendiera a leer y escribir sino a pensar como escalar peldaños superiores de conocimiento, por ser una masa de desposeídos, que por cientos de años había sido oprimida, por eso se comenzó a potenciar la preparación ético moral de los alumnos.

En 1975 con la celebración del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba se enfatiza como la importancia que se da a la educación en Cuba y su contenido vienen dados por el carácter socialista de la Revolución, se expresa como la extensión masiva de la enseñanza sobre bases rigurosamente científicas constituye tanto una legítima aspiración del pueblo trabajador, como una necesidad objetiva de la construcción de la nueva sociedad, en consecuencia, la política educacional del Partido estaba encaminada a fortalecer las nuevas generaciones y a todo el pueblo en la concepción científica del mundo, es decir, la del materialismo dialéctico e histórico; desarrollar en toda su plenitud humana las capacidades intelectuales, físicas, espirituales y gustos estéticos; convertir los principios ideo-políticos, morales y comunistas en convicciones personales y hábitos de conducta diaria.

En este Congreso al referirse a la educación moral recoge los principios éticos de fidelidad al socialismo, la Patria y sus símbolos junto a la lucha contra todo tipo de injusta discriminación. También se le da el encargo a la Educación de la dirección metodológica única en el sistema escolar y extraescolar, en el sentido de que toda la actividad docente-educativa que se realizara por otros organismos y organizaciones políticas y de masas, en lo docente, debía ajustarse a las regulaciones establecidas por el Ministerio de Educación. En las Tesis y Resoluciones de este Congreso, se le dedica un aparte especial a la niñez y la juventud, se profundiza en el papel de la familia como célula fundamental de la sociedad, para lograr la orientación de esta por los docentes, el sistema educacional establece programas como ¿Qué piensa usted profesor?

El Primer Congreso del Partido, dedicó una Tesis y Resolución sobre el pleno ejercicio de la igualdad de la mujer, al precisar el carácter histórico de esta batalla enfatizó que concernía a todos los trabajadores, hombres y mujeres, señala además, que la victoria es indispensable para la feliz construcción de la sociedad socialista. Fidel, dejó clara la tesis marxista-leninista de que la solución definitiva del problema entraña un proceso ininterrumpido de progresos consecuentes con el desarrollo económico del país, los esfuerzos del estado socialista y el combate ideológico permanente contra los prejuicios y discriminaciones que aún subsistían, señala que habría de llevarse a cabo tanto por los organismos políticos, de masas, administrativos, como en el mismo hogar, a través de la acción educativa de la familia.

En 1978 con la Resolución Ministerial 400 se organizan los Consejos de Escuelas, que tenían como objetivo general el vínculo escuela familia, así se tomaban acuerdos que aunque no trabajaban directamente con el concepto de valores iban dirigidos a el fortalecimiento moral y ética de los alumnos, pero servían de espacio para resaltar lo positivo y el actuar de estos.

En los últimos años de la década del setenta fue fundamental la aparición del Poder Popular, pues propició crear las bases para los nuevos cambios aplicados en el sector educacional en la década del ochenta.

Como regularidades de esta etapa se puede señalar que las asignaturas de la disciplina Marxismo e Historia trabajaban los valores de forma general, el caso de la justicia no se enfatizaba por cuanto la sociedad tenía otras características específicas, aunque este valor ha estado implícito en toda la obra de la Revolución. Todas las asignaturas a través de las potencialidades de sus contenidos daban tratamiento a objetivos formativos, aunque no se hablaba en términos de valores, en este período se hacia hincapié en el modo de actuación.

Segunda etapa: Desde 1981 hasta 1990 Inicio del Perfeccionamiento de la estrategia educacional

La década del ochenta marcó nuevos hitos en el trabajo educacional, no solo en el fortalecimiento de los docentes y alumnos en la apropiación del contenido de las diferentes ciencias, sino en su preparación político moral, lo que se pudo acelerar gracias a cuatro años de existencia del Poder Popular y de la División Político Administrativa, que multiplicó las posibilidades de facilitar a cada docente, su preparación académica en su provincia, las seis provincias anteriores se multiplicaron en catorce, la antigua provincia de Oriente se transformó en cinco provincias.

En este período se realzaba la orientación al modo de actuación. En los programas de de las asignaturas de Marxismo Leninismo e Historia aparecían como objetivo formativo la utilización de los conocimientos como arma de lucha y combate contra lo mal hecho, los rasgos de la ideología enemiga y la penetración del imperialismo, lo que evidencia que ya se trabajaban algunos valores a través del contenido de las asignaturas.

La Resolución Ministerial 456/80 para la Metodología del Sistema de formación Práctico Docente de los alumnos de Licenciatura en Educación de los Institutos Superiores Pedagógicos señalaba “Lograr la aplicación en la práctica escolar, de los conocimientos pedagógicos, metodológicos y científicos de la especialidad, adquiridos en el estudio de las diferentes disciplinas”. Documentos normativos y metodológicos 2 da parte, feb, (1982: 506).

En esta etapa el trabajo metodológico y de preparación de los docentes requirió de transformaciones encaminadas a evitar el formalismo y el burocratismo en los controles, así como en los métodos de evaluación, para asegurar que prevalecieran los criterios cualitativos.

En 1986 se produce un nuevo salto, se inicia el programa de la estrategia educativa para el fortalecimiento integral de los alumnos; en 1989 aparece la Resolución Ministerial 364, que continuaba el trabajo de los Consejos de Escuela (se derogaba la Resolución Ministerial 400) en ella se establecía como objetivo fundamental elevar la responsabilidad de la familia en la educación de sus hijos, comenzaba un estadio superior para los docentes, su orientación ética y moral en la organización de la preparación pedagógica, psicológica y de salud, debates y otras orientaciones para el logro de la unidad escuela, familia, alumnos y docentes.

En 1988 amparada por la Resolución Ministerial 623 surgían las Cátedras Martianas, espacio que tenían como objetivo fundamental el estudio y divulgación de la vida y obra de José Martí, servían además para la educación en valores e intercambio de experiencias entre docentes, incluidos los que estaban en formación y proyección del trabajo político ideológico en las instituciones.

Durante el quinquenio 1986-1990 se introdujo el estudio de la computación, importante medio para la orientación y desarrollo del conocimiento de todos los docentes, empleándose como medio de enseñanza en la Educación Superior, en los institutos preuniversitarios, en la Educación Técnica y Profesional y centros pedagógicos.

En esta etapa, pudiéramos resumir, como regularidades que los Institutos Superiores Pedagógicos acentuaron su papel en el fortalecimiento de sentimientos y convicciones patrióticas e internacionalistas en los docentes en formación sobre la base del conocimiento de la historia y de las tradiciones de lucha del pueblo cubano, por lo que fue necesario la recalificación de los docentes graduados que trabajaban en estos para alcanzaran un nivel pedagógico de avanzada, todavía no existía un programa para trabajar los valores.

Tercera etapa: 1991 hasta 1999. Implementación de los Programas de la Revolución

Una particularidad de esta etapa estuvo en que la globalización neoliberal se extendió por todo el planeta, con sus consecuentes reflejos en la concepción de las ciencias sociales y humanísticas. Estados Unidos se había convertido, prácticamente, en el dueño absoluto de las instituciones financieras internacionales, también, hubo que prepararse para estos nuevos retos.

El Estado Socialista Cubano para enfrentar en el plano ideológico todas las consecuencias e influencias derivadas del llamado “Período Especial en tiempo de paz”, que generaron desigualdades y vicios no propios de la sociedad cubana, que repercutieron en los centros educacionales, la familia, comunidad, alumnos y docentes, tuvo necesidad de aplicar diferentes medidas. En el caso del sistema educacional se llevaron a la práctica nuevos Programas de la Revolución que reforzaron el trabajo político ideológico. Se enfatizó en la importancia de la preparación de los docentes para convertir la clase en un momento especial de reflexión y debate en el fortalecimiento ético-moral del estudiantado.

En la Resolución Ministerial 90/98 (lineamientos para el fortalecimiento, desarrollo, y fortalecimiento de los valores) se establece el plan de estudio con sus horas lectivas para el desarrollo de contenido y actividades prácticas. En esta etapa son importantes los estudios realizados por educadores filósofos y psicólogos cubanos como: P. Arés, en 1990 escribe su obra “Mi familia” en ella evalúa las particularidades de las familias en la etapa de desaparición del campo socialista, son significativos también los trabajos de E Báxter (1994), J.R. Fabelo (1996) y N. Chacón (1996, 1998, 1999), que dan sustanciosos aportes a la teoría de los valores acorde al contexto económico, político y social de entonces.

En el curso escolar 1998 – 1999, el Ministerio de Educación elabora un documento para el reforzamiento del trabajo político ideológico que tuvo como sostén los acuerdos y Resoluciones emanadas del V Congreso del PCC, en el se refrendaba el rechazo al sistema capitalista y se enfatizaba en la labor de los docentes de demostrar a todo el estudiantado el por qué de la superioridad del socialismo, crear confianza en la Revolución y sus dirigentes, se le prestaba atención especial al desarrollo de valores, sentimientos y posición revolucionaria, antiimperialista y patriótica.

En esta etapa, pudiéramos resumir, como regularidades se comienzan a sentar las bases para elevar a planos superiores el trabajo político ideológico con los docentes en formación, se creaban condiciones para el comienzo de las transformaciones en la educación cubana. A finales de la misma se producía un desarrollo de los valores dentro de la sociedad, surgida al calor de la batalla por el regreso del niño Elián y por el de los cinco héroes prisioneros del imperio, todavía el valor justicia no se conceptualizaba.

Cuarta etapa: Desde el 2000 hasta el 2011. Formación en valores en la escuela

Las transformaciones de la Educación Secundaria Básica

En el ámbito internacional, en los últimos años, se han desarrollado en América Latina proyectos de reforma educativa en el nivel medio básico, basados fundamentalmente en cambios curriculares a partir de que todos los países y organismos internacionales reconocen la necesidad de elevar la calidad de la educación.

A partir del año 2000 se establece que el objetivo principal de la educación es elevar el desarrollo humano de todos los cubanos, al propiciar una cultura general e integral desde la infancia y promover la asimilación de conocimientos sólidos y profundos. Se resalta la educación para la vida a partir de valores que se corresponden con el modelo social cubano, prestando atención a la diversidad e integrar a los propios alumnos, al personal de las escuelas, la familia, el personal de salud, las instituciones, las organizaciones y los trabajadores sociales en esta tarea.

Investigaciones internacionales reconocen que la Secundaria Básica es la educación que mayor complejidad y dificultades presenta, las cuales la colocan en una situación de crisis mundial. Expertos de la UNESCO han señalado que la secundaria ha sido un lugar de tránsito de profesores y para los alumnos una sucesión de asignaturas diferentes con distintos profesores, donde han prevalecido criterios enciclopedistas, con recargo innecesario de materias y de información.

Cuba no ha estado ajena a esta problemática. En nuestro caso también el alumno se enfrentaba a la influencia directa de varios profesores diferentes, según el grado, donde recibía numerosas asignaturas, muchas veces divorciadas unas de otras, lo que llevaba a un saber atomizado y poco práctico. Luego, estaba bien definido que el modelo anterior se caracterizaba por un cambio brusco y radical en la vida de los adolescentes, acostumbrados a la influencia de un docente en el primer ciclo (1ro a 4to grados) y dos en el segundo ciclo (quinto y sexto grados); al llegar a la Secundaria Básica estaban expuestos a la influencia de 10 o 12 profesores, especialistas en cada una de las asignaturas, quienes además, impartían clases a cuatro, cinco y hasta diez grupos de 30 a 45 alumnos cada uno, por tanto, impartían clases a 200 ó 300 alumnos, cuyos nombres difícilmente podían conocer, mucho menos sus características individuales, problemas personales o situación familiar.

Además, muchas veces el número de aulas era inferior al número de grupos de alumnos en ese nivel, lo que complicaba el horario escolar al tener que ser utilizadas las instalaciones por grupos diferentes en sesiones contrarias y no se lograba la doble sesión en todas las escuelas. Esta situación resultaba mucho más compleja, pues el alumno por lo general no disponía de comedor escolar, al tener que trasladarse hasta su hogar para almorzar.

Se imponía, por tanto un cambio para la Secundaria Básica y un nuevo reto a enfrentar: elevar el trabajo en los elementos formativos y en el nivel de conocimiento de los alumnos, producto de las transformaciones; lo cual impuso un nuevo Modelo de Escuela Secundaria Básica

La doble sesión como forma de organización escolar es la garantía del adecuado funcionamiento de la institución para el logro de sus objetivos, donde quedan implicados todos los recursos existentes: humanos y materiales, utilizados de forma racional.

La Secundaria Básica Cubana, se caracteriza por una nueva organización escolar que tiene su centro en la doble sesión, entendiéndola como la articulación flexible de todas las actividades que se realizan, al comenzar desde las 8:00 a.m. hasta las 5:00 p.m. En este horario se da cumplimiento al plan de estudio vigente, se desarrollan actividades extracurriculares de formación laboral, vocacional y pioneriles, para ello se revitalizan las bibliotecas escolares, los laboratorios y talleres.

Durante este período se definen como valores a compartir los siguientes:

• Expresar el patriotismo en el amor a la historia, a la Revolución y a la causa que ha inspirado al pueblo cubano en la lucha por su independencia y soberanía, con marcado sentido antimperialista.

• Profundo espíritu de superación profesional, técnica y laboral en general.

• Espíritu de solidaridad, colaboración y colectivismo entre quienes integran cada colectivo docente educativo.

• Disposición al ejercicio del internacionalismo en el lugar y las condiciones que se requiera.

• Sentimiento de pertenencia y arraigo al Sector Educacional.

• Responsabilidad en el cumplimiento de tareas asignadas en el trabajo y por la organización sindical.

• Combatividad e intransigencia frente a debilidades y actitudes negligentes o corruptas.

Estos siete valores tácticos del Sindicato de los trabajadores de la Educación fueron ejes para impulsar el resto de los valores.

En esta etapa se aplica una serie de medidas y transformaciones que contribuyeron al trabajo más riguroso y especializado, con los docentes en formación, sobre todo con la aparición de los Profesores Generales Integrales, la reducción de la cantidad de alumnos por aula, espacio de los diez minutos para la reflexión y el debate de los acontecimientos nacionales e internacionales más importantes, el control y orientación más riguroso al tratamiento a los objetivos del trabajo político ideológico a través de la clase .

También han sido favorables los últimos seminarios nacionales que se refieren al trabajo con los valores.

En el curso 2006 – 2007, el Ministerio de Educación, para dar cumplimiento a las orientaciones emanadas del Comité Central, confeccionó un programa para el tratamiento a los valores fundamentales de la sociedad cubana actual, en el que se plantea la unidad dialéctica e indisoluble entre la moral y la política, se enfatiza en sus raíces, en el fortalecimiento de este heroico y bravío pueblo, del por qué la Revolución es una sola, del aporte de importantes figuras como Carlos Manuel de Céspedes, Varela, Martí, Mella, el Che, entre otras, que a hecho de este pueblo un ejemplo para los oprimidos del mundo.

En el documento se plantean como valores revolucionarios: el patriotismo, fidelidad, antimperialismo, solidaridad e internacionalismo para lograr la incondicionalidad, integridad e idoneidad; y como valores universales: la laboriosidad, responsabilidad, honestidad, honradez y disciplina, tampoco se incluía la justicia como valor a trabajar.

En el curso 2007-2008 se da un tratamiento especial a la orientación de los docentes, alumnos, familia y sociedad para el trabajo con los nueve valores, orientados por el Comité Central del Partido, con que defendemos la Revolución y la especie humana, incluye el de justicia, las vías para lograrlo, los modos de actuación vinculados a cada uno de ellos, se vuelve a enfatizar en que cada centro es el coordinador e integrador del resto de las instituciones socializadoras vinculadas a el, y a insistir en el vínculo con la familia como célula fundamental en el fortalecimiento de los valores de los alumnos.

Las Secundarias Básicas, aunque establecieron acciones que incluyeron la orientación de los alumnos, estas no han sido lo suficiente uniformes y coherentes, unido a que no todas tienen el suficiente conocimiento de los métodos, vías y contenido para el trabajo individual y colectivo con sus alumnos, por eso, en muchas ocasiones solo tienen en cuenta sus manifestaciones de conducta, sin estar preparados en los aspectos esenciales para desarrollar una adecuada orientación individual y colectiva con cada uno(a) de sus alumnos, como premisas esenciales para fortalecer valores y convicciones.

En el país, varios especialistas del tema, han aportado valiosas definiciones, vías, métodos, análisis filosóficos, en la evolución dialéctica, sociológica, pedagógica causas y particularidades de los valores, que sirven de fundamentos teóricos y metodológicos a esta investigación, se destacan P. Arés (2001), Esther Báxter (2001, 2002, 2005, 2007), Nancy Chacón (2002) y J, R. Fabelo (2003).

En Las Tunas se destacan los trabajos de M. Acebo (2003, 2004, 2005), M. Proenza Aguilera (2004), que han aportado definiciones operacionales, vías y métodos para educar los valores identidad, laboriosidad y responsabilidad, que sin dudas son eslabones esenciales para el logro del valor justicia.

En la bibliografía revisada por el autor en la búsqueda del valor justicia, hasta el momento de redactar esta tesis, solo se ha encontrado un trabajo relacionado con este valor, “El fortalecimiento del valor Justicia en los(a) docentes en formación, que imparten Historia en preuniversitario, desde un enfoque de género” en la Educación Preuniversitaria de la autora Lidia Waldina Álvarez Santiago.

A modo de resumen pudiéramos enfatizar que a pesar de los aportes sobre el tema las vías utilizadas por la Secundaria Básica para el fortalecimiento en valores, han sido insuficientes, inestables, poco organizadas y coherentes, sin precisión de contenidos, para asegurar el fortalecimiento del valor justicia, aunque las transformaciones están dirigidas, fundamentalmente a formar un alumno que sea, dentro del proceso de fortalecimiento de valores y en toda su actividad escolar y social, activo crítico, reflexivo, independiente, protagónico, laborioso en su actuación, permitiéndole que se apropie de justicia y equidad.

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