EL OCASO DEL NEOLIBERALISMO EN MÉXICO (SÍNTOMAS, SUPERVIVENCIAS Y RENACIMIENTOS)

Jorge Isauro Rionda Ramírez

INICIOS DE LA MODERNIDAD EN MÉXICO

Fordismo proviene del apellido Ford, relativo a Henry Ford, norteamericano, quien a principios del siglo XX implementa la producción en serie y a gran escala como fórmula de organizar el trabajo y la producción en sus fábricas automotrices, gracias a la especialización del trabajo. También se le nombra como Taylorismo, fayolrismo, modernismo o esquema de producción rígida. Es efecto inminente de la revolución de la administración científica iniciada a mediados del siglo XIX en Inglaterra y que en 1900 abiertamente es considerada la organización moderna de producción, contraponiéndose al régimen de producción artesanal precedente, al que subordina a una segunda esfera, complementaria.

El ascenso del fordismo en los Estados Unidos de América quita a los ingleses su primacía hegemónica dentro de las naciones industrializadas, favorece el ascenso norteamericano y su creciente presencia internacional, especialmente en la región latinoamericana.

La revolución mexicana se da dentro de la abierta implementación a escala mundial del régimen de producción rígida (modernismo o fordismo). La forma de expoliación de la fuerza de trabajo de este régimen es abiertamente deshumanizada. Por ello, el movimiento obrero a escala internacional patenta la necesidad de cuenta r con un Estado corporativo, que conciba la organización obrera (sindicalismo), como parte de la organización social del trabajo y la producción. Necesariamente el estado, el nuevo estado fordista, tiene carácter social demócrata. Una social democracia con abierta inspiración marxista, pero de abierta heterodoxia en el mundo capitalista. De ahí el carácter populista de la revolución mexicana.

En la década de los 20 se establecen las bases del modelo económico de la revolución mexicana. Revolución burguesa que procura la consolidación de la propiedad privada y la implementación del fordismo o capitalismo moderno. El fordismo de antemano, con base a la forma en que organiza el trabajo y la producción en las empresas, es un modelo nacionalista pues todo se da dentro de una misma factoría, por ello el made in es parte de su lógica reproductiva y las mercancías llevan su impronta nacionalista (Gutelman, 1974; 112 – 124).

Los regímenes post revolucionarios del país emprenden la ardua tarea de tratar de organizar socialmente el trabajo y la producción con base a las instituciones dadas en la constitución de 1917. Los retos para lograrlo radican en vencer el caudillismo, lograr consistencia en el movimiento campesino, muy fraccionado y contradictorio, incentivar el desarrollo industrial mexicano, al momento incipiente, lograr un proyecto político consistente, poner en orden a la Iglesia Católica y a los intereses extranjeros en el país, como superar la crisis del fordismo expresada en 1929.

En octubre de 1929 en Estados Unidos de América estalla una profunda crisis que tiene efecto en toda la economía mundial. El ascenso del fordismo – taylorismo desploma las regulaciones liberales basadas en la ley de mercados de Say. La oferta, es claro, rebasa a la demanda y la crisis de sobre producción (o bien, de sub consumo, como se quiera ver), se patenta en el desplome abrupto de los precios. En México, la caída del precio internacional de la plata (mineral con que se patenta la moneda nacional), lleva a la minería a una profunda recesión, y con ello se inicia la crisis de la economía nacional (Anguiano, 1975a; 11 – 36).

El ascenso industrial y urbano del país se sostiene gracias a la coyuntura internacional que significa la Segunda Contienda Mundial y el periodo de reconstrucción europea, así como la expansión de la hegemonía norteamericana en el orbe mundial. El ascenso del fordismo anglosajón beneficia a la región latinoamericana, y en especial a México, con la expansión sostenida de sus exportaciones primarias como de productos manufacturados.

La nación mexicana es un proveedor importante de productos primarios para la industria norteamericana, y la expansión de esta economía arrastra al país a una fase de crecimiento sostenido muy significativo. El milagro mexicano, inscrito a en el milagro latinoamericano, es efecto necesario del milagro americano de la segunda guerra mundial, la postguerra y la reconstrucción y de la maduración del fordismo. Por ello, el capitalismo mexicano es un eslabón más del engranaje del capitalismo imperialista encabezado por los Estados Unidos de América e Inglaterra.

Al parecer le milagro mexicano presenta su término, la crisis del fordismo de 1971 – 1973 recrudecen la situación del trabajo en el país. Ya no hay más tierras que repartir, y las ciudades no pueden brindar las oportunidades que demandan grandes contingentes de población campesina continuamente arribada a la ciudad. El desarrollo urbano de hecho se presenta caótico y desordenado.

Desde 1971 – 1973, con la crisis del fordismo, las ventas al exterior del país son cayendo al grado que agotan las reservas internacionales que amparan la paridad cambiaria y que llevan a la nación a una devaluación traumática en 1976 del 97% de su tipo cambiario. Desde entonces y se forma continua, persistente y cada vez más crítica, la inflación es un síntoma de un desarrollo incipiente. La inflación causa que se estreche el margen de ganancia de los negocios y con ello caiga la tasa general de ganancia, lo que crea la inconformidad del grupo empresarial del país respecto a la labor del Estado y su papel en la economía. Por otra parte, empobrece a los asalariados y a los perceptores de rentas fijas como los terratenientes, polariza el ingreso y crea términos de intercambio desiguales en el comercio exterior.

Es en el periodo de Luis Echeverría Álvarez que los mecanismos de control político muestran signos de agotamiento. Las razones de la inconformidad, concomitantes a la crisis del fordismo ante el surgimiento del nuevo régimen de producción flexible, son por efecto de la caída de las exportaciones, aumento en el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, aumento en el déficit primario del sector público, disminución de las tasas de crecimiento de la producción agrícola, como deterioro de los precios de garantía tanto al productor como al consumidor (Labastida, 1977; 199 – 227).

La crisis del fordismo y el surgimiento de un nuevo régimen de acumulación basado en la producción flexible profundizan la separación entre la nueva lógica de la organización privada del trabajo y la producción, con el régimen conservador priísta de regulación pública del trabajo y la producción. La crisis expresa pronto la necesidad de reformas institucionales más profundas y propias a la nueva lógica de acumulación. La reestructuración económica rebasa el viejo orden agrarista y campesinista, y exige la inmediata inauguración de un nuevo orden propio de una sociedad moderna y donde los temas de interés político ahora son de tipo industrial y urbano.

En el crepúsculo de la producción fordista como régimen prominente de producción a inicios de la década de los años 60 de la centuria pasada, es causa de que se dan en la siguiente década correspondiente a los años 70 crisis estructurales profundas que llevan al abandono de los acuerdos firmados en 1944 en Bretón Woods (EE.UU.). Asimismo, la crisis del fordismo de 1971, y su profundización con la crisis del los energéticos de 1973, es causa de que Estados Unidos de Norte América procure soportar su déficit persistente de balanza de cuenta corriente con la colocación de deuda, gracias a la enorme emisión de nuevos dólares que bajo el patrón de cambios fiduciario recientemente inaugurado, le hace el principal socio del Fondo Monetario Internacional (FMI). El déficit de cuenta corriente estadounidense muy pronto queda cubierto por el superávit de la cuenta de capitales por la recepción de intereses por pago de deuda de sus naciones deudoras.

La crisis del fordismo no permite a la economía moderna dependiente crear las oportunidades suficientes como para emplear la expansión del empleo, tanto en el campo como en la ciudad. El éxodo del campo a la ciudad, ahora rebasa las fronteras del país. Los reacomodos no son fáciles y la reforma institucional avanza a un ritmo insuficiente ante la velocidad con que lo dan la reestructuración económica de una economía que pasa rápidamente a anexarse al desarrollo globalizador, que inicia en la década de los años 80.

La revolución francesa (1789) desata guerras transcontinentales donde se desmantelan los viejos imperios coloniales surgidos en el siglo XVI, como parte del neocolonialismo francés, inglés y alemán principalmente (Fernández, septiembre 2008; 48). De hecho es parte de un reordenamiento mundial donde la estructura económica se reconfigura atendiendo la expansión del capitalismo industrial y la incipiente modernización industrial en las potencias europeas.

A efecto de la revolución industrial y de la revolución de la administración científica (RAC), el capitalismo monopolista viene dejando atrás el capitalismo industrial regido por el RPA. Nace la modernidad propia del régimen de producción rígida y el Estado no interventor deja de tener legitimidad ante el creciente desabasto que causan los monopolios. La reestructuración económica es liderada por las grandes empresas con políticas de precios altamente efectivas en sus mercados. La eficiencia lograda es muy alta y la productividad pronto pone en vela que la oferta crece a un mayor ritmo que la demanda. El resultado es la gran depresión de 1929 y su consecuente crisis económica a escala internacional.

Consumada la independencia de México (1821), el proyecto de nación enfrenta un fuerte dilema en cuanto las aspiraciones criollas: hay quienes simpatizan por conservar los estamentos dados por la Corona Española durante el periodo virreinal, quienes solo aspiraban a una autonomía económica, mas no política de España. Sucedida la independencia de la nación, abogan por re establecer el orden de estamentos bajo un nuevo imperio (el de Agustín de Iturbide, Wikipedia 1), con capacidad de resarcir sus títulos de nobleza y sus inminentes canonjías. Es el liberalismo europeo quienes ven la necesidad de un gobierno absolutista que pugne por los intereses de la nación (el liberalismo sinarca, quien ve al los Hombres desiguales en cuanto su condición y vela por un Estado de derecho estamental, o al menos de inicio). Estos desde mediados del siglo XVIII se han organizado bajo la égida de la masonería escocesa. Desean no cambiar las instituciones estamentales, solo fomentar a nivel macroeconómico la economía para lo cual crean en Banco del Avío (Lucas Alamán, Wikipedia 2), y “modernizar” la empresa mexicana con base a las incipientes y novedosas corrientes de la administración científica, especialmente inglesa (Estevan de Antuñano).

La revolución mexicana es resultado de las reformas liberales que logran los liberales desde el constituyente de 1856, que afecta tierras tanto de la Iglesia católica, que en algún momento controla más de la mitad de las tierras arables del país, como de los terrenos comunales, propiamente de comunidades indígenas. Ello causa que crezcan los latifundios a dimensiones aún superiores en extensión que los que se dan durante el periodo colonial. La revolución mexicana es efecto de la inclusión de su economía en la estructura económica internacional fordista o moderno, donde se rompe con las instituciones feudales, milenarias, e incluso del liberalismo clásico, se recrudecen las contradicciones de una sociedad que posee una constitución liberal, de jure pero no de facto, y un Estado fascista que ve por los ricos y extranjeros y se olvida de los pobres.

El término del liberalismo abre un nuevo horizonte y paradigma en el desarrollo nacional ante la creación del Estado del bienestar, cuyo principal acción es la proletarización de la fuerza de trabajo, bajo instituciones que resguarda un Estado social conciliador, mediador, regulador, que lleva un fuertes sesgo ideológico social demócrata. Con el arribo de las tesis keynesianas se deja en el pasado el bagaje ideológico burgués de la democracia y la libertad. Ahora lo que se tiene es un Estado Fascista, promotor de los intereses de las clases trabajadoras, pero finalmente garante del grupo de empresarios que promueven el crecimiento del aparato productivo nacional, dentro del propio proyecto de desarrollo nacional bajo el emblema de un único partido. Nuevas fuerzas organizan a la nación y nuevos baluartes son basamento para erigir a los mexicanos en un creciente anhelo nacionalista. La socialdemocracia, que más que representar los basamentos ideológicos de la clase trabajadora, funda las bases de la proletarización bajo la fórmula del salario mínimo, que es un pilar importante en la explotación capitalista industrial urbana y moderna. El proyecto nacionalista que enarbola el PNR (posteriormente PRI), encuentra respaldo en los años 30 gracias a las políticas keynesianas, las que basan el crecimiento económico en la demanda interna, especialmente con la expansión del gasto público.

De la década de los años 40 hasta 1970 la economía logra un crecimiento constante y sostenido. Es el llamado Milagro mexicano, donde queda patente el éxito del programa revolucionario iniciado en los años 30, en la modernización del país, y el ascenso industrial y urbano. No obstante, el movimiento estudiantil de 1968 deja en claro que no obstante el éxito económico del régimen, la nación no ha ingresado a la democracia, ante una dictadura de partido – Estado, que deja en entredicho al sistema político que es abiertamente fascista. La situación de las clases trabajadoras se extrema con la devaluación de 1976 y las insurrecciones campesinas vuelven a ser una realidad en el país. Es entonces que el Estado (autoritario), en la búsqueda de legitimarse, ostenta un discurso de extrema ideología populista, y en gran medida demagógica. El control político de los trabajadores, tanto del campo como de la ciudad, es fundamental para poder mantener en el partido a la clase política de la nación, amparado bajo la institucionalización de la revolución mexicana.

Los movimientos sociales en México del siglo XVII al XX se explican principalmente por el cambio de alicientes en materia de anhelos de crecimiento y desarrollo económico regidos primero por preceptos liberales, y en su fase de industrialización por los correspondientes a la social democracia. El interés principal radica en comprender cómo se inscriben cada movilización en ambas cosmovisiones y se articula con ello la transición de una industrialización económica básica de tipo artesanal, a una de maquinación de corte modernista. La principal aportación del trabajo radica en ilustrar como dicha transición enmarca el cambio de éticas en la regulación pública, que van al parejo en una escala mundial con el término del capitalismo industrial ante la prominencia del capitalismo monopólico. El Estado abandona el laissez faire por un mayor protagonismo en regir la empresa, el mercado y la familia.

Guerras intestinas, intervenciones extranjeras, la falta de un proyecto de nación consistente para una sociedad que se debate entre conservadores y liberales, conflictos de inclusión y exclusión, falta de capitales nacionales y muy poca inversión extranjera, inestabilidad política, mercados locales muy restringido son insuficiente redes de comunicaciones, falta de un transporte moderno como el ferrocarril, o de comunicaciones como el telégrafo, predominio del régimen de producción artesanal son los principales causales de la crisis de los primeros años independientes de la nación mexicana.

La crisis del régimen de producción artesanal por la transición al modernismo causa desde 1880 problemas de orden financiero que se profundizan en 1903 y que obligan a la nación a abandonar el sistema de monetización basado en la plata por el de oro, y en 1905 surge el papel moneda. El sistema financiero mexicano que desde tiempos de la intervención francesa logra consolidarse, ve su crecimiento con concesiones temporales a la creación de una banca privada para aviar el comercio y la producción nacional.

La expansión del comercio mundial con el advenimiento del régimen de producción rígida lleva a la crisis a las ramas artesanales de la producción, la producción de éstos últimos se contrae, a cambio el crecimiento de los monopolios se suscita de manera acelerada. De 1880 en adelante el modernismo sustenta su crecimiento con la maduración de las comunicaciones, especialmente las terrestres tales como el ferrocarril.

La paz porfiriana causa la prosperidad industrial, especialmente textil, y las manufacturas artesanales, por lo que la población pasa de 9.5 millones en 1880 a 15 millones en 1910. EL 71% de la población es rural, pero la tendencia es la urbanización propia de la secundarización económica, que es parte del ascenso de la industrialización moderna a una escala mundial.

Después del periodo colonial, durante la independencia, propiamente en la segunda mitad de la centuria decimonónica, la problemática deriva de la transición de fórmulas de organización privada de la producción de tipo artesanal a organizaciones más rígidas de tipo modernista, con mayores tasas de capitalización, donde los procesos de producción de mayor grado de organización derivan en formas de deshumanización y mayor expoliación de la mano obrera. Los movimientos sociales que desata procuran reformas institucionales que protejan al trabajo y otorguen, ante el incremento continuo de la productividad, mayores prestaciones laborales dirigidas principalmente a la seguridad y previsión social.

Supone que el régimen de producción artesanal heredado desde la colonia, donde la industrialización básica del país se sustenta en pequeñas factorías manufactureras rudimentarias (con mercados locales altamente competitivos), transita a una secundarización liderada por factorías que logran organizar su producción. Cuyos mercados ahora son bien regionales o incluso nacionales o internacionales, con altas escalas productivas e intensivas en capital, que para el siglo XIX implica la necesidad de organizar la producción para transitar a fines de la centuria al régimen de producción rígida o moderna. En este tránsito, el Estado liberal propio de administraciones públicas que desde el proyecto de Lucas Alamán tipifican la ética de la regulación desde el inicio de los tiempos independientes a 1930.

Los movimientos sociales que desencadena el tránsito de un régimen de producción artesanal a uno de modernidad conlleva a su vez movilización social que pugna por establecer nuevas instituciones no liberales por social demócratas, propias del periodo posrevolucionario que abarca de la década de los 30 a inicios de los años 80.

La transición entre un régimen de producción artesanal a un régimen de producción moderno no es tarea fácil. Dicha transición enmarca el cambio de éticas en la regulación pública, que van al parejo en una escala mundial con el término del capitalismo industrial ante la prominencia del capitalismo monopólico. El Estado abandona el laissez faire por un mayor protagonismo en regir la empresa, el mercado y la familia. Trata de establecer el carácter, como las características, de la sociedad latinoamericana durante la colonia, especialmente la Nueva España, y las razones que mueven las guerras de independencia en la región, y las circunstancias que condicionan, como crean disrupciones, desde el inicio de sus economías en la búsqueda de implantar un proyecto de nación.

Los movimientos sociales en México del siglo XVII al XXI se explican principalmente por el cambio de alicientes en materia de anhelos de crecimiento y desarrollo económico regidos primero por preceptos liberales, y en su fase de industrialización por los correspondientes a la social democracia. El interés principal radica en comprender cómo se inscriben cada movilización en ambas cosmovisiones y se articula con ello la transición de una industrialización económica básica de tipo artesanal, a una de maquinación de corte modernista.

La problemática deriva de la transición de fórmulas de organización privada de la producción de tipo artesanal a organizaciones más rígidas de tipo modernista, con mayores tasas de capitalización, donde los procesos de producción con mayor grado de organización derivan en formas de deshumanización y mayor expoliación de la mano obrera. Los movimientos sociales que desata procuran reformas institucionales que protejan al trabajo y otorguen, ante el incremento continuo de la productividad, mayores prestaciones laborales dirigidas principalmente a la seguridad y previsión social.

El México moderno trae consigo movilizaciones sociales sui géneris, que son el marco por el cual se explica el nacimiento del estado de bienestar en México, donde el Estado adquiere un mayor protagonismo en la economía y la sociedad como benefactor, conciliador, interventor, regulador, socio e inversionista, que acompaña a los nacionales desde su nacimiento hasta su muerte.

Supone que el régimen de producción artesanal heredado desde la colonia, donde la industrialización básica del país se sustenta en pequeñas factorías manufactureras rudimentarias, con mercados locales altamente competitivos, transita a una secundarización liderada por factorías que han logrado organizar su producción, cuyos mercados ahora son bien regionales o incluso nacionales o internacionales, con altas escalas productivas e intensivas en capital, que para el siglo XIX implica la necesidad de organizar la producción para transitar a fines de la centuria al régimen de producción rígida o moderna. En este tránsito, el Estado liberal propio de administraciones públicas que desde el proyecto de Lucas Alamán tipificarán la ética de la regulación desde el inicio de los tiempos independientes a 1930.

Los movimientos sociales que desencadena el tránsito de un régimen de producción artesanal a uno de modernidad conlleva a su vez movilización social que pugna por establecer nuevas instituciones no liberales por social demócratas, propias del periodo posrevolucionario que abarca de la década de los 30 a inicios de los años 80.

Si la modernidad nace por fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, es en México, para 1830 que se tienen las primeras iniciativas de organizar el capitalismo moderno, bajo el liderazgo de Estevan de Antuñano. Se crean las primeras cámaras patronales empresariales y se capacita a la usanza europea a los empresarios mexicanos para que organicen sus factorías bajo las más novedosas recetas de la administración moderna.

El nuevo orden económico no es tarea fácil, pues las fracciones revolucionarias fueron exitosas para acabar con el viejo régimen, pero ineficaz para lograr implementar el esquema capitalista moderno en el país.

El modernismo en el país se da bajo un pacto social basado en el corporativismo activo que logra disciplinar el PNR, posteriormente PRI, y bajo este orden mantiene por 71 años el poder bajo una paz social que permite al menos de 1940 a 1970 crecer de forma sostenida la economía nacional.

El desgaste del régimen ante la pérdida de legitimidad de un discurso agrarista en una sociedad que cada vez se ve más distante de ser agraria, y se acerca a una realidad urbana e industrial, donde el proletariado hace a un lado al campesino y por ello, el discurso anteriormente agrario ahora pasa a ser de demagógico populismo. Los años 70 dan muestra de la descomposición de régimen nacido de la revolución mexicana e implican al invención de uno nuevo, más urbano, industrial y moderno, donde la clase media sede su poder político heredado de la revolución mexicana, a la burguesía nacional, de fundamento ideológico ultra derechista.

La intensión es el debilitamiento de toda forma de gobierno despótico, absolutista y, aunque el término es más moderno, fascista. La formulación del pensamiento liberal, positivista es basamento para una nueva ética donde el Estado, como sujeto económico, cambia su papel, como la organización social del trabajo y la producción. Qué mejor expresión de esto que el libro de Adam Smith “La riqueza de las naciones” publicado en 1776, mismo año de la independencia de las colonias inglesas norteamericanas para formar los Estados Unidos de América.

La revolución francesa (1789) parte de la idealidad liberal relativa a la igualdad social y la tolerancia de creencias y credo. Es de hecho la primer revolución de corte liberal en el mundo, y hay quien afirma que es donde inician los llamados tiempos modernos, que más bien es la caída de un régimen de regulación despótico eclesiástico por el nuevo régimen de regulación liberal laico.

Supone que el régimen de producción artesanal heredado desde la colonia, donde la industrialización básica del país se sustenta en pequeñas factorías manufactureras rudimentarias (con mercados locales altamente competitivos), transita a una secundarización liderada por factorías que logran organizar su producción. Cuyos mercados ahora son bien regionales o incluso nacionales o internacionales, con altas escalas productivas e intensivas en capital, que para el siglo XIX implica la necesidad de organizar la producción para transitar a fines de la centuria al régimen de producción rígida o moderna. En este tránsito, el Estado liberal propio de administraciones públicas que desde el proyecto de Lucas Alamán tipifican la ética de la regulación desde el inicio de los tiempos independientes a 1930.

Las logias masónicas son espacios de “parapolítica”, como laboratorio que gestan nuevos modelos de asociación que promueve orientaciones en pro del orden procurado, dados los antagonismos existentes que causan los protagonismos sociales. Parte de planteamientos individualistas basados en la conciencia del hombre moderno y de su libertad, a formulaciones corporativistas de colectividades que conforman los grupos políticos del país. Son alianza cívica que une a masones con protestantes, y personas de otro sistema de creencias, bajo la bandera de libertad, en contra de las instituciones eclesiásticas, en la procuración de poder erigir la modernización y la secularización de la sociedad y la economía de la nación desde mediados del siglo XIX. Aunque es muy aventurado afirmar el papel que tiene la masonería en la conformación de la sociedad moderna mexicana (Bastian, 1990; 439 – 460), no obstante existen algunas evidencias que se pueden obtener de ediciones hechas por los propios masones (Mateos, 1972; Navarrete, 1962 y Martínez, 1967).

Para el periodo de 1850 en adelante, es importante destacar que la formación social mexicana resulta de la síntesis de los modos de producción, a los que se llaman regímenes de producción y que se identifican básicamente tres: régimen de producción artesanal, régimen de producción rígida y régimen de producción flexible. Su yuxtaposición histórica explica en gran medida la lógica de los movimientos sociales del país.

La proletarización del sector artesanal es parte de este ascenso del régimen de producción rígida, y por otra parte una de las razones que incrementan el descontento social. A la par, el empobrece de los desposeídos en el campo y el crecimiento de la población campesina agudiza las contradicciones en la sociedad porfirista.

John Maynard Keynes es un economista inglés cuyos trabajos son un parteaguas en la teoría económica, demarcando la distancia entre el modelo liberal o de equilibrio con pleno empleo, y sus planteamientos conocido como esquema de equilibrio con subempleo. Su principal y más trascendental trabajo es la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero (publicado en 1936).

El régimen de regulación keynesiano, conlleva por la álgida participación del Estado en la economía y fuerte sesgo ideologizante a favor de la social demócrata, misma que también otorga una mayor participación al Estado en la economía en la regulación de la empresa y el mercado, aspecto que viene en conflicto con los intereses de organizaciones empresariales, sindicales, corporativas como incluso con la Iglesia católica.

Es Estado, a razón de la crisis de 1929 – 1933 por influencia del pensamiento keynesiano, se encarga del la dirección de la economía, crece la economía pública y el sector público se vuelve cada día más representativo. El crecimiento es inducido por el Estado, el cual vela por el bienestar y la seguridad social. Del Estado revolucionario se pasa en los años 30 al estado benefactor.

La formación del Estado mexicano bajo las tesis keynesianas que son el sustento del Estado de Bienestar, la demanda externa creciente gracias a la recuperación de la economía estadounidense, como a la demanda que causa de petróleo, lo que crea la recuperación de su precio internacional, son el sustento de la salida de la crisis que en 1932 toca fondo.

Las políticas keynesianas que durante los 30 entran en vigencia a nivel mundial favorecen para que en México, el sostenimiento de la demanda interna se diera tanto por el incremento del salario nominal de los trabajadores, el pago del séptimo día de la semana, el de asueto, y la consecuente reforma a la Ley Federal del Trabajo, así como con programas sociales y de desarrollo de infraestructura por parte del Estado.

Con las tesis keynesianas, el bilateralismo y el proteccionismo son recursos básicos de la política económica en el país. El fundamento del crecimiento es la demanda interna. Misma que depende de la expansión de la inversión pública a través de programas sociales en materia de desarrollo de infraestructura, especialmente en comunicaciones y en desarrollos agrícolas tales como presas, represas, bordos, principalmente. Los aranceles al comercio exterior otorgan ingresos adicionales al fisco, así el proteccionismo no solo ampara la industria nacional, sino que genera ingresos al erario (Solis, 1973; 194 – 219).

La expansión de la demanda interna se da mediante la implementación de políticas estatales en pro del Estado benefactor y social, propio de las tesis keynesianas. De 1960 a 1969 las deudas externas a más de un año pasan a sumar de 842 millones de dólares a 3 mil 511 millones de dólares. De 1970 a 1976 el monto se incrementa a 20 mil millones de dólares, a razón de la necesidad de crear la infraestructura petrolera necesaria para explotar los recientes yacimientos descubiertos en el territorio nacional.

El keynesianismo es en sí el fundamento del esquema de desarrollo endogenista o de crecimiento desde dentro, basado en la expansión de la demanda interna gracias al gasto de gobierno, que tiene un efecto multiplicador en las actividades económicas del país. Coyunturas internacionales se conjugan desde 1939 para sostener este régimen de forma exitosa, a tal grado que al periodo de 1939 a 1970 se le conoce como el milagro mexicano. Dichas coyunturas son el inicio de la segunda guerra mundial, la reconstrucción europera y el Plan Marshall (1946), y la expansión de la economía norteamericana a partir de esta contienda.

En 1971 – 1973, con la crisis del fordismo y la crisis de la economía estadounidense, la caída de las ventas al exterior de México lo llevan en 1976 a iniciar un periodo de crisis sucesivas (1976, 1982, 1985, 1987, 1994), que marcan no solo el agotamiento del régimen fordista, sino del propio modernismo regulado por la tesis keynesianas, mismas que de 1982 paulatinamente son abandonadas a cambio de la nueva ética de regulación pública conocido como neoliberalismo, inspirados en las tesis de los premios Nóbel en economía Hayek, y Milton Friedman, como de la esposa de este último Rose Friedman, quienes ven en el keynesianismo un estado tan álgidamente participativo que temen su acercamiento inminente al socialismo. Para ello sus tesis proponen rescatar el liberalismo con base a la metodología neo utilitarista y neo monetaria basada en los trabajos del sueco Leon Walras (escuela sueca y austriaca), y de W. Pareto (italiano). No obstante se le nombra neoliberal, por sus propuestas, son tesis de orígenes muy distintos al grado que los economistas políticos sugieren no llamarle neoliberal.

La derecha tiene otro componente de especial interés a fines del siglo XIX, el pensamiento nacional socialista de Alemania. Su influencia radicaliza y le da un tono beligerante a la derecha del país, al grado que posteriormente se le conocerá como ultraderecha.

Es durante el periodo del Porfiriato cuando la presencia germánica en el país adquiere mayor relevancia a través de algunas empresas al que este régimen les abre la economía nacional. Tales son la Casa Bayer y Unión Química filial de IG Farben (Cedillo, op, cit; 26).

Tanto la primera guerra mundial, como en la segunda, el interés de Alemania en procurar a México como aliado se patenta de diversas formas. Destaca el famoso telegrama Zimmermann (1917) donde Alemania le propone a México aliarse en la guerra contra los Estados Unidos. Telegrama que es interceptado por la inteligencia norteamericana y causa que la Unión Americana le declare la Guerra a esta potencia europea (Martín, 2002).

La localización estratégica de México como vecino de uno de los principales enemigos de Alemania, es lo que justifica que la Abwehr (algo así como la CIA) introduzca varios agentes en calidad de espías de la vida nacional (destaca la actriz de cine Hilda Krüger y el actor Errol Flynn). Los germanos se aliarán a grupos de derecha existentes en México, simpatizantes de la nacional socialista alemana. Tendrán aliados a todos los niveles, incluso presidentes de la República tales como Miguel Alemán Valdés y Maximino Ávila Camacho (Cedillo, idem.).

Inversionistas extranjeros muy importantes, incluso estadounidenses, apoyaron a los alemanes a armar un frente progermánico en el país, de los que destaca Jean P. Getty. La embajada alemana daba apoyo financiero a grupos de ultraderecha como los fueron las “Camisas doradas” y los grupos sinarquistas del país, especialmente de Guanajuato. El interés promovido era fortalecer la rebelión del General Juan Andrew Almazán.

La influencia se logra principalmente por que los alemanes llegaron a dominar los medios impresos y las principales radiodifusoras, no solo de México sino de toda Latinoamérica.

La revolución mexicana tenía que ser base en el capitalismo liberal moderno de haber establecido un sistema justo, democrático y equitativo, por lo que el régimen político que deriva de la revolución mexicana procura su continua reivindicación ante las masas populares enarbolando la memoria revolucionaria, donde se pretende presentar al México moderno como una nación justa, equitativa y democrática. El régimen priísta “compra” o “hace” artistas que promuevan dicha idea. En la pintura, en la arquitectura, en la escultura, en la música, en el teatro, en el cine, en todas las artes a promover es que le modernismo se instaura como una sociedad mejor de la que existía con Porfirio Díaz. Así, la corriente pictórica contrata y promueve talentos que pinten como principal motivo las contiendas revolucionarias de México, pero que dejen en claro que lo actual es mejor que lo pasado y que, por tanto, la revolución mexicana era fecunda, legítima y había dado a los mexicanos una nueva sociedad de justicia, de igualdad y con equidad.

De esta “contratación” oficial de talentos aparecen dos personajes importantes: Diego Rivera y Siqueiros. Cuya misiva es posicionar en la memoria del pueblo de México la injusticia de donde venimos, el legado heroico de personajes llevados a héroes por decreto, así como la continua reivindicación del régimen. Ambos pintores se esmeraron en una obra muralista donde se ensalzaba la obra revolucionaria, se descalifica a la tiranía existente a la revolución, como se presenta un país post revolucionario moderno, lleno de prosperidad, justicia y paz.

De esa corriente artística oficial surgen otros artistas más, pero de todos destacan por su involucramiento con la derecha estos dos. Especialmente David Alfaro Siqueiros quien, de aparente simpatía con Stalin, es uno de los autores intelectuales, como ejecutores del primer atentado fallido contra Trosky. Por otra parte, ya es bastante aceptado la participación de Diego Rivera como “informante” de la CIA de supuestos agentes comunistas en el país. Diego Rivera posteriormente a la muerte de Trosky, demagógicamente sostiene que él fue parte de la conspiración internacional que promueve Stalin contra su principal enemigo político. Es por ello que pide el entonces Presidente Lázaro Cárdenas se le de asilo político a Trosky. David Alfaro Siqueiros, como Diego Rivera, son parte de la demagogia que el sistema priísta implementa para legitimarse en el poder. Su discurso como postura ideológica y política también es parte de una demagogia propia de los artistas esnobistas quienes les gustaba decirse “Comunistas”, y contra el régimen, cuando eran en sí mismo engendros del propio régimen que criticaban.

La demagogia oficialista revisa la historia de México, y en lo moderno adquiere varios discursos políticos, abiertamente demagógicos. Se inicia con el indigenismo (Alfonso Caso), se pasa con el campesinismo y ahora se tiene el interés por la pobreza. No obstante, las acciones comprometen el discurso y lo velan como abiertamente demagógico. Así también es toda la corriente artística de la post revolución, propia de un discurso priísta demagógico y pronto corrupto.

La derecha en México, tienen actores que patrocina como de “izquierda”, pero finalmente obedecen a las directrices del capital. En México, la izquierda ha sido realmente más demagógica que auténtica. Por caso, la supuesta izquierda del EZLN y el llamado Comandante Marcos en las pasadas elecciones del 2006 aparecen con “La otra campaña”, que finalmente perseguía descalificar al López Obrador tachándolo de neoliberal y descalificándole de la izquierda. Con ello, quienes lo patrocinan (el PRI), pretendía restarle simpatizantes y votos. Así entonces, los supuestos movimientos insurgentes del país, como lo es el EZLN como el EPR, obedecen a patrocinadores políticos como el PRI y el PRD (respectivamente), a quienes no les interesan ni indígenas ni campesinos, sino instancias de poder.

Como tal, se descubre que bien la derecha en México nace del pensamiento liberal, la misma que legitimándose en el poder, adquiere como pantalla o máscara, discursos de aparente ideología socialista, populista, indigenista, campesinista, o como actualmente se presenta, con un interés pequeño burgués por los pobres (del estilo de los de la Universidad Iberoamericana). Finalmente parte de la demagogia política.

La derecha en México reviste varios trajes según su momento histórico, pero finalmente tiene un alineamiento combativo: el capitalismo. La izquierda en México es muy cuestionable. El movimiento obrero ha sido desideologizado por el movimiento corporativista del Estado, enajenado al aparato de Gobierno, a la corrupción de sindicatos charros, es de antemano un movimiento que pugna por los intereses de los trabajadores, dentro del capitalismo y no contra de él. Las prestaciones laborales, como los derechos de los trabajadores patentes en el artículo123 constitucional, como en la Ley Federal del Trabajo, definen las relaciones industriales, obrero – patronales, o bien entre el capital y el trabajo, ad hoc al régimen vigente de acumulación capitalista.

De esta confusión ideológica, la derecha ha sabido sacar partido. Mantenerse en el poder desde 1921 a la actualidad.

La revolución mexicana atiende las demandas sociales que surgen en el campo y en la ciudad en el periodo porfirista. En el campo el reparto agrario, en la ciudad el movimiento obrero social demócrata en busca de relaciones industriales acordes al capitalismo moderno y consistentes con las internacionalmente vigentes, y finalmente el movimiento pequeño burgués urbano, por la democracia y las garantías individuales. La constitución política de los Estados Unidos Mexicanos resuelve las bases institucionales para el arribo al capitalismo moderno gracias a los postulados de los artículos 27 y 123.

A partir de las administraciones post revolucionarias de Adolfo de la Huerta (1920), quien en su breve interinato logra la pacificación del país de los últimos movimientos armados villistas como zapatistas; Álvaro Obregón (1920 – 1924), quien inicia la cultura de la legitimación de las instituciones del país bajo una nueva cultura revolucionaria que encabeza José Vasconcelos, Juan Sánchez Azcona, Salvador Alvarado y Antonio I. Villareal. La secularización de las instituciones del país (al ser masón) es causa de su actitud jacobina contra la Iglesia Católica. Conflicto tras bambalinas que es causa del atentado contra la basílica de Guadalupe, el bombardeo al monumento de Cristo Rey en el cerro del Cubilete (Silao, Guanajuato) y la expulsión de varios miembros de la jerarquía católica (Villalpando y Rosas, 2007; 188 – 200). Es el padre del corporativismo estatal en México, con el establecimiento de la cláusula de exclusión a la Ley Federal del Trabajo que hace obligatoria la sindicalización de todo trabajador del país, para ello se crea la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM).

Álvaro Obregón, en contraparte, es cuestionado por haber firmado los tratados de Bucareli donde al no aplicar retroactivamente el artículo 27 de la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos en materia del petróleo a las compañías extranjeras, en un coqueteo con el gobierno estadounidense por lograr un proceso electoral pacífico (1923) y con estabilidad política y económica.

Plutarco Elías Calles (1924 – 1928), genio y creador de una organización social del trabajo y la producción en el país, con las bases del corporativismo estatal cuya referencia es el Artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo (ley secundaria), donde se definen las relaciones industriales (relaciones capital trabajo u obrero patronales), que logra la configuración necesaria para el ascenso del capitalismo moderno en el país. Dos iniciativas importantes son fundamentales: la creación del Banco de México y del Banco de Crédito Agrícola (Villalpando y Rosas, 2007; 191).

No basta el reparto, hay que avituallar al agrarista de las bases financieras y logísticas para garantizar el desarrollo agropecuario que pronto dote a la nación de la autosuficiencia e independencia en básicos. Promueve una Ley del petróleo con base al Artículo 27 constitucional, que por poco enfrenta a México en un conflicto armando con su vecino del norte. El interés es controlar a las compañías petroleras extranjeras, que entre otras razones se niegan a pagar impuestos a la nación.

En 1926 reforma el artículo 130 constitucional (como buen masón), en un intento por controlar el número de sacerdotes de toda Iglesia, especialmente afectando a la Iglesia Católica, como obligarles a ser ciudadanos mexicanos por nacimiento para ejercer su magisterio. Reforma que lleva al conflicto armado en 1926 al Estado mexicano contra la Iglesia católica (la primera guerra cristera, 1926 - 1929). La Iglesia católica, para levantar al pueblo en armas, suspende el culto y organiza la emancipación cristera en el occidente de México, principalmente.

En 1928, concibe la creación del Partido Nacional revolucionario (PNR), cuyo emblema político son las instituciones post revolucionarias, presenta una oferta política acorde al anhelo por un desarrollo económico nacional moderno y “demócrata”. La fundación del partido se da en Querétaro en 1919 bajo la presidencia de Emilio Portes Gil. Gracias a ello controla a tres de los presidentes sucesorios a su gobierno: Emilio Portes Gil (padre de la autonomía universitaria, 1928 – 1930), Pascual Ortiz Rubio (quien inscribe al país en la sociedad de las naciones en 1931 en un alineamiento a la estructura económica internacional, 1930 – 1932) y Abelardo L. Rodríguez (el padre de la educación socialista en México, 1932 – 1934), periodo de 6 años conocido por el maximato.

La derecha se organiza como oposición política, la encabeza José Vasconcelos y Manuel Gómez Morín (fundador del PAN en 1938). Su oposición al régimen causa que se dé la autonomía universitaria por parte de Emilio Portes Gil, lo que resta fuerza a la oposición simpatizante del movimiento vasconcelista.

En la materia que es interés en este trabajo, la propiedad y uso del subsuelo, destaca la administración del Gral. Lázaro Cárdenas (1934 – 1940). Estadista y político sensible a la realidad social de México, admite la propuesta de administración pública de su Secretario de Hacienda Eduardo Suárez (1935 – 1944), quien es el padre del esquema económico conocido como desarrollista, que no es más que la replicación del modelo implementado por el presidente estadounidense Roosevelt, con abierto lineamiento keynesiano, lo que viene en armonía con el pensamiento social demócrata del régimen post revolucionario de México (Guerrero, 2005; 177 -224).

Existe en el ambiente político post revolucionario y moderno simpatía a un programa de gobierno nacionalista. El nacionalismo a nivel internacional es fortalecido por el carácter que conlleva el régimen de producción rígida o fordista. Por tanto, una estrategia para la nación es la nacionalización de sectores económicos considerados fundamentales para lograr la independencia y autosuficiencia. La minería, la extracción petrolera como la generación de energía eléctrica, las comunicaciones terrestres, marítimas y electrónicas (teléfono y telégrafo), son los sectores cuyo interés es primordial para la nacionalización que ampare el desarrollo sostenido del endogenismo. Sectores entonces en manos de extranjeros, quienes tienen el poder de influir y desviar en las decisiones de públicas a sus interese, muy ajenos y a veces contrapuestos al desarrollo autónomo de la nación mexicana.

Hoy que está centrado el delicado tema de la privatización de las industrias de generación de energía, tales como la industria eléctrica y petrolera, hay que recordar la polémica que suscita y sustenta la nacionalización que en los años de 1936 – 38 vino a darse como necesario para garantizar que los intereses de los extranjeros desvíen las decisiones públicas como empresariales en materia de desarrollo nacional a sus intereses de expoliación capitalista, anejos y a veces contrapuestos al anhelo nacional de un desarrollo propio, auténtico, legítimo, autónomo y acorde a las necesidades sociales del país. La cuestión ahora es ¿para quién se gobierna en México, para los extranjeros o para los mexicanos? Evidentemente, el control nacional del uso del suelo como del subsuelo es el volante que permite la organización territorial del trabajo y la producción del país. ¿Estamos dispuestos a que el desarrollo territorial obedezca a las demandas de mercado o a las necesidades de la población del país? El costo histórico es evidente: nos estamos condenando a repetirla.

Ahora que se vuelve un tema central el asunto del petróleo en México y el manejo de la propiedad y uso del subsuelo, es destacable hacer mención del valioso trabajo de Don Jesús Silva Herszog respecto a su primera obra en materia intitulado Petróleo mexicano. Historia de un problema, publicado en 1941 donde afirma el un rubro muy importante en materia de soberanía nacional y libertad económica es la expropiación de las compañías petroleras.

Destaca, años después, en 1964 la publicación de otro libro del autor intitulado Historia de la expropiación de las empresas petroleras, donde afirma, ante el los descubrimientos de nuevos yacimientos petrolíferos en el país, que la nacionalización del petróleo debe sostenerse y consolidarse a toda costa (Guerrero, 2005). En el año en que se edita esta publicación la nación no cuenta con el capital para poder desarrollar toda la infraestructura extractiva del petróleo, no obstante, en ningún momento se piensa que la salida es abrir el sector a la inversión privada (nacional y extranjera).

En el sexenio de Luis Echeverría Álvarez (1970 – 1976), la solución fue pactar con el extranjero deuda externa por 16 mil millones de dólares, situación que se agravó cuando las reservas mexicanas cayeron en 1976 a efecto (primero) de la crisis financiera del patrón oro dólar de 1971 y (segundo), por causa de la cuarta guerra árabe - israelí y la crisis del los precios del petróleo de 1973.

La situación actual mexicana no es tan grave como la que se vive en los años 70. Se tienen más de 82 mil millones de dólares en reservas internacionales y el precio de la mezcla de petróleo mexicana rebasa los 90 dólares. Pocas son las presiones inflacionarias y aún la desaceleración de la economía estadounidense, las expectativas de crecimiento del PIB nacional para este año están en 3.5%.

El tema de la posible privatización se deja de lado por las autoridades al sostener que PEMEX no se privatiza. Lo que no dicen es que se desea abrir a la inversión privada (nacional o extranjera), las nuevas inversiones que se deben realizar para la explotación de los yacimientos del Golfo de México (cuya profundidad es a más de 3 kilómetros). Así, las actuales explotaciones cuyas reservas están previstas a durar nueve años, no son ni serán explotación privada. Pero sí los nuevos yacimientos del Golfo de México,

Desde el año 2000, incluso antes, se habla de la posibilidad de privatizar la industria de la energía eléctrica como la del petróleo. Es importante tener en cuenta que la familia de los Busch, padre e hijo, ex presidente y actual presidente de la Unión Americana, son los dueños de una de las llamadas 7 hermanas, empresas anglosajonas especializadas en al explotación petrolera, y quienes a su vez también son los principales interesados en invertir en México en materia de la industria de la energía.

Ahora bien, la inversión extranjera en todo país siempre procura gozar de privilegios como franquicias aduanales, exenciones fiscales y otras prerrogativas. Los extranjeros por otra parte, vorazmente trataron de explotar en el menor plazo posible los recursos que les permite trabajar la concesión o franquicia obtenida.

La explotación petrolera se inicia a nivel mundial en 1859, año en que se perfora el primer pozo y desde entonces, el polímero viene a tomar paulatinamente mayor importancia a razón de sustituir casi de inmediato al carbón mineral. Es evidente por ello que para cualquier nación, el control de tan importante insumo industrial es vital para garantizar la soberanía nacional, la independencia económica y sobre todo, el recurso para el crecimiento industrial.

Un antecedente importante sobre la necesidad de contar con el dominio de los recursos insumo de la industria se tiene durante el periodo colonial, propiamente en 1783 donde las reales ordenanzas para la minería establecían instituciones que garantizan el dominio, control y buen manejo de los productos minerales, como condición sine qua non del desarrollo de la economía.

En la misma Inglaterra, durante el reinado de Isabel, en el siglo XVI se daba reconocimiento del derecho del estado sobre los bienes subterráneos (Guerrero, 2005; 213). En la Francia de la ilustración Honore G. Victor Mirabeau debate el tema respecto a que la propiedad del suelo solo debe concebir la superficie del terreno, cuestión que en la actual legislación mexicana establece que solo hay derecho de propiedad respecto a la tenencia del suelo a 50 centímetros longitudinales de la superficie al subsuelo.

Entre los liberales de la segunda generación del periodo independentista existen desacuerdos del concepto en cuanto propiedad y uso del suelo y del subsuelo. Destaca José María Luis mora quien concibe la propiedad del subsuelo implícita en la propiedad del suelo. Por otra parte, y como contraparte, se cita a Benito Juárez quien en 1863 reconoce el derecho de la nación sobre el carbón fósil y las minas

El principio jurídico es heredado de España desde tiempos coloniales y se reproduce en el Código de Minería de 1884. Posteriormente la ley minera del 04 de junio de 1892 y la del 25 de noviembre de 1909 cambian el concepto donde se asimila la propiedad del suelo a la del subsuelo. En 1901 Porfirio Díaz expide la primera ley petrolera donde queda claro que la propiedad del subsuelo es del Estado pero puede concesionarse a particulares mediante franquicias y pago de derechos. Es a efecto de la revolución mexicana que la constitución de 1917 en su Artículo 27, párrafo 4º. Establece que “… corresponde a la nación el dominio directo de todos los minerales o substancias que en vetas, mantos, masas o yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos…” (citado por Guerrero, 2005; 214). Artículo que considera al subsuelo como inalienable, imprescriptible y como propiedad de la nación mexicana.

La revolución mexicana presenta 4 corrientes distintas: la del campo, conservadora y agrarista, de Emiliano Zapata; la maderista, demócrata, pequeño burguesa y urbana; la obrera urbana, socialdemócrata, y de la huertista y carrancista o la contra revolucionaria. Estas cuatro fuentes unen sus esfuerzos para derrocar la dictadura porfirista, fincar las bases de la propiedad privada agraria, como las instituciones capitalistas propias del modernismo. El nuevo estado post revolucionario se basa la organización social del trabajo y la producción en fórmulas corporativistas, donde finalmente las confederaciones de campesinos, obreros, profesionistas y empresarios del país se formulan en un único proyecto de nación: el del partido nacional revolucionario, más tarde llamado partido revolucionario institucional.

En la década de los 20 se establecen las bases del modelo económico de la revolución mexicana. Revolución burguesa que procura la consolidación de la propiedad privada y la implementación del fordismo o capitalismo moderno. El fordismo de antemano, con base a la forma en que organiza el trabajo y la producción en las empresas, es un modelo nacionalista pues todo se hace dentro de una misma factoría, por ello el made in es parte de su lógica reproductiva y las mercancías llevan su impronta nacionalista. Los primeros gobiernos son encabezados por militares y se establece una unidad político-militar fuerte, con una alianza entre burócratas y militares que le sustenta de los años 20 a los 30. El Estado, a razón de la crisis de 1929-1933 por influencia del pensamiento keynesiano, se encarga del la dirección de la economía, crece la economía pública y el sector público se vuelve cada día más representativo. El crecimiento es inducido por el Estado, el cual vela por el bienestar y la seguridad social. Del Estado revolucionario se pasa en los años 30 al estado benefactor.

El corporativismo tiene dos fases: la primera que va de 1915 a 1940 donde se establece la organización social del trabajo y la producción con base a la hegemonía de la producción rígida; y la segunda de 1940 a 1982 propio del despegue capitalista de la economía mexicana gracias a la segunda guerra mundial y al periodo de reconstrucción, donde se pasa de una dictadura militar revolucionaria a una dictadura del partido de la revolución, que de 1970 a 1982 conoce su expresión más populista y demagoga.

El milagro mexicano robustece a la economía del país y es causa de la primera transición demográfica, que desde la primera ley de población de 1936 marca a la demografía mexicana con patrones de expansión y crecimiento. De 1940 a 1976 el país crece en todos sentidos y experimenta la revolución verde que sustenta la expansión del PIB agrícola mexicano a la par del crecimiento de la población. La estabilidad económica se expresa en una estabilidad cambiaria que le confiere a la nación el clima propicio para que madure el capital financiero.

El periodo post revolucionario pone en marcha el reparto agrario y una nueva división social del trabajo donde aparecen los ejidatarios, no sólo como clase de trabajadores, sino como grupo político. Su desempeño en la sociedad mexicana es el bastión del cual parte el corporativismo político que bajo clientelismo concede y otorga ventajas como subsidios a este grupo a cambio de su voto político. Sujeto a los vaivenes de la política, son los campesinos el grueso del electorado que conforma el voto duro del partido revolucionario. Esta transformación de la tenencia de la tierra conlleva una nueva conformación de la producción en México y causa problemas internos tales como la limitada demanda interna de los productos agrícolas y precios bajos para los productos del campo como parte de una política de industrialización y desarrollo urbano.

De 1935 a 1961 el 70% de la producción agraria se destina a productos de consumo humano. Posteriormente esta razón disminuye a 60% durante la década de los 60. La expansión de la producción agrícola del país es efecto de la llamada revolución verde que se fundamenta en la creación de infraestructura de riego, contención y aprovisionamiento de agua, nuevos y más efectivos plaguicidas, alternancia de cultivos, fertilizantes mejorados, semillas mejoradas y aplicación de tecnología agrícola, como una expansión de la frontera agrícola del país. Pero especialmente los subsidios al campo creando precios de garantía al productor del campo como al consumidor urbano sostiene una situación socialmente asequible para el desarrollo de la agricultura del país.

Los campesinos no obstante, son sujetos políticos de intereses del poder que no atienden sus demandas y más bien les utilizan para fines de promoción política, las familias crecen y los terrenos no por lo que la aparente bonanza del campo se traduce en empobrecimiento agrario y expulsión de campesinos a las áreas urbanas.

Aunque la migración de trabajadores como población en general a la Unión Americana es un fenómeno más antiguo, el programa Bracero de 1942 a 1964 acrecienta la migración de mano de obra campesina a los campos de California como de otras entidades estadounidenses. El esquema endogenista del modelo cepalino inaugurado en México desde fines de los años 40 causa un crecimiento metropolitano altamente concentrado. Crecimiento metropolitano que implica el desarrollo urbano industrial polarizado del país.

Es la pequeña propiedad la beneficiaria de los apoyos al campo, créditos bajo subsidio a cambio de la modernización, pozos e infraestructura hidráulica como desarrollos agrícolas caracterizan la llamada revolución verde en el país. Los mercados nacionales, bajo proteccionismo agrícola propician el fortalecimiento de agronegocios que cautivan a los productores con fórmulas monopsónicas, monopolios agrarios que rinden una industria fuerte y moderna. Contrario, el ejido, como minifundio inicia a mostrar debilitamiento al no contar con apoyos similares, así como ser sujeto de demagogias políticas como en su extensión, ante las grandes plantaciones corporativas de los agronegocios, abiertamente ineficientes en el sentido fordista de la palabra, que funda su eficiencia en una producción a gran escala. Por ello, la contradicción en el campo se da por la ascensión económica de los agronegocios monopolistas que contrasta con el depauperio de los minifundios, donde ingresan principalmente los ejidatarios.

No obstante el milagro económico que desde la década de los 40 experimenta el país, la situación de los trabajadores y sus luchas sindicales no es del todo estable. Movimientos de huelga durante la década de los 50 son lideradas por telegrafistas, electricistas, trabajadores de la industria del petróleo como de la educación y ferrocarrileros pugnan por presiones a favor de mejoras laborales como salariales. De la necesidad de controlar al movimiento obrero del país, nace el charrismo sindical, instrumento del Estado que enajena a los líderes sindicales comprándoles con concesiones políticas, económicos, gremiales, para con ello poder manipularles en relación de los intereses del grupo en el poder, el partido oficial, como del control del propio movimiento obrero.

La estrategia para incentivar el desarrollo económico, entendido como el crecimiento sostenido de la producción de bienes y servicios y el mejoramiento de vida de la población, se da mediante la implementación de varias estratégicas sincronizadas: 1) mejoras tecnológicas en la esfera de la producción; 2) acumulación de capital; 3) desarrollo de capital humano e innovaciones en la organización privada del trabajo y la producción y 4) mejoras en la organización pública del trabajo y la producción.

Las crisis inflacionarias propias de las décadas de los 70 y los años 80 cuestionan el éxito de la política económica encaminada en las 4 estrategias anteriores. La polarización del ingreso no sólo es una de las consecuencias de estas crisis, sino que también el desarrollo desarticulado del aparato productivo nacional, con un desarrollo regional desarticulado y divergente, con abierto distanciamiento entre el sector moderno de la economía y el tradicional, un Estado incapaz de solventar la desigualdad social y con problemas sociales que incrementan tanto por efecto de las externalidades de la producción dentro de la organización privada de la producción y el trabajo, y las internalidades de la organización pública de la producción y el trabajo (corrupción).

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