GLOBALIZACIÓN CULTURAL EN LA ERA DIGITAL

Mario González Arencibia

Papel histórico progresivo del capitalismo

Es de particular importancia para el análisis dialéctico de la dimensión cultural de la globalización comprender y reconocer lo planteado por Vladimir Ilich Lenin cuando destaca: "el papel histórico progresivo del capitalismo puede resumirse en dos breves tesis: aumento de las fuerzas productivas del trabajo social y socialización de este".

Marx como resultado de su minucioso estudio del capitalismo, al referirse al proceso de socialización que crea destaca que: "El período burgués de la historia esta llamado a sentar las bases materiales de un nuevo mundo: a desarrollar, por un lado, el intercambio universal, basado en la mutua dependencia del género humano, y de otro, desarrollar las fuerzas productivas del hombre y transformar la producción material en un dominio científico sobre las fuerzas de la naturaleza"

Identidades culturales tradicionales y modernas, de base territorial En otra dimensión del análisis se presenta a la globalización cultural como "el pasaje de identidades culturales tradicionales y modernas, de base territorial, a otras modernas y posmodernas, de carácter transterritorial".

En esta idea subyace el fenómeno de la modernidad y de la posmodernidad, sin embargo, esta concepción avanza en el reconocimiento de los aspectos del pasado y el presente, haciendo énfasis en los cambios orgánicos que se producen, los cuales tienen como centro la construcción de identidades culturales. Vocación homogeneizadora en lo económico, político y cultural También se destaca en un plano más general, la concepción de globalización entendida por algunos analistas como: la vocación homogeneizadora en lo económico, político y cultural, haciendo referencia al contexto en que ejercen un poder absoluto los actores transnacionales y la presencia de tendencias centrípetas que dominan y diseñan el eje del escenario en que se mueve la sociedad global. Este plano de movimiento de la globalización, es lo que se conoce como globalización versus cultura.

Con el análisis que se realiza en los epígrafes anteriores, se intenta llamar la atención en lo siguiente: si sólo se observa la dimensión cultural de la globalización vinculada al criterio del carácter dominante que han ejercido los centros de poder imponiendo su cultura al resto del mundo, se reconoce únicamente el carácter hegemónico del proceso.

Esto indudablemente es dañino para el diseño de estrategias que permitan enfrentar los retos culturales de la globalización, particularmente desde la perspectiva de los países subdesarrollados. Por ello este análisis propone que la dimensión cultural de la globalización supere la simple visión de concebir sólo el aspecto fenoménico del proceso trascendiendo a los componentes esenciales del mismo.

Cultura y producción material

a) Rol funcional de la cultura Para ello el entendimiento de las funciones de la cultura es esencial, por lo que en este ensayo se considera -coincidiendo con Armando Hart Dávalos- que: "Comprender el papel funcional de la cultura nos lleva a dos momentos, el primero, a tomar en cuenta como ésta es la espina dorsal que sostiene, articula y da sentido a la producción material y de conocimiento, o sea, a los procesos que garantizan la reproducción social del hombre. Otro momento de ese rol debe considerar que la cultura no sólo está encerrada como abstracción en la cabeza de los hombres y que sólo se objetiva en la producción, sino también y de manera decisiva, se expresa en la organización social, en los preceptos jurídicos, en la instrumentación de políticas, en la ética social, en las manifestaciones ideológicas"

Advertir la idea anteriormente planteada conlleva a repasar el concepto de cultura y sus funciones. Por consiguiente, en un primer orden, es necesario partir del carácter genérico del concepto cultura, entendida dentro de sus múltiples acepciones como un proceso en el desarrollo histórico de la sociedad y donde se entroncan las riquezas humanas y los valores aportados por generaciones a través de distintas épocas, pueblos, naciones, continentes, dados en expresiones que ilustran diversidades y especificidades donde se funde lo común con lo distintivo. b) Enfoque sistémico de la cultura

En efecto, la cultura es un complejo sistema que funciona con determinados grados de integridad y dinamismo, incluyendo un conjunto de subsistemas, los cuales, conforman la base de la creación y difusión de los valores espirituales. Según esta apreciación, la cultura esta provista de un enfoque sistémico que puede ser considerado como un subsistema de cualquier sistema social concreto que se analice, lo cual está en correspondencia con las funciones que cumple.

Este análisis lleva a señalar, que el enfoque sistémico e integral que está en la base de la interacción sinérgica del conjunto de fenómenos y procedimientos de la sociedad, permite concebir a la cultura como un sistema multifuncional en estrecha interdependencia con la realidad, y en particular con el sistema socio-económico.

Vale aclarar que aún cuando la cultura cuenta con relativa independencia, depende de la base socio-económica, la cual determina su nivel y carácter imprimiéndole los rasgos específicos de la formación socio-económica que represente. De ello se derivan los nexos entre cultura y desarrollo, siendo el factor cultural instrumento y objetivo del desarrollo en la medida en que promueva el despliegue multifacético de la vida humana en sus diversas formas.

Esta valoración no debe llevar a la equivoca interpretación de reducir a la cultura a una posición subordinada de simple catalizador del desarrollo económico, debido a que la cultura desempeña múltiples funciones que superan su misión de promotora del desarrollo económico.

Algunas funciones de la cultura

A los efectos de lo que se ha esbozado aquí, es importante tener en cuenta las funciones claves de la cultura, (informativa, directiva y comunicativa) las cuales, representan el nivel funcional jerárquico superior de cualquier sistema cultural. De ello se derivan otras funciones tales como: la protectora, (protege al hombre de las influencias nocivas y de los cambios del medio ambiente).

También se destaca la función socializadora de la cultura, referida a la asimilación de conocimientos, aptitudes, normas y experiencia social acumuladas durante la fusión de múltiples generaciones, incluyendo elementos intra e intergeneracionales.

La función de asimilación se materializa a través del desempeño de las relaciones sociales que se establecen entre los hombres en las diversas esferas del desarrollo social; en ello ocupa un papel importante la educación como reproductora del desarrollo. El efecto es que el aspecto cultural de la sostenibilidad, asume especial importancia cuando se reconoce como objetivo que incluye el desarrollo. Por esta razón podría desarrollarse una comprensión de las interacciones entre la sociedad y el consumo percápita de recursos en las que intervienen la tecnología, la cultura y los valores éticos.

La base de la sostenibilidad del desarrollo radica entonces, en identificar toda la variedad de posibles relaciones sociales entre los hombres y su medio natural y seleccionar aquellas interrelaciones que sustentan la vida.

¿Cómo entender la globalización cultural?

"Hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local, y, en lo limitado y circunscrito lo eterno" Miguel de Unamuno

Desde el punto de vista metodológico es de gran importancia tener en cuenta los aspectos anteriores en el tratamiento de la globalización cultural, si se parte del criterio de que esta se nutre de lo particular, de lo específico y de lo singular de cada subsistema de la realidad mundial.

Privilegiar las manifestaciones de la globalización en el nivel local, permite comprender las experiencias, símbolos y discurso de la cultura local, la diferenciación espacial interna y sus interrelaciones con los ámbitos (siempre heterogéneos) de la cultura regional, nacional y global.

Por lo que entendemos que el contenido más profundo de la globalización cultural está en la identidad cultural, la cual representa esencialmente la manera en que se concretan los vínculos de la unidad y la diversidad en diferentes interconexiones espaciales y temporales. En su primera dimensión incluye territorios, naciones, regiones, continentes hasta llegar al universo y en su segundo aspecto contempla los elementos del pasado, del presente y su fusión.

Los argumentos expuestos llevan a plantear la globalización cultural como: la bifurcación de identidades culturales de distinto orden en los que se concreta la unidad y la diversidad. Unidad en una perspectiva de universalidad con principios universalistas y diversidad si se tiene en cuenta el mantenimiento de ciertas formas de identidad nacional. En ello está implícito la socialización de los valores de la cultural universal, lo cual, tiene como base la intersección de lo global con lo local, el nivel de las identidades, su evolución y nuevas formas de emergencia e hibridación que son propias del desarrollo cultural en su sentido integral. Esta concepción sugiere dos proposiciones alrededor de las identidades culturales de la globalización; en primer lugar, estas se deberán crear desde la lógica de la cultura universal de los procesos sociales, los cuales incluyen a las demandas de los fenómenos económicos, políticos y ecológicos que actúan en función de lo social.

En una segunda dimensión es necesario considerar que la construcción de las identidades culturales de la globalización se deberá estructurar desde la perspectiva del Estado-nación en correspondencia con sus especificidades dentro del contexto del sistema mundial.

El resultado es que las relaciones de producción, su nexo con las fuerzas productivas y la cultura que las acompaña son esenciales en la visión que se diseñe del desarrollo sostenible. Este momento de la cultura tiene expresiones autóctonas, independientes y por supuesto una existencia real desempeñando un papel catalizador.

Globalización, cultura y desarrollo

El enfoque anterior es de suma importancia para la elaboración de políticas culturales conducentes a lograr el desarrollo sostenible, al tomar en cuenta la relación entre lo nacional y el resto de las partes en el sistema mundial. En este marco es importante reconocer que la globalización como proceso constituye una reestructuración, que tiene su contenido más profundo en la evolución del conocimiento científico.

Este razonamiento expresa una realidad operativa y esta consiste en esencia en un amplio, complejo y dinámico proceso de modificaciones, que afecta a todos los componentes de la sociedad global contemporánea y cuyos factores determinantes son tanto económicos, tecnológicos, ecológicos, culturales, como políticos y en su más amplia dimensión social.

Identificada como reestructuración que comprende las fuerzas productivas y las relaciones de producción y la superestructura que la representa dinamizando estos nexos, la globalización no debe ser ignorada ni evitada. Hace ya algún tiempo que fue superada la época en que los países podían tratar de desarrollarse con relativa independencia de lo que sucediera en el resto del mundo.

Debe quedar claro que lo que ha estado transformándose de manera vertiginosa en los últimos años, no es solamente el país, sino la sociedad mundial en su conjunto, y que en este entorno, los parámetros de inserción en la cultura mundial globalizada son volubles y están sujetos a certidumbre e incertidumbres debido al carácter dominante de las leyes del capital, y este se extiende y modifica con particular celeridad y en trayectorias incalculables. Esta fluctuación consustancial a la globalización dictada por los mecanismos expoliadores del imperio, debe ser tenida muy en cuenta por las alternativas de desarrollo, prestando especial atención al establecimiento de dispositivos para reducir los dilemas culturales de los procesos que la acompañan, y de hecho, para tratar de sacar ventajas de los desafíos que se generan, tanto de las certidumbres como de las incertidumbres ocasionadas por las transformaciones que ocurren en la economía mundial contemporánea.

Por consiguiente, la relación que hay entre globalización, cultura y desarrollo es mucho más dinámica, también podría admitir la existencia de oportunidades para el desarrollo cultural. El reto para los países subdesarrollados en el contexto de la globalización, no es que las oportunidades de desarrollo no estén presentes, el dilema está en lograr aprovechar las oportunidades existentes, las cuales exigen determinados requerimientos que muy pocos países subdesarrollados pueden o han sido "capaces de alcanzar". Esta meditación conduce a la idea, de que la globalización pudiera ser inevitable en tanto se considere como un proceso de reestructuración cultural global, resultado de la evolución del conocimiento científico. Esto no implica que no se reconozcan sus efectos dañinos, los cuales en cuanto a posibilidades de desarrollo los mismos si deben ser evitados.

Una visión de ese tipo se podría apoyar en hechos reales y en tendencias evidentes del proceso, fundadas en las consecuencias negativas que ha tenido para los países subdesarrollados y también para vastos sectores sociales en las propias naciones más industrializadas.

El carácter contradictorio y heterogéneo de la reestructuración de la cultura mundial se expresa, de diversas maneras, entre ellas en el hecho de que este proceso que ha favorecido la extensión a escala planetaria de prácticas inhumanas de diferenciación social, también ha conducido a una dispersión de la base cultural del mundo en "favor" de un grupo de países subdesarrollados, cuyos efectos no pueden ser ignorados ni menoscabados. Estos efectos diferenciados dejan ver variados desafíos y lecciones en el plano del diseño de políticas de desarrollo.

Las lecturas de los clásicos del marxismo indican que la solución de la contradicción fundamental del capitalismo está en reconocer de modo efectivo el carácter social de las fuerzas productivas modernas, y por tanto, de armonizar el régimen de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción. "Las fuerzas activas de la sociedad obran mientras no las conocemos ni contamos con ellas, exactamente lo mismo que las fuerzas de la naturaleza: de un modo ciego, violento destructor, pero una vez conocidas, tan pronto "se sepa" comprender su actividad, su tendencia y sus efectos, depende de nosotros supeditarlas cada vez más de lleno a nuestra voluntad y alcanzar por medio de ellas nuestros propios fines".

Cuando profundizamos en el modo de interactuar con las alternativas para enfrentar lo que Carlos Marx denomina el carácter demoníaco de las fuerzas productivas en las condiciones del capitalismo, emerge cada vez más la idea de la búsqueda de un desarrollo sostenible, a estos efectos el estudio de su dimensión cultural resulta relevante.

Acotando este concepto se puede expresar que sobre el mismo se han escrito las más diversas páginas en su interpretación, siendo prolifero el enfoque que toma como denominador común, su grado de esencialidad sujeta a los problemas ecológicos, lo cual forma parte de la realidad que se critica: que es cuidar el entorno. Cuestión que no completa las interioridades del fenómeno, en ello es posible observar que el entorno no solo es natural, también incluye lo humano, acompañado de sus acervos culturales y sin lo cual es imposible transformar la realidad, lo que implica establecer el vínculo cultura y desarrollo.

La cultura como forma de ser y hacer conocimiento adquirido actúa como fuerza socializadora capaz de transformar la sociedad. Por su dinámica la cultura es entonces agente de cambio y factor de desarrollo al comprender todo el sistema de creación del hombre tanto en lo material como en el plano espiritual, y por lo cual adquiere particular significación social como indicador que expresa el grado de dominio del hombre de las condiciones de su existencia en las distintas fases del desarrollo social. Aspecto cultural de la sostenibilidad del desarrollo Tomando como referencia este último supuesto, el aspecto cultural de la sostenibilidad asume particular importancia cuando se reconoce como objetivo que incluye el desarrollo, en lo que es relevante una comprensión de las diversas interacciones entre la sociedad y el consumo percápita de recursos, en las que intervienen la tecnología, la cultura y los valores éticos. Por consiguiente, la base de la sostenibilidad del desarrollo radica entonces, en identificar toda la variedad de posibles interrelaciones sociales entre los hombres y su medio natural, y seleccionar aquellas que sustentan la vida.

Esto significa que la dimensión cultural que contiene el desarrollo social debe tomar por objetivo máximo al hombre mismo, creando condiciones que enaltezcan su existencia en lugar de limitarla. Ello equivale - empleando las palabras de Marx y Engels – a crear: "Una sociedad en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición primaria del libre desenvolvimiento de todos". Cabe entonces preguntar en un segundo plano: ¿Cuál es el nivel de conexión de la dimensión cultural de la sostenibilidad y la globalización? Este punto de vista se conecta con la propuesta conceptual referida a la globalización cultural, si se parte del criterio de que esta se nutre de lo particular, de lo específico y de lo singular de cada subsistema de la realidad mundial. De esto se deriva que privilegiar las manifestaciones de la globalización cultural en el nivel local, permite comprender las experiencias, símbolos y discursos de la cultura local, la diferenciación espacial interna y sus interrelaciones con los ámbitos (siempre heterogéneos) de la cultura regional, nacional y global.

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