BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

VIOLENCIA EJERCIDA A LA MUJER EN LA RELACIÓN DE PAREJA. POLICLÍNICO ROLANDO MONTERREY. ENERO- JUNIO 2009

Mariannys Jiménez Fernández




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1.2 Relación violencia-género

¿Qué ocurre con mayor frecuencia y por qué?

Que los agresores son hombres y víctimas las mujeres, porque todavía en muchos hombres y mujeres sobreviven actitudes y conductas trasmitidas de generación en generación que reproducen en las relación de pareja, las injustas relaciones de desigualdad que desde hace cientos de años han predominado en muchas familias, en las que los primeros asumen posiciones de superioridad y las segundas, de subordinación. (Gonzáles, 2008)

Los estudios realizados en familias que presentan dicho problema muestran un predominio de estructuras familiares de corte autoritario, en las que la distribución del poder sigue los parámetros dictados por los estereotipos culturales. Habitualmente, este estilo verticalista no es percibido por una mirada externa, ya que la imagen social de la familia puede ser sustancialmente distinta de la imagen privada. Esta disociación entre lo público y lo privado, para ser mantenida, necesita a veces de cierto grado de aislamiento social, que permite sustraer este fenómeno, de la mirada de otros. Mantener un imperio en donde uno manda y el otro obedece, es justamente producir una guerra constante y creciente, en donde una batalla la ganará uno logrando que el otro se comporte tal y como él quiere; la otra batalla viene con revancha aumentada, saliendo triunfante el otro…… Y así de corrido crece el malestar, la hostilidad y la enfermedad. (Nieves, 2007)

La evaluación de la violencia contra la mujer en general y más específicamente la que ejerce contra ellas su compañero de pareja resulta sumamente compleja por las múltiples aristas que la conforman, pero sin duda la concepción misma del maltrato no puede desvincularse de la situación de la mujer, de la forma en que ellas asumen su subjetividad y del aprendizaje que mediante la socialización hacen de las normas y valores sociales. (Nieves, 2007)

En ese sentido la conformación de la identidad de género como una construcción socio-histórica resulta clave para entender las razones que desde la cultura patriarcal explican las conductas femeninas y masculinas diseñadas para la obediencia y el mando, respectivamente. Tanto uno como el otro están violentamente sometidos a la imagen cultural que de ellos se esperan. (Nieves, 2007)

La identidad es también resultado de la socialización, además de los aspectos subjetivos e interactivos que la conforman y está atravesada por diferentes nociones (género, clase, raza, etc.) que determinan las peculiaridades de su manifestación en los grupos sociales y en los sujetos individuales. Sustraer de estas consideraciones la problemática impide lograr una comprensión adecuada de sus manifestaciones y la razón última que la genera. (Nieves, 2007)

Si los atributos, rasgos y estereotipos que definen la masculinidad (vinculada al poder, la fuerza, la inteligencia, la racionalidad y el control, entre otros) y la femineidad (vinculada a la sumisión, la dependencia, la pasividad, la emotividad y la delicadeza) adquieren relevancia colectiva es porque son aceptadas socialmente y al resultar acatadas por las personas, hombres o mujeres, lo incorporar a su propia definición individual. (Nieves, 2007)

Algunos ejemplos de violencia doméstica:

Pegar, golpear, abofetear, quemar, apuñalear o disparar.

Insultar a alguien, tratarla sin respeto o avergonzarla, culparle sin razón, amenazar.

Forzar a una mujer a tener relaciones sexuales, mirar o participar en actividades sexuales en contra de su voluntad.

No permitirle a una mujer salir o visitar a su familia y amistades, enterarse a todos los lugares a donde va, no dejarla trabajar fuera de la casa.

Amenazarla con retirarle el apoyo emocional o financiero, malgastar el dinero cuando la familia lo necesita.

Forzar a alguien a trabajar y quitarle el salario.

Alimentar a la mujer con menos comida que al resto de la familia.

En muchas relaciones que se vuelven violentas es frecuente que el primer ataque aparezca como un hecho aislado. Pero en muchos casos se desarrolla el ciclo de la violencia descrito por Leonore Walker psicóloga norteamericana la cual describió en tres fases:

1. Acumulación de tensión: enojo, discusiones, maldecir, acusaciones.

2. Explosión de la violencia: pegar, cachetear, patear, herir, abuso sexual, abuso verbal y puede hasta llegar al homicidio.

3. Período de calma: que también se le dice luna de miel o de reconciliación, el hombre niega la violencia, pone pretextos, se disculpa o promete que no va ha volver a suceder.

Este ciclo se repite y trae consigo que se anule su autoestima distanciándola del contacto de la realidad objetiva e incapacitándola para poder encontrar por sí sola la salida al maltrato que padece. Por tales razones los especialistas explican que una mujer cuando está en situación de violencia sostenida, que no puede por ella misma romper este ciclo, necesita ayuda, un apoyo exterior de la familia, de los profesionales, del ecosistema que la rodea para aprender a auto cuidarse, a recuperar su autoestima para comprender que ella es capaz de enfrentar el maltrato de que es objeto y que ella si puede ponerle fin. Este repetido ciclo de violencia guarda estrecha relación con dos rasgos fundamentales descritos por la socióloga Judith Astelarra:

-Su invisibilidad, dada por el hecho de que existe, pero un silencio cómplice impide que sea enfrentada y resuelta. Esta invisibilidad se debe a la aceptación de tabúes o estereotipos sociales que condenan a la mujer a vivir expensas de ser agredida por su marido. Es decir, todos saben que maltratan a la vecina, pero nadie es capaz de denunciar el delito ante las autoridades policiales.

-La culpabilidad de la afectada: esto significa que la mujer es la única culpable de que el hombre la agreda. Podría sonar ilógico, descabellado pero es una realidad.

Encima de ser golpeada, maltratada, humillada, tiene que enfrentar su falta, que provoca este tipo de incidente. Por ejemplo si es víctima de una violación, es porque excitó a un hombre por sus ¨inadecuados gestos femeninos ¨, o su ropa “indecente y provocadora” .Todo esto explica como funcionan los mecanismos de la ideología patriarcal, lo cual posibilita que los hombres al hacer uso de estereotipos de virilidad como poder, subordina por la fuerza a las mujeres, vista como seres inferiores y frágiles. (Gorguet, 2006)

En la primera etapa de la historia de estas mujeres se observan conflictos familiares, grandes carencias afectivas y exigencias no acorde con el período infantil, provenientes de hogares violentos, madres sumisas y sacrificadas, hogares donde falta una figura paterna, o existen dependencias maternales, etc. La violencia en la familia de origen ha servido de modelo de resolución de conflictos interpersonales y ha ejercido el efecto de “normalización” de la intimidación: la recurrencia de tales conductas, percibidas a lo largo de la vida, las ha convertido en algo corriente, a tal punto que muchas mujeres no son conscientes del maltrato que sufren, y muchos hombres no comprenden cuando se les señala que sus conductas ocasionan daño. (Gorguet, 2006)

Los modelos violentos en las familias de origen tienen un efecto “cruzado” cuando consideramos la variable género. Los varones se identifican con el agresor, incorporando activamente en su conducta lo que alguna vez sufrieron pasivamente. Las mujeres en cambio, llevan a cabo un verdadero aprendizaje de la indefensión, que las ubica más frecuentemente en el lugar de quien es víctima del maltrato en las sucesivas estructuras familiares. (Gorguet, 2006)

Estas agresiones se dan entre tipos de personas con cualquier nivel cultural, grupo de edades, zonas geográficas y provoca un grave y profundo deterioro de la familia y de todos sus miembros. Según algunos autores las mujeres maltratadas soportan las situaciones de violencia continuadas por parte de sus esposos por las siguientes causas:

Piensan que su esposo va ha cambiar.

Piensan que si se separan de su esposo este la va ha golpear.

Piensan que pueden ser rechazadas por sus padres y amigos al culparlas de no ser buenas esposas y buenas madres.

Piensan que si tienen niños pequeños les va ha resultar difícil encontrar trabajo y cuidar de ellos.

Autoestima dañada (valor personal negativo)

Dudan poder valerse solas económicamente.

Tienen niños pequeños y piensan que estos necesitan económicamente y emocionalmente a sus padres.

Creen que una mujer divorciada no tiene valor.

Creen que si lo denuncian a la policía no dará resultado (que le dirán, entre marido y mujer nadie se puede meter).

Creen que el abusador sufre de alguna psicopatología que ella es incapaz de controlar.

La mitad de estas mujeres perciben la estabilidad y conservación de la unidad familiar como una de las razones fundamentales que determinan que las víctimas de violencia mantengan el vínculo de pareja con un hombre que las maltrata. Muchas de ellas mantienen una relación maternal con el esposo para volverse con el tiempo más dependientes y menos visibles. Estas mujeres no disfrutan de la agresión, sino que se someten para no volver a ser maltratadas y porque no cuentan con los recursos personológico para afrontar las situaciones en que se encuentran. El comportamiento de la mujer en la pareja, se basa en la idea que de sí misma tienen, de las representaciones que hace de sus responsabilidades como madre, esposa o trabajadora del hogar y de la manera en que se conciba el compañero. (Gorguet, 2006)


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