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LA DIMENSIÓN INMATERIAL DEL PAISAJE. UNA PROPUESTA DE DOCUMENTACIÓN, CARACTERIZACIÓN Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL

Juan Martín Dabezies Damboriarena


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DICOTOMÍAS MODERNAS: FRAGMENTOS MUDOS DE LA ARQUEOLOGÍA.

Las dicotomías entre investigación y gestión, ciencia y técnicas, humanidades y técnica o tecnología, han tenido gran influencia en el desarrollo mencionado anteriormente en la arqueología. De aquí en adelante intentaremos transitar algunos caminos para proponer una arqueología aplicada, que haga dialogar los diversos fragmentos de la arqueología moderna. Esta arqueología aplicada, antes que nada es una arqueología posmoderna ya que propone una superación de ciertos aspectos de la modernidad, pero por otra parte es una arqueología súper moderna ya que intentará hacerlo en base a fragmentos modernos, planteando la solución desde dentro.

La fragmentación e hiperespecialización de la arqueología ha generado conflictos disciplinares por competencias de saberes respecto a campos. Estas competencias excluyentistas, son sumamente nocivas ya que se pierde la perspectiva de que debe ser el campo el que oriente la disciplina, dando lugar a espacios comunes a varias disciplinas. La oposición entre arqueología de investigación y arqueología aplicada, se basa en un prejuicio que supone que la ciencia es la que produce el conocimiento válido y autónomo y la técnica es la aplicación del mismo, sin producción y sin crítica (BARREIRO, 2005).

Algunas propuestas conciliadoras se basan en postular que la arqueología de gestión debe producir conocimiento científico, lo cual acarrea algunos prejuicios peligrosos como ser que la arqueología si no es una ciencia no produce conocimiento, y el otro es que el único conocimiento que produce la arqueología es conocimiento histórico (BARREIRO, 2005).

Existen varios intentos que hasta han exacerbado el tema de la gestión, pero el problema común es la dificultad de incluir la dimensión crítica. Esto ha degenerado en propuestas de cuño utilitarista y neopositivstas. Pero es que la solución está envuelta en una contradicción. La crítica es necesaria para evitar la unidimensionalización, por lo tanto también es útil (BARREIRO, 2005).

Este nuevo terreno del debate entre gestión e investigación o entre arqueologia aplicada y arqueología académica o de Investigación, es el de ciencia y técnica. Esta distinción viene siendo arrastrada desde la Grecia Clásica en donde la diferenciación entre techne y theoría para llegar a la sophia, la cual agrupaba a los productores de un lado, y a los filósofos (Sócrates, Platón, Aristóteles) y gobernantes (Pericles, Alejandro) por otro (BARREIRO, 2006).

Sin embargo, los inicios de la época moderna generaron un cambio muy importante, ya que se da el pasaje de la observación pura y la observación instrumental. Desde Galileo, la ciencia se apoyará en la técnica en la generación de conocimiento, y la técnica se basará de los conocimientos científicos para sus desarrollos. Esta nueva etapa es la que permite hablar de la tecnología, tal y como hoy entendemos este concepto, ya que se distinguirá de la técnica en su cientificidad, así como en la sofisticación de su producción. Pero la distinción entre técnica y tecnología no debe ser asociada a su vinculación a un saber científico o pre-científico, ni a su forma de transmisión, sino más bien a que la tecnología y la ciencia moderna, surgen bajo unas mismas coordenadas racionales, las de la racionalidad moderna, en donde existe una disociación entre la racionalidad cognitivo-instrumental, la ético-moral y la estético-expresiva. Por lo tanto la proximidad que existe entre ciencia moderna y técnica, es de retroalimentación y no de causa-efecto2 (BARREIRO, 2005).

No obstante, la distinción entre ciencia y técnica mantiene vivo el prejuicio de que ésta carece de potencial epistemológico, y de que sólo la alianza con el saber científico le confiere esa capacidad (dando lugar a la tecnología) (BARREIRO, 2006). Pero hay hechos que contradicen esta idea: por ejemplo, las leyes de la termodinámica fueron enunciadas durante la primera mitad del siglo XIX, con posterioridad a la invención de Watt en 1769 (BARREIRO, 2005).

Esta oposición, también se puede observar tras la dicotomía ciencias y humanidades, estas últimas siempre se han mantenido al margen del desarrollo tecnológico, lo cual ha generado un peligro de extinción cada vez más importante para las humanidades (CRIADO, 2006).

Esta posición generada en gran parte por el rol tentacular de la racionalidad instrumental en la modernidad, ha generado una polarización del debate en donde la mayoría de las posiciones desde las humanidades es la de mantenerse alejadas del complejo científico técnico capitalista por temor a la prostitución.

¿Cuál es la solución? ¿Cuál es el rol que deben seguir las humanidades en general y la arqueología en particular? ¿Se debe proponer una crítica desde fuera o desde dentro? La estrategia, siguiendo a Barreiro (2005, 2006), quien a su vez se basa en las propuestas de Queraltó, Liz y Habermas, para afirmar “no es un retorno a la tradición, sino un pasar por ella para recuperar los rasgos más humanos de esta dimensión proyectiva. Nosotros creemos seguir este principio, con el que estamos de acuerdo” (BARREIRO, 2005, pág. 144). ¿Cómo? Responde Barreiro: zambulléndonos “en ese entramado científico-técnico, lo que no significa, por un lado, que debamos asumir, sin problematizarla, la racionalidad técnica que nos absorbe, ni, por otro lado, que debamos renunciar a la crítica” (BARREIRO, 2005, pág. 145).

En definitiva lo que queremos señalar es la superioridad epistemológica de la ciencia frente a la técnica, mientras que actualmente existe una superioridad ontológica de la técnica frente a la ciencia. Es con la ciencia moderna que la técnica y la ciencia se acercan y permanecen juntas, dando lugar a lo que entendemos hoy por tecnología. A partir de ahí, la tecnología incrementa su poder sobre la ciencia, en la medida en que su modo de racionalidad específico va a ir imponiéndose, progresivamente, hasta el momento actual, en el que la racionalidad técnica ha asumido el rol principal en el desarrollo científico-técnico y ha expandido sus prácticas y sus criterios de validez a todo el sistema social (BARREIRO, 2005).

Este proceso que puede ser caracterizado como la tecnologización de la razón, nos lleva a la discusión sobre la racionalidad técnica y su vinculación con los otros tipos de racionalidades fragmentadas por la modernidad, y permeadas por la razón instrumental.

Para poder caracterizar correctamente la racionalidad técnica, debemos señalar la estrecha relación entre tres procesos: la emergencia de la racionalidad técnica, la modernidad y el capitalismo. Si bien es posible afirmar que la modernidad engloba a los otros dos, esta separación resulta útil para analizar la crisis de la modernidad, ya que si bien ya fueron señalados varios aspectos de esta crisis, tanto el capitalismo como la racionalidad técnica, siguen firmes y cada vez más fuertes. Con esto queremos decir que si bien es innegable que estamos en un tiempo que no es el de la modernidad clásica (“postmodernidad”), varios elementos de la modernidad, como su base material y simbólica, siguen en pie. Por lo tanto este tiempo contemporáneo (o postmoderno, hipermoderno o de modernidad tardía) puede ser entendido como una exacerbación de las dicotomías modernas, lo cual ha generado una mayor tensión entre diversos elementos de la modernidad.

Para llevar a cabo una caracterización de la racionalidad técnica, en primer lugar debemos señalar que la racionalidad técnica no es igual a la racionalidad instrumental, la segunda incluye a la primera

Una de las características más importantes de la racionalidad técnica es su carácter sistémico y expanisonista, por lo cual ha perneado toda la acción humana generando la unidimensionalización del hombre al estilo de Marcuse. Pero lo cierto, es que, si bien no es un sistema autosuficiente, ya que es eminentemente relacional, la racionalidad técnica no está aislada ya que depende directamente del sistema económico y político. Y son estos aspectos, que por otro lado son parte de sus problemas epistemológicos, los cuales entran en conflicto con las actitudes antropológicas de la sociedad en general. Esta expansión del sistema tecnológico y de la racionalidad técnica a otros sistemas sociales, significa un triunfo moderno del sujeto burgués, lanzado por Horkheimer y Adorno (BARREIRO, 2006).

Cuando la realidad se ve como una realidad técnica, es que se ha generado una transformación del imperativo tecnológico en ideología, ya que la realidad es un conjunto de relaciones cuya naturaleza puede ser vista como eminentemente técnica (BARREIRO, 2006).

En el mundo actual, la valoración de las cosas se hace fundamentalmente mediante criterios operativos o instrumentales, lo técnico se ha convertido en paradigma de la totalidad. El objetivo entonces es proponer una nueva racionalidad, una racionalidad práctica, que integre la racionalidad técnica y la ética. En este sentido está la propuesta de Liz (1996) que incorpora elementos reflexivos en lo sociopolítico, que se articula y regula el plano instrumental. Pero ambos deben estar enmarcados en un plano proyectivo de reflexión ética. Esta propuesta de cuño kantiano, resulta provechosa por su inclusión de la dimensión ética, pero la propuesta de integración, resulta un poco heroística de más (BARREIRO, 2005).

Por tal motivo, Barreiro toma elementos de la propuesta pragmática de Queraltó (2000, 2002) en donde se propone jugar el juego desde dentro del sistema, asumiendo que dado el estado actual de la expansión de la racionalidad técnica no se puede luchar contra ella. Queraltó propone introducir la ética de manera funcional, manejando criterios de eficacia operativa, aunque sin intereses transformadores (BARREIRO, 2005).

Si bien estos dos autores proponen el factor ético como salvación del hombre a la unidimensionalización de la racionalidad técnica, según Barreiro (2005; 2006) la ética es necesaria pero no es el único camino. Debemos intentar trabajar en los factores con los cuales articula la racionalidad técnica (aunque no se trata de un simple proceso unidireccional), como ser el sistema político, cultural, social y económico en donde perviven muchas contradicciones que actualmente están generando una profunda crisis.

Una forma concreta de proponer una estrategia de inserción crítica en el sistema, intentando la transformación desde dentro y no intentar el cambio poniendo límites práctico-morales desde fuera (aspecto que marco la crisis de la Escuela de Frankfurt), es el pragmatismo crítico (BARREIRO, 2005).

El pragmatismo crítico se basa en la premisa que toda actividad racional implica la articulación entre conocimiento y práctica, lo cual implica superar la dicotomía moderna teoría vs práctica.

La primer premisa del pagmatismo crítico es asumir las contradicciones internas de la práctica discursiva, dentro de la cual está inmersa la arqueológica (y de las Humanidades) (BARREIRO, 2006).

Según Barreiro (2005) supone asimilar las contradicciones internas de la práctica discursiva, es decir asumir la falsedad del sistema en su verdad, e integrar elementos de la esfera práctico-moral a la racionalidad técnica. Esto se debe hacer siguiendo los lineamientos de Foucault y Habermas, es decir mediante la práctica intersubjetiva modificar los criterios de verdad del sistema de saber poder dominante, tal cual ha sucedido con la disminución del machismo tras la incorporación de la mujer a la práctica discursiva de la modernidad (más allá de todas los aportes de las teorías feministas).

Nosotros vivimos inmersos en esa práctica discursiva, y no podemos establecer una falsa distancia…La teoría al margen de la práctica proporciona una independencia al pensamiento crítico (como creían Marcuse o Horkheimer), pero es una independencia que, en primer lugar, es falsa, por cuanto, en el nivel más profundo del análisis, toda reflexión sobre las prácticas es inseparable del contexto en que éstas se desarrollan (como señalan Derrida y Foucault), en toda teoría hay presupuestos prácticos implícitos (McCarthy), y, en segundo lugar, es equívoca, pues esa supuesta independencia del crítico, que le confiere su pureza moral, no hace sino propiciar el avance real, práctico, material, de un sistema inherentemente expansivo (BARREIRO, 2005, págs. 381-2).

La segunda premisa se desprende del párrafo anterior a la cita, en donde se propone la intersubjetividad como forma de paliar los efectos producidos por la crisis de la verdad objetiva (BARREIRO, 2005).

La arqueología aplicada integra diversos agentes, los cuales integran diversas instancias de la práctica, que deben estar intercomunicados para evitar la fragmentación muda de las diversas orientaciones de la arqueología y de los diversos agentes involucrados en la práctica, tanto entre expertos como entre éstos y la sociedad en general. De este modo es posible integrar dimensiones estéticas, morales y éticas a la práctica discursiva de la arqueología, integrándolas funcionalmente a la racionalidad técnica (BARREIRO, 2005).

Dada la fragmentación de la actividad arqueológica, esta intersubetividad habermasiana, resulta de gran utilidad para establecer una práctica general del patrimonio arqueológico en tanto dialogo entre fragmentos de esta práctica, así como la elaboración de programas de investigación que articulen los canales de intersubjetividad en una práctica en forma concatenada. Esto significa mirar el problema desde el objeto, es decir desde los diversos valores del patrimonio y de forma de establecer canales de diálogo entre éste y los agentes que le dan vida, cuyas esferas de interrelación con el mismo son variables (AMADO, et al., 2002; BALLART, 1997; GONZÁLEZ MÉNDEZ, 2000).


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