BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


EFICIENCIA, SOSTENIBILIDAD AMBIENTAL Y EQUIDAD INTERGENERACIONAL EN LOS MODELOS DE GENERACIONES TRASLAPADAS: LECCIONES DE POLÍTICA

Víctor Hernán Aguiar Lozano


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1.1.6 Compensaciones y criterios Kaldor-Hicks.

Kaldor y Hicks elaboraron otro conjunto de criterios para evaluar las asignaciones en una economía. Kaldor (1939) estableció un criterio para juzgar si una asignación es preferible a otra. Argumentó que una asignación es preferida a otra asignación si moviéndose desde la segunda a la primera, el ganador del movimiento puede, mediante un pago global, compensar al perdedor por su pérdida de utilidad y aún así tener un beneficio. En resumen, Kaldor propuso que una asignación sea preferida a otra si es posible redistribuir en forma hipotética los bienes, de tal manera que se obtenga una mejora paretiana (CEPA).

Un test alternativo fue propuesto por Hicks (1939) en términos de un "soborno" de los perdedores como opuesto a una "compensación" por los ganadores. Una asignación resultaría preferida a otra si, dado un movimiento propuesto desde la segunda a la primera, los perdedores no son capaces de sobornar a los ganadores para que no realicen el movimiento. Obsérvese que el criterio de Hicks invierte la noción de Kaldor (CEPA).

En una economía de producción, una asignación será superior a otra si es posible que los ganadores compensen a los perdedores para moverse a la primera (Kaldor) o si los perdedores sobornan a los ganadores para no moverse a la primera (Hicks). Con producción, el criterio de Kaldor puede adoptar dos formas: la fuerte, que requiere que las compensaciones entre los agentes sean de suma fija y no tengan efectos sobre la producción como resultado de la compensación, es decir, confinarse a realizar transferencias; y la débil, que requiere que la producción cambie como parte de la compensación. Para este criterio no importa la maximización de la utilidad o la felicidad sino que se busca maximizar la riqueza. Se trata de tener en cuenta que el requerimiento principal para el análisis Kaldor-Hicks es la disposición a pagar (Stringham, 2001; CEPA).

1.1.7 Desarrollo sustentable

El desarrollo sustentable es una perspectiva alternativa para enfrentar el desarrollo. Este nuevo enfoque tiene una perspectiva holística y multidisciplinaria distinta. El desarrollo sustentable, nace como respuesta a una profunda crítica al desarrollo económico en general y sobre todo ante los altos niveles de degradación ambiental. Es más, el modelo de desarrollo actual, basado en la noción de crecimiento económico ilimitado, ha provocado una crisis ecológica que pone en riesgo al futuro de la humanidad (Gutiérrez, 2007).

Las raíces de la noción del desarrollo sustentable, están en la preocupación mundial causada por la sobreexplotación de los recursos naturales, especialmente después de los años 50s, que estuvieron caracterizados por una alta tasa de crecimiento del PIB y por una degradación ambiental importante. Es con el Club de Roma que se cuestiona la tesis central de las teorías de desarrollo sobre las posibilidades ilimitadas de crecimiento en los países desarrollados y de la convergencia de lo menos desarrollados (Meadows, 1972; Gutiérrez, 2007). Desde otros análisis menos economicistas, se argumentaba la necesidad de la conservación y cuidado de los ecosistemas puesto que éstos deben ser vistos como plataformas para que las especies animales se reproduzcan de una manera indefinida, así estableciendo la base del concepto de sostenibilidad ((IUCN), 1980).

Evidentemente, los teóricos de la economía se interesaron en esta nueva perspectiva del desarrollo. Así, una formulación importante hecha por Robert Repetto afirma que en el centro de la idea de sostenibilidad estaba la noción según la cual no se debe tomar ninguna decisión que pueda afectar las posibilidades de mejorar o mantener el nivel de vida futuro (Repetto, 1985). En esta línea, Solow (1974) afirmaba que el deber impuesto por la sostenibilidad no es el de dejar como herencia una cosa en particular pero si la obligación de dejar todo lo necesario para las generaciones futuras puedan alcanzar un nivel de vida al menos tan alto como el nivel de nuestra generación. Para él, es fundamental que no consumamos el capital, en sentido amplio, de la humanidad. Es importante también, evocar el vínculo entre la visión de desarrollo sustentable y el del ingreso o del consumo: Para Hicks (1946) existe una necesidad de mantener el nivel de ingreso a través del tiempo. De una manera más clara, la regla de oro del crecimiento dice: el máximo consumo el día de hoy, que no disminuye el consumo del futuro (Phelps, 1961).

El término desarrollo sustentable se volvió popular luego de su utilización en el Informe Brundtland (1987) o Nuestro Futuro Común –Our common future-, que definió al Desarrollo Sustentable como: “El desarrollo que responde a las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para responder a las suyas”. De una parte, resalta la noción de necesidades, que se oponen claramente a la noción de deseos, reconociendo las necesidades esenciales de los pobres del mundo que deberían tener prioridad. Por otra parte, se subraya la idea de la existencia de límites reales impuestos por la energía, los recursos, la tecnología y las instituciones para satisfacer las necesidades futuras y presentes.

La importancia del Informe Brundtland es muy grande. No solamente porque es citado frecuentemente sino porque ha tenido una enorme influencia sobre la concepción del progreso económico y social. En efecto, nos recuerda que la sostenibilidad se trata de nuestras obligaciones con las generaciones futuras, o más exactamente con sus necesidades. En otras palabras, la sostenibilidad habla de desarrollo con equidad intergeneracional. En sí, lo que propuso el Informe Brundtland es un concepto complejo y profundo que nos invita a pensar en un nuevo desarrollo que va más allá del crecimiento del PIB, pero que permite evitar la conclusión poco atractiva de dejar el mundo como lo encontramos –o el crecimiento cero, como se podría intuir en el Informe Meadows (1972)-.

El universalismo obliga el Estado a servir como fideicomisario de los intereses de las generaciones futuras. Las políticas gubernamentales, tales como los impuestos Pigou, los subsidios y la regulación, pueden lograr que se adapte la estructura de incentivos de manera que se proteja el medio ambiente global y la base de recursos para la gente que todavía no ha nacido. Como A. C. Pigou (1932) había señalado, existe un consenso alrededor de la idea según la cual el Estado debe, en alguna medida, proteger los intereses del futuro de los efectos de nuestros descuentos irracionales y de nuestra preferencia por nosotros mismos por encima de nuestros descendientes. Por estos motivos, se ha argumentado que la obligación de sostenibilidad no se puede dejar completamente a cargo del mercado. El futuro, o por lo menos el futuro lejano, no tiene una representación adecuada en el mercado, y no hay razón por la que el comportamiento ordinario del mercado se ocupe de las obligaciones, sean cuales sean, que tenemos para con el futuro (Sudhir & Sen, 1994).

Los movimientos conservacionistas se basan en esta idea. Para ellos, el deber del Gobierno, quien es el fideicomisario de las generaciones futuras así como de los ciudadanos actuales, es cuidar y, si fuese necesario, defender a través de medidas legislativas, los recursos naturales agotables del país contra un despojo temerario y descuidado (Sudhir & Sen, 1994).


 

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