LA EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA: LA EXPERIENCIA DEL IFE

LA EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA: LA EXPERIENCIA DEL IFE

Carlos Alejandro Montes de Oca Estrada (CV)

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1. Introducción

Desde el cambio de modelo económico neoliberal (1), en 1982, a la inmensa mayoría de los mexicanos se nos impusieron las recetas del Fondo Monetario Internacional, poniendo en venta de garaje casi todo el patrimonio nacional: bancos aseguradoras, ferrocarriles, ingenios azucareros, carreteras, armadoras, astilleros, etc., al mejor postor. Muchos servicios de la nación, públicos pues, pasaron a manos privadas también. El sistema educativo, por ejemplo, convirtió a la educación en una mercancía más y en un derecho menos, marginando a las grandes mayorías del acceso a una educación gratuita, laica y democrática, alejándose cada vez más de la letra y el espíritu constitucional, al impedir – en la práctica – que la educación sea gratuita y sobre todo democrática.

Sin embargo, no todo ha sido caos y desolación: hace cuarenta años se dio el movimiento de 1968, hoy reconocido por propios y extraños como el gran símbolo de la democracia en México; el embrión del cambio fueron las modestas demandas democráticas de los seis puntos del pliego petitorio de los estudiantes, que reclamaban la libertad de los presos políticos, la derogación del delito de disolución social y la renuncia de varios jefes policíacos. Es la señal que marca el inicio de una época de transformación y el símbolo de una atractiva cristalización cultural que se inició en los años 50 y se prolongó hasta finales de los 70. Como diría Roger Bartra: Ese año ha dejado una triple herencia: la derrota, la transición y la contracultura. La primera, es evidente con el “aplastamiento” del movimiento estudiantil. La segunda está atorada y la última está a la vista de todos.

También en este año se da otra significativa efemérides: se cumplen sesenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, uno de los documentos más importantes del Siglo XX y, sin duda, una referencia central para quienes trabajan en la educación para la democracia. El Artículo 26 es especialmente significativo para los propósitos de este estudio: plantea que la educación debe estar orientada el desarrollo integral de la personalidad humana, al fortalecimiento del respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales y a promover la comprensión, la tolerancia, la paz y la amistad entre todas las naciones, y todos los grupos religiosos y raciales, entre otros aspectos.

En ese sentido, y a lo largo de los últimos cuarenta años, se dieron movimientos de insurgencia democrática tan importantes que se logró en el 2000 poner fin a la dictadura más añeja del planeta. No obstante, pareciera que volvemos a empezar, que nos encontráramos de nuevo en el mismo lugar donde empezamos, cuando a pesar de los cambios democráticos, el país vive – quizás – la peor crisis económica, social, política y cultural. Parafraceando a Agustín Yañez, diríamos: estamos “al filo del agua”.

La presente tesis nació originalmente motivada por explorar los logros que se han obtenido en materia de la Educación para la Democracia, en vísperas del tan cacaraqueado bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución: ¿qué han hecho los gobiernos del estado de Guanajuato al respecto? Sin embargo, ante la escasa información, por no decir nula, se optó por analizar un programa del Instituto Federal Electoral, único organismo público que realiza una temática en esa dirección. Así, decidimos adoptarlo para su análisis como tema para la presente tesis para optar por el título de Maestría en Gestión y Administración Educativa.