FACTORES CRÍTICOS QUE AFECTAN EL POSICIONAMIENTO COMPETITIVO DE LAS PRINCIPALES CADENAS AGROALIMENTARIAS DE LA PROVINCIA DE LA PAMPA

FACTORES CR?TICOS QUE AFECTAN EL POSICIONAMIENTO COMPETITIVO DE LAS PRINCIPALES CADENAS AGROALIMENTARIAS DE LA PROVINCIA DE LA PAMPA

Gabriela Marina Iturrioz

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Capítulo I. Marco teórico - metodológico

En este capítulo se presenta, el resultado de la revisión bibliográfica sobre el estado de conocimiento del tema. Por un lado son analizados diferentes enfoques de competitividad y distintas clasificaciones de factores críticos e indicadores que permiten medir y cuantificar a la misma; y por otro, se sistematizan los principales estudios empíricos encontrados tanto en el ámbito nacional como internacional.

Posteriormente se presenta el marco teórico que guía la investigación, los objetivos, hipótesis y la estrategia metodológica utilizada para dar respuesta al interrogante planteado.

I.1. Enfoques de competitividad

El análisis de la competitividad es un tema muy tratado en la literatura de los últimos tiempos y base de diferentes enfoques de análisis en los sistemas agroalimentarios. Se trata de un término dinámico y que debe ser comprendido sistemáticamente. Su estudio plantea la necesidad de preguntarse cuáles son los determinantes que la generan, aquellos que incrementan su desarrollo en tiempo y espacio, y aquellos que lo limitan.

Los diferentes enfoques sobre este concepto pueden ser clasificados, siguiendo a autores como Obschatko (1993) y Ferraz et al (1997), en tres grandes grupos. En el primero se define la competitividad revelada, aquella que es vista como un desempeño. La participación de las exportaciones de la empresa o conjunto de empresas (industria) en el comercio internacional aparece como su indicador más inmediato.

En la segunda familia de conceptos, es vista como eficiencia y es denominada competitividad potencial. Lo que se busca de alguna manera es traducir la competitividad a través de la relación insumo-producto practicada por las empresas, esto es, la capacidad de la empresa de convertir insumos en productos con el máximo rendimiento. Se establecen indicadores comparativos de costos y precios, coeficientes técnicos (de insumo-producto u otros) o productividad de los factores. En este grupo la competitividad es un fenómeno ex ante, que refleja el grado de capacitación obtenido por las firmas y que se traduce en las técnicas por ellas practicadas. El desempeño obtenido en el mercado sería una consecuencia inexorable de esa capacitación.

Tanto el enfoque del desempeño como el de eficiencia (competitividad revelada o potencial), son limitados por tener un comportamiento estático, ya que apenas analizan el comportamiento pasado de los indicadores, sin considerar las relaciones causales que mantienen con la evolución de la competitividad. Está cada vez más afianzada entre los especialistas, la percepción de que los análisis de la competitividad basados solamente en datos básicos referentes a precios, costos (especialmente salarios) y tasas de cambio, extraídos del desempeño macroeconómico o de empresas individuales, son insuficientes y conducen a conclusiones distorsivas. En este grupo se pueden encuadrar los estudios que hablan de una competitividad sistémica, donde los factores sociales, políticos e institucionales son tenidos en cuenta al nivel de los económicos (tercera familia de conceptos).

En este sentido, Jank (1996) asegura que los conceptos más amplios sobre competitividad son aquellos que se refieren a la sociedad como un todo y se basan esencialmente en el “bienestar de los ciudadanos”, mientras que los conceptos más específicos, objetivos y mensurables tratan la cuestión de la competitividad sobre la óptica del comercio internacional.

Michel Porter (1981; 1991) trabaja la cuestión de las ventajas competitivas en diferentes niveles de análisis. El primero de ellos consiste en el análisis estructural de los sectores industriales, como marco para la formulación de la estrategia competitiva de la firma. El autor destaca las cinco fuerzas competitivas responsables cada una de ellas de una característica estructural de la industria: rivalidad entre las empresas existentes, amenaza de entrada de nuevos competidores, amenaza de productos o servicios sustitutos, poder de negociación de los clientes y proveedores. A partir de este diagnóstico, se identifican los puntos fuertes y débiles de su posicionamiento frente a las fuerzas competitivas, de manera de establecer su estrategia competitiva. Para este autor las dos estrategias genéricas de obtención de ventaja competitiva son: liderazgo en costos y diferenciación.

Además, Porter analiza los determinantes de la competitividad de ciertos sectores dentro de un país. Afirma que cada nación tiene una serie de atributos que constituyen las reglas de juego o ambiente en el que las empresas de un sector obtienen ventajas competitivas. Cuatro variables son fundamentales para el autor, y conforman lo que él llama “Modelo Diamante”: 1. Condiciones de los factores; 2. Condiciones de la demanda; 3. Industrias afines y de soporte; 4. Estrategias, estructura y rivalidad de las empresas. Otras dos variables (5. Políticas públicas y 6. Casualidad) cumplen apenas un “papel coadyuvante” en este modelo.

Gatto y Yoguel (1993) plantean que los enfoques tradicionales de competencia centrados exclusivamente en la confrontación de precios relativos puntuales están siendo relegados a un segundo plano. Sin bien los precios siguen jugando un rol fundamental en la competitividad, comienzan a intervenir cada vez más elementos no vinculados directamente a los costos de producción que pueden ser difíciles de cuantificar. Plantean que el concepto de competitividad “micro” requiere ser abordado desde una perspectiva dinámica, que incluya la consideración de muy diversos factores; algunos que inciden en forma directa (ie: tecnología utilizada, eficiencia en la organización intraplanta) y otros que forjan la competitividad de manera más indirecta (ej: infraestructura disponible, política comercial pública, calidad del mercado laboral)

Bejarano (1995) continúa en esta línea al afirmar que, lo novedoso de la competitividad de hoy es el contexto teórico y práctico en que se aplica el tradicional concepto de competencia (en el sentido de rivalidad). De hecho, las nuevas fuentes que la alimentan no son los precios, sino que provienen de cambios tecnológicos, productivos y organizacionales que dificultan poner límites precisos al concepto y jerarquizar los elementos involucrados en su operación.

Dentro de la escuela de la regulación, algunos economistas franceses (OCDE, 1992) definen la competitividad como la expresión de una propiedad global (macro y micro económica) específica de cada economía nacional. Por eso es necesario diferenciar entre la competitividad coyuntural, que solo considera precios y costos, de la competitividad estructural que considera además de los precios y los costos, un conjunto de aspectos de la estructura económica del país, como los mecanismos a través de los cuales se ejerce la competencia en los mercados, el protagonismo de los procesos de creación, difusión y adaptación tecnológica y el papel de los fenómenos del entorno de la empresa.

La primera puede hacer competitivo un sistema productivo en el corto plazo, pero no tiene necesariamente que ser sustentable. Es la segunda la que garantiza mantener la posición competitiva en el largo plazo. Se entiende por competitividad estructural a la que está basada en la elevación de la productividad y de las remuneraciones con apoyo en la modernización científica y el progreso tecnológico. Está en oposición a una estrategia de mayor inserción internacional sustentada en una producción para la exportación basada en mano de obra barata, devaluaciones sucesivas de la moneda, y/o sobreexplotación de recursos naturales, referida como competitividad espuria (Esser et al, 1999).

Entre los regulacionistas, Coriat (1997) también argumenta que asimilar la competitividad única y exclusivamente a la disminución del costo de los salarios es inaceptable, ya que existen al menos doce factores relacionados con la misma. La diversidad de restricciones sobre la competitividad se torna aún más decisiva y determinante con el avance del proceso de globalización económica y financiera (mediante la liberalización de los mercados de bienes, capitales y servicios).

Existen restricciones a la eficiente inserción internacional de las empresas que se pueden clasificar como de oferta y de demanda. Desde el lado de la demanda sobresale la necesidad de contar con la capacidad de satisfacer los requerimientos internacionales sobre normas técnicas, diferenciación de productos y adaptación a normas culturales y demandas particulares de los consumidores. En este sentido, una entrega oportuna de productos y un tiempo reducido en el proceso pedido-producción-puesta en el mercado son elementos esenciales en la competitividad. Desde el lado del la oferta, dada la continua y rápida innovación técnica, resulta indispensable adquirir suficiente capacidad de adaptación y desarrollo de cambios técnicos novedosos, tanto del producto como del proceso, para asegurar condiciones propicias para la competencia en el mercado y así poder reducir su probabilidad de salir del mercado.

Este enfoque ha sido desarrollado por algunos autores sobre la base de tres y cuatro niveles respectivamente (Katz, 1998; Esser, 1996 y Ferraz, 1997). Además de los niveles micro económico y macroeconómico usualmente considerados para el estudio de la economía, estos autores consideran un nivel intermedio entre ambos, el mesonivel, que incluye las estructuras de articulación de sectores específicos de actividad, actores sociales y Estado. Esser (1996,1999) agrega un cuarto nivel: el metanivel, que se refiere a factores como la capacidad para la integración y la estrategia social. Estos aspectos están de alguna manera considerados por Katz y Ferraz en el macronivel, al incluir en éste las normas y hábitos de conducta de la sociedad.

En Argentina, Gago et al. (2007) incorpora en el análisis de la competitividad de complejos agroindustriales, algunos conceptos de la escuela de la regulación como paradigma tecnológico, modo de regulación y régimen de acumulación para avanzar en la comprensión de las asimetrías entre empresas y de la fuerza del trabajo.

Por último, cabe resaltar que varios autores –entre los que no debe dejar de mencionarse a Porter como a los economistas de la escuela de la regulación- plantean la importancia de las políticas públicas en la creación de ventajas competitivas. Es el caso en Argentina, de la época post devaluación donde se observa una indudable mejora en la competitividad-precio inducida por la fuerte depreciación de la moneda en términos reales. Sin embargo, su sustentabilidad en el largo plazo requiere de una política integral de desarrollo de la economía basada en competitividad sistémica (que aliente la inversión, incorporación de tecnología, aumentos de la productividad y valor agregado).