LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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LA CRISIS DEL CAMPO A LA CIUDAD

1989

La violenta explosión demográfica azota a los centros urbanos, evidenciada por la acelerada aparición de numerosos asentamientos humanos que van poblando los márgenes de las ciudades y que de inmediato se convierten en demandantes de servicios como agua potable, alcantarillado, luz eléctrica, transporte y vialidades; además de ejercer una fuerte presión sobre los servicios ya existente.

Nuevos pobladores que emigran de las zonas rurales a los centros urbanos en la búsqueda de empleo y mejores condiciones de vida y que al no encontrarlo se convierten en lacras sociales aumentando el índice de criminalidad, prostitución y vagabundaje o buscan acomodo en el sector informal de la economía o se convierten en vendedores ambulantes, tragafuegos y limpiaparabrisas.

La solución a este problema debe buscarse, sin embargo, más allá de los estrechos marcos de una reordenación urbana. De hecho la estrategia de desarrollo urbano debe estar estrechamente ligada a la estrategia del desarrollo rural. Porque es necesario entender que el primer paso que hay que dar para la reordenación urbana es frenar las migraciones rurales. Para ello es menester contrarrestar las fuerzas de expulsión del campo, puesto que en él no existen las condiciones necesarias y suficientes para arraigar a los campesinos a sus tierras, puesto que la producción agrícola no les garantiza un mínimo de bienestar económico y social, y a muchos ni el mínimo para la sobrevivencia.

No existen fórmulas viables para cerrar las válvulas de atracción de los centros urbanos, pero sí existe la posibilidad de detener el flujo de emigrantes. Todos estos años, el país creció y desarrolló a expensas del sector agrícola. No sólo por las transferencias de éste hacia el resto de la sociedad sino porque, además se le marginó de todo apoyo y se le condenó al olvido, hasta que se agotó la posibilidad de que siguiera financiando el desarrollo, agotados sus recursos y víctima del saqueo y despojo, que nunca llegó.

Producto de una política que por años ha privilegiado el desarrollo industrial y el crecimiento de las ciudades, el agro mexicano hoy no sólo es incapaz de producir los alimentos que requiere la sociedad en su conjunto, sino que además es incapaz ya de reproducir las condiciones materiales para su sobrevivencia.

Por ello es primordial revertir esta política y volcar todo el apoyo al campo como condición indispensable para la reactivación económica del país y para crear las condiciones necesarias para arraigar a los campesinos al ámbito rural.

Mucho se ha dicho de la ineficiencia del ejido como forma de organización que asegure la producción agrícola, pero bien poco se ha hecho para apoyarlo y estimularlo para que rinda los frutos deseados. Ahora que tanto se habla de la modernización del campo, es importante tomar en consideración que antes de plantear su desaparición, deberá apoyársele para que dicha modernización vaya en el sentido de mantener su vigencia, pero que su organización sufra las transformaciones necesarias, para el nuevo impulso a la producción, entre las que, es fundamental el abandono del minifundismo y la parcelización, y la integración de los productores individuales en organizaciones de producción colectivas, en el sentido de una explotación colectiva de todas las parcelas, lo que no sólo elevaría la productividad sino que además reduciría los costos de producción y haría más fácil canalizar los apoyos técnicos y financieros de las entidades gubernamentales.

Porque la otra propuesta para la modernización a través de su transformación en pequeña propiedad lo único que ocasionaría sería una venta masiva de tierras o alentaría aún más el rentismo, y provocaría una mayor concentración de la propiedad, con una consecuente caída en la producción y un éxodo inimaginable de campesinos a las ciudades o su condena a servir de jornaleros asalariados en lo que antes fue de su propiedad. Así pues, una sola parece ser la forma en que habrá de detenerse la expulsión de campesinos. Misma que es, a la vez, el paso fundamental para la reordenación urbana.

De lo contrario los problemas en las ciudades seguirán creciendo y cada día su solución será más difícil, mientras que los problemas del campo no hallarán solución. Una planificación integral urbano-rural se impone. Basta voluntad política.