LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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ESTADO Y MERCADO. LA CONSTRUCCIÓN DE UNA ECONOMÍA MIXTA

24 de abril de 1996

La cuestión central de toda la discusión en torno a la construcción una economía mixta radica en definir específicamente por qué interviene el Estado en la economía. Parece lógico pensar que ello surge de una necesidad derivada de la forma que adquieren las estructuras económicas. Esto es, si el libre del mercado asegurara un óptimo funcionamiento de la economía y resolviera por sí mismo los problemas que de él se derivan, no habría necesidad de plantearse soluciones que se encuentran fuera de su ámbito. Es decir, el Estado interviene porque es necesario que intervenga. Porque puede solucionar los problemas asociados al funcionamiento del mercado de una manera más eficiente que éste, porque de hecho, el mercado no puede solucionarlos de ninguna forma.

Pero interviene, además, porque las sociedades se plantean, como tales, objetivos mas elevados, de mayor alcance que los que el mercado se propone y le puede ofrecer. Objetivos que sólo el Estado (entendido como un líder social, como tal recoge los intereses de toda la sociedad) puede plantearse y alcanzar. Objetivos que sólo es posible alcanzar si el funcionamiento del mercado se regula y se orienta en un sentido determinado. En otras palabras, el Estado interviene en la economía por dos razones fundamentales:

a) porque el mercado falla en lo que es propiamente su ámbito de competencia, es decir, asegurar un adecuado funcionamiento de la economía.

b) porque falla también, por cuanto es un instrumento de alcances muy limitados para asegurar el cumplimiento de un conjunto de objetivos superiores que la sociedad pretenda alcanzar.

De éste modo, podemos decir que el Estado interviene persiguiendo dos objetivos:

y) reordenar el funcionamiento del mercado

ii) alcanzar los objetivos superiores de la sociedad.

En éste sentido es posible decir que la intervención del Estado no significa per se la negación de la economía de mercado. Por el contrario el Estado interviene para darle viabilidad, para corregir sus imperfecciones. De otro modo se autodestruiría al derivar, su funcionamiento, en crisis recurrentes. Estas intervenciones pertenecen al plano estrictamente económico. Y son, por su naturaleza, menos profundas de lo que exige que sean aquellas que se ubican en el plano político y social. Que son las que tienen que ver con los objetivos superiores de la sociedad. Pero, aun en éste caso, la intervención estatal no significa una cancelación de la economía de mercado. Mas bien, lo que implica, es una subordinación de ésta, para que permita alcanzar objetivos que van mas allá de los suyos propios.

De aquí, entonces, que podamos hablar de una economía mixta como una estructura en donde no sólo se combinan mercado e instituciones públicas, sino, también y primordialmente objetivos económicos y sociales, privados y públicos, de corto y de largo alcance. En donde habrán de combinarse los intereses privados con las expectativas sociales. Estructura que podrá tener un mayor o menor contenido de sus componentes dependiendo de:

a) la mayor o menor eficiencia con que funcione el mercado.

b) que se encuentren expresados institucional e históricamente los objetivos superiores de la sociedad.

c) de la forma que adquieren dichos objetivos.

d) las posibilidades de conciliar los intereses privados con las expectativas sociales.

Estas circunstancias definitorias se definen a partir de un contexto económico, político y social que las orienta y, desde luego, de un contexto internacional que las hace mayor o menormente posibles.

La evidencia empírica parece demostrar que las soluciones en la práctica no se inclinan hacia los extremos. Y que ni un excesivo control de la economía, ni una mayor libertad de mercado son condición suficiente, cualquiera de ellas por separado, para propiciar un proceso de desarrollo económico armónico y sustentable. De modo., entonces, que debe reconocerse que la frontera de las soluciones se encuentra construida a partir de la intersección de ambos elementos. La solución óptima, por decirlo de alguna manera, se define, no a partir de la disyuntiva mercado o Estado, sino a partir de la dilucidación de la incógnita ¿cuanto de mercado? y ¿cuanto de Estado? Y, así como no hay por definición, como fórmula universal un tamaño óptimo de Estado, tampoco hay una medida óptima de libertad de mercado. Porque la solución y el contenido de la misma en términos de que tanto y como de cada uno ( es decir, en términos de su composición, balance, complementariedad) tiene que ver con los problemas a los que ha de enfrentarse cada gobierno y sociedad, y como esta define sus problemas y determina prioridades. Por ello, ésta solución depende la forma que adquieran los factores arriba señalados como elementos determinantes de la composición de las estructuras económicas y sociales.

Esta reflexión cobra una mayor relevancia por el hecho de que la sociedad requiere un eficiente funcionamiento de la economía, al mismo tiempo que establece como necesario un nivel adecuado de justicia social. Pareciera, por la evidencia empírica observada, que ambos objetivos son contrapuestos. Y que siempre, para obtener mas de uno hay que renunciar en alguna proporción al otro. Ello porque se supone que los mecanismos que aseguran la justicia social obstaculizan el eficiente funcionamiento del mercado. Sobre todo porque para tal fin se requiere una mayor intervención del Estado. De igual modo, se considera que los mecanismos que aseguran la eficiencia económica llegan a retardar o anular en definitiva las posibilidades de existencia de un mayor grado de justicia social.

Lo cierto es que ninguna solución óptima puede adolecer de la falta de alguno de éstos dos discutidos elementos. De hecho debe contenerlos en una proporción tal que su presencia en esa medida asegura que se trata de una solución óptima. Así, la incógnita será, entonces, ¿que tanta justicia social es suficiente? y ¿que tanta eficiencia económica es necesaria? ¿En qué medida deben darse ambas para asegurar una solución óptima? ¿En qué medida para que no se obstaculicen la una a la otra? ¿Cual es el adecuado balance de ambas para asegurar el desarrollo armónico y sustentable de que he hablado antes? Y más que plantear la situación en términos de los máximos de intromisión estatal, la búsqueda ha de ir en el sentido de los mínimos necesarios para asegurar una base de sustento de ciertos objetivos. En el mismo sentido las limitantes al mercado habrán de plantearse en términos de al menos cuanto de economía de mercado para no desestimular la capacidad creadora de la sociedad que, por ésta vía, suele desarrollarse de manera amplia

Desde luego, la búsqueda de la solución va mas allá de soluciones cuantitativas. Tiene que ver con un horizonte de combinaciones posibles en un modelo de desarrollo en el cual se definan las condiciones para asegurar un equilibrio estable y duradero entre los objetivos mencionados y entre la participación de los instrumentos a través de los cuales se alcanzan éstos objetivos dentro del mismo modelo. En un sentido que se asegure su perdurabilidad en el tiempo.

Es decir se trata de construir un modelo a partir de la creación las instituciones políticas y económicas necesarias tales que sirvan como instrumentos para organizar a la sociedad y la economía y orientarlas en la búsqueda del desarrollo. De hecho, en el centro de la discusión se encuentra el hecho de poder determinar a través de qué mecanismos e instrumentos podemos alcanzar los objetivos de crecimiento, con redistribución del ingreso y la riqueza. Y si efectivamente es posible conciliar un objetivo, en que, de manera equilibrada se pueda alcanzar, al mismo tiempo, la eficiencia económica y la justicia social.