LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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CRECIMIENTO ECONÓMICO SIN DESARROLLO

5 de febrero de 2000

La economía mexicana ha sido sujeta de profundas transformaciones como resultado de la política económica implementada desde principios de los ochenta.

La reversión de la política de impulso al crecimiento vía mercado interno, significó la caída del empleo y de los salarios, y al mismo tiempo impulsó una creciente participación de los sectores productivos ligados al mercado externo, en la dinámica económica. Es decir, hubo un cambio en la preeminencia del mercado interno a favor de los mercados internacionales. Desde luego, la caída del empleo y la reducción del salario conllevaron la caída del producto nacional (medido por el PIB) debido a la caída de la demanda interna de productos y servicios. Sin embargo, gracias a una deliberada política de apertura comercial, la demanda externa ha crecido para compensar la reducción del producto y para impulsar su crecimiento. Es decir la economía nacional se recupera y crece, pero ahora impulsada por un factor diferente, ya no el mercado interno (vía incremento de empleos y salarios) sino a través de la expansión del mercado externo.

El crecimiento de la producción para el exterior, sin embargo, no reactiva el mercado interno porque no es capaz de impulsar un proceso masivo de generación de empleo, mucho menos de recuperar los empleos perdidos en los últimos años. Tampoco tiene un impacto considerable en el mejoramiento de los niveles de remuneración salarial, aunque las empresas que producen para el sector externo están ofreciendo mucho empleo y mejores salarios. Esta incapacidad radica en su escaso o nulo potencial para encadenar en su dinámica de crecimiento a las empresas que producen para el mercado interno. Primero porque éstas dependen de lo que pase con el empleo y los salarios (demanda interna) y segundo porque en términos de los intercambios interempresariales, existe una escasa conexión entre unas y otras. Y si nos referimos a las maquiladoras habrá que decir que la relación es prácticamente nula.

Esta falta de encadenamiento productivo, por otro lado, opera como una salvaguarda para este tipo de crecimiento basado en el sector industrial-exportador, pues como el mercado externo no depende de lo que pase con la demanda interna. Poco importa si el empleo o los salarios crecen dentro del país. Simplemente su comportamiento no afecta al sector exportador y tampoco afecta al ritmo de crecimiento de la economía en su conjunto. Así, la economía mexicana se encuentra en medio de una triste paradoja: crece pero no se desarrolla. Es decir, mantiene un proceso de crecimiento económico sin ampliación del empleo, sin mejorar remuneraciones, sin mejoramiento del consumo interno, sin mejoramiento del bienestar material de toda la población. Crece a pesar de una profunda depauperación masiva de trabajadores y empresarios.

Las cifras oficiales nos permiten ver cómo se da en la práctica este fenómeno. El producto interno bruto (PIB) ha crecido entre 1993 y 1999 un 12.9%, en cambio, como ya demostré en colaboraciones anteriores, (Diario de Xalapa, 11/10/99 y 10/01/00) el salario y el empleo se ha reducido en ese mismo período. Entre 1994 y 1998, se crearon tan sólo 1,233,268 empleos, para una demanda de trabajo de 5,976,086 en el mismo período, lo que arrojó un déficit de empleo (desempleados) de 4,742,218 personas. En tanto que el salario mínimo real se reduce un dramático 25% de 1993 a 1999 al pasar de 15.26 pesos (a precios de 1993) a 11.24.

Como resultado de tal situación el consumo privado per cápita sufre una reducción de 3.6%, al pasar de 1071.3 pesos (a precios de 1993) en 1993 a 1032.8 pesos en 1999.

¿Cómo puede una economía tener una situación de contracción interna de esta naturaleza y sin embargo crecer? Sencillo, si el país puede vender al exterior y compensar con ello la caída de las ventas internas. Y así ha sucedido, en el mismo período de referencia, las exportaciones han tenido un impresionante crecimiento de 131.7% al pasar 207,163.4 millones de pesos (mdp) en 1993 a 479,915.9 mdp en 1999. De hecho, en 1993, el 13.3% del total del PIB, se consumía en el extranjero vía exportaciones, en cambio en 1999 este porcentaje creció a un 24.3%.

Por último hay que considerar que en la medida que el producto nacional se destina en mayor proporción al extranjero, la producción destinada al mercado interno disminuye, eso se refleja en un desabasto para este mercado, el cual tiene que compensar la pérdida con la compra de productos y servicios en el extranjero. Es decir, la caída de la producción para el mercado interno ha propiciado que se incrementen de manera muy considerable las importaciones. En el mismo período de referencia este rubro ha crecido 95.1%, al pasar de 256,318.7 mdp en 1993 a 500,063.2 mdp. en 1999. Debido a esto, las importaciones representan un porcentaje cada vez mayor de la oferta de productos y servicios en el país. En 1993 las importaciones representaron el 16.4% de la oferta total, en tanto que en 1999, alcanzaron una participación de 25.3%.

Así, entonces, la economía nacional enfrenta una situación dislocante por contradictoria y confusa. Por un lado crece hacia fuera, pero no hacia adentro, lo cual significa que los beneficios del crecimiento se concentran en unas cuantas empresas o sectores. Es decir, la economía crece sin desarrollo. Por otro lado, el que el crecimiento dependa y favorezca las actividades exportadoras propicia el rezago en la producción para el mercado interno lo que conlleva incremento del consumo de importaciones y, por tanto, mayor dependencia con el exterior. Situación indeseable e insostenible que conduce al desastre económico y social y que, por ello, es necesario revertir. Porque esto no es fortuito, es el resultado de una política deliberada que se sustenta en la idea de la globalización. Es, de hecho, el resultado de la globalización. Es de hecho, la razón por la que algunos sufrimos globalifobia.