LA ECONOMÍA MEXICANA FRENTE A LA GLOBALIZACIÓN DEL PROTECCIONISMO AL LIBRE MERCADO

LA ECONOM?A MEXICANA FRENTE A LA GLOBALIZACI?N DEL PROTECCIONISMO AL LIBRE MERCADO

Hilario Barcelata Chávez

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INDUSTRIA, TRASNACIONALES Y GATT

Enero, 1986

Uno de los temas mas debatidos y polémicos hoy día es el de la expansión de la economía a través del impulso al desarrollo industrial del país, hacia el cual concurren las medidas de política económica.

Efectivamente, como se afirma frecuentemente, la industria que nació del proceso de industrialización iniciado en 1940, es una industria que actualmente no responde a las necesidades de desarrollo del país; es una industria obsoleta, ineficaz, con bajos niveles de productividad y escaso uso de nuevas tecnologías y que basa su crecimiento en el incremento de los precios más que en la búsqueda de ofrecer productos a más bajo costo.

Toda la etapa histórica que corre desde 1940 hasta 1970 y en la cual se configura este tipo de industria que ya se describe y que marca el advenimiento de una nueva etapa en el desarrollo nacional, también es una etapa que se caracteriza porque en ella se reformulan las relaciones de dependencia económica de nuestro país con respecto a los centros hegemónicos de poder. Es una etapa en que nuestra economía logra una nueva forma de inserción en la esfera del imperialismo mundial a través de la industria.

Si de alguna manera la industria nacional adquiere las características que ya se mencionan, es debido a ciertos factores que confluyen para darle esa forma. Podemos mencionar dos: uno interno y el otro externo.

Uno, el interno, es el amplio proteccionismo que implemento el Gobierno de la República durante la década de los cuarenta (y que a la fecha comienza a desmantelarse) con el fin de proteger a la naciente industria de la competencia de todos los productos que provenían del exterior, sobre todo a raíz de la finalización de la segunda guerra mundial (lo cual marcó el inicio de una nueva expansión imperialista).Mediante esta política arancelaria que privilegiaba la producción de los bienes de productos básicos, se pudo, efectivamente, desarrollar la industria productora de dichos bienes, mientras que se retrasó el desarrollo de una industria de bienes de capital.

Esta política permitió, así, que a lo largo de cuatro décadas, la economía nacional tuviera una amplia expansión, creando una fuerte clase empresarial nacional, pero también arraigó los nexos de dependencia de nuestra nación con el exterior, en particular, con las naciones más desarrolladas industrialmente, y más particularmente con Estados Unidos. Esto se debió a dos razones. Uno, el país no producía la base material para la producción de bienes de consumo; no producía sus máquinas y por tanto tenía que importarlas, por lo que a medida que expandía su producción, expandía y estrechaba los nexos de dependencia y los hacía más profundos. Llegado el momento, la planta industrial se especializó en la producción de bienes en consumo, dejando la producción de bienes de capital en manos de los países industrializados.

Dos, las barreras arancelarias dieron origen a la exportación de fábricas enteras del extranjero a nuestro país, ya que resultaba (y aún hoy lo es) más beneficioso producir mercancías dentro del país para un mercado cautivo, para producirlas en el exterior y que al exportarlas tropezaban con el proteccionismo nacional. Este hecho dio origen a un fenómeno muy particular: las empresas transnacionales se apoderaron de la industria del país y en pocos años concentraron y centralizaron el capital y monopolizaron el mercado con el uso de técnicas obsoletas en sus países de origen y se convirtieron en el bastón fundamental de la dominación económica extranjera en nuestro país.

El factor externo se refiere a las causas que originan la exportación de capitales y de la producción misma, de los centros de poder hegemónico a nuestro país. Como es sabido que en los países industrializados la carrera competitiva entre las poderosas empresas origina un proceso de rápida obsolescencia en la maquinaria utilizada. Máquinas que hoy son puestas en funcionamiento al medio año ya son reemplazadas por otras más funcionales y sofisticadas. Las máquinas reemplazadas aún con mucho tiempo de vida no son, sin embargo, botadas a la basura; tienen un destino muy particular: son exportadas a los países dependientes como México, ya sea a través de su venta a empresas nacionales, o a través de su implementación en los procesos productivos de las empresas trasnacionales lo que trae como consecuencia el atraso tecnológico de la industria y lo que es vital en estos momentos, la falta de competitividad de las mercancías que está produce con los productos del exterior. Tanto a nivel del mercado interno puesto que por ello son desplazadas por los segundos, como a nivel de mercado externo pues no tienen la capacidad para superar a las producidas por otros países. Además, y lo que es fundamental la necesidad de la industria nacional de importar bienes de capital del exterior crea la posibilidad de que quienes venden esa maquinaría y tecnología en general logren influir y finalmente implantar esquemas productivos ajenos a nuestra realidad y que no responden a las necesidades de la economía nacional vista como un todo de tal forma que quedan en posibilidad de determinar cuando, como, donde y el por qué de los procesos productivos. He aquí la raíz del problema y la razón fundamental que origina la oposición al ingreso de nuestro país al GATT y en general a todo intento de desarticular la elaborada red de aranceles y de permisos de importación. Los beneficios que en un determinado momento el país podría adquirir al abrirse al comercio exterior no serán tales en la medida en que la industria mantenga estos estrechos nexos de dependencia y subordinación económica.

El primer beneficio que se supone recibiría el país es que, en la medida que se abra el mercado interno a las mercancías importadas, el consumidor podrá obtener productos de mayor calidad a más bajo costo. Los empresarios nacionales y los que producen en territorio nacional aunque no lo sean, se supone tratarán de mejorar sus productos y lograr más bajos costos mediante la reconversión industrial con el fin de ser más competitivos, lo cual sólo se logrará a través de la incorporación de nueva y más sofisticada tecnología.

Sin embargo, el cambio no es tan mecánico ni automático. Muchas empresas no tienen la capacidad para la reconversión ya que no cuentan con los recursos financieros necesarios, y tampoco tienen el acceso a la tecnología adecuada para tal cambio. En el mejor de los casos tal apertura del comercio significará su ruina y quiebra total, ya que sus productos serán reemplazados. Tal quiebra los conducirá a desaparecer o ser absorbidos por otras empresas de mayor tamaño, seguramente de origen transnacional, que son las que tienen una mayor posibilidad de resistir el embate de la competencia, lo cual exacerbará el proceso de concentración y centralización del capital en el país.

Estas empresas trasnacionales, efectivamente, tienen la capacidad para la reconversión, porque tienen suficientes recursos, ya que son filiales de otras mucho más grandes, y porque, por lo mismo, tienen el acceso a una mejor tecnología. Sin embargo, dada la forma misma en que operan las empresas trasnacionales (ET) se ve difícil que tal conversión se lleve a efecto, ya que ninguna de estas empresas se hará la competencia ella misma; por lo que en su mayoría aquellas que tengan filiales en nuestro país, no exportarán sus productos a este, ni tampoco transferirán a ellas tecnología nueva y mejor por dos razones: primero, porque seguirán dominando el mercado dada su posición monopólica y por tanto no tendrán necesidad de tal conversión o quizá sólo en forma mínima y segundo porque seguirán siendo receptoras de bienes de capital devenidos obsoletos en sus países de origen, lo que no significará gran avance en el país receptor. De tal manera, tal apertura del comercio exterior, sólo significará una mayor monopolización de la economía mexicana por parte de las ET, y el mantenimiento de viejas políticas de expansión industrial basadas en la capacidad ociosa de gran parte de la planta industrial, y gracias al monopolio ejercido que provoca elevados precios.

Lo que más bien sucederá es que, ante estas expectativas, nuevas empresas que aún no producen en el país y otras que ya lo hacen, desmantelarán sus fábricas en sus países de origen y las transportarán a nuestro país, para aprovechar el paraíso fiscal que se les ofrece; los bajísimos salarios a que pueden someter al proletariado nacional y sobre todo para tener acceso a los nuevos mercados que se le abren a nuestro país con su entrada al GATT, porque estas empresas vendrán a producir a México para la exportación. Otras vendrán a producir para el mercado interno, pero sólo serán aquellas que produzcan artículos como computadoras, videocasseteras y en general aparatos electrónicos, y sólo en la medida en que esto les sirva como plataforma para lanzarse a la exportación de dichos bienes; lo cual trae como la conclusión que tal apertura en nuestra economía sólo beneficiará a las ET, y causará la ruina de las nacionales; llenará el mercado con productos novedosos (quizá a bajos precios) mientras que los artículos de consumo tradicionales no sufrirán cambios, ó estos serán mínimos, con ello, no se evita, ni la alta inflación ocasionada por las empresas ineficaces, ya que no desaparecerán; y porque seguirán conservando su situación monopólica que les permite manipular l precio a su antojo. Tampoco se logrará la intensificación de la producción de bienes de consumo básico, ya que la expansión industrial va dirigida a la diversificación de la producción de bienes de consumo básico; lo que únicamente beneficiará a la esfera alta del mercado interno (la de mayores ingresos) mientras que la esfera baja (de más bajos ingresos) perderá un gran terreno, ya que en general muchos de los artículos de consumo son producidos por empresas pequeñas y medianas y aún algunas grandes nacionales que perecerán en el proceso de reconversión industrial.

Que tendremos más empleo está por verse, ya que aunque las nuevas empresas que se instalen y aquellas que se expandan absorberán mano de obra, esta demanda de fuerza de trabajo, no se equiparará al ritmo de crecimiento natural de la oferta, mucho menos en estos momentos que ya de suyo hay grandes cantidades de desempleados, y que el número crecerá en la medida que empresas pequeñas, medianas y grandes cierren sus puertas.

Tampoco existe la certeza de que la llegada de las ET, y las exportaciones que realiza harán llegar más divisas a nuestro país, pues conocida es su vieja práctica de reexportar sus ganancias y seguir siendo un extranjero en el país, lo que por momentos hace recordar aquellos enclaves del siglo XIX.

La medida de política económica no es ni buena ni mala. Sus efectos hablan o hablarán por ella y estos dependen de la situación económica de nuestro país; situación que ya fue descrita y que no es la más adecuada para la implementación de una medida de ese tipo, y que nos hace pensar que no se lograrán los objetivos que se plantean obtener con ella.

Tal medida podría, efectivamente, ser beneficiosa si las condiciones de la industria y de la economía en general fueran otras, pero no en este marco. El momento histórico en que se pone en práctica no es por ello el adecuado. Antes habría que realizar otras tareas. Una sería el trastrocamiento de las relaciones de dependencia y subordinación a que está sujeta la economía del país, a través de la limitación de la inversión extranjera y su sometimiento a los intereses de un proyecto de desarrollo industrial, que en otras cosas, asegure la expansión del sector productor de bienes de consumo para toda la población. Sometimiento que quedará enmarcado en un proyecto de desarrollo nacional cuyo principal objetivo será el impulso a la industria nacional, la cual también deberá responder a las necesidades de consumo de la población y a las necesidades de la propia industria de bienes de consumo que necesita de bienes de capital para su expansión la cual, en la medida que consiga estos bienes dentro del país y producidos por empresas nacionales que desarrollen su propia tecnología, logrará una mayor interdependencia del exterior y por tanto una más equilibrada expansión de la producción y de su propia tecnología que beneficiará al mercado interno en la medida que no reproducirá y a los esquemas productivos y de consumo de otras naciones más desarrolladas, sino que se adecuará a las necesidades del mercado nacional, y hará menor la brecha existente entre la esfera alta y baja del mercado interno en la medida que pondrá a disposición de la segunda una mayor cantidad de productos de consumo básico y dejará por tanto de privilegiar a la esfera alta en cuyo crecimiento a basado hasta ahora su propia expansión. Es verdad que el entrelazamiento entre el capital nacional y el internacional es agudo, y difícil de separar los intereses uno y de otro, pero sólo un golpe al capital trasnacional monopolista, incluido en él gran parte del nacional, y que a adoptado su forma de operar, logrará, marcar la pauta para su desarrollo industrial autónomo.

Un gran apoyo a este desarrollo autónomo e independiente deberá ser dado por el Estado, quién deberá acoger en su seno las industrias básicas para la industrialización de nuevo tipo, pues sólo el Estado (aún con sus actuales deficiencias) el único órgano capaz de dirigir el desarrollo económico nacional independiente, de tal manera que se logre el bienestar social y económico de todos ó por lo menos la mayoría de los mexicanos, y el único que en manos de las clases sociales interesadas en este desarrollo no comprometerá más el destino de la República ni la subordinará a intereses extranjeros.