Las condiciones económicas de la producción han implicado transformaciones de corte negativo en el mercado de trabajo, tales como expansión de ocupaciones por cuenta propia, puestos asalariados “en negro” o de baja productividad. Dichas condiciones han incidido en los microespacios familiares, debiendo los mismos articular diferentes acciones destinadas o lograr y/o mantener la supervivencia familiar.
A pesar de que la desocupación- con la incertidumbre resultante- incide negativamente en el nivel de vida de todos los integrantes de la familia; es necesario poner en evidencia cómo dicho fenómeno es experimentado diferencialmente por sus miembros, de acuerdo a su ubicación sexual y etárea dentro de la estructura familiar. Por lo tanto, los comportamientos diferenciales de varones y mujeres (incluyendo las diferencias generacionales) pueden y deben ser analizados como el resultado de una compleja trama de relaciones genéricas.
De allí la importancia de no desconocer los aspectos ideacionales que son construidos por los sujetos a nivel de lo social y el grado en que los mismos son negociados o legitimados en el interior de las unidades domésticas. Nos referimos al estilo de las relaciones genéricas/generacionales que incluyen la forma en que se comparten las tareas domésticas, los patrones de autoridad imperantes, el ejercicio de la autoridad y sus fuentes de legitimación. Estas consideraciones son fundamentales para ir abriendo nuevos interrogantes en el sentido de describir y descubrir prácticas, actitudes, valoraciones que se conciben como adscriptos según al sexo al que se pertenece, pero que- de acuerdo a los testimonios analizados- son aspectos que para nosotros se presentan como contradictorios, y en consecuencia, se van adecuando a procesos en continua transformación.