LAS RELACIONES FAMILIARES EN EL CONTEXTO DE LA CRISIS EN LA CIUDAD DE ROSARIO
LAS MUJERES EN LAS ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA

LAS RELACIONES FAMILIARES EN EL CONTEXTO DE LA CRISIS EN LA CIUDAD DE ROSARIO LAS MUJERES EN LAS ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA

Ana María Ciancio

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VII.II.- HOGARES QUE SE ENCUENTRAN EN EL LIMITE DE LA POBREZA:

LAURA II y MARITE sufrieron la pérdida de sus madres a edad temprana. Para MARITE el embarazo se constituyó en la posibilidad “frustrada” de formar su propia familia. Decimos esto porque dicha elección fue unilateral, ya que el papá de Emiliano nunca asumió su paternidad con la responsabilidad, tanto material como simbólica, que la misma implica.

En el caso de LAURA II se agrega el maltrato de su padre biológico, la pérdida del contacto con su familia de origen, todo lo cual incide en su propia valoración de la institución familiar. Más adelante agrega: ”Siempre quise tener una familia grande porque yo no tuve una”.

Exceptuando a MARITE, se trata de familias numerosas; pero, a diferencia de las familias pertenecientes a los “pobres estructurales”, los motivos varían: para YOLANDA II el proyecto de lograr una gran familia obedeció a la creencia de que podían darles un buen futuro, basado en el hecho de que tenían recursos suficientes como para dar cabida a las necesidades de los mismos. En el caso de LAURA II dicho proyecto se inscribió en la necesidad de tener una familia grande para compensar la soledad que padeció durante su niñez y adolescencia.

Un elemento a tener en cuenta es la sensación desfavorable que provoca el servicio doméstico remunerado:

”...es un trabajo muy duro”. (YOLANDA).

“Dejé de trabajar en la casa de familia de esa señora porque se me hacía pesado”/ (MARITE).

También se pone de manifiesto el carácter fluctuante del mismo -en cuanto a continuidad, lo cual incide en el monto de los ingresos-, esto determina el desempeño “en negro” bajo el cual se desarrolla esta actividad:

” antes no tenía una entrada fija porque si llovía o hacía mal tiempo la señora me decía que no fuera, o si era feriado” (LAURA II).

Exceptuando a YOLANDA II, tanto MARITE como LAURA II, han buscado la forma de insertarse en otro tipo de trabajo que les proporcionara mayor placer y les ofreciera más seguridad en cuanto a continuidad de ingresos; pero la única que posee una situación de “blanqueo” -dada por la relación contractual - es MARITE, lo cual le permite -entre otros- acceder a los beneficios de la jubilación, de la cobertura en materia de salud, y eventualmente, poder sacar un crédito para obtener una vivienda propia, avalado por la presencia de un recibo de sueldo.

Todas tienen expectativas de realización personal que se ven limitadas por la falta de dinero: para YOLANDA:

“...perfeccionarme en la peluquería y poder ponerme por mi cuenta, pero para eso hace falta mucha plata”.

Para MARITE poder seguir estudiando:

“...me gustaría seguir en un EMPA, o aprender peluquería, estar con otra gente, pero no me dan los tiempos”.

Manifiestan un fuerte compromiso con el trabajo, no sólo por el ingreso que generan, sino por la autoconfianza que deviene de poder cumplir con un rol distinto al doméstico:

“...me siento mejor porque tengo un oficio y una entrada fija”. (LAURA II).

“...necesito sentirme útil...”. “...no me gusta esperar el dinero”. (MARITE).

Al igual que en los testimonios anteriores aquí también nos encontramos con el sentimiento de “culpabilidad”, ocasionado por la ausencia del hogar: la internalización del rol de madre y la creencia de que su papel es esencial para mantener la cohesión y la supervivencia familiar: ”...tener un taller de costura en mi casa para disfrutar más con los chicos y atenderlos bien como se merecen, porque no les das tanto cariño. En eso creo”. (LAURA II).

En la división intradoméstica de las tareas -incluído el cuidado de las/os hijas/os- se pone en evidencia que sólo reciben de los esposos una “ayuda”, y por lo tanto, la misma es eventual, esporádica, subsidiaria:

“Y, no a veces cocina algo simple...” (YOLANDA).

“En general me toca todo, a veces él me ve cansada. El sabe, pero te termina diciendo que éso te corresponde a vos”.(LAURA II).

“El hace muy poco, no lo cuento para nada”. (MARITE).

También los varones se involucran más con las tareas que los llevan por fuera del ámbito doméstico: ”...me da una mano grande con los mandados, sale y busca precios”. (YOLANDA ll).

“...y hasta una vez le tocó llevarla a la nena al médico. Pero las que más se ocupaban eran mi suegra o mi cuñada”. (LAURA II).

Son las hijas mujeres mayores quienes asumen mayormente esta responsabilidad, pero aquí también encontramos la estrategia de apelar a los lazos de solidaridad vecinales, existe como una especie de “frente común” entre las mujeres en cuanto al cuidado de los hijos:

”Como estoy cerca de mi casa me voy un ratito para ver cómo están y así hacemos con las compañeras, nos vamos turnando: ahora andá vos y así hacemos”. (LAURA II).

En cuanto a los patrones de autoridad, manejo del dinero, toma de decisiones, ejercicio de la jefatura, encontramos como una especie de complicidad manifiesta:

“Yo no quiero que se sienta mal...”.”Las decisiones las tomamos entre los dos, porque es muy feo, la autoridad somos los dos y yo no quiero que se sienta mal ”. (YOLANDA II).

“Y, se comparte, las decisiones las tomamos entre los dos”. ”No, eso es muy feo, nos consultamos en todo”. (LAURA II).(Se refiere a la jefatura).

Sin embargo, a pesar de que YOLANDA II no pueda reconocerlo, la jefatura es ejercida por ella, y hay un cierto traspaso de roles: ”Cuando llego a mi casa no toco nada, tengo todo servido, me siento y pregunto cómo les fue”.

El caso de MARITE merece ser analizado aparte (recordemos que antes de conocer a su nueva pareja ya era autosuficiente económicamente); quizás no sea una casualidad el haberse casado con una persona que tiene “pocas iniciativas”. Presenta fuertes lazos de solidaridad con sus hijos: ”...somos tres (se refiere a ella y a sus dos hijos, quedando excluido el esposo),hay que darle duro”. Se hace respetar por el resto de la familia y es reconocida por su lucha por mantener la subsistencia (tanto material, como simbólica) y la cohesión familiar. Lo manifiesta claramente:

”Yo soy la jefa y los chicos me reconocen como tal”.

A pesar de que la desocupación masculina afecta a todos los integrantes del grupo familiar, sus efectos varían desde el punto de vista genérico/generacional: los varones sienten su autoridad erosionada, sobre todo cuando habían sido los principales perceptores de ingresos (como ocurrió con el esposo de YOLANDA II). Hay reacciones físicas y psíquicas:

“...se enfermó del estómago...” (YOLANDA II).

“Se le empezó a caer el pelo”.(LAURA II).

“El estaba mal, lloraba”. (YOLANDA II).

“El se encerró mucho en sus problemas”. (LAURA II).

“El se quedó como shoqueado...” (MARITE).

A las mujeres dicho desempleo las afecta también, tanto desde el punto de vista material, como simbólico:

“A mí me molestaba éso de que él se quedara...” (LAURA II).

“...la relación se vino abajo...” (MARITE).

Pero, al mismo tiempo, hay sentimientos encontrados y que se evidencian en expresiones de cierta complicidad manifiesta:

”...trataba de apaciguarlo...” (YOLANDA II).

En el caso de MARITE hay casi una exclusión: ”...somos tres...”.”...no puedo esperar a que tome una decisión...” y un sentimiento de desvalorización: ”Le falta empuje, no se puede superar...”

En cuanto a las/os hijas/os, se advierte una preocupación por parte de las mujeres de preservar la “imagen paterna”. Sin embargo, ellos también se han visto afectados, tanto en lo material (trabajar y estudiar al mismo tiempo, no poder practicar un deporte, vestirse con ropas prestadas o directamente pasar hambre, como en el caso de LAURA II), como en lo simbólico: asumir un rol para el cual no estaban preparados:

”...lo fuimos apaciguando entre todos y lo sacamos adelante”. (YOLANDA II).

Pero, a diferencia de los grupos pertenecientes a los “pobres estructurales”, no se advierten signos de violencia física o el desarrollo de conductas adictivas al alcohol -y eventualmente a las drogas- como “vías de escape”.

Al igual que en el caso de los “pobres estructurales”, la educación es vista como movilidad social.

Son las mujeres las que más han apelado a las estrategias para obtener recursos monetarios y/o no monetarios con el objetivo de mantener la supervivencia familiar. Las mismas abarcan desde la participación barrial para obtener una rebaja en el monto de la luz, como el caso de YOLANDA II, acudir a las redes familiares o vecinales para el cuidado de los niños mientras se desempeñan en el mercado laboral, buscar horarios acordes o llevarlos consigo -según se desprende de los testimonios de LAURA II y MARITE- o incrementando las horas de trabajo extradoméstico, de acuerdo a lo manifestado por LAURA II.

Exceptuando el caso de YOLANDA II, tanto MARITE como LAURA II, cumplen con la “doble jornada”.

En cuanto a la inserción socioeconómica, este grupo se acerca en algunos aspectos a los “pobres estructurales” en cuanto al mayor tamaño medio del hogar, con un alto número de niñas/os y bajo grado de educación formal parental. En el caso de YOLANDA II, su inserción ocupacional se caracteriza por la precariedad, dada por la inexistencia de una relación contractual, lo que determina la inestabilidad y la desprotección de la misma.

En otros aspectos mantienen una posición más equidistante: a pesar de no disponer de una capacidad de ahorros y de “vivir al día”, todos tienen su propia vivienda (exceptuando a MARITE), la infraestructura edilicia se desenvuelve en mejores condiciones, como así también el acceso a los servicios públicos. El caso de YOLANDA II se puede inscribir dentro de la categoría de “nuevos pobres” (recordemos que su esposo había logrado la vivienda con su trabajo).

No se evidencian el usufructo de hecho del suelo ni la apropiación clandestina de servicios como la luz. Han logrado insertarse en el aparato productivo, lo cual les permite que su existencia no sufra el mismo proceso de marginilización a la que se ven sometidos los “pobres esctructurales”. Esta situación les permite tener proyectos en el largo plazo, terminar una pieza (LAURA II) o acceder a un techo propio (MARITE).