BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

LA CULTUROCRACIA ORGANIZACIONAL EN MÉXICO

José Gpe. Vargas Hernández

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (273 páginas, 1,15 Mb) pulsando aquí

 

 

 

2.- EL COMPONENTE HISPANO-CRISTIANO.

El año 1521 de nuestra era cristiana marca el inicio de la destrucción de las "culturas indígenas vivientes, diversificadas, heredadas de saberes y mitos tan antíguos como la historia del hombre" las cuales "son condenadas y reducidas a polvo, a cenizas", argumenta Le Clézio (1990). Así, forzados por la historia, nuestra cultura es parte de lo que se conoce como la cultura occidental, de la cultura proveniente en parte de Europa. Ramos (1987) afirma que "Nuestra raza es ramificación de una raza europea. Nuestra historia se ha desarrollado en marcos europeos". Esta rama es la española. Le Clézio afirma que para efectuar la destrucción de las culturas indígenas "fue necesario el poder de Europa entera, de la que los conquistadores no son más que los instrumentos: un poder en el que la religión, la moral, son tan importantes como la fuerza militar y económica". Con la conquista de México por los españoles, se imponen el absolutismo y la filosofía tomista cristiana como forma de gobierno en torno a una ideología única que crea la unidad política, económica y social, durante toda la colonia.

De acuerdo con Rodríguez y Ramírez (1992), "...se suele presentar a los soldados españoles como la figura paterna, recia y dura, y a la Iglesia como la madre suave e indulgente." La Iglesia cumplió un papel importante al legitimar los procesos de conquista y dominación. Para Cevallos García, los indígenas "...acababan de salir de un régimen dentro del cual no se les demandaba otro género de esfuerzos que los materiales, e ingresaban en un régimen donde, como primera providencia, se les demandaba desarrollar esfuerzos espirituales de alta calidad...La enseñanza de los misioneros, tan penosa para ellos, debió resultar más penosa a los educandos." Los misioneros "fueron sin quererlo el instrumento definitivo de la dominación...al desarticular el equilibrio de un sistema de vida coherente, estructurado, contribuyeron más profunda y radicalmente que los conquistadores a destruir el mundo que quisieron defender" (Colmex: 1981).

Sin embargo, existen opinioes diferentes acerca de que el cristianismo no es destructor de las culturas indígenas, como la opinión expresada por José Guadalupe Martín Rábago, Presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe del Episcopado Mexicano, quien al ser entrevistado por Román y Rico (1996) manifestó que "afirmar que el crsitianismo ha sido simplemente destructor de las culturas indígenas es "falso a la onjetividad (...) Yo no negaría que hubo excesos, que hubo misionesros en una actitud incomprensible desde la perspectiva de nosotros, hombres del siglo 20; y que tomaron comportamientos de arrasar con muchos vestigios de la cultura indígena. Creo que en esta materia se han radicalizado posiciones y posturas". Entre otros argumentos, el entrevistado sostuvo que hubo misioneros que hicieron hogueras con los códices antíguos y acepta que destruyeron muchos signos de la cultura indígena, "Basta comparar el estadio en el que se encontraban muchas poblaciones antes de la llegada del evangelio, a la situación cultural que se dió después".

En tierras mexicanas durante la época prehispánica se llevaban a cabo los sacrifios humanos, los que se suspendieron con la implantación del cristianismo, el cual fue "un signo que ennoblece a la cultura humana, independientemente de la raza o el tiempo en que se haya vivido. Sin embargo, un gran problema que todavía susbsiste en muchos lugares de México es la inculturación, sobretodo en zonas indígenas.

El período de la historia de México conocido como la Colonia, es considerada por algunos autores, Samaniego (1984) entre otros, como "un proceso de negación de la cultura anterior para pasar a la adaptación de una cultura nueva". Esta adaptación se dió de muchas maneras en los diferentes lugares del territorio mexicano, hasta considerarse como un encuentro violento de dos culturas, que pueder ser evaluado en dos aspectos: " por una parte, la eliminación de creencias preexistentes y, por otra, la implantación o revitalización de culturas importadas."

Para Le Clézio (1990), esta conquista de las culturas indígenas por los españoles es "el único ejemplo de una cultura que sumerge totalmente a los pueblos vencidos, hasta la sustitución completa de su pensamiento, de sus creencias, de su alma. La conquista no es sólo la usurpación por un grupo de hombres -extraña mezcla de barbarie y de audacia- de tierras, de reservas alimenticias, de caminos, de organizaciones políticas; de la fuerza de trabajo de los hombres y la reserva genética de las mujeres." Un buen ejemplo que confirma los asimétricos impactos del "encuentro" de las culturas indígenas y la europea, es el descrito por Ginzburg (1996): "...fueron necesarios varios siglos para que el tabaco, el opio, la mariguana y derivados de la coca entraran en la cultura de los pueblos colonizadores; el vino y los licores fuertes penetraron la cultura de los colonizados a un ritmo mucho más rápido". El mismo Ginzburg (1996) atribuye los diferentes efectos de estas sustancias en los individuos a las variaciones en el grado de control social que cada cultura ejerce, como resultado de los diferentes componentes de esa misma cultura.

En nuestro punto de vista, este proceso de adopción de una nueva cultura que sustituye a la anterior, sin lograr destruírla del todo, es bien descrita por Campos (1992): "El paso abrupto del año 3-Casa al 1521 de la Era Cristiana marcó a los vencidos con la sensación de minusvalía y orfandad que supone el recibir como herencia tan sólo "una red de agujeros". Pero los que sobrevivieron a la penetración inesperada de la cultura occidental encontraron caminos para integrarse al nuevo orden de la vida sin renunciar a núcleos esenciales de sus propias culturas como el vínculo sagrado con la tierra y el maíz. Los hilos de lo imaginario se fueron amarrando alrededor de símbolos que preservaron imágenes ancestrales de sus propias culturas que, traídas de Europa, fueron asimiladas como propias. La capacidad de convocatoria que sigue teniendo la Virgen de Guadalupe, al terminar el siglo XX, demuestra la vigencia persistente de los sustratos más antíguos de México".

El dilema del proyecto europeo se mueve entre un contínuo que va desde la destrucción total de las culturas indígenas, hasta su asimilación en el otro extremo. Le Clézio (1990), por ejemplo, toma una posición clara con respecto al poder destructor del proyecto usurpador de las culturas indígenas: "Es la ejecución de un proyecto concebido en el orígen mismo del Renacimiento con el objeto de dominar al mundo. Nada de lo que constituyó el pasado y la gloria de las culturas indígenas debe sobrevivir: la religión, las leyendas, las costumbres, la organización familiar o tribal, las artes, el lenguaje y hasta la historia; todo debe desaparecer para dejar su lugar al molde nuevo impuesto por Europa." Como resultado de la conquista y dominación de las culturas indígenas, mediante el ejercicio de la violencia por los españoles, "la guerra a fuego y sangre" precisa Le Clézio (1990) que deja sólo "...ruinas y cenizas. Los imperios destruídos, los príncipes asesinados; la cultura, la religión y el orden social indígenas reducidos al silencio..."

Por otra parte, Béjar (1979, 1969), sostiene en este sentido, que las circunstancias en que se desarrollaron las relaciones sociales, políticas, religiosas, económicas en los tres siglos de la época colonial, dieron orígen a un cambio cultural más o menos sostenido que, por múltiples circunstancias a las que no es ajeno el prejuicio racial, aún no ha terminado. Así finalmente, las manifestaciones de las culturas indígenas terminaron sometidas, marginadas y aisladas, en las que sus valores tradicionales de acuerdo con Le Clézio (1990), "se transformaron a veces en un lastre insuperable...apartados del poder temporal, excluídos del progreso, privados de voz en el ejercicio de la justicia y sometidos a clérigos de otra raza, los indios se vovían extranjeros en su propia tierra." Quizás no haya nada más expresivo de esta situación que el lamento (citado por Le Clézio, 1990) de los últimos representantes aztecas, los mismos víctimas de la cultura usurpadora: "pues pensamos que dichos españoles obran así para que nos acabemos todos y nos marchitemos y para que ya no haya ningún recuerdo de nosotros en la tierra".

Durante tres siglos que duró la Colonia, se formó un mestizaje que llegó a ser la realidad natural de la sociedad, como resultado de la "dominación de los cuerpos y las almas" como sentencia la expresión de Le Clézio (1990), para quien además, este mestizaje es fomentado a pesar de existir prohibiciones oficiales "para crear una raza despegada de esos orígenes", haciendo referencia a los orígenes indígenas, por supuesto, y dando como resultado, la creación de "una multiplicidad de castas que rivalizan en la busca del provecho y coinciden en el desprecio a la raza indígena". Es en este período de la historia de México cuando se lleva a cabo la mezcla de los valores de la cultura indígena y la española, las cuales mediante procesos sincréticos han dado por resultado el mestizaje de nuestra actual cultura. Lo mestizo es entendido por Espinoza y Pérez (1995) como "una ligazón, vínculo indisoluble de uno y otro pueblo; que crea un pueblo diferente, con valores diferentes y con únicas formas de relacionarse con los individuos, de organizarse para el trabajo, de apropiarse y relacionarse con la naturaleza".

Así, el mestizaje se da como producto de "una dominación de los cuerpos y de las almas" (Le Clézio, 1990), y como resultado de la mezcla de los españoles conquistadores (los padres) y de las mujeres indígenas que fueron tomadas como la "reserva genética" para la procreación (las madres) de quienes nace el mestizo, el hijo de la mujer indígena que ha sido violada, chingada. Aparte de todo, fue también estrategia de dominación tomar a la hija del cacique indígena, para amarrar y legitimar los despojos y abusos. Desde entonces, las mujeres indígenas cargaron el estigma de Malitzin, la doncella entregada al conquistador Cortés, entendiéndose esta denigración de la "Malinche"como sinónimo de una "traición" que prefiere lo extranjero por sobre lo propio.

Le Clézio (1990) argumenta que "para conseguir sus propósitos, los conquistadores españoles separan a los hijos de los padres y los educan en el odio a su propio pasado. Se fomentan la denuncia, la traición, y el apego a los valores indígenas se castiga como un crimen", mientras que las mujeres indígenas son consideradas únicamente como una "reserva genética", viven situaciones traumáticas, que dejan huellas en una psicología social del mexicano: "Situación particularmente espinosa fue la de la mujer: al unirse al español traicionaba a su raza y a su cultura. Pero era forzada a ello. Y los hijos crecían a la sombra de la madre y lejos del padre. Y desde entonces la familia mexicana sufre de exceso de madre y falta de padre" (Rodríguez y Ramírez-Buendía: 1992).

El mestizaje se manifiesta también como los productos de un choque entre los elementos de dos culturas "el mítico, mágico, simbólico y místico de aquí, frente al realista, ambicioso, pragmático, técnico, aventurero de allá". Pero en este choque cultural, que es también un "choque de técnicas" para usar los términos de Le Clézio (1990), los que resultan vencedores "representan todos los valores de la civilización: el derecho, la moral, la verdad religiosa" según Le Clézio (1990), mientras que los perdedores o vencidos son por otro lado "la "barbarie", la ignorancia, el vicio, la superstición". Esta desigualdad de elementos culturales oculta muchos valores de las culturas indígenas que superaban a las culturas europeas, los cuales se sincretizan en todas las manifestaciones sociales, culturales, artísticas, religiosas, folklóricas, etc.

Decir que la cultura mexicana es mestiza, es categorizarla como el resultado de una fusión de elementos culturales indígenas y españoles, para luego identificarla como la mezcla de de esos elementos que predominaron en ambas culturas y que conforman una nueva "forma de vida". Pero el mismo término usado para calificar la cultura mexicana como mestiza es confusa y poco ayuda según Béjar (1979) a "aclarar el fenómeno, pues toda cultura es mestiza, en cuanto que es producto de elementos diversos que se coordinan y sistematizan produciendo formas peculiares de vida".

Para Stastny (1984), "la conquista y colonización americana permiten la supervivencia de dos grupos". Estos grupos han sobrevivido de alguna manera, manteniendo parte de su cultura original ancestral, "cuyo contacto con la moderna cultura occidental es muy limitado", como lo afirma el historiador León Portilla (1964), quien además sostiene que las regiones donde se realizaron con mayor facilidad y más rápidamente, los procesos de aculturación, fue en los grandes núcleos de población urbana. Así, concluye Statsny el nativo es "totalmente aculturado en todas aquéllas manifestaciones oficiales de la vida colonial urbana en las que participa, entre las cuales se cuenta, por cierto, la creación artístico-religiosa: y progresivamente menos incorporado en las zonas provincianas y en las regiones rurales, donde se crean obras folcklóricas que por carecer del status oficial pueden reflejar aquélla situación."

Pero en gran parte, la cultura indígena difícilmente puede resistir a los embates de la cultura española que usa todos los medios disponibles para someter y dominar. Ejemplificando este proceso de dominación, Le Clézio (1990) detalla: "Se derrivan los ídolos; se mata a los sacerdotes, a los adivinos, a los gobernantes. Las leyes antíguas son abolidas y se prohíben las costumbres...La organización social es arrasada: los conquistadores saben utilizar los antíguos rencores, las rivalidades y hasta el alcoholismo...Los imperios destruídos; los príncipes asesinados; la cultura, la religión y el orden social indígenas reducidos al silencio" Por otro lado, argumenta Statsny (1984), el grupo occidental portador de la cultura "dominante", que se desenvuelve en su rol rector a medida que adopta los reajustes necesarios que el medio geográfico y las condiciones exigen y que se reflejan esencialmente en su "cultura material" (incorporación de hábitos y productos alimenticios).

En su obra clásica "La Cultura Criolla", Samuel Ramos (1975) expresa: "Tenemos sangre europea, nuestra habla es europea, son también europeas nuestras costumbres, nuestra moral, y la totalidad de nuestros vicios y virtudes, nos fueron legados por la raza española. Todas estas cosas forman nuestro destino y nos trazan inexorablemente la ruta. Lo que ha faltado es sabiduría para desenvolver ese espíritu europeo en armonía con las condiciones nuevas en que se encuentra colocado. Tenemos sentido europeo de la vida, pero estamos en América, y esto último significa que un mismo sentido vital en atmósferas diferentes tiene que realizarse de diferente manera."

Así, la gran heterogeneidad cultural es el producto de "distintas formas de transculturación" (Béjar, 1979) debido a que los procesos de colonización "fueron diferentes y variaron de una zona a otra, enmarcadas en un tiempo social distinto..." a las "notables diferencias geográficas y ecológicas en el territorio conquistado" Béjar (1979) denomina estos argumentos como el criterio social conformado por indicadores "culturales y lingüisticos, mientras que considera que también es importante considerar el criterio biológico que marca las características físicas como importantes con sus "particulares composiciones demográficas".

Las etapas de la conquista y la colonia en México, constituyen períodos caracterizados por la implantación de violentos y traumáticos procesos de de culturización con base en una relación conquistador-vencedor. Ya Le Clézio (1990) realiza un análisis detallado de la otra cara, el otro rostro de la destrucción: "desposeído de sus bienes, de sus bosques, el derecho a circular libremente, el indio también está desposeído de la parte más secreta de su ser. Se convierte en un hombre sin pensamiento, sin razón, sin orden moral; una suerte de descerebrado a quien su nuevo amo debe modelar a su antojo, con el fín de inculcarle los principios de la moral cristiana y el respeto a las nuevas leyes divinas."

Sobre estos fundamentos de una psicología social del mexicano, los mismos que los investigadores que han seguido los planteamientos iniciales de Santiago Ramírez y Octavio Paz, han caracterizado como los que dieron orígen a las crisis de identidad de los mexicanos: "El mexicano no quiere ser indio ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega..." (Octavio Paz: 1972). Por un lado esta negación de lo indio tiene su orígen en la violencia de la destrucción del mundo indígena: "criminal o víctima irresponsable, el indio está desprovisto en todos los casos de calidad humana. Es un ser irracional sin pensamiento propio, y sus creencias y costumbres no tienen cabida en el concierto de las culturas", apunta Le Clézio (1990). Mientras que por la otra rama está la negación del orígen español. Al respecto, Béjar (1979) afirma que "la negación de lo español es el rechazo a todas las normas culturales que viniendo de la Península resultan extralógicas o inaceptables".

Mientras que otros autores sostienen el punto de vista de que "Los dioses de los vencidos, se convirtieron en los demonios de los vencedores y así la hazaña de los europeos redundó en la destrucción de todos los valores de los naturales" (Rodríguez y Ramírez: 1992), sin darse cuenta de que al destruir con violencia las culturas indígenas y la matar a los indígenas, también se destruyen a sí mismos. Drama doble sostiene Le Clézio (1990) "pues al destruir las culturas amerindias, el conquistador destruía una parte de sí mismo; una parte que sin duda nunca podrá recuperar." En el mismo pecado encuentran su penitencia, generando su propio sacrificio, que aparece "como un castigo divino" según relata Le Clézio (1990), en la expresión del Padre Acosta, dicho " castigo está dirigido contra los españoles porque, para penalizar su impiedad, Dios los privó de los beneficios de la mano de obra indígena."

Pero lo ocurrido en México es también lo ocurrido en todo Latinoamérica, conforme lo describe Cevallos García: " El golpe debió ser tremendo, conturbador no sólo del pensamiento sino de todo el ánimo de unos hombres cuyo universo espiritual no iba más allá de unas cosas concretas y de un lote de fábulas político-religiosas desigualmente asimiladas en los varios sitios descubiertos. La desacomodación mental sufrida por los antiguos habitantes de América, sin duda , fue dolorosa por exigir de los vencidos un esfuerzo de reacomodación al que no estaban acostumbrados.."

Otros autores que analizan la problemática existente en torno a la formación traumática de nuestra cultura, lo son, entre otros: G. M. Foster (1960), quien publicó "Culture and Conquest: America´s Spanish Heritage; Gonzalo Aguirre Beltrán (1957) con su obra "El proceso de aculturación"; Fernando Cámara Barbachano (1947) con "Culturas contemporáneas de México" y Paul Kirchhoff (1943) con su estudio sobre "Mesoamérica: sus línites geográficos, composición étnica y caracteres culturales".

Para un mejor entendimiento de nuestras culturas indígenas existentes en la actualidad, en el contexto del sistema de valores y creencias de nuestra sociedad, el trabajo de Aguirre Beltrán (1968), "Las características de las culturas indígenas", delimita convenientemente la problemática existente: "...las indígenas son culturas y sociedades subyugadas que, como directa consecuencia del desarrollo colonial, han quedado situadas en una posición de subordinación respecto a la cultura y la sociedad nacionales y que esta situación de sometimiento influye considerablemente en la naturaleza y la forma de sus características culturales. Siendo como son las culturas indígenas, culturas subyugadas, su evolución se ve entorpecida por decisiones externas...".

México fue indio y luego mestizo, mientras que los criollos descendientes de españoles están en vías de extingirse, recapitula Paz. Pero estamos de acuerdo con algunos autores en las dificultades que existen para identificar la cultura mexicana solamente como una continuación de la cultura occidental de "una España transplantada" en México, como también sería un error considerarla como la sobrevivencia de las culturas indígenas. Por ejemplo, Reyes Heroles (1995) nos comenta: "Allí está un pasado prehipánico que nos condiciona en nuestra proyección de tiempo y espacio y que se remonta a varios miles de años antes de Cristo. Allí está también ese doloroso autodescubrimiento, por decirlo de la forma más amable, entre la realidad autóctona y la española, europea occidental que inyecta en nosotros también toda la carga arábiga."

Es quizá Béjar (1979) quien delimita claramente el problema al afirmar que " La cultura mexicana, como toda cultura, es síntesis de experiencias propias y ajenas; fusión de elementos autóctonos y extraños; mezcla de lo nacional y de lo universal; el caso mexicano no es la excepción de mestizaje, aunque en él el proceso de integración de contrarios se haya dificultado en extremo y todavía no se alcance a vislumbrar, en algunos rasgos, la propia idiosincracia."

Una paradoja existe en este mestizaje de la cultura mexicana, según Paz (citado por Sorman, 1992): " este pueblo mexicano que "recobra su sangre de los orígenes" ha sido totalmente conquistado por la cultura occidental. México está en occidente, me dice Paz: ya no hay civilización india. "Los blancos han sido absorbidos por los indios, pero éstos, a su vez, han sido absorbidos por la cultura de los blancos."


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios