En Pos de una “Cajita Feliz”
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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En Pos de una “Cajita Feliz”

Los regímenes políticos que se instauran a finales del siglo XX en América Latina no fueron frágiles cuando emergieron sino cuando, agotándose los créditos de su inicio, se va esfumando su diferencia con el gobierno.

La desmovilización política que conoce el Uruguay – país que ha tenido para mayor gravedad de su situación una reinstauración de su democracia y no una instauración de la misma -, se apoya además en la conciencia de la esterilidad del esfuerzo que se realice en cualquier sentido Y esta circunstancia nunca ha sido un pilar de la democracia. De hecho es una de las metas propuestas por lo que se llamó el “qualunquismo”[i].

Las cúpulas políticas han preferido un retorno de su comportamiento de finales de nuestro siglo XIX, como el mejor camino para ingresar en el XXI. Con el mismo espíritu de entonces y sin la experiencia del caso, como lección.

Han convertido el sistema político en una suerte de centro de restaurantes de comidas rápidas, donde la variante reside en el tipo de “cajita feliz”, de atracción y regalo para niños, que acompaña a parecidas opciones. El cansancio del público por el tedio de la impuesta y permanente oferta es una de las razones que explican el éxito de los llamados “outsiders”, de los cuales el peruano Alberto Fujimori fue una de sus expresiones prácticas y uno de sus asesores un ex canciller nuestro que goza de una peculiaridad: tiene como fundamento de su vanidad una frustración. La de no haber sido el príncipe de Metternich, el ministro austríaco que edificó la nueva relación entre los países vecinos al suyo. 

El desinterés nacional por la política, sin embargo, no tiene idénticos argumentos que en otras partes del mundo. Por algo sorprende a un extranjero nuestra politización nacional, sin que ello tenga traducción en las diversas instancias del proceso de adopción de políticas públicas.

No es el consignado desinterés producto del bienestar o el que sucede como consecuencia de la ignorancia de la gente, de un insano parroquialismo o un exacerbado individualismo.

Esta apatía parece responder al notorio abatimiento que ha ganado a la república desde hace tiempo, durante cuyo transcurso, empero, se han conocido momentos de ligera euforia. Y en cada uno de ellos, por una ingenuidad extrema, por una confianza mayúscula, se depositó en las elites - las mismas elites que sembraron el descontento sin proponérselo y lo cosechan sin desearlo – la esperanza de un cambio de rumbo.

No obstante, lo curioso no es que esta anómala situación – la llamada crisis económica y social que señorea, y la política que se encuentra a la vista en el horizonte - sea la principal fuente del decaimiento generalizado que ha ganado al país y en la que cada uno de los uruguayos se siente o siente a su semejante sumido en un pantano en el cual todos y cada uno de los esfuerzos que pueda realizar contribuyen a su propio hundimiento personal y familiar.

Entre los motivos que inciden directamente en estas circunstancias según han sido repetidos por toda la clase dirigente de todos los partidos políticos, figuran causas que residen en el exterior o en la mala suerte.

Estos dos eventuales orígenes de los desvelos compartidos, por estar fuera de nuestro alcance el revertirlos, contribuye a fortalecer el abatimiento que acrecienta y profundiza la mal denominada crisis.

Dejemos de lado las supuestamente incontrolables desgracias, de las cuales el retorno de la aftosa al país puede ser un ejemplo. Para el caso, no era difícil prever su oficial reaparición dada la persistencia de la misma en la región (y la “oficiosa” presencia anterior”). Tarde o temprano íbamos a pagar caro la imprudencia que llevó a que se dejara de vacunar contra ella. Lo mismo ha ocurrido en otras áreas de actividad, intensificándose la descortesía con la realidad, a comienzos de la década de los 90, como tantas otras cosas. 

Insistimos: ¿No llama acaso la atención que sobre un gran tema nacional, aquél cuyo debate ocupó considerable tiempo en un lejano pasado, haya llegado la clase dirigente a un consenso sin que nadie públicamente se enterara porqué? El argumento fue sustituido por el adjetivo. El análisis se convirtió en auto alabanza: “Lo hemos hecho más rápido que Europa”; “Hemos constituido un mercado de 200 millones de personas”. Frases éstas escuchadas hasta el hartazgo. Pocas veces se ha señalado - nunca con énfasis desde el oficialismo - que no pudiéramos tener, nosotros los uruguayos, el reconocimiento de nuestras zonas francas, pero sí Argentina y Brasil (salvo para el sector servicios...), por citar un caso de los muchos asordinamientos que caracterizaron el rápido proceso de acuerdo en la conformación del MERCOSUR, en que recién ahora se atina a observar algunos olvidos: mecanismos reales para la solución de controversias entre las partes, la ausencia de atención de políticas macroeconómicas, las nuevas barreras para arancelarias que dificultan el comercio zonal, etc. Y no es que nadie lo hubiera advertido. Sucede que simplemente se optó por destacar “el lado positivo de las cosas”. Recurso éste de uso corriente en las mismas elites cuando se trata de saltearse la realidad para dejar aflorar libremente el voluntarismo.

Lo que el Uruguay soporta – vaya a saber por cuánto tiempo más - es una equivocada inserción internacional y en una institucionalidad que relega al ciudadano.

Pocas cosas en la vida entera de la República han tenido la misma importancia que esa decisión. Y ninguna menos consideración por el público. Eso sí: sobraron elogios de la clase política a la sorprendente resolución.

[i] Posición que es la sostenida en la Italia de la última pos guerra por Giuglelmo Giannini y por la que se pretende representar al hombre corriente en tanto “mayoría silenciosa”, busca la desmiovilización política y pregona verdades técnicas para temas políticos, implementadas por técnicos, arrinconando las gestiones gubernamentales en actos administrativos. El origen del nombre proviene de la publicación L’uomo qualunque. Se considera dentro de esta corriente al “poujadismo” de inicios de los años 50. La definición del primero admite ser ajustada a las políticas que llevanb a cabo en la actualidad los gobiernos conservadores del latinoamérica en su lucha contra la inflación, la buscada desmotivación de su participación en la política y la instrumentación de lo que llaman eufemísticamente “políticas responsables” parta referir a las viejas orientaciones del liberalismo económico, generador del darwinismo social. Ver asimismo, nota final XXVIII del Anexo de éste trabajo.

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