Una Paciente Labor
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Una Paciente Labor

Por su parte, los descendientes de Alfonso Henriques siguieron su labor, con suerte variada. Fue uno de su mismo nombre, pero segundo de número, quien inicia la conquista de Algarve. Un dominio taifa - esto es, de una banda de guerreros musulmanes – como tantos de las surgidas por la desintegración del Califato de Córdoba.

Era nieto de Alfonso Henriques y casó con otra Urraca de Castilla, hija de un otro Alfonso, el VIII. Al Alfonso II de Portugal  le decían el Gordo, no se sabe si por su aspecto o por haber robado dineros eclesiásticos. En realidad fue acusado de malversación de fondos y, como consecuencia de no repartir debidamente los dichos caudales, sagrados si los hay – entonces y hoy día - , se sostiene que fue excomulgado por el papa conocido como Honorio III (1216-1227), previa pelea por “los vueltos” – como se diría en Argentina en la época de Menem - con el obispo de Lisboa, obviamente.

Siguiendo la línea de su visionario ancestro, luego de lograr el desplazamiento de su hermano Sancho, que era el rey, otro Alfonso (el III en número) consolida la conquista sobre los moros y el reino pudo llamarse de Portugal y Algarve. Se casó este hijo de El Gordo con Beatriz de Castilla, también hija natural y nada menos que de otro Alfonso. El X de ese nombre, más conocido como “El Sabio”.

Lo hace cuando éste último hacía dos años que era un monarca que quería ir a más desde que buscaba ser nombrado emperador del Sacro Imperio.

Esto de las traiciones pasadas de su futuro yerno no lo impresionaron como argumento desfavorable desde que él tenía en su haber el asesinato de su hermano Fadrique.

Con este Alfonso, El Sabio, logra el otro Alfonso, el portugués, digamos, una negociación interesante, precisamente con motivo de Algarve. La solución no podía ser más ingeniosa para la época. La propiedad pasó a ser del castellano y la posesión, con sus beneficios, del lusitano.  Y además Beatriz, en un régimen casi parecido. Hoy día es algo común: la nuda propiedad que le dicen, y el usufructo. En el caso del bien inmueble, me refiero.

El Alfonso de marras fue un adelantado en varios aspectos de la vida pública portuguesa: Desvaloriza la moneda en más de una cuarta parte en 1263 – sus deudas eran cuantiosas - e inventa el empréstito sin reembolso, al que luego lo pasa a denominar impuesto extraordinario, una vez acostumbrados los súbditos a pagar sin recibir nada a cambio.

Su hijo, Dinis “El Liberal”, lo opacó brillantemente. No solamente asentó la Universidad de Coimbra e hizo utilizar el idioma portugués en los tribunales de Justicia, sino que además realizó acuerdos de paz con todos los reinos cristianos de la zona, después de conquistar lo que hoy se llamarían “fronteras seguras”; creó una flota real y realizó un acuerdo comercial con Inglaterra. El primero que se registra.

Intensificó igualmente el intercambio con Flandes y Francia, fomentando la exportación de lo que llamamos bacalao, es decir el pescado de ese nombre curado con sal, el cual tenía un alto valor agregado y daba trabajo directo e indirecto a un importante número de trabajadores: extraían la sal de sus minas, capturaban el pescado, y lo ponían a secar y salaban sus mujeres. A cambio de la venta al exterior del bacalao, Portugal efectuaba la importación de bienes. La producción agropecuaria fue estimulada con protección, con el fin de lograr lo que siglos después la Unión Europea denominaría una política de seguridad alimenticia.

            Esta dinastía que, como casi todas, nació de un acto de traición y creció gracias a estudiadas felonías – con algunas trascendentes excepciones como la recién consignada -  tuvo un epílogo abrupto, al igual que otras Casas Reales ... o particulares, en el transcurso de los tiempos.

            Ocurrió el final con un Fernando, quien, aunque no se crea dada las costumbres de entonces, era hijo legítimo, su padre no se llamaba Alfonso sino Pedro, su madre ni Leonor, ni Beatriz sino Constança y no era castellana, ni aragonesa. Eran demasiadas excepciones.

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