Cuando Prima el Interés Nacional  
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URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Cuando Prima el Interés Nacional  

Es de un candor culposo sostener que la apertura sin control de los mercados nacionales a cualquier empresa del mundo desarrollado permite una mayor eficiencia en la tarea que debiera desarrollarse y se defienden mejor así los intereses de todos. Batlle no lo creyó. La preocupación se manifiesta asimismo cuando la administración de las empresas públicas y, en particular, en la obligación de éstas de destinar sus ganancias a inversiones tecnológicas que mejorasen y mantuvieran al día la calidad del servicio prestado y a la rebaja tarifaria que favoreciera a los usuarios. Nunca se le ocurrió que debían ser estas empresas un destino político, independientemente de la capacidad profesional del designado a su frente o que las utilidades que generaran las mismas fueran una fuente de recursos del gobierno central.

El mismo criterio quiso implementar para la pavimentación de las calles de Montevideo, pero una coalición de intereses empresariales extranjeros y de hombres políticos nacionales, contrarios a la orientación de don Pepe obligó a éste a darle participación a una empresa alemana, a la que le asignó, sin embargo, sólo un 5% del total de la obra a realizarse, que era de un millón de metros cuadrados.s.

Montevideo tenía ya por entonces unos 200 mil metros cuadrados de calles asfaltadas y París 900 mil.l.

Hoy día es común la preferencia nacional manifestada en una diferencia porcentual del precio en las ofertas de los contratistas de obra. En aquellos años esto era mirado como una extravagancia en pos del camino equivocado, por los grupos conservadores y los abogados nacionales de las firmas extranjeras, que constituían, obviamente, “la opinión sensata y responsable” que sistemáticamente se oponía a Batlle.

Su objetivo último, desde el principio de sus campañas periodísticas y gestiones presidenciales era eliminar concesiones a las empresas extranjeras.

Siendo el Estado el único capaz de obtener los créditos externos necesarios para llevar adelante las obras, se convertía así en el motor del desarrollo. Y buscaba alentar a la industria privada nacional. Es más, fue él quien obliga a que los uniformes del Ejército sean confeccionados aquí, aunque ello resultase más caro para el Estado. Era dinero que quedaba en el país a través del pago de salarios, de utilidades a los empresarios que volvían a invertir y a generar más empleo. Incluso esa posición se refleja en la construcción de edificios públicos. En su posición respecto a ese tema señaló que no pudiéndose esperar que el sector privado llevar adelante obras de gran importancia arquitectónica, era el Estado quien debía hacerlas. Pero claro, no se trataba de fomentar ineficiencias.

Los EE.UU. lo han hecho siempre e Inglaterra actuó internamente, precisamente, de manera fuertemente proteccionista. ¿O acaso los resguardos ingleses en defensa de sus empresas en su propio mercado no fueron tales? Esto de abrir unilateral y drásticamente las economías mientras protestamos porque no hacen lo mismo los países centrales es la única variante de lo que sucedía entonces, sostenida en beneficio exclusivo del ridículo.

Las orientaciones seguidas por el gobierno nacional permitieron sortear eficazmente la crisis bancaria que se presentó a mediados de 1913.

“Volvió la confianza – se ha escrito al respecto – por el apoyo moral prestado por los Poderes Públicos; por la actitud adoptada por la banca privada; por la colaboración de las entidades gremiales; y, luego, por todo el país[i].

El autor no consigna, sin embargo, que el apoyo de la banca privada fue fundamentalmente la extranjera – o la que estaba al servicio del alto comercio - desde que los envíos realizados a sus casas matrices del oro que tenían de reserva la había colocado en una situación de extrema debilidad, por lo cual les servía a sus intereses ese retorno de confianza. Cosa que no lo habían sentido cuando efectuaron las remisiones que señalamos. Como tampoco el Banco Comercial (¿cuándo no?), el cual fragilizó a propósito la posición del Banco República convirtiendo todos los billetes de éste en su poder, en el oro a la vista que prometían.

Eduardo Acevedo[ii] señala sobre esta crisis: “El año 1913, decía nuestro Ministro de Hacienda[iii], ha sido de crisis monetaria y, por consiguiente, de restricción en materia de operaciones de crédito. Nuestro país ha debido experimentar los afectos del fenómeno mundial.”

“Es este un año que ha puesto a prueba la vitalidad del Uruguay , agregaba el Ministro de Hacienda en 1914. Lluvias torrenciales, durante un período de seis meses, que hicieron fracasar la cosecha de 1913 y en un 50% los trabajos de siembra de 1914; epizootias destructoras en la ganadería; paralización del tráfico interno por el mal estado de los caminos; fracasos de la emisión del segundo millón del Empréstito Ethelburga y, finalmente, el estallido de la guerra europea”.

“Entre las manifestaciones de la crisis de 1913 – continúa Acevedo – se destacaba el encarecimiento de los medios de vida, un fenómeno que, lejos de ser local, afectaba en esos momentos al mundo entero. “

Unos párrafos luego agrega: “En algunos casos emanaba el encarecimiento de factores internos, fáciles de combatir. Para detener la suba del pan, la Municipalidad de Montevideo hizo compras en la Argentina, que provocaron la regularización de los precios. Los mayoristas y minoristas pidieron y obtuvieron luego que se hiciera lo mismo con el azúcar. Más adelante la Asamblea instituyó una Comisión Reguladora de los alquileres y de los precios de los artículos de consumo...” 

Esta, la de 1913, fue una crisis monetaria, - nos dice Octavio Morató[iv], coincidiendo con lo dicho entonces por el ministro Pedro Cosio como hemos visto - producida por las obligaciones creadas por el Banco de la República con una extensión inusitada de sus colocaciones, a base de las disponibilidades que le ofrecía el amplio margen de emisiones fiduciarias dentro de un mercado sobre el cual detentaba el monopolio de la emisión de billetes, al amparo del privilegio de hecho y de derecho que disfrutaba integralmente.

El Banco de la República no había advertido – agrega - que la situación económica internacional se volvía contraria desde algún tiempo atrás, sobre todo en cuanto al movimiento de capitales, que operaba la reconcentración hacia los mercados de cuyo origen habían partido; por regla general hacia los mercados financieros europeos y de Estados Unidos, bajo la presión de las amenazas de una posible conflagración en Europa.

El desequilibrio entre las obligaciones y las disponibilidades auríferas del Banco, socavadas desde 1911, era evidente, observa Morató. La constitución de reservas especiales era de creación imprescindible para atender compromisos en circunstancias que se presentaban ya con carácter desfavorable.

La desconfianza sobre la estabilidad de la paz europea existía ya desde 1911; era un hecho que no podía ser desconocido; era un hecho notorio. Ya se hablaba de ello desde principios de aquel año.

Algunos sucesos políticos de trascendencia llenaban de sombras el porvenir de Europa, comenta. El primer hecho grave fue producido entre Francia y Alemania, conocido por “incidente de Agadir”, a causa de la presencia de un crucero alemán en ese puerto.

La desconfianza general, sobre todo en el terreno financiero, tomó allí su punto de apoyo y de partida, y se tradujo en una restricción general de créditos y en su retiro de capitales, llamados de todas partes del mundo, y en el atesoramiento de oro en gran escala. Los grandes Bancos empezaron a reforzar sus encajes. Alemania reforzó su tesoro de guerra – recuerda - en oro por cantidades colosales, adquiriendo fuertes partidas de metal amarillo llegadas de Africa. Otras naciones prepararon sus reservas metálicas y las aumentaron. Francia inició una campaña enérgica de nacionalismo económico sobre todo financiero, obstaculizando la cotización de los valores extranjeros y prohibiendo la introducción de nuevos valores.

En 1912 se produjo – resume - la guerra ítalo-turca[v]; enseguida la de los Balcanes con Turquía, seguida luego por la de Bulgaria contra Grecia y Serbia. 

La crítica de una eventual imprevisión nacional desde el año 1911 por lo que estaba ocurriendo en Europa tuvo como destinatario a José Serrato, el ministro de Hacienda que preparó por entonces un empréstito – de óptimas condiciones para el país - , a la espera del momento oportuno de llevarlo adelante. Es decir, de una mejor situación que la presentada entonces en el mundo.

La crisis que se vivió puso de manifiesto que nuestra bonanza no procedía de conflictos externos, sino de la paz mundial, de menos lazos barriales y, en lo nacional, del incentivo a la producción, de la lucha contra la especulación, el agio y la usura. Y esto va dicho sin afirmar lo contrario. Esto es, que no nos hayamos beneficiado también en alguna oportunidad cuando existieron guerras en que participaron países relativamente más fuertes económicamente que el nuestro. Pero no fue la norma. Y ésta no conoció excepciones en los gobiernos de Batlle y Ordóñez.

Lo que tampoco ocurrió es el abandono o la postergación de la apuesta por la producción: El desarrollo de una economía sustentable por el progreso de su tecnología, la variedad de sus mercados, la calidad de sus productos y la seriedad de las políticas sociales implementadas.

Camino éste iniciado por Batlle y Ordóñez y notoriamente descontinuado en las últimas décadas, profundizándose sin retorno a partir de los inicios del golpe de Estado de 1973.

Los países centrales fueron quienes tomaron la iniciativa de prohibir la salida del oro de sus territorios. La solución de Batlle: una respuesta análoga, agregando que el oro generado por nuestras exportaciones y que estaba impedido en el exterior de verse remitido al Uruguay fuera depositado en nuestras embajadas o a nombre del país, imputándose su existencia a nuestras reservas. 

En aquél entonces los Balcanes vivían las consecuencias de la crisis en el Medio Oriente, que se había revelado – entre otros hechos - en la aparición en la escena histórica de los denominados jóvenes turcos[vi].

La debilidad del Imperio Otomano habilitó el primero de los conflictos citados por Morató (el ítalo-turco) y da lugar, posteriormente, a las Guerras Balcánicas. Sus consecuencias, todavía hoy, casi cien años después, continúan siendo, con justificados motivos, uno de los centros de la preocupación mundial.

Este enfrentamiento bélico - que como recuerda Pierre Renouvin fue “el primer acto verdaderamente autónomo de la política exterior de Italia - puso en peligro la modificación de los cálculos de los problemas mediterráneos. El gobierno inglés se dio cuenta de ello, aunque no pensaba hacer de aquél asunto un casus bellis[vii]”.

Por aquellos años, los italianos modernizan la guerra utilizando el avión con fines militares. Más importante aun: se produce el efecto global de una crisis. Las medidas resueltas en aquella época – nos interesan ahora las económicas y financieras - por diferentes países centrales en defensa de sus intereses nacionales muestran una ruta a recorrer. Ignorarla hoy día, más que “un crimen es un error”. Y todavía algunas potencias –era el caso de Italia y en menor medida de Rusia -, continuaban sintiendo los efectos de la ausencia de una consistente política externa, y problemas económicos y financieros aumentados por la crisis mundial de 1907.

Es cierto que en 1912, cuando la primer Guerra Balcánica, Rusia ya se encontraba en condiciones de no sufrir la afrenta que había sentido en la anterior dificultad, la de 1908-1909.

De cualquier manera - sea dicho en descargo de la actitud expectante de Serrato para ese empréstito que había preparado y cuya realización hubiera asegurado el país modelo que buscaban concretar con Batlle y Ordoñez – los capitales europeos no se encontraban remisos a realizar inversiones: Dineros alemanes concretan el ferrocarril de Bagdad y los de origen francés, una línea férrea que atravesaba los Balcanes.

El retroceso ruso de 1909, en su rechazo a la anexión de Bosnia Herzegovina por el impero austro-húngaro llevada a cabo en 1908, fue provocado por su propia debilidad y la ausencia de respaldo de la Triple Alianza que integraba con Francia y Gran Bretaña.

Asimismo, en 1912 el resurgimiento de espíritus nacionalistas encontrados – es decir, rivales entre sí - en los países balcánicos, que se unían contra la dominación turca, le permite a Moscú una mayor participación en la región que consideraba debía tener, por el pasado y por el peso de las poblaciones cristianas de la región. Pero Rusia se pasa de punto en su aliento a esas posiciones y no puede detener la deflagración del conflicto, en octubre de 1912. Por ese hecho, Turquía finaliza el enfrentamiento con Italia. Pero digamos que esos nacionalismos son previos. No creados o inventados para el supuesto proceso de descolonización de dicha región[viii].

La contienda entre los estados balcánicos y los turcos se prolonga hasta mediados de 1913 en que por un armisticio estos últimos abandonan casi todas sus posesiones europeas.

Los vencedores, sin embargo, comienzan una serie de enfrentamientos entre sí que da lugar a la segunda Guerra Balcánica, que culmina pocas semanas después y cuyo final le hizo retomar a Rusia una cierta influencia en la zona[ix]. Todo lo cual desemboca en la Primera Guerra Mundial.

[i]Conferencias pronunciadas por el contador Octavio Morató. Op. cit. 

[ii] Eduardo Acevedo. Op. cit. 

[iii] El ministro de Hacienda era Pedro Cosio (1873-1943). Con el pasaje del tiempo sabrá eficazmente incumplir con su invocado pensamiento batllista, permaneciendo como neutral en la polémica entre el batllismo y el Vierismo, renunciando por ello a la Comisión Nacional del Partido Colorado y al Comité Ejecutivo de la misma. Apoyó, además, la dictadura de Gabriel Terra siendo su ministro de Hacienda (1933-1934).

Integró el primer Consejo Nacional de Administración con un mandato de cuatro años (1919-1923) siendo luego presidente del Banco Hipotecario (1923) y del Banco de Seguros (1936).  

[iv] Conferencias pronunciadas por el contador Octavio Morató. Op. cit.

[v] En realidad la guerra ítalo-turca se desarrolla a partir de 1911. Los bombardeos desde aviones se producen en ese año contra las fuerzas árabes de lo que hoy es Libia y por entonces era Tripolitania. 

[vi] Grupo de jóvenes oficiales y civiles opositores al tiránico sultanato otomano en versión islámica que toman el poder en 1908. 

[vii] Pierre Renouvin. Historia de las Relaciones Internacionales – siglos XIX y XX. Akal editor. 1982. 

[viii] Cuando el proceso de descolonización africano se ha hablado de “balcanización” africana como política de las potencias centrales que inaugurarían con esa política un neo colonialismo.  

[ix] La precipitación de las hostilidades involucró el propio concepto de "balcanización": la obligada convivencia de grupos enfrentados por intensas divisiones culturales, políticas y religiosas que tienen, empero, uno o varios orígenes comunes. Tal como aconteció recientemente.

De algún modo los Balcanes son el pasado de Europa que permanece como presente. Y no logrará Europa afirmar su futuro sin superar ése, su pasado.

A las civilizaciones y a sus etapas constitutivas les ocurre lo que a los hombres: son persistentes las huellas profundas de su recorrido inicial.

Desde el punto de vista geográfico Europa es sólo la denominación caprichosa de un extremo de una masa continental cuya parte mayor es llamada Asia y cuyos límites orientales, por lo mismo, son meramente convencionales. ¿Porqué los Urales? ¿Porqué no el Danubio o el Volga? ¿O una línea imaginaria que empiece en cualquier lugar más acá del Mar Negro, por ejemplo, y termine más allá del Báltico? ¿Porqué no pueden ser éstas otras la separación de esos "dos" continentes que son no obstante uno?

Desde el punto de vista político la cuestión es distinta. La arbitrariedad es algo menor pues sólo desde hace poco tiempo se comparten simultáneamente valores que hacen relevante la diferencia: los correspondientes al humanismo liberal que ella históricamente conformó a partir de una construcción cultural, concebida a escote.

Europa fue colectivamente y durante mucho tiempo más un venir de, que un ir hacia. Y esa característica es hoy la de la península Balcánica fecundada también por diversos padres.

Otras regiones de esa masa geográfica - las predominantemente asiáticas - han sido simplemente un estar, un ser. Animado pero estático. O de movimientos tan lentos que resultan sólo perceptibles luego del transcurrir de los siglos.

Por uno de los muchos "inicios" de Europa se puede afirmar que dos corrientes humanas - evito la calificación de culturales porque habría que referir a sus distintos estadios lo que no viene al caso - tienen una presencia mayor: la indoeouropea - de origen incierto - y la minoica procedente de Africa del Norte.

De la primera se puede decir derivan desde casi todas las lenguas que se hablan en Europa hoy día, hasta el caballo que figura en nuestro escudo.

Y es en los Balcanes si no donde nace, uno de los sitios desde el que emerge esa Europa. Aun antes de Alejandro el Magno pasando por él mismo y luego, verbigracia, por relevantes emperadores romanos como Aureliano, Diocleciano, Constantino y Justiniano que originarios del lugar incidieron en el mundo. Ya en nuestros tiempos, en nuestro siglo, vemos a Ivo Andric el premio Nobel autor de Puente sobre el Drina.

Allí, en esa zona, la estrategia expansiva rusa buscó afianzar su occidentalización luego de obtener primero con Pedro el Grande el acceso al Báltico y con Catalina II al mar Negro. Pero lo hace con el pobre del zar Nicolás, el primero, tan infeliz como el segundo de los Nicolás, que de esos temas tenía menos idea que Milosevic y casi idéntico ardor, lo que no es poco decir. Cuando la pasión se deja acompañar por la ignorancia siempre resulta en intensa crueldad aun contra el que habita dicha promiscuidad.

Desata Nicolás la guerra de Crimea y, con ello, el principio del largo fin del zarismo y del cruce de nuevas alianzas políticas en los Balcanes.

Estos fueron, además y en ocasiones, primera trinchera oriental de Europa y confín occidental de imperios del Asia Menor. El último de los cuales, el otomano.

Las vicisitudes político-militares producidas en ese suelo, que vivió olas migratorias distintas del mismo perdido origen de los pueblos indoeuropeos, fueron creando hendiduras insalvables. Alimentadas también por cuestiones religiosas.

Habitualmente un mismo origen produce divisiones muchos más profundas que las que podrían aparejar la convivencia de pueblos de fuentes distintas.

El síntesis, como afirmaba Ortega, el hombre no tiene naturaleza, tiene historia. Y está condicionada por ella. Es un ir siendo, para usar un gerundio caro al pensador español. Pero en los Balcanes esa dinámica esencial, vital, se detuvo. Se convirtió en un ir repitiéndose. Así su pasado ha vivido en permanente y paradojal actualidad. Y esto siempre resulta en una tragedia colectiva que se vive como drama cotidiano y personal.

Tuvo influencia en nuestro suelo antes de la fecha que repercute en crisis y el Cono Sur recibió olas de gente procedente de aquellos sitios.

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