Nuevo Empuje de la corrida bancaria en Uruguay
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Nuevo Empuje 

La situación argentina y su rebote en Uruguay impulsó nuevamente la corrida bancaria de los depósitos auríferos que tenían los argentinos en nuestro país, lo que se sumó a los retiros de nuestros propios tenedores de créditos.

Todo lo que motivó, como en 1868, la desesperación de la gente, la aglomeración frente a la puerta de los bancos, la angustia de los deudores, la alegría de los usureros encabezados por el Banco Comercial, la depresión generalizada. Y, en la ocasión, un impuesto a los sueldos de funcionarios públicos del 10% del sueldo bruto más un 5% del monto neto del mismo que se prolongará en el tiempo.

La administración de Julio Herrera decretó originalmente un feriado bancario por cuatro días, que alcanzó a la Bolsa y a la Justicia. Medida que fue prorrogada por dos días más. Luego se aprobó el cierre temporal de la Bolsa y la suspensión de la actividad de la Justicia por tiempo indeterminado en estas materias, en atención al reclamo de los sectores afectados – la inmensa mayoría del país, no toda silenciosa como en la actualidad - por la irresponsable política gubernamental desarrollada hasta ese entonces.

En un primer momento, el gobierno uruguayo solicitó un préstamo externo de tres millones de pesos para cubrir los retiros de depósitos en el Banco Nacional, el cual fue otorgado a través del Banco de Crédito Popular de Río de Janeiro por un sindicato financiero francés, actuando en representación de la institución carioca el gerente del Banco Inglés del Río de la Plata con sede en Montevideo.

Dicho monto, empero, resultó bajo para las conversiones que realizaba el público. En pocas palabras: se pidió de menos... Es decir, se equivocó el gobierno en el monto de sus necesidades – como vendría a suceder recientemente. Y fracasaron – ante esa prueba agregada de posible política “al bulto” -, las gestiones realizadas ante la institución brasileña para la ampliación del préstamo.

Se decidió recurrir, por ello, a Gran Bretaña, siendo intensas y dramáticas las negociaciones, según consignan en la época preocupados órganos de prensa brasileños, lo que contribuye al retraimiento de la banca de ese país.

El Uruguay, mientras tanto, dejó nuevamente de honrar los servicios de su deuda externa.

Los comercios cerraban, la pequeña industria estaba postrada, la gente pasaba de un ridículo entusiasmo fomentado por el gobierno a la angustia que le imponían las reales circunstancias. Pero las farmacias de esos años (boticas les decían hasta hace no mucho) no sintieron la necesidad de acrecentar su inventario de sedantes químicos. No los había.

De esas ruinas provocadas por el Banco Nacional pasó a manos del Estado la Usina Eléctrica de Montevideo[i], la cual, no muchos años después se insistía en devolverla a manos privadas porque sostenían que eran más eficientes.... De contralores, ni hablar. Como ahora.

Batlle y Ordóñez se negó a hacerlo en las dos ocasiones que le fue planteada dicha posibilidad, ya durante su primer Presidencia. Había sido demasiado traumática la experiencia, como para no convertirla en lección.

Resultaba un servicio esencial y don Pepe no quería que con ese tema se jugara nunca más en el país. Es por ese motivo, que en la última oportunidad en que recibe un planteamiento de compra de la misma, no solamente se niega a aceptarlo sino que además nombra los primeros técnicos en comunicación para que trabajen en ella. Sucedía que el funcionamiento de los teléfonos y la telegrafía – en manos privadas extranjeras – ya venían funcionando extremadamente mal y, en cualquier momento, se repetiría el fracaso, pero en esta otra área de actividad.

En aquél contexto negativo del sistema financiero uruguayo surgió, además, el Banco Hipotecario - formado con las carteras de activos de la Sección Hipotecaria del Banco Nacional del Uruguay, que gozaba del monopolio de esa actividad (la cual hasta el año 1887 había sido libre), permaneciendo dentro del sector privado -, el cual facilitó en un primer momento el pago que debían hacerle de los adeudos, con el fin de salvar el valor de los bienes que actuaban como garantía de los créditos y, en consecuencia, los respaldos de los préstamos otorgados. Posteriormente sus accionistas se incorporan a las huestes del Banco Comercial, siendo ambos acusados, reiteradamente, de ser despiadados especuladores.

La situación, la de mantener en manos de acreedores del Banco Nacional en condición de accionistas lo que fuera su Sección Hipotecaria, generó diversas tensiones.

La mayoría de ellas resultaba de la especulación alimentada por la influencia decisiva que tenían dichos accionistas sobre los bienes inmuebles del país y la industria de la construcción.

La distorsión provocada en el mercado inmobiliario y los abusos que se cometían contra los deudores, llevaron a que años después, también en la Presidencia de Batlle y Ordónez – pero durante la segunda en ésta ocasión - , el Poder Ejecutivo presentara un proyecto de ley, en 1912, el que es rápidamente aprobado por las Cámaras, pasando a manos del Estado el funcionamiento de dicha actividad.

La posición de Batlle había quedado señalada en la gran crisis de 1890. Y se enfrentaba a los mismos intereses y a muy parecidos argumentos a los que escuchamos desde hace décadas, siempre travestidos de modernidad. 

El viernes 27 de noviembre de 1891 con el título Proyectos de Salvación, expresaba su diario: “Están ya prontos, según los informes que se publicaron ayer en El Día, los proyectos con que pretende solucionar la crisis el Poder Ejecutivo. Se organizará el Banco Hipotecario con absoluta independencia del Estado, a pesar de que éste es el que todo lo da para su fundación; y se creará un nuevo Banco Nacional, también absolutamente independiente de la Nación, a pesar de que es ésta la que lo instituye.

¿Tenéis algo que objetar? No lo digáis!. Estando privado de toda injerencia en ellos el gobierno, debéis tranquilizaros por completo- serán prudentes y honestamente administrados; serán administrados por directores de Londres o de Pekín, a quienes sobra a lo que a nuestros patricios les falta: tino y honradez. –Esta doctrina podría ser considerada como un sacrilegio en un país donde hubiera un poco de amor propio y de altivez nacional, pero aquí la aceptamos y la ponemos en practica de muy buena gana!... Pasemos, pues

( ...[ii])

Viene después el proyecto del nuevo Banco Nacional. ¿Quieren oro? Pues ahí tienen oro, - dice el Gobierno, y nos anuncia un Banco que se instituirá con ocho millones de pesos oro, que vendrán del extranjero a ganar buenos intereses en el país.

No preguntamos más. Ocho millones de pesos oro! Eso nos satisface! Pensamos y obramos como el derrochador sin compostura que quiere tener dinero a todo trance. ¡Que le importa a él lo que vendrá después! Lo esencial, lo irremediable, es que tenga oro en el momento en que lo necesita. Su previsión no llega hasta el día de mañana. Sucederá, después, lo que Dios quiera!

Así, los ocho millones de pesos que vienen del extranjero a aliviar por un momento nuestra angustiosa situación financiera y económica, nos deslumbran y nos sentimos inclinados a no preguntar más. Un espíritu reflexivo se diría, no obstante, que esos millones no se nos darán gratis, que irán a engrosar la deuda ya extraordinariamente grande que tenemos con el extranjero, aumentando la cuota de intereses que no podemos abonar ya sin extenuar al país. Pero somos oristas, queremos oro, y no nos importa pagarlo caro. No queremos pensar en que nuestra conducta nos da un resultado contraproducente: - traemos el oro al país ocasionalmente en forma de empréstitos y lo alejamos permanentemente en forma de intereses[iii] 

Por otra parte, a mediados de ese año se deterioran las relaciones con Brasil: Fuerzas del ejército de línea cruzan la frontera y asesinan a un oficial del ejército uruguayo y a un miembro de la Policía. Se decía que los revolucionarios riograndeses tenían su base en Rivera. Luego de una dura y firme nota de protesta de nuestro ministro en la Legación uruguaya en Río de Janeiro, José Vázquez Sagastume[iv], quien recogió en la misma la indignación de la opinión pública nacional, el gobierno brasileño decidió una investigación de los hechos y pagó posteriormente las indemnizaciones correspondientes, pidiendo además las disculpas del caso.

Pero además, en ese 1891 que así inauguraba políticamente Julio Herrera, es de recordar la muerte por desnutrición de, al menos, un niño en el Interior y el crecimiento de improvisadas viviendas populares en los ejidos de las ciudades. Algo parecido a lo que desde comienzos de la década de 1990 se llaman asentamientos irregulares, cuyo crecimiento desde entonces ha sido exponencial. Esto, sin perjuicio de consignar que cien años después de lo que nos ocupa, también se aprueba a inicios de los 90, por vía impositiva, la reducción de salarios, y no sólo de los funcionarios públicos sino de todo asalariado y un nuevo y duro ajuste fiscal.

[i] La propiedad había quedado en manos del Municipio de Montevideo, pero su administración la hacía el gobierno central. Fue especial preocupación de Batlle que estuviera dirigida por profesionales y defendió su propiedad pública ante el modo como había sido manejada por el sector privado y la avidez de ganancia que mostraba entonces el capital inglés, despreocupado por la suerte del emprendimiento y sus clientes. 

[ii] Continúa el editorial del siguiente modo: El Banco Hipotecario no sería de cuatro, sino de tres pies: la deuda de garantía, la deuda de indemnización, y el privilegio de la emisión de cédulas hipotecarias serían esos pies; todo esto lo regala el Estado a los señores accionistas del Banco Nacional a titulo de indemnización. En cambio ellos le niegan al Estado la más ligera injerencia en el Banco!

No somos enemigos de los accionistas, ni queremos perjudicarlos. Muy al contrario. Desearíamos que el Banco Nacional se reorganizara. Creemos que es justo y patriótico empeñarse en aminorar sus pérdidas, ya que ha sido su fe en una institución nacional lo que los ha perjudicado. Pero somos enemigos de las sofisticaciones.

El Estado no debe indemnización alguna a los señores accionistas. Tenían ellos una mayoría de directores que los representaba en el Banco Nacional y estos directores procedían con plena capacidad jurídica. ¿No se ha hecho todo por votaciones regulares, en las que ha predominado la mayoría? ¿Pues de qué podían quejarse?... Quizás, si se fuera a cuentas, podría probarse que son los miembros del Directorio elegidos por los accionistas los que han llevado al Banco a la ruina, y no los que designó el Gobierno...

Sea de ello lo que fuere, el hecho está ahí, en su brutal realidad: - que el Banco faltó a sus compromisos, que se colocó en condiciones de no continuar funcionando, y de no poder usar, por tanto, de los privilegios de que el Estado lo había rodeado. ¿Pretendería, acaso, inutilizarlos en sus manos hasta el término de la concesión? Absurdo! ¿Pretendería adjudicarlos al mejor postor en subasta publica? Más absurdo aún. Los privilegios se conceden a tal institución, fundada en tales condiciones determinadas, con garantías bien expresas de que se ha de usar de ellos para bien de la comunidad. ¡Pues no faltaría más sino que se vendieran como se vende una alfombra o un mueble viejo, y nos saliera después cualquier Juan de los Palotes fundándonos un Banco Nacional, hecho y derecho, en relaciones o no con el Estado!

El interés del los accionistas del Banco Nacional puede ser muy respetable; pero no hasta el punto de hacernos comulgar con estas ruedas de molino. Sumadas la deuda de garantía, la deuda de indemnización, y el privilegio de la cédula que pueda evaluarse en millón y medio de pesos, resulta que la no debida indemnización costaría al Estado la friolera de unos siete millones de pesos. ¿No es verdad que es una suma bastante alta para estos tiempos de penurias financieras?... Sometemos estas ideas a la consideración de nuestro colega El Siglo, que acepta sin examen esta idea de la indemnización y habla de ella como de la cosa más natural, - él, que somete otras cuestiones a tan profundo análisis.

[iii] Y finaliza diciendo: Detengámonos aquí, por hoy. Es prudente, después que no tenemos datos precisos sobre este ultimo proyecto. Conste a pesar de eso, que lo miramos con antipatía, por dos razones: 1ª porque importa un nuevo empréstito para el país; y 2ª porque se dice ya que en cambio de los privilegios que el Estado dará al Banco, éste negara al Estado toda injerencia en su administración. 

[iv] Tal vez el más experimentado de nuestros diplomáticos en esa época. José Vázquez Sagastume fundó el diario blanco La Patria, con Octavio Lapido y Antonio de las Carreras.

Se desempeñó como jefe de Misión de nuestra Legación en Asunción ante el gobierno de Francisco Solano López (1862-1870), pero logra escapar de la paranoia de éste – yéndose a Entre Ríos - evitando así ser asesinado como le ocurrió a Antonio de las Carreras y a Francisco Rodríguez Larreta.

El triunfo de Venancio Flores lo lleva a asilarse en Entre Ríos, donde había nacido su madre, Ana Sagastume. Retorna al país con el coronel Timoteo Aparicio cuando la Revolución de las Lanzas (1870-1872).

Forma parte de la 8ª y 9ª Legislaturas. Posteriormente es designado ministro ante la Corte de Río de Janeiro durante varios años, siéndole asignadas luego las jefaturas de Legación en Roma y París. Como decano del Cuerpo Diplomático inaugura la Tour Eiffel. A comienzos de los 90 retorna nuevamente como jefe de Misión al Brasil, ahora en régimen republicano.

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