Capitales Argentinos se Retiran por Crisis 
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Capitales Argentinos se Retiran por Crisis 

Dejemos que sea el propio e imperturbable Julio Herrera y Obes quien exponga su punto de vista de la situación que se vivía: “Entre otras causas la primera y principal fue la considerable extracción de oro amonedado que desde 1881 viene sufriendo el país y que en los últimos tres años de 1887 a 1890 fue de $ 8.300.000. Suma enorme para un país cuyo stock metálico es de 13 a 14 millones de pesos y cuya circulación se hace casi toda en especies, por efecto de su repulsión a la moneda fiduciaria. Estas extracciones de oro reflejadas en la disminución del encaje metálico de Bancos de Emisión, produjo la primera manifestación sintomática de la crisis, representada en la restricción de los descuentos y del crédito personal, y sintetizada en la paralización comercial.

La pérdida de las cosechas, el retraso en el engorde de los ganados y el bajo precio de nuestros frutos, vinieron a agravar y complicar nuestra situación comercial.

Al mismo tiempo, los capitales venidos de Buenos Aires ... se retiraron por efecto de la crisis que pesa sobre Buenos Aires, llevándose el oro que representaban los papeles y dejándonos en cambio una cantidad proporcional de valores de toda clase que desbordaron la plaza produciendo su depreciación consiguiente.

En este momento de su evolución la crisis era monetaria, se caracterizaba por la falta de medio circulante y para traerlo al país, llenando el vacío que habían dejado las extracciones de oro del año 89, fue que el Poder Ejecutivo, a solicitud de la Casa Baring Brothers y Cía. de Londres, inició la negociación del empréstito de 2 millones de libras esterlinas destinado por la ley a la conversión de Bonos del Tesoro y pago del déficit de que el Banco Nacional era tenedor, pero en realidad con el objeto de que el Banco Nacional pudiera movilizar esa parte de su capital.... trayendo su importe en oro, con lo que es presumible se habrían conjurado los efectos de la crisis”.

La base de esta combinación era que la Casa Baring, interesada directamente en sostener al Banco Nacional – del que era fuerte accionista y acreedora – renovase los créditos y cauciones que tenía a su favor por valor de cerca de 7 millones de pesos; pero aquella casa bancaria inglesa ya se encontraba apurada .... y llegado el momento de realizar el empréstito, lejos de entregar su producto al Banco Nacional, exigió perentoriamente el pago de cuanto el Banco le adeudaba.

La crisis se hizo desde entonces más violenta y aguda y fue a repercutir, como era lógico, en el establecimiento del crédito que más liberal había sido en sus descuentos, que más expansión había dado a su emisión, y que más consideraciones había tenido con sus deudores, y ese establecimiento de crédito fue el Banco Nacional, que agotadas sus reservas metálicas ... tuvo que suspender la conversión a oro de su emisión fiduciaria.”[i] 

Otra opinión, sin embargo, exponía el diplomático inglés en Uruguay, Ernest Satow, el 19 de febrero de 1891, cuatro días después de lo expuesto en el Mensaje presidencial citado[ii]: “El más notorio pasaje de este extenso discurso sobre finanzas es el párrafo B en el que el Presidente intenta atribuir a los Sres. Baring la culpa por la suspensión de pagos en metálico del Banco Nacional informado en mi despacho Nro. 22 del 22 de julio pasado.

La clave de la situación financiera del Uruguay creo que es la siguiente. Siempre ha habido un déficit al final de cada año financiero, no importa cuán grande fuera el ingreso proveniente de los derechos aduaneros. De tiempo en tiempo se han realizado empréstitos extranjeros que han posibilitado al Gob a pagar el interés de préstamos anteriores y de cubrir el déficit. Además mientras ese proceso de efectivos préstamos frescos continúa, el comercio parece incrementarse, y las importaciones exceden a las exportaciones. Con el aumento de las importaciones viene el correspondiente incremento e los ingresos aduaneros, y se supone que el país se está haciendo rico y próspero. Sin embargo, si las fuentes del crédito se secan, ya no se cubre más el déficit, las importaciones decrecen, caen los impuestos aduaneros y empieza a rumorearse que el Gob entrará en bancarrota en el pago de sus obligaciones.” 

Posteriormente, al colega francés de Ernest Satow le molestó no sólo la explicación del presidente Herrera sino también su insistencia, la reiteración de la misma.

Cuando ocurrió, en febrero de 1892, Alfred Bourcier Saint Chaffray le escribió a su ministro de Asuntos Exteriores: “El Presidente de la República Oriental del Uruguay inauguró, el 15 de este mes, la sesión anual ordinaria del Senado y de la Cámara de Diputados.

(...)

Encargado de rendir cuenta anualmente de los actos de su Administración, de las dificultades que impidieron el desarrollo de sus intenciones, de sus proyectos y previsiones para el próximo ejercicio, se espera que al cumplir con esta obligación, el Presidente no use la concisión habitual de las comunicaciones oficiales de los Jefes de Gobierno europeos; parece entrar, por el contrario, en todos los detalles necesarios para que los accionistas, es decir todos los ciudadanos, puedan tener una idea neta del estado de los negocios del país. Para que se lograra tal resultado, sería necesario, es verdad, que la sinceridad, la claridad y la total lealtad de sus declaraciones fuesen indiscutibles. Lo contrario es, sin embargo, lo normal. Constituciones, leyes, instituciones, todo, en una palabra, en la República Oriental del Uruguay, no es más, debido a las costumbres políticas, que un disfraz prestado, un engaño, una mera apariencia, al igual, además, que en casi todas las Repúblicas de América del Sur.

(...)

El prólogo es una reproducción, argumentada en base a las mismas argucias capciosas que el año pasado, de la exposición hecha entonces por el Dr. J. Herrera y Obes sobre las causas que explicaban, según él, la crisis financiera.

Recordando luego como se pudo creer duramente un momento, en junio de 1891, que esta crisis llegaba a su fin, el Presidente atribuye el mérito de la efímera mejoría, de la que evoca esos recuerdos, a las medidas tomadas por su gobierno: luego, agregando que la quiebra inesperada del Banco Inglés del Río de la Plata anuló, el pasado enero, los felices resultados de los esfuerzos del Poder Ejecutivo para la reconstitución del Banco Nacional y del Crédito Público, “es”, dice, “desde afuera que nos llegó, nuevamente, al igual que en 1890, el agravamiento de nuestros males”.

Nada mejor que esta frase para ilustrar la medida del exceso de impudicia, de deslealtad y de asombrosa desenvoltura con el que se trata aquí, en el mundo oficial, de imponer una leyenda que tienda a establecer que la crisis se debería a la ruina de los señores Baring Brothers y a la conducta de otros banqueros europeos, mientras que son, por el contrario, las dilapidaciones y los desórdenes financieros de las dos Repúblicas ribereñas del Plata los que, en mayor parte, fueron la causa de la ruina de la Casa Baring y, de contragolpe, del “Banco Inglés y del Río de la Plata.”[iii]

[i] Texto del Mensaje a la Asamblea General (febrero de 1891), reproducido por Washington Reyes Abadie: Julio Herrera y Obes, el primer jefe civil. Ediciones de la Banda Oriental. 1977. 

[ii] Documento 6 del testimonio inglés. Op. cit.  

[iii] Documento 30 del testimonio francés, de fecha 20 de febrero de 1892. Op. cit.

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