Que no nos confundan
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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Que no nos confundan

A aquél 1890 argentino parece haber dedicado Oscar Wilde El retrato de Dorian Gray, que estaba por conocer la luz. En el caso de la Argentina, empero, el protagonista – el régimen oligárquico - parecía no preocuparse por los hechos y superaba en cinismo al influyente amigo de Gray[i].

Mirando este período queda claramente oscuro el motivo de la sobrestimación del accionar del sector privado barrial, manifestado en la ausencia de contralores, la arbitraria atribución de valores éticos a su clase dirigente, y la inexistencia de razones para establecer luego nosotros una fuerte dependencia con los depósitos financieros argentinos como fuente de nuestro desarrollo nacional, sabiendo que, por sus orígenes, buscaban muchos sólo el “blanqueo” u ocultamiento de coimas, de evasiones fiscales logradas por sobreprecios de sus ventas externas, de lo obtenido por la subfacturación de las transacciones internas. O, sencillamente, por la sobrevaloración de su poder adquisitivo.

No adoptó el gobierno uruguayo los elementales cuidados que debieron ser implementados para concretar efectivamente lo que con eufemismo algunos llaman economía de servicios y que en nuestra área y por sus objetivos no pasaba de ser la aspiración a concretar una economía de balneario porteño.

Fue en aquellos años que los bonaerenses comenzaron con su costumbre de veranear en Montevideo. Lo cual era para alegrarse si hubiera sido el comienzo de una salida del sometimiento al incierto determinismo geográfico y no la profundización del dogma del mismo, hoy definitivamente vencido en el campo de los hechos y la teoría; en los países desarrollados, obviamente.

Es lo que señala la correspondencia del ministro uruguayo acreditado en Londres, Alberto Nin (1853-1919) cuando refiere a la posibilidad que puedan considerar al Uruguay, en la capital inglesa, como una provincia argentina, siendo ello lo peor que podía pasarle a un país en el mundo: “Para este Mercado – le escribe Nin a Herrera y Obes el 9 de julio de 1890 -, tomada esa medida (el curso forzoso) desaparecerá por completo la única razón o hecho que le impide considerarnos como una de las Provincias Argentinas” [ii]. Demás está decir que esta afirmación de Nin no debe tomarse en el sentido que Julio Herrera era visto como igual a Juárez Celman o la inestabilidad política del vecino país análoga a la que se vivía en Uruguay, lo cual no era así. Pero no se estaba muy lejos de ello.

La influencia argentina era de tal naturaleza que dio lugar a comentarios de miembros del cuerpo diplomático en Uruguay. A este respecto, el representante francés ante el gobierno uruguayo, el conde de Saint Foix le informaba a su ministro de Asuntos Exteriores, M. Flourens, el 9 de marzo 1888: “[iii]La influencia argentina en el Uruguay que le señalé a Su Excelencia en diferentes ocasiones en mis despachos precedentes se afirma cada vez más luego de la caída de la dictadura del general Santos.

La enfermedad y el distanciamiento del Emperador del Brasil, la impopularidad de la Regente y de su marido, las veleidades separatistas y republicanas de la provincia de Pernambuco y de la de Río Grande[iv] y finalmente los incidentes que se han producido últimamente en Río de Janeiro forman un conjunto de motivos bastante serios como para que el Gobierno de Buenos Aires intente retomar la lucha secular en la cual las coronas de España y Portugal, y hoy en día los argentinos y brasileños no han dejado de disputarse la posesión de la Banda Oriental.

Esperando que llegue el momento oportuno, la muerte del Emperador Don Pedro por ejemplo, o más graves complicaciones internas del Brasil, la República Argentina prepara su terreno en Montevideo. Es así que envía sobre la frontera del Uruguay y sobre la provincia de Río Grande, emisarios para alentar a los habitantes de esa vasta provincia en sus ideas de independencia. El hecho me fue señalado por dos jefes políticos (Prefectos) de Departamentos limítrofes del Brasil. Por otra parte, el Banco Nacional del Uruguay, que goza de privilegios todavía más extendidos que los del Banco de Francia, está en manos argentinas y opera un movimiento continuo de negocios con Buenos Aires[v]. He ahí una poderosa plataforma de poder de la República vecina en estas latitudes en donde el dinero es el único soberano ante el cual todo se inclina. Además los diferentes proyectos de puerto en Montevideo, de los cuales dos son presentados por compañías francesas, permanecen sometidos a una comisión técnica que no se reúne nunca. La realización de ese trabajo tan considerable y tan necesario está por tanto indefinidamente postergada porque Buenos Aires no quiere que el puerto de Montevideo le vaya a hacer una competencia desastrosa al de la capital argentina y el de La Plata, o dos en curso de ejecución.”[vi]

[i] Al respecto recordemos parte del diálogo que se desarrolla entre Gladys, duquesa de Monmouth y lord Henry Wotton – el cínico y candoroso gran amigo de Dorian Gray :

“ – ¿No te gusta tu país? – preguntó ella.

- Vivo en él.

- Puede que estés censurando el mejor.

- ¿Quieres que dé el veredicto de Europa sobre él? – inquirió.

- ¿Qué dicen de nosotros?

- Que Tartufo ha emigrado a Inglaterra y ha abierto aquí su tienda.

- ¿Eso es tuyo?

- Te lo doy.

- No podría usarlo. Es demasiado cierto.

- No necesitas asustarte. Nuestros paisanos nunca se reconocen en una descripción.

- Son prácticos.

- Son más astutos que prácticos. Cuando escriben su libro mayor nivelan la estupidez con la fortuna y el vicio con la hipocresía.

- Sin embargo, hemos hecho grandes cosas.

- Las grandes cosas nos han obligado a hacerlas, Gladys.” 

[ii] Benjamín Nahum. La crisis de 1890. Tomo I. La correspondencia de Alberto Nin. Ediciones de la Banda Oriental. 1998. 

[iii] El subrayado no es nuestro. 

[iv] A estar a peculiares interpretaciones históricas, ese reinicio de la posible “balcanización” debiera estar alentado por algún país central o, por todos ellos .... El representante francés no estaba advertido de ello, sin duda a estar a sus dichos. Como tampoco los protagonistas de los movimientos señalados. 

[v] La negrita es nuestra.  

[vi] Benjamín Nahum. - La crisis de 1890. Tomo II - El testimonio francés - Documento Nro. 3 . Op. Cit.

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