EL TAMAÑO EMPRESARIAL COMO FACTOR DE DIVERSIDAD

 

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El tamaño empresarial como factor de diversidad

Alfonso Galindo Lucas

CAPÍTULO INTRODUCTORIO

1. PLANTEAMIENTO GENERAL DEL PROBLEMA

En este libro se discute, ante todo, el concepto de tamaño o dimensión de la empresa y, por lo tanto, el de pequeñas y medianas empresas (en adelante, PYME). La reciente entrada en vigor, el 1 de enero de 2005, de una la Recomendación de la Comisión Europea, de 6 de mayo de 2003, acerca de las definiciones de microempresa, pequeña empresa y mediana empresa otorga relevancia al tema y hace necesaria la comparación de los criterios establecidos en esta norma no vinculante con el trabajo de investigación que aquí se desarrolla.

Se trata de averiguar, en primer lugar, qué variable o conjunto de ellas hace que una empresa sea menor o mayor que otra, es decir, en qué se concreta la noción, hasta ahora confusa, de tamaño. En términos intuitivos, esta medida debería darnos una idea de la importancia económica y poder relativo de una empresa con respecto a las demás, bien dentro de una economía (comunitaria, nacional, regional, etc.) o de un sector de actividad. Así pues, hemos de buscar un factor o variable de medida que diferencie claramente lo que a las empresas las hace grandes o pequeñas.

Reproduciendo la pregunta que se formula en Orteryoung y Newman (1993) ¿Ha de ser distinta la problemática de una empresa con 40 empleados y otra con 60 ó de una con 8 y otra con 12? ¿Por qué? En un terreno más práctico, ¿Qué legitima el hecho de que una empresa se pueda acoger a incentivos fiscales o líneas de crédito y otra no? Una de las principales preocupaciones que promueven la elección de este tema de investigación es la existencia de medidas de apoyo de aplicación desigual, según determinados requisitos: Si los incentivos legales establecidos contrarrestan alguna desventaja competitiva de las empresas a que se dirigen, entonces estarían nivelando la competencia, pero si no tuviesen tal justificación, podrían perjudicarla.

Junto con la antigüedad o la esperanza de vida, el tamaño empresarial está siendo uno de los temas que más preocupan a académicos y Administraciones Públicas, aparte de analistas, prestamistas y directivos de las propias empresas. A pesar de que entre los distintos países de la Unión Europea no existe consenso respecto al momento en que una empresa se considera iniciada o finalizada , la antigüedad de la empresa es un aspecto cuya determinación no suele presentar graves problemas, salvo casos de fusión, absorción, escisión, reprivatización, etc. En cambio, la principal dificultad a la que se enfrentan los trabajos sobre PYME o sobre la dimensión empresarial es la necesidad de delimitación previa del concepto.

En segundo lugar, además de la obtención de una definición del tamaño, se pretende averiguar si una empresa se define mejor por su dimensión, por su rentabilidad, por su sector, por su estrategia, etc. Se desea clarificar hasta qué punto el tamaño caracteriza a una empresa. Nos proponemos, por tanto, analizar la relevancia del tamaño, en comparación con otros factores, a efectos de explicar la variabilidad de las características, oportunidades y comportamiento entre unas empresas y otras.

La idea de variabilidad que aquí se adopta está muy relacionada con el concepto de “diversidad”, con un matiz distinto al significado del término utilizado en otras ciencias . Si dicha diversidad viene explicada de forma primordial por el tamaño, entonces podemos hablar más específicamente de “desigualdad”. La adecuación de la política industrial a las desigualdades competitivas sería una de las principales aplicaciones de nuestros resultados.

La secuencia lógica entre estas dos cuestiones es la que se viene utilizando en la literatura previa: Primero, se procede a la medición del tamaño y luego se determina su importancia en la caracterización de las empresas o su relación con otras variables, como rentabilidad, crecimiento, autonomía financiera, etc. No obstante, el tamaño no sólo está por delimitar cuantitativamente, sino por definir y es en esta faceta donde se encuentra el punto débil de la mayoría de las obras consultadas. La definición del tamaño sólo puede conseguirse actuando de forma inversa a como se ha hecho en éstas, es decir, no caracterizando a las empresas en función de una clasificación dada de tamaños, sino extrayendo, de entre el conjunto de características relevantes de las empresas, las que se pueden interpretar como indicativas del tamaño. Por lo tanto, será necesario, en primer lugar, medir la variabilidad de todas las características que diferencian a unas empresas de otras y, a partir de esta variabilidad, definir el tamaño, distinguiéndolo de otros factores, para poder, en último término, medirlo y determinar su capacidad explicativa en el resto de variables.

Esta es la principal aportación metodológica que asumimos y se ha debido sobre todo a la disponibilidad de datos. Al existir una muestra representativa referida a un conjunto considerable de variables, ha sido posible definir el tamaño en función de las características de la muestra, para luego poder medir la importancia de dicha variable y su relación con otras variables o características empresariales. Se actúa de modo inverso a la práctica totalidad de los trabajos consultados, que, con escasas excepciones, parten de definiciones del tamaño o las PYME a priori, a fin de contrastar teorías relacionadas con la dimensión empresarial y con otras variables como la rentabilidad, el endeudamiento, etc. Todos los trabajos consultados, han usado como argumento la importancia del tamaño o de un determinado segmento de tamaños (PYME), para justificar la relevancia del tema, en vez de determinar dicha importancia después de definir el tamaño.

Los datos numéricos datan de 2001 y eso es debido a dos motivos fundamentales: En primer lugar, la única diferencia apreciable entre los valores numéricos de 2001 y los registrados con posterioridad en la base de datos SABI era debida a la inflación, por lo que siguieron siendo preferibles datos de 1999 a 2001, años en que los datos venían expresados en euros y no existía ya la peseta. Debido a la estabilidad económica de estos años y al proceso inflacionista que coincidió con la puesta en circulación de los billetes y monedas de euro, los datos inmediatamente anteriores a 2002 son considerados más comparables y pueden utilizarse conjuntamente como una sola muestra para análisis estáticos, incrementando la información total disponible con respecto a la contenida en un solo año. En segundo lugar, los datos relativos a variables cualitativas se obtuvieron de una encuesta realizada en aquellas fechas, que no se ha vuelto a repetir, aunque se pueden comparar con un estudio similar realizado para empresas andaluzas, realizado en el seno de un Proyecto de Investigación, financiado por el Instituto de Fomento de Andalucía (IFA).

No existe definición objetiva y común del tamaño empresarial y aunque puede detectarse cierto convencionalismo en los criterios e incluso a veces en las cantidades empleadas como límites, a la fecha actual, sigue sin existir acuerdo a nivel científico acerca del concepto y medida de la dimensión. La trascendencia del problema no ha sido percibida en términos generales en toda su magnitud, hasta hace algunos años, en trabajos como los de Boedo y Calvo ( 1997), Laffarga (1999a) o Moneva (1999).

El creciente interés por este tema viene dado, en primer lugar, por la dificultad que entraña y, en segundo, por las trascendentales implicaciones que tal definición puede tener, tanto en las conclusiones de los numerosos estudios empíricos, como en la designación de los destinatarios de políticas públicas de regulación industrial, implantadas normalmente con la finalidad de prestar apoyo en razón del tamaño.

Este problema hace que los resultados de la investigación sean dependientes de la definición previamente adoptada de tamaño o, en su caso, de PYME, lo cual limita la comparabilidad de los resultados. Las conclusiones extraídas estarán referidas, en principio, a dichos conceptos únicamente y no al tamaño de la empresa, entendido como algo más general e intuitivo (Illueca y Pastor, 1996).

Del mismo modo, entre distintas normativas aplicables a un mismo tejido empresarial, entre distintos países o dentro de un mismo país, también ocurren contradicciones de este tipo que favorecen el conflicto entre normas relativas a las PYME. El Consejo Económico y Social de la Unión Europea, en un dictamen de 1992, reconocía la inexistencia de una definición universalmente aceptada, para los distintos conceptos de microempresa, pequeñas empresas, medianas o grandes, entre los distintos Estados Miembros o dentro de la propia normativa europea. En el ámbito de un mismo país, suceden también este tipo de incongruencias (Cross, 1983; Ganguly, 1985; Forsaith y Hall, 2001,inter alia).

Esta ausencia de definición se considera una restricción inevitable en Bannock (1981). Este autor considera que tanto los economistas como los legisladores están obligados a hacer definiciones estadísticas arbitrarias, debido a que, en la economía de mercado, la organización empresarial, responsable de la actividad económica, es un continuo sin cortes definidos. En Illueca y Pastor (1996) se reconoce como un problema la selección de la variable representativa del tamaño, en aquellos trabajos relacionados con éste.

Siendo bastante perentoria esta necesidad de homogeneizar criterios está, en todo caso, supeditada a la correcta elección de aquella variable o combinación de variables que permitan clasificar a las empresas según su importancia en la economía.

Existen estudios en los que, al menos, se justifica la elección del concepto de tamaño utilizado (García et al., 1997). Algunos trabajos importantes hacen una remisión expresa a alguna normativa u organismo (Osteryoung, Pace y Constand, 1995; Forsaith y Hall, 2001, inter alia) o a alguna disposición jurídica no vinculante (Recomendación 96/280CE, de 3 de abril. D.O.C.E de 30 de abril) o bien aclaran cuál o cuáles son los criterios elegidos para delimitar los distintos tipos de empresa.

Aparte de las consecuencias que en los resultados puedan tener las características de las muestras utilizadas, es lógico sospechar que una parte de las divergencias entre ellos pueda deberse a la utilización de diferentes medidas del tamaño. Por ejemplo, existen resultados empíricos contradictorios en la búsqueda del efecto del tamaño en la estructura financiera (Cardone y Cazorla, 2001; Aybar, Cansino y López, 1999) o en la rentabilidad (González, Hernández y Rodríguez, 2000) o la contrastación de la Ley del Efecto Proporcional, de Gibrat (González y Correa, 1998). A la disparidad de criterios utilizados se añade la circunstancia, en algunos estudios, de hacer referencia exclusivamente a empresas admitidas a cotización oficial (Osteryoung et al., 1995; Fernández, Montes y Vázquez, 1999; Raymond, Maroto y Melle, 1999, inter alia).

En esta obra se aborda la cuestión de la capacidad explicativa que pueda tener la dimensión empresarial, en el sentido de que pueda llegar a establecer diferencias cualitativas inequívocas entre tipos de empresas con características diferentes. En función de sus posibles definiciones, el poder explicativo que pueda tener el factor tamaño puede ser mayor o menor.

En caso de encontrar una variable cuantificable que indique satisfactoriamente la dimensión, habremos de idear un método para que en una región o sector determinado, se pueda cuantificar el límite que separa a las empresas por tamaños. La forma de medir el tamaño ha de ser válida para cualquier territorio y periodo (Gonzalo, 1999, habla de “todo tiempo y lugar”), es decir, un método susceptible de ser aplicado a poblaciones de empresas a nivel nacional o regional en cualquier país y cuyos límites puedan ser revisados, por ejemplo, cada año, a efectos de ayudas públicas y regímenes fiscales para PYME.

Sin perjuicio de lo anterior, el ámbito de nuestro estudio se ha acotado a las empresas constituidas en España. Esto será especialmente notorio en la parte empírica. Esta opción se debe a que, a pesar de que existen políticas comunitarias que afectan a las empresas españolas, tanto la definición del tamaño o el concepto de PYME como el establecimiento de medidas de apoyo a estas últimas (p. ej., incentivos fiscales) se articulan de forma independiente en cada Estado Miembro .

Si llegásemos a obtener un concepto simple y cuantitativo del tamaño, similar al de cuota de mercado o el volumen de inversiones, eso podría terminar por reducir la relevancia científica de dicho factor. Es muy probable que se produzca esta pérdida parcial de significado, conforme más se concrete el concepto de “dimensión empresarial”, teniendo en cuenta que actualmente el tamaño viene muy ampliamente definido y se asocia tanto con el poder de mercado o la credibilidad en ámbitos bancarios, como con la antigüedad, la separación entre propiedad y control, el grado de internacionalización, etc. Todas estas circunstancias constituyen en la actualidad una definición laxa del tamaño, más que un conjunto de fenómenos susceptibles de ser estudiados por tramos de tamaño. En cambio, la dimensión empresarial, definida de modo estricto, sería más fácil de comprender como fenómeno y de relacionar con otros conceptos, como el prestigio, el planteamiento estratégico o la solvencia profesional.

La discusión acerca de cuáles son los criterios definitorios y cuáles las características más frecuentes en las empresas de distinto tamaño plantea un debate seudo-relativista, que se resume en Illueca y Pastor (1996), al afirmar que los efectos atribuibles al tamaño deben tener su explicación en la propia definición del mismo. Actualmente, se suele definir a la PYME como aquella empresa que no emplea a más de cierto número de personas y, dentro de esos límites, se estudia la probabilidad de que sus ratios económicos y financieros estén en determinados intervalos (Osteryoung, Constand y Nast, 1992); pero también es posible, razonando de modo inverso, definir distintos tamaños de empresas, en función de circunstancias económicas o financieras u otras que finalmente resulten más adecuadas, y estudiar para sus distintos intervalos la distribución de la variable número de empleados, la cifra de ventas, el activo, etc.

En cualquier caso, es más apropiado, desde el punto de vista científico, llamar al número de empleados “plantilla media de la empresa” y no “dimensión”, en tanto existan otros criterios generalmente asociados a dicho concepto, como la cifra anual de negocios o el activo neto contable, así como multitud de criterios cualitativos, tales como el grado de internacionalización, la estructura de propiedad, el tipo de estrategia competitiva, etc. y otros “multicriterios”, que son combinación de los anteriores.

Las herramientas que utilizaremos son de tipo estadístico multivariante, con excepción de algunos métodos gráficos de análisis de concentración (curvas de concentración y diagramas de caja) y las relaciones de variables dos a dos (contingencias y correlaciones). Concretamente, el Análisis Factorial por Componentes Principales es el algoritmo de más reciente utilización para la concreción del concepto de tamaño (Correa, Acosta y González, 2001).

En el siguiente apartado se justifica, en términos cuantitativos, la relevancia de las PYME como objeto de investigación. El aspecto cualitativo de dicha justificación se sustenta en la creciente relevancia científica del tema (apartado 4 de esta introducción y Cap. I, apdo. 1), así como en la dedicación institucional que recibe este objeto cada vez más específico de la política económica (apdo. 3 y Cap. I, apdo. 6).

 

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