LAS FLECHAS

Racionalidad y valor Multidimensionalidad

Propuesta:
Cualquier producto u objeto económico es multidimensional, es decir, posee muchas características diferentes y el valor del producto es un sumatorio del valor de sus características.

En el apartado escasez y utilidad de los objetos económicos hemos visto que una flecha sirve para satisfacer muy diversos tipos de necesidades: puede ser utilizada para cazar y obtener alimento, puede utilizarse en una danza ritual para conseguir aceptación social y construir una familia, puede utilizarse para adornar mi cabaña y marcar un alto rango jerárquico, puede utilizarse para ser intercambiada por otro objeto. Los diferentes usos posibles de una flecha hacen que nuestras expectativas sobre el valor que podremos obtener de ella en el futuro sea más complejo de estimar y mas incierto aunque, sin duda, cuantos más usos sean posibles mayor valor le daremos.

Podemos afirmar que preferimos tener un cántaro en vez de tener una flecha, pero no podemos afirmar que el valor que asignamos al cántaro sea siempre superior al valor de una flecha. Si nos ofrecen elegir entre un cántaro y una flecha tendremos que considerar también el tamaño de cada objeto, su estado de conservación y muchas otras circunstancias. Los aspectos logísticos influirán mucho: es posible que influya el sitio en que estemos o las personas que nos acompañen en el momento de adoptar la decisión; es posible que la hora del día o la época del año influya en el ordenamiento que hagamos de dos objetos.

Si consideramos que la logística, las dimensiones tiempo y espacio, determinan el valor que asignamos a un producto, comprenderemos que un individuo puede elegir alternativas diferentes en diferente momento o lugar, sin que ello suponga pérdida de racionalidad.

 

La medición del valor tiene que rehacerse en cada momento. El proceso de medición tiene costes. Los diferentes sistemas de racionalidad, o sistemas económicos, son métodos de medición que reducen los costes.

 

Supongamos que invitamos a Mowgly a que elija entre zumos de naranja y de piña ¿Qué criterio utilizará? Posiblemente comparará de forma intuitiva los aspectos físicos de los líquidos, color y olor, con sus recuerdos y mostrará su preferencia por el producto de características más parecidas a otras experiencias previas satisfactorias. Ese método requiere tiempo y es sin duda muy arriesgado. Si ofrecemos a un animal la alternativa entre beber o no beber un zumo de naranja, actuará igual que Mowgly, olfateando, comparándolo con sus experiencias previas para tomar su decisión. Ese es el método instintivo de elección.

 

 

 

Pero los humanos que vivimos en sociedad no utilizamos el sistema de Mowgly ya que desde muy pequeños, desde que nacimos, hemos recibido un sistema de valores de nuestros padres y de las personas con las que convivimos. La valoración diferente de cerveza y zumo en función de las circunstancias es un conocimiento creado y transmitido socialmente.

¿Cómo se produce y se transmite una axiología? Podemos imaginar un modelo sencillo. Supongamos un grupo social de 100 individuos. Ignoremos, de momento, la influencia cultural que cada uno de ellos ha recibido. Supongamos que todos ellos son jerárquicamente iguales. Si la mayoría de ellos asigna más valor a la cerveza que al zumo entonces podemos decir que en ese grupo social la cerveza es preferida al zumo. Hay ciertas razones institucionales por los que los individuos reciben un premio si eligen lo preferido por la mayoría y son castigados si su elección contradice a la de la mayoría. Por eso las axiologías sociales tienden a reforzarse y a ser muy estables.

En la realidad los individuos no son jerárquicamente iguales en los grupos sociales. En alguna forma y por diversas razones sus votos reciben diversas ponderaciones. Frecuentemente se asigna una mayor ponderación al voto del más anciano de la tribu, o del más fuerte, o del más piadoso, o del más rico, o del que haya recibido más honores.

Podríamos imaginar un caso extremo de sociedad dictatorial en la que un individuo tuviera la ponderación máxima en sus votos y estableciera la axiología de toda la sociedad. Dicen que Stalin determinaba qué música o qué corriente artística era buena o mala;  e incluso condenó la genética mendeliana acusándola de ser pseudociencia.

Busquemos otro ejemplo más democrático: la valoración social de las películas de cine. En el establecimiento de valores en el séptimo arte influyen muchas más personas, pero aunque cualquier espectador pueda dar su opinión a sus amigos sobre el valor de una película e influir sobre ellos, sin duda alguna hay algunas personas que influyen más que otras; algunos individuos llamados “críticos” o “miembros de la Academia” o “miembros del jurado de San Sebastián” tienen notoriamente más influencia que otros.

En cualquier caso, cuando tengamos que elegir la película que veremos este fin de semana, haremos bien en respetar la escala de valores que nos han transmitido, y ver la película recomendada por la crítica, o premiada por la Academia o por el jurado.

  1. Es menos arriesgado decidirse por una película que ha sido premiada. La probabilidad de que sea aburrida es menor.

  2. La entenderemos mejor ya que el lenguaje de las películas premiadas es el mismo que hemos aprendido.

  3. Además, si vamos a la misma película que nuestros compañeros de trabajo obtendremos el premio extra de poder comentarla con ellos.

  4. Además, si la valoración que damos de una película coincide con la de nuestro entorno social, seremos más respetados por este entorno y la ponderación de nuestro voto subirá.

La racionalidad científica sigue también este esquema. Los teóricos de la ciencia proponen diversos “criterios de demarcación”, normas que asignan valoración de más o menos científicas a ciertas valoraciones; pero en última instancia la ordenación de criterios la establece el sanedrín de “los teóricos de la ciencia” y, en cualquier caso, como dice Lakatos, “si un criterio de demarcación es inconsistente con las evaluaciones básicas de la élite científica, debe ser rechazado”.

Lo que Lakatos no dice es en qué se diferencian los miembros de lo que él llama “la élite científica” de los miembros de la academia de Holywood, del politburó, del concilio católico, de la cámara de los comunes, o del consejo de ancianos de la tribu. Opino que lo que tienen en común es lo que llamamos “poder” es decir, mayor ponderación en su voto. Y lo que les diferencia es el sistema institucional y el sistema económico del que forman parte.

En resumen, cada sistema económico tiene asociada una racionalidad, es decir, una escala de valores y tiene también asociadas unas instituciones que generan y distribuyen esa escala.

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