TEXTOS SELECTOS

CURSO DE ECONOMÍA SOCIAL

 

R. P. Ch. Antoine

 


 

 

 

DIVISIÓN DEL TRATADO

La ciencia social tiene por objeto las leyes que rigen a la sociedad; el conjunto de estas leyes constituye el orden social. El orden social, considerado en toda su generalidad, se divide en varios órdenes particulares: el orden jurídico, el orden político y el orden económico. Estudiar cada uno de ellos detalladamente, sería traspasar con exceso los límites asignados a estas lecciones. Limitaremos, pues, nuestro estudio al orden social económico, y consideraremos en la primera parte de este tratado la constitución fundamental de la sociedad; en la segunda, el orden económico. El orden que debo reinar en la sociedad, resulta de las diversas partes unidas por los lazos comunes y orientadas a un mismo fin. Por consecuencia, examinaremos sucesivamente: el fin de la sociedad política, las unidades sociales, individuos, familias, agrupaciones diversas, la autoridad política, forma de la sociedad, el lazo que une estas partes, la justicia y la caridad, el organismo social que de ello resulta, y, en fin, la Iglesia encargada de conducir la sociedad civil a su último fin. Todo esto constituye la primera sección.

En la sección segunda haremos la aplicación de estas teorías a la cuestión social, de la que indicaremos las soluciones principales; es a saber: la solución liberal, la socialista y la católica.

La segunda parte de nuestro tratado, que se refiere al orden económico, no puede tener más que tres partes principales: producción, distribución y consumo de la riqueza. Como hace notar con mucha exactitud Liberatore, «la razón de esta división es clara». Todos los puntos de vista bajo los cuales puede considerarse la riqueza, se reducen a estas tres cuestiones principales. ¿Cómo se produce la riqueza? ¿Cómo se debe repartir entre sus productores? ¿Qué reglas presiden a su consumo?» Algunos autores rechazan, por superflua, a la última parte, esto es, la que se refiere al consumo de las riquezas. Pero el consumo de las riquezas debe pertenecer a la economía política. Para convencerse de esta verdad, basta observar que este consumo es el objeto, el fin mismo de la producción y de la distribución. Ahora bien; ninguna ciencia, y menos que ninguna una ciencia práctica, puede prescindir del fin a que tienden las demás materias de que trata.

Otros autores, en mayor número, dividen la economía política en cuatro partes, añadiendo a las tres precedentes la circulación de las riquezas. Citemos entre los contemporáneos a Baudrillart, Schónberg, Walker, Ely, Leroy Beaulieu, Beauregard, De Laveleye, Levasseur y Jourdan. Esta división peca, a nuestro parecer, por exceso. La circulación no es más que una forma del cambio, y se refiere fácilmente a la producción de la riqueza, de la que es su complemento natural, o a la distribución, de la que es uno de los principales medios.

 


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