TEXTOS SELECTOS

CURSO DE ECONOMÍA SOCIAL

 

R. P. Ch. Antoine

 


 

 

 

MÉTODOS DEFECTUOSOS

Para apreciar mejor las cualidades y la necesidad del método que acabamos de exponer, no será inútil pasar revista a los principales métodos rivales, es a saber: el método deductivo puro, el método histórico, el método positivista y el método de Le Play.

Método deductivo puro.—Este método pertenece principalmente a los economistas liberales de la escuela inglesa: Ricardo, Malthus, Senior, StuartMill y a sus imitadores franceses J.B. Say, Bastiat, Cournot y J. Garnier (1).

El método deductivo puro, considera al hombre abstracto agitado por una necesidad indefinida de gozar, que despliega, para satisfacer este deseo, el mínimum de esfuerzo y obedece a la gran ley de la oferta y de la demanda. El único resorte que mueve a este hombre, es el interés personal desprendido de la ley moral y de los lazos sociales. De las nociones primordiales del trabajo, del capital, del cambio y del valor, se deducen, por un encadenamiento seductor, las leyes naturales absolutas e inmutables de la economía (2). ¡Ay! transportadas al dominio de la vida real, estas fórmulas fascinadoras, no presentan con frecuencia más que errores e ilusiones (3). Así, de las famosas máximas de Ricardo, sobre la renta territorial, resulta un antagonismo radical e irremediable entre los propietarios territoriales y las demás clases de la sociedad. El mismo método y los mismos principios, conducen, por el contrario, a Bastiat al optimismo económico y a las armonías sociales, espontáneas e indestructibles (4).

Una variedad de este método es suministrada por el método matemático. Consiste en representar por cantidades matemáticas las diferentes magnitudes y variables económicas como la demanda, la oferta, el valor, la riqueza; y después, mediante la ayuda del análisis y del cálculo de las probabilidades, deducir soluciones y leyes. Si en algunas ocasiones puede ser útil en economía politica, como medio cómodo de solución y de representación, el empleo de las matemáticas, es manifiesto, que no constituyen para la ciencia económica un método especial o un instrumento de investigación distinto de los dos procedimientos generales de deducción y de inducción de que hemos hablado más atrás.

Para facilitar su tarea, los economistas de esta escuela refieren toda la economía a la teoría y a las aplicaciones del valor y del cambio; pero este punto de vista es incompleto, es una suposición gratuita. El método matemático se ha enaltecido en Francia por Cournot (5), y desarrollado en Inglaterra por Edgeworth (6), Vicksteed (7), a los que podemos agregar Walras, Jevons y Marshall.

Método histórico.—El método histórico, relacionado con la escuela histórica, ha nacido de una reacción contra el abuso de la deducción pura. La escuela histórica no reconoce ningún principio absoluto y universal; no admite más que leyes que son el producto orgánico de la conciencia nacional, leyes puramente empíricas, expresiones de los hechos históricos. En este método ya no existe ciencia económica independiente de las diversas nacionalidades y de las diferentes épocas; no hay más que una economía nacional peculiar de cada pueblo y de cada época, en armonía con las condiciones físicas e históricas de uno y otra. Los pretendidos principios generales, dicen los defensores de este método, no son más que abstracciones erróneas e incompletas del régimen económico, propio del país de cada autor. Así el economista de la escuela histórica se contenta con describir los diferentes estadios de la civilización económica para encontrar en ellos los principios y las aplicaciones concernientes a cada época particular (8).

La escuela histórica ha tomado—especialmente en Alemania—el nombre de escuela ética. No hay que dejarse engañar sobre la significación de esta etiqueta; con esa palabra, los discípulos de Roscher y de Schmoller no entienden en modo alguno la ley natural y divina de las acciones del hombre; pues según estos economistas, la ética comprende las costumbres generales, los diversos fenómenos, que se comprenden en las categorías históricas del bien, del derecho y de lo justo (9).

En conformidad con estos principios, la escuela histórica no admite más que leyes fugitivas, porque, si por una parte la naturaleza humana es idéntica, de la otra, las variedades históricas y geográficas despojan de toda permanencia a la organización social. Cada período de la vida de un pueblo tiene sus leyes particulares y cambiantes y sus economías temporales, como las circunstancias que les han dado nacimiento (10). A la escuela histórica pertenecen Schmoller, Roscher, Hildebrand, Conrad, Knies, Kauts, CliffeLeslie, De Laveleye, etcétera, etc.

No hay que confundir el uso de la historia en economía política con el método histórico. Este es defectuoso y estéril, mientras que aquél es correcto y fecundo. La historia, en efecto, da a las leyes económicas una ancha base de observación, mantiene el respeto de la tradición, y le da, de este modo, el lugar que le pertenece, sin romper con el espíritu de progreso. Estas dos tendencias, el respeto de la tradición y el deseo del progreso son igualmente legítimas y necesarias, porque están fundadas en la naturaleza del hombre y de la sociedad.

Método positivista.—Fundado por A. Comte, desarrollado, organizado y propagado por Herbert Spencer, ha dado nacimiento a la sociología. Según los dos maestros de este nuevo evangelio, la sociología es la ciencia positiva de los fenómenos sociales y de sus leyes.

La sociología aplica el método positivo, es decir, que rechaza toda idea como todo principio a priori, no admite más que los hechos sensibles, proscribe la especulación y la deducción, y considera la metafísica como una quimera. Su objeto no permite más que un método: la observación y la inducción (11).

Según la doctrina positivista, la sociedad es un organismo viviente con su anatomía propia, que evoluciona según una ley inmanente, de ordinario, según los principios del transformismo. Así, Herbert Spencer aplica a las sociedades, consideradas como organismos, las dos leyes darwinistas de la evolución, la concurrencia vital y la selección natural (12). De estos principios se deduce necesariamente que la ciencia social, la sociología, es la historia natural de la sociedad, una rama de la biología general. Después de esto, ya nadie se admirará de ver a los sociólogos, buscar la revelación de las leyes sociales, no solamente en las poblaciones más bárbaras, sino también en las sociedades animales. Sean grupos de animales o sociedades humanas, no hay diferencia entre el método de observación, que se aplica al estudio de los organismos. En las hormigas y en las abejas es donde ordinariamente recae el honor de resolver el problema social. El hombre y los demás animales, dicen corrientemente y con cierta afectación los discípulos de Comte y de Spencer. En el método positivista se confunden las costumbres generales y las leyes, y toman prestadas de la naturaleza hasta su certidumbre y su necesidad inflexible. La ley es la sucesión de los hechos que corresponden a circunstancias dadas; es la expresión del desarrollo orgánico; de la evolución de las sociedades humanas. La escuela sociológica en Francia se divide en tres ramas:

1.a, la escuela antropológica o etnográfica, cuyo jefe es Letorneau;

2.a, la escuela criminalista de Tarde y Lacassagne;

3.a, la escuela universitaria o moral, cuyos principales representantes son Fouillée, Espinas y Durkheim.

Método de le Play.—A la pregunta de ¿qué es la ciencia social?, contesta el ilustre economista: «La ciencia social es el conjunto de conocimientos que enseñan cómo las sociedades se aseguran la felicidad fundada en la paz y en la estabilidad (13).» Habiendo comprobado la insuficiencia del método apriorístico, que entonces dominaba sin rival, Le Play apeló «al método usual en las ciencias politécnicas» al método trazado por Descartes (14). Para llevar a la práctica este método de inducción el eminente pensador, emplea cuatro procedimientos: 1.°, la observación por las monografías de familia, que elige en la clase de los trabajadores, industriales o agrícolas; 2.°, el recuso a las autoridades sociales; 3.°, la comparación con los pueblos prósperos, esto es, con las sociedades en que reina la paz sin acudir habitualmente a la fuerza; 4.°, las informaciones legislativas (15). Tal es, a grandes rasgos, el método del maestro (16).

Antes de pronunciar un juicio, tenemos que rendir el más sincero homenaje a los elevados sentimientos, a las rectas intenciones y a la extensa ciencia del gran economista. Le Play ha sido, en la primera mitad de este siglo, el infatigable apóstol de un pensamiento noble y generoso; la paz social. Ha puesto al desnudo los sofismas del liberalismo económico, disipado la ilusión de los falsos dogmas de la revolución francesa, y ha vuelto a encontrar, confirmándolas, con el argumento de los hechos, un gran número de verdades sociales, enseñadas por la Iglesia y el derecho natural. Sus trabajos, sobre la libertad de testar, la familia y el patronato de las clases influyentes, son notables y justamente admirados.

Crítica del método.—Sin embargo, a nuestro parecer, ofrece varios aspectos defectuosos del método que emplea Le Play para construir la ciencia social (17).

El vicio radical de este método se halla en su principio fundamental: el de establecer la ciencia social exclusivamente sobre la observación y la inducción (18). Querer transportar a las ciencias morales el método propio de las ciencias físicas, es perderse en una falsa vía. El gran peligro, el defecto ordinario, casi me atrevería a decir, obligado de toda ciencia, que en el orden moral no quiere apoyarse más que en la experiencia y en la comprobación de los hechos, es el de omitir u olvidar en su argumentación elementos esenciales, que debieran entrar en ella. Método semejante es bueno en el orden físico, donde los hechos se reproducen con una regularidad necesaria; pero allí, donde intervengan el hombre, su libertad y sus pasiones, tal método expone a numerosas equivocaciones y a emprender un falso camino. No puede, en efecto, prever e indicar con certidumbre el resultado de la actividad libre mientras disponga, lo que sucede con mucha frecuencia, de observaciones imperfectas y restringidas (19). Demos un ejemplo de este sofisma. En los países en que el Estado se halla separado de la Iglesia, la observación muestra que, con frecuencia, la vida católica es más intensa y más fecunda que en otros países donde se halla reconocida oficialmente y protegida por el poder público la religión católica. Pero no tendría razón de ser, el concluir de este hecho que se deben separar el Estado y la Iglesia.

Defectuoso en su principio, el método de Le Play es insuficiente en sus aplicaciones. Para dar conclusiones exactas, el método de observación, el análisis micrográfico, debe aplicarse a todos los órganos de la sociedad, y el célebre economista no ha descrito más que la familia obrera. ¿Es que no importa a la ciencia social conocer los presupuestos de los grandes propietarios, de los príncipes de los negocios y de los industriales? (20). ¿Por qué dejar de lado el estudio de las diferentes clases de que se compone el organismo social, el clero, la industria, el comercio, la magistratura, la administración y el Parlamento? ¿No forma parte de la sociedad y de la ciencia social el poder civil?

A estas deficiencias generales se añaden varias otras particulares. Con una convicción enérgica Le Play afirma, y demuestra con los hechos, la importancia social del Decálogo; pero ¿a qué conduce establecer esta verdad capital sobre el terreno poco firme de las autoridades sociales? (21). Apelar a las autoridades sociales, ¿no es, en última instancia, el juicio caprichoso de la opinión pública? Le Play no cuenta al clero entre las autoridades sociales, porque, según dice, «el hábito del proselitismo le impide tener ideas completamente exactas sobre las cuestiones sociales» (22); y sin embargo, el primero, el apóstol más sincero de la paz social, es, sin duda ninguna, el clero católico.

¿Cuál es el carácter para reconocer las buenas o las malas instituciones? «Las buenas instituciones, responde el autor de la Reforme sociale, son las que ponen paz entre los hombres; las malas las que hacen que nazca entre ellos el antagonismo y la discordia.» Este criterio ¿es infalible? Opinamos que no. Para que determinadas instituciones sociales sean verdaderamente buenas, no basta que produzcan la paz, es decir, como lo explica Le Play, la ausencia de disensiones y de desorden, sino que hace falta además que favorezcan el desarrollo material intelectual o moral de la sociedad. La civilización, hacia la cual tienden los esfuerzos de los miembros de la sociedad, no es una paz inerte y estéril; es una paz activa y fecunda.

En resumen, M. Le Play ha recogido materiales para la ciencia social; ha comprobado, mediante la observación, varias conclusiones, y ha desarrollado el aspecto histórico de esta ciencia; pero, al menos así lo creernos nosotros, no le ha dado ni un método exacto ni una síntesis sólida.


1. W. Pareto, Cours cl'économie politique.

2. Cauwés, Précis, p. 32.

3. Perin, les Doctri.: es écononziques, p. 329.

4. Armonías económicas, p. 28.

5. Recherches sur les principes mathématiques des richesses.

6. Meth.ematical psychics; an essay ola the application of Mathematics to the moral Scierices. He aquí cómo se expresa Edgeworth en su introducción; «An analogy is suggested between the Principies of yreatest happiness utilitarian or egoistic, which constitute the first principies of ethics and economics, and those Principies of reaximum Energy which are amongts the highest generalisation of Physics and in virtue of which mathernatical reasoning is applicable to phisical phenomena quite as complex of human lile.» (op. cit., p. V.)

7. The Alphatet of econonnic Science.

8. Devas. Grounuor,S, p. 42.

9. Beudant, Le Droit individuel et l'Etat, ch. I1I, § 4, Escuela histórica».

10. Menger, Untersuchungen über die Methode der Social wissenchaft und politischen Ekonomie, especialmente las p. 187 y sigs.

11. De VareillesSommiéres, Les Príncipes fondamentaux du droit.

12. Beudant, Le Droit individuel et l'Etat, ch. III, § 5.Cauwés, Precis, t. 1. p. 10.  Paul Janet, Histoire de la science politique, t. II, p. 754.

13. Ouvriers, européens, 2.° edic., p. 475.

14. Op. cit., p. 13, 491577.

15. Op. cit., liv. II. ch. X y XI.

16. Los discípulos de Le Play se han dividido en dos escuelas; la antigua, que tiene por órgano la Reforme sociale, y la nueva, dirigida por M. Demolins y M. Henri de Tourville, representada por la Science sociale. Sobre las causas de esta escisión, v. el P. de Roussiers, Science sociale, Febrero de 1894, p. 147 y sig. Sobre La Nouvelle Méthode d'observation, v. la Science sociale, 1886, t. I, pag. 393 y siguientes.

17. Duparc (Fr.), Le Play et les jugements de la presse (Reforme sociale, 1882. p. 351360 y 430438).—Claudio Jannet, L'Ecole Le Play, Conférence faite d Genéve.G. Michel. Nouveau Dictionaire d'économie politique, t. II, p. 130 y sig.Cossa, Introducción al estudio de la Economía política, p. 409. Auburtin, Le Play. Dr. Kaempffe. Staatslexikon, v. €Play».—Vignes, La Sience sociale d'aprés Le .Play.

18.Von Hammerstein. Stimmen, t. XII, 1877, p. 139, 399.

19. V. Paul Ribot, Exposé critique des doctrines de Le Play.

20.Abate Elías Blanc, La Question sociale, p. 42.

21. La Reforme sociale en France.

22. La Reforme sociale, ch. VIII. L'Organisation du travail. § 5.


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