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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas

 

I TEORÍAS DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO



NEOCLÁSICOS

I.1.1 ROBERT M. SOLOW

El trabajo más importante en la teoría neoclásica moderna es, sin duda, “A Contribution to the Theory of Economic Growth” de Solow . Surgió como una critica al modelo keynesiano dominante Harrod-Domar, la famosa concepción del “filo de navaja” (knife-edge) que conducía al desequilibrio, ya sea a un creciente desempleo o a una prolongada inflación. Hasta hoy en día el trabajo seminal de Solow sigue siendo el punto de partida de la discusión más reciente. Solow considera los supuestos del modelo keynesiano como “dudosos”, por tanto los resultados son “sospechosos”. Cuestiona “la poderosa conclusión” de que en el largo plazo el sistema económico está, en el mejor de los casos, balanceado sobre el “filo de la navaja” en el crecimiento de equilibrio; los supuestos claves del modelo criticado son la tasa de ahorro, la relación capital-producto (K/Y) y la tasa de incremento de la fuerza de trabajo, los cuales “si llegaran a desplazarse, aunque sólo ligeramente del centro, las consecuencias serían de un creciente desempleo o una prolongada inflación”.
En el modelo de Harrod -reseña Solow- la cuestión crucial del equilibrio se reduce a una comparación entre la “tasa natural de crecimiento” la cual depende, en ausencia del cambio tecnológico, del incremento de la fuerza de trabajo, y de la “tasa garantizada de crecimiento” que a su vez depende de los hábitos de ahorro e inversión de las familias y empresas. Esta oposición, entre las dos tasas, surge del supuesto esencial que la producción se realiza bajo condiciones de proporciones fijas, en donde no hay posibilidad de sustituir el trabajo por el capital; si este supuesto es abandonado, entonces “la noción del filo de la navaja de equilibrio inestable se va con él.” Solow desecha las proporciones fijas que consisten en que el producto es proporcional al capital invertido; pero también que la inversión es proporcional al ahorro (rendimientos constantes) y aplica la ley de proporciones variables (rendimientos decrecientes); con éste supuesto el producto aumenta a una tasa menor que el incremento del capital.
El modelo de Solow acepta todos los supuestos de Harrod-Domar con excepción de las proporciones fijas. Supone que la mercancía se produce por el trabajo y el capital bajo las condiciones neoclásicas estándar. Su conclusión básica consiste en que cuando se realiza la producción bajo éstas condiciones no es posible la oposición entre la tasa natural y la tasa garantizada de crecimiento de los keynesianos, y por tanto, no puede haber ningún “filo de navaja”, porque “el sistema puede ajustarse a cualquier tasa dada de crecimiento de la fuerza de trabajo y finalmente acercarse a un estado de expansión proporcional uniforme”.
Solow explica en 1987, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Economía, que él se “enredó con la teoría del crecimiento económico” al considerar que los supuestos de Harrod-Domar eran equivocados y la “receta” del modelo era inverosímil. En el caso de los supuestos, la tasa de ahorro, la tasa de crecimiento de la fuerza de trabajo y la relación capital-producto (K/Y) son datos constantes. Señala que se entendía que todos los supuestos eran capaces de cambiar de tiempo en tiempo, pero esporádica y más o menos independientemente. En ese caso, sin embargo, la posibilidad de crecimiento constante “sería un golpe de suerte”, y por tanto, la mayoría de las economías, la mayor parte del tiempo, no tendrían “ruta de crecimiento de equilibrio”. Si fuera correcta la posición Harrod-Domar entonces “la historia de las economías capitalistas alternaría de largos periodos de grave desempleo a largos periodos de grave escasez de trabajo”. Para Solow la anterior disyuntiva no se ha demostrado en la realidad, en cambio si ha existido una ruta o senda al crecimiento equilibrado a largo plazo .
Solow critica la “receta” de Harrod-Domar: si las condiciones para un crecimiento uniforme son que la tasa de ahorro (inversión) sea igual al producto de la tasa de crecimiento del empleo y a una relación de capital–producto (K/Y) tecnológicamente constante, entonces para doblar la tasa de crecimiento simplemente se duplica la tasa de ahorro: “quizá a través del presupuesto público”. Para mejorar el modelo, Solow reemplazó la relación capital-producto (K/Y) y trabajo-producto (L/Y) constantes por una “más rica y más realista representación de la tecnología” y determinó que la tasa de crecimiento de producto por unidad de trabajo (Y/L) es independiente de la tasa de ahorro ( y por tanto, de la inversión) y “depende enteramente de la tasa de progreso tecnológico en el sentido más amplio.” Esta idea es una violación completa de los supuestos keynesianos.
Un segundo importante trabajo de Solow, “Technical Change and the Aggregate Production Function” , también se convirtió en la base de la conformación de la corriente neoclásica moderna. Partiendo de la función producción Cobb-Douglas, con el supuesto del cambio tecnológico neutral, con rendimientos constantes y el pago a los factores de acuerdo a su productividad marginal, encuentra para Estados Unidos que el crecimiento del producto por hora-hombre (Y/L) se duplicó en cuarenta años. El trabajo de Solow, se considera pionero en la investigación econométrica que da origen a lo que posteriormente se llamó growth accounting . Es un estudio de la economía de Estados Unidos en el periodo 1909-49, donde analiza la fuerza de trabajo y el stock de capital, y resultó que la producción por hora hombre (Y/L, productividad del trabajo) aumenta de 0.623 a 1.275 dólares reales; el producto se había multiplicado por dos en cuarenta años, en tanto que la curva de la “función producción” se desplazó hacia arriba en 80 por ciento, con una trayectoria de rendimientos decrecientes, “pero la curvatura no resulta muy aparatosa”. Es una curva clásica de manual que parte del origen, tiende a subir con rendimientos crecientes al principio y decrecientes después. Lo más sorprendente, de los resultados fue que sólo una octava parte, 12.5 por ciento, del aumento del producto era imputable al incremento del capital (o intensidad del capital), mientras que las siete octavas partes, 87.5 por ciento se debía al “cambio técnico”.
Solow cita que Solomon Fabricant unos años antes llegó a las mismas conclusiones en un estudio del periodo 1871-1951, en donde el 90 por ciento del aumento del producto era atribuible al cambio técnico. Posteriormente, con el mismo método y la función producción, J. Kendrick en 1967, E. Denison en 1962 y 1985, y O. Aukrust en 1965, confirmaron lo anterior: el progreso técnico producía alrededor de las dos terceras partes del producto por hora-hombre en los países capitalistas industrializados . Edward Denison fue el primero en desglosar todos los determinantes del crecimiento en sus partes constitutivas, en particular el “progreso técnico”; en su trabajo de 1985 que comprende el periodo 1929-82 para Estados Unidos encuentra los siguientes determinantes básicos: primero, el nivel de educación constante del trabajo, segundo, las calificaciones educativas del trabajador promedio, tercero, el capital, cuarto, la asignación mejorada de los recursos (el movimiento del trabajo de la agricultura de baja productividad a la industria de alta productividad), quinto, economías de escala, y sexto, crecimiento del conocimiento o progreso tecnológico en el “sentido estrecho”. El 12 por ciento de la productividad lo aportó el capital, y el 88 por ciento el “cambio técnico en sentido ampliado”, desglosado en cinco componentes. Revelaba una excelente confirmación y mejoramiento del método de Solow que satisfizo plenamente al Nobel .
El descubrimiento de que el cambio técnico era el determinante del producto por hombre (Y/L) fue impresionante porque nunca antes se había medido el crecimiento a partir de sus componentes. Lo normal consistía en considerar todos los factores productivos como causa del crecimiento. Con el hallazgo, se descartaban relativamente algunos factores, concentrándose en el más determinante para el crecimiento: el progreso técnico. Aunque, al principio, se llegó al absurdo de minimizar la acumulación de capital (o tasa de inversión), cuando se planteó por parte de Solow la hipótesis del progreso técnico “desincorporado”, es decir, que no está presente en algo físico; idea que llegó a considerarse realista, aunque después fue cuestionada y desechada por él mismo. En su trabajo de 1957 reconoce que sin la tasa de inversión el progreso técnico “hubiera sido mucho menor o se hubiera reducido hasta anularse” y que las “innovaciones” deben concretarse en nuevas plantas e instalaciones. También en su artículo de 1962 afirma que la nueva tecnología puede introducirse en el proceso de producción únicamente, a través, de inversiones en nuevas obras y equipo industrial. No es posible, afirmó juiciosamente, que aumente el producto sin inversión en mano de obra y en capital, y que el “cambio tecnológico” sea la única causa. Pero, insistió, este último resultaba el determinante más decisivo en el crecimiento del producto a largo plazo.
El cambio técnico resultó ser un fenómeno “inesperado y raro”, a tal grado que se consideró “exógeno”; esto es, “fuera” del modelo y del sistema económico, un fenómeno determinado desde fuera, en donde el mercado no tiene el control . También se le llama “residual” porque quedó como un “residuo”, es decir no es claramente “observable”, no es “explicado”, comparado con la evidente participación cuantitativa del capital y la mano de obra. Dicho de otra manera, para ser más claro: se mide la participación de los factores materiales y la diferencia con el 100 por ciento es el residuo, o sea el progreso técnico. La exogenidad del modelo Solow, es considerada como una importante “deficiencia teórica” por autores neoclásicos –como Barro- porque la tasa de crecimiento a largo plazo depende, enteramente de factores no determinados dentro del modelo, como son la tasa de crecimiento de la población (en sentido inverso) y del progreso técnico, siendo éste el único que influye en el crecimiento per cápita a largo plazo .
En un tercer ensayo, “Technical Progress, Capital Formation, and Economic Growth”, Solow afirma que es “necesaria una alta tasa de formación de capital si se va acelerar el crecimiento del producto y la productividad”, pero no cree que eso sea “todo” lo necesario, porque, concluye: “la formación de capital no es la única fuente del crecimiento de la productividad”. En concordancia con sus trabajos anteriores, “la inversión es en el mejor de los casos una condición necesaria pero no suficiente para el crecimiento”, e incorpora a su perspectiva “recientes estudios” que indican la importancia en el proceso del crecimiento económico de actividades como la investigación, la educación y la salud pública. Sin embargo, estima que éstos aún se encuentran lejos de tener “estimaciones cuantitativas de la rentabilidad social de los recursos dedicados a tales actividades” . En 1962, Solow, se hace eco de trabajos que señalaban otros determinantes del crecimiento, pero aún, no arrojaban suficientes evidencias cuantitativas. Se abrían nuevos campos de investigación o vetas para incorporar nuevos factores del crecimiento, que se sumarían a su aportación original.
Para entender los “impresionantes resultados” de los neoclásicos, se puede confrontar con un trabajo de Alvin Hansen de 1939 donde esboza su famosa “tesis del estancamiento” . Hansen parte de la teoría de Smith y de tres factores para explicar el crecimiento de Estados Unidos: la población, la apertura de nuevos territorios y las innovaciones. Los dos primeros fueron responsables del 40 por ciento del crecimiento del nuevo capital formado durante el siglo XIX, en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, ambos factores se encontraban en declive, y por tanto, se estaba “cerrando una importante salida a la inversión”, que significaba un estancamiento económico y desempleo, e incluso “la viabilidad del sistema de libre empresa”. Hansen ve la importancia de la tecnología aunque no cuantifica su participación. En realidad, difícilmente se podía saber con precisión la participación de cada factor, porque no existían datos suficientes y confiables, como tampoco metodología para calcularla, quedando sólo en “aproximaciones”. En la evidente situación de estancamiento, de la década de los treinta, donde dos factores estaban en declinación, sólo quedaba esperar -según Hansen- a que las “fuerzas de recuperación” se volvieran a manifestar o la intervención de un programa gubernamental, al estilo keynesiano. Ese era su argumento. No sacó el “residuo”, que hubiera sido el 60 por ciento, y por tanto, le hubiera correspondido a las innovaciones, que es otra forma de llamarle al progreso técnico.
Los estudios de Solow y de sus contemporáneos demostraron cuantitativamente la importancia de la acumulación de capital y el progreso tecnológico en la producción per cápita a largo plazo (o productividad del trabajo, que es lo importante a largo plazo). Pero, sobre todo vieron a la tecnología, la calificación de la mano de obra y las innovaciones como los principales motores del crecimiento económico. Por tanto, se descartaban factores como el incremento de la población y la apertura de nuevos recursos naturales o alguna política económica que pretendiera estimular la economía y la acumulación de capital como se había planteado hasta entonces. Implicaba una conclusión radicalmente distinta a la de Hansen.
¿Por qué es trascendental el descubrimiento de Solow? Sin duda alguna los factores mencionados son importantes porque impactan en el crecimiento del producto; todos han sido considerados por los clásicos, los keynesianos y cualquier otra corriente. ¿Por qué se desechan o se minimizan?: “la inversión es necesaria pero no suficiente” dice Solow. La respuesta que encontré está en los plazos, en la productividad marginal (o rendimientos decrecientes) y en la producción total (o niveles) y en la producción per cápita (productividad).
A corto plazo la inversión de capital total impacta en el crecimiento ; hay más plantas, más equipos, mano de obra, ingreso, consumo, etcétera; el modelo Harrod (1939) y de Domar (1947) relacionan el crecimiento con el ahorro, entre más ahorro mayor inversión y aumento de la capacidad productiva, del ingreso y, por tanto, creación de más ahorro. La ecuación básica de ambos señala que la tasa de crecimiento de la inversión y del ingreso tiene que ser igual a la tasa marginal de ahorro multiplicado por la relación capital-producto (K/Y, productividad de la inversión o del capital), para que haya pleno empleo; en tanto que para el crecimiento de la economía debe aumentar la productividad del capital (K/Y) y el ahorro a una tasa cada vez mayor: “no basta que el ahorro de ayer sea invertido hoy o, como se dice a menudo, que la inversión sea igual al ahorro. La inversión de hoy tiene que ser siempre superior al ahorro de ayer. La simple ausencia de atesoramiento no basta. Es preciso que exista, día a día, una inyección de moneda fresca (o bien desatesoramiento). Además, dicha inyección debe producirse en términos absolutos a un ritmo acelerado. La economía ha de expansionarse continuamente” afirma Domar .
El modelo anterior se basa en la relación ahorro-inversión-ingreso-productividad del capital, es decir en la acumulación de capital y sin duda el resultado a corto plazo es crecimiento económico, empleo y rendimientos crecientes. Pero de acuerdo al análisis neoclásico y también clásico -Ricardo, Malthus, Marx- no alcanzará una tasa de crecimiento más alto de manera permanente debido a los rendimientos decrecientes. Solow argumenta que la tasa a largo plazo del crecimiento del producto por hombre (Y/L) “depende completamente de la tasa de progreso tecnológico en el sentido amplio”, y por tanto es independiente de la tasa de ahorro (de la tasa de inversión) .
En el modelo Harrod-Domar el medio para el crecimiento es la acumulación de capital, mientras se mantiene constante el cambio tecnológico, por tanto no influye. La acumulación de capital significa una “intensificación del capital” (K/L), en términos marxistas es la composición orgánica del capital (c/v). La intensificación eleva la producción por trabajador (Y/L), o productividad del trabajo, y, por ende, se eleva la productividad marginal del trabajo y del capital (es decir, los salarios y beneficios), pero, a largo plazo hay rendimientos decrecientes del capital, disminución del beneficio y un “estado estacionario o estable” (en términos de Marx, se da la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (pv/C) y se produce la crisis), y se revierte el proceso: la relación K/L deja de aumentar, los salarios reales no crecen, el “rendimiento del capital” se mantiene constante o decreciente y deja de aumentar el nivel de vida. Entonces, cae el nivel de vida o “desarrollo” porque hay una disminución del producto per cápita (Y/L) debido al incremento de la población trabajadora (o población total). Este es el panorama contemplado por los clásicos, incluyendo a Marx. El capital levantó sus propios límites, una acumulación exitosa lleva a un estado de crisis o estacionario.
El análisis de Solow de 1957 y estudios posteriores, demostraron que en países capitalistas avanzados el cambio tecnológico contrarresta los rendimientos decrecientes, obteniendo más producción, aún con la misma cantidad (o valor) de los factores o con la misma cantidad de capital-trabajo (K/L). Entonces, es posible considerar la intensificación del capital y también los avances tecnológicos para mantener la tasa de crecimiento per cápita a largo plazo, al igual que los salarios y el beneficio real. Factores como la invención, el mejoramiento de la mano de obra y de los procesos productivos, contrarrestan la tendencia descendente de los beneficios. La prueba real que presentan los neoclásicos es que ha habido un resultado neto en la producción por trabajador (Y/L), un incremento en los salarios reales y un mejoramiento del nivel de vida. Para entender la posición neoclásica del crecimiento de las economías avanzadas, ayudan mucho los clásicos y particularmente Marx, porque hay una similitud teórica en este punto. La contribución de Solow es que lo demostró empírica (o cuantitativamente) mientras que otros economistas lo analizaron sólo teóricamente. De tal suerte que coexiste una evidente complementación .


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