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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas



III LA NUEVA FASE DE DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL

El debate - Robert J Gordon - Oliner y Sichel Baily y Lawrence - Coincidencias y diferencias



EL DEBATE

El debate sobre la Nueva economía y la Revolución Tecnológica arreció en el periodo 1999-2001; los textos principales están fechados en ese periodo. Para Greenspan, la Fed, la administración Federal y para Martín N. Baily presidente del CEA no había duda de la existencia de la Nueva Economía. Con el tiempo los datos confirmaban sus hipótesis: el extraordinario auge y estabilidad fue causado por políticas macroeconómicas, como una política fiscal sana y una política monetaria acomodaticia, o políticas de regulación (o desregulación), o la liberalización comercial y la globalización; todo eso importaba, pero para Roger W. Ferguson, el Vicepresidente de la Fed, la fuerza dominante en el último lustro fueron los cambios estructurales a largo plazo, debido a la Revolución en la Tecnología de la Información .
En la cúspide de la Nueva Economía se desplegó una intensa campaña reconociendo y estimulando el cambio tecnológico; por ejemplo, el entusiasmo se expresa en las actividades públicas de Greenspan durante el 2000: “La revolución en la tecnología de la información” en la Conferencia sobre la Nueva Economía en la Universidad de Boston; “La innovación tecnológica y la economía”, en la Conferencia sobre la Nueva Economía, en la Casa Blanca; foro compartido con William D. Nordhaus, James Galbraith y Bill Gates y presidido por Bill Clinton. Se glorificaba el nuevo proceso justo en la cúspide de la larga expansión. “La Innovación tecnológica y su impacto económico” ante el Foro Nacional de Tecnología de St. Louis, Missouri; “El cambio estructural en la nueva economía” frente a la Asociación Nacional de Gobernadores, en Pennsylvania .

VI.2.4.1 ROBERT J. GORDON

A fines de los noventa no todos estaban entusiasmados. Robert J. Gordon, prestigiado economista, investigador del NBER y profesor de la Universidad de Northwestern University de Illinois, se destaca como un firme opositor. Gordon, principal teórico de los escépticos de la nueva economía, plantea firmemente que no ha habido ninguna aceleración del crecimiento de la productividad en el 99 por ciento de la economía, fuera del sector que produce las computadoras (el uno por ciento); y, además, argumenta, que este proceso no está a la altura de la revolución industrial de fines del siglo XIX.
En su primer trabajo sobre el tema, de mediados de 1999, ampliamente citado en el debate, señala que la recuperación de la productividad de fines de 1995 a principios de 1999 fue debido a tres factores: primero, a la medición mejorada de los deflactores de precios, segundo, al efecto procíclico normal en el periodo 1997-99, cuando el producto crece más rápido que la tendencia (el potencial), y tercero, al crecimiento del producto y de la productividad en el sector de bienes durables, debido enteramente al sector productor de computadoras. Fundamenta, que no sólo no ha habido incremento alguno en la productividad del conjunto de la economía, sino ha empeorado la desaceleración en el sector manufacturero, cuando se quita la industria productora de computadoras; y sin ésta industria, ha habido una mayor desaceleración de la productividad en las manufacturas durables en 1995-99 en comparación con el periodo 1972-95 y ningún incremento en la manufactura no durable.
Es decir, para Gordon la “nueva economía”, no “ha vuelto obsoleta la desaceleración de la productividad”, porque no hay evidencia que los beneficios de las computadoras y otros equipos eléctricos se haya difundido al resto de la economía. La llamada “revolución de la nueva economía” no ha salido de un estrecho sector. Concluye que los entusiastas defensores de la nueva economía, incluido Greenspan, han estado engañados, con estadísticas contaminadas (sesgadas) por el enorme crecimiento de la producción y la disminución de precios de las computadoras .
Como se observa en el cuadro III.4, la productividad del trabajo en el periodo 1995:IV-1999:I creció a una tasa de 2.15 por ciento anual promedio y una aceleración de 1.02 por ciento, recuperó dos terceras partes de lo perdido en el periodo 1972-1995, pero no alcanzó la tasa de crecimiento de 1950-72. La alta productividad de la manufactura, 4.58 por ciento, en el último periodo fue debido al sector de bienes duraderos, 6.78 por ciento, y este, a su vez, fue impulsado por el fuerte crecimiento porcentual anual del sector productor de computadoras, 41.7 por ciento. Mientras, fuera del sector manufacturero duradero y de la fabricación de computadoras, no hubo aceleración en el sector manufacturero no duradero, 0.02 por ciento, y un pequeño incremento de 0.7 por ciento en el sector no duradero.





Gordon en un desarrollo posterior critica que los entusiastas traten la nueva economía como una revolución industrial tan grande o más grande que la conjunción de invenciones como la electricidad y el motor de combustión interna que transformaron al mundo a fines del siglo XIX. En principio, acepta que la economía está inundada con inversiones en computadoras, que la productividad se ha recuperado y que a fines de los noventa, fueron años extremadamente buenos para la economía. Cuestiona: ¿La “nueva economía” realmente merece el trato de una revolución industrial básica, de una magnitud e importancia equivalente a las grandes invenciones de fines de siglo XIX y principios del XX?.
Su respuesta es que: los escépticos como él, argumenta, empiezan con un minucioso examen de la recuperación de la productividad; mientras los números agregados son impresionantes, la recuperación parece haber ocurrido principalmente dentro de la producción del hardware, periféricos y equipo de telecomunicaciones, con derrame sustancial al 12 por ciento de la economía involucrada en la fabricación de bienes durables. Sin embargo, en el resto los efectos de la “nueva economía” sobre el crecimiento de la productividad están sorprendentemente ausentes y la inversión productiva ha sido notablemente improductiva. Además, es bastante creíble que los mayores beneficios de la computadora pertenezcan a una década o más del pasado, pero no cree que se presenten en el futuro.
Este estudio explora alguna de las limitaciones inherentes de la computadora en general y de Internet en particular, sobre su impacto en la productividad y la calidad de vida, cuando se evalúan en comparación con las grandes invenciones del pasado.
La nueva economía, “definida como la aceleración pos-1995 en la tasa del cambio técnico en IT junto con el desarrollo de Internet ha sido un gran éxito y una profunda decepción”, concluye Gordon. Reconoce que la “nueva economía” ha creado una explosión en el crecimiento de la productividad en el sector manufacturero durable, en la fabricación de computadoras, semiconductores y otros bienes durables, y, sobre todo, ha creado enorme riqueza en el mercado de valores.
También, acepta, que ha ayudado a mantener bajos los precios en los últimos años; asimismo permitió que la Fed pospusiera una política monetaria restrictiva por varios años a pesar de la disminución de la tasa de desempleo. Sin embargo, ella ha significado poco para el 88 por ciento de la economía que ha sufrido una desaceleración de la productividad a pesar de una masiva inversión en computadoras y equipo periférico. Por tanto, para Gordon, la “paradoja de Solow” continua intacta en la mayor parte de la economía.
En el cuadro siguiente, III.5, la productividad anual promedio fue de 2.75 por ciento en el periodo 1995:4-1999:4. Desglosada la productividad en sus componentes, Gordon enfatiza que el 0.5 de un punto porcentual corresponde al “efecto cíclico” y el resto al crecimiento de la “tendencia” (2.25), a esta cifra se le descuenta la tendencia del periodo de comparación, 1971-1995, y, entonces, la aceleración (crecimiento) de la tendencia es 0.83 puntos porcentuales; a su vez se desglosa en la contribución de la “medición de precios” (0.14), en la “calidad del trabajo” (0.05) y en la aceleración “estructural” (0.64), atribuido por Gordon al uso de las computadoras. Si a este último le se suma la línea 10 -la IT en la “fabricación de computadoras”- de 0.29, entonces da un total de 0.93 puntos porcentuales en el total (2.75); sólo un 33 por ciento de la productividad del trabajo anual corresponde a la llamada nueva economía; participación porcentual considerada exigua por Gordon, y, por tanto, no amerita tanto entusiasmo.



Concluye enfáticamente que la nueva economía para estar a la altura de las revoluciones industriales tiene que igualar las grandes invenciones que constituyen lo que ha sido llamada la segunda revolución industrial. Internet puede ser “divertida e incluso informativa”, pero representa poco incremento en el nivel de vida en comparación con lo alcanzado “con la extensión del día” por la luz eléctrica, con la “revolución en la eficiencia fabril” lograda por el motor eléctrico, “la flexibilidad y la libertad” alcanzada por el automóvil, el “ahorro de tiempo y la disminución del globo terrestre” alcanzado por el avión, o por los nuevos materiales logrados por la industria química. Gordon aventura que la computación e Internet no constituirá la Tercera Revolución Industrial, con productividad y beneficios duraderos comparables a la Segunda Revolución . Esta es la mayor crítica y descalificación de la nueva economía, reportada en el debate.

VI.2.4.2 OLINER Y SICHEL

Hay otros expertos en la “contabilidad del crecimiento” y en la elaboración propia, con base a los datos oficiales del Bureau of Economic Analysis, que están convencidos que el crecimiento del producto y de la productividad en la segunda mitad de los noventa se debe en concreto a la IT. Stephen D. Oliner y Daniel E. Sichel son economistas de la Reserva Federal, y son parte del equipo que proporciona estudios a la Junta de Gobernadores; en este sentido son una de las fuentes de Greenspan y comparten la fascinación por los cambios tecnológicos de los últimos años. Ambos consideran que el crecimiento económico de la segunda mitad en Estados Unidos fue debido a la fuerte recuperación de la productividad del trabajo. Plantean que la fuente de este “resurgimiento” es el despliegue de la “revolución de alta tecnología” en los negocios.
Arguyen que las empresas habían estado invirtiendo en IT a un ritmo frenético en un esfuerzo para reducir costos, para coordinar operaciones a gran escala y proporcionar nuevos y mejores servicios. Efectivamente, la inversión de los negocios en equipo periférico y computadoras medido en términos reales saltó más de cuatro veces entre 1995 y 1999, según los datos que aportan. También crecieron rápidamente las inversiones en equipo de comunicación y en software. Los investigadores estiman que la IT explica casi dos tercios del aumento en la productividad del trabajo entre la primera y segunda mitad de los noventa.
En el cuadro siguiente, III.6, se desglosa la contribución a la productividad del trabajo por el uso y por la producción de la IT, esto se ve en el rubro “capital productivo” (capital deeping) y en el “multifactor productivo”, respectivamente; ambos más la “calidad del trabajo” suman la productividad del periodo 1996-99 (2.57). En primer lugar, el interés de los autores es mostrar la participación de la IT en la productividad del trabajo, que se ve en la columna 3 en el “capital de IT” (0.96) y en la línea 13, la integración de los sectores productores de “computadoras” y “semiconductores” (0.49); el resultado es 1.45 puntos porcentuales que representa el 56 por ciento del total (2.57) (Gordon calcula 33 por ciento); en segundo lugar, la IT medida por la aceleración, es decir, el cambio de un periodo con respecto al anterior, representa 0.45 y 0.26, y en conjunto 0.71 puntos porcentuales en relación con el total 1.04, por tanto representa el 68 por ciento de la aceleración en 1996-99 con respecto a 1991-95. El análisis histórico arroja una creciente participación de la IT en la productividad del trabajo en el último periodo con respecto al primero; el capital de IT se ha más que duplicado, pasando de 0.44 a 0.96, mientras que la participación en los sectores productores de IT, casi se triplicó, de 0.17 a 0.49 puntos porcentuales por año.

¿Qué nos depara el futuro? Vaticinan que la contribución de la IT al crecimiento, incluyendo el uso y su producción, permanecerá relativamente fuerte por lo menos en los siguientes años. La demanda de IT ha permanecido fuerte aún a principios del 2000, lo cual sugiere que la contribución al crecimiento no se ha retraído desde el alto nivel histórico de 1999. Incluso, se arriesgan, si esta contribución fuera a disminuir un poco en los siguientes años, aún estaría sobre el promedio de la segunda mitad de los noventas .

III.2.4.3 BAILY Y LAWRENCE

En la misma sintonía que Oliner y Sichel se encuentra Neil N. Baily y Robert Z. Lawrence; ambos fueron los dos principales responsables del Consejo de Asesores Económicos del Presidente en el periodo agosto de 1999-enero de 2001, y en esa responsabilidad les tocó elaborar el Reporte Económico del Presidente 2000 y 2001. Ya como ex asesores presidenciales publican un paper que reivindica la nueva economía justamente cuando ya había estallado la burbuja bursátil y la economía entraba oficialmente en recesión en marzo del 2001, nueve meses después que había empezado la desaceleración en relación con el punto más alto.
En primer lugar, introducen un nuevo término “new e-conomy”, que obviamente reivindica con plenitud las tecnologías asociada a Internet en el momento del colapso bursátil de las empresas “punto.com” que pusieran en duda a la Nueva Economía. En segundo lugar consideran que el término “nueva e-conomy” es merecido porque ha habido, desde 1995, una ola de innovación asociada con la producción y el uso de tecnología de la información, que se ha traducido en una mejor economía (en un mejor funcionamiento).
En particular, los economistas mencionados, se refieren a una sustancial aceleración en la tendencia del crecimiento del Factor Total de Productividad (FTP) o multifactor. Contundentemente confirman que la mayoría de esta aceleración realmente tuvo lugar fuera del sector de la computación y que “casi nada de ella fue cíclico”, en otras palabras no es una productividad transitoria sino permanente. Muestran evidencia estadística (ver cuadro III.7) que el incremento de la productividad anual promedio en el periodo 1995-99 también se dio en el sector servicios, que son los principales compradores de tecnología de la información, como finanzas, seguros, servicios personales, servicios de negocios y de salud, además de fuertes incrementos en el comercio al menudeo y al mayoreo. En el cuadro se ve que la aceleración de la productividad del trabajo fue mayor en las industrias más intensivas en el uso de IT (1.75) que en las menos intensivas (1.15). Estas ganancias, afirman, no solo reflejan la incrementada inversión en la IT, sino también las innovaciones complementarias en la política y en la organización de los negocios.





En la segunda mitad del 2000 la situación económica cambió -con un lento crecimiento en general y el principio de una tendencia bajista del mercado de valores, particularmente en las acciones tecnológicos- y consecuentemente la idea de una nueva e-conomía parecía menos convincente. El colapso reciente de muchas compañías de Internet había provocado escepticismo y algunos declararon la muerte de la nueva e-conomía, pero los investigadores creen que es una “mala lectura” de lo que estaba sucediendo. Reconocen, visto en retrospectiva, que hubo un optimismo excesivo acerca del potencial comercial de las compañías y que hubo decisiones equivocadas; que la red Internet engendró una actividad frenética que se alimentó así mismo, siguiendo el clásico modelo de las burbujas especulativas.
No obstante reivindican los principales cambios en la economía que tuvieron lugar en la expansión y que no han desaparecido con el colapso de los punto.com. Argumentan que la aplicación del Internet para propósitos comerciales se ha hecho muy importante sólo recientemente, y no ha sido la principal fuente del rápido crecimiento económico en los noventas; plantean que Internet ha sido importante y, prevén, que lo será aún más, porque bajará los costos de comunicación y permitirá a las pequeñas compañías bajar los costos. “Pero el Internet no ha sido la principal historia hasta hoy”. Los problemas de las nuevas compañías, consideran Baily y Lawrence, “serán transitorios” y al final será benéfico porque se recuperaría “una razonable promesa de rentabilidad”.
¿Hay una nueva e-conomía?, si es así, están muertos los ciclos de negocios, están obsoletas todas las viejas destrezas, sólo pueden sobrevivir las nuevas compañías, han cambiado completamente las reglas de la economía. Estas afirmaciones, dicen los autores, son completamente falsas y no existe una “nueva e-conomía” que asuma que ellas son verdaderas. Sin embargo hay una nueva e-conomía en el sentido que ha habido una ola de innovaciones, muchas de ellas ligadas a la IT, llevando a un mejoramiento económico en esta expansión y afectando a las viejas y a las nuevas empresas .

III.2.4.4 COINCIDENCIAS Y DIFERENCIAS

Según Gordon existen coincidencias con Jorgenson-Stiroh y con la pareja Oliner-Sichel en que terminó la “apatía” del crecimiento de la productividad del periodo 1972-95, cuando promedió sólo 1.4 por ciento por año, y se duplicó repentinamente al 2.8 por ciento después de 1995. También coinciden en que el aumento de la productividad resultó de una aceleración del cambio tecnológico que produce computadoras, periféricos, semiconductores y software .
Una diferencia de Gordon con los papers de Jorgenson-Stiroh y de Oliner-Sichel es el desglosamiento de la aceleración de la tendencia de la productividad en permanente (o estructural o sostenible) y en el componente cíclico (o transitorio), y no en el análisis de la contribución de la IT a la aceleración de la productividad. Sin embargo, para Gordon los otros investigadores atribuyen un importante papel al desarrollo tecnológico en la manufactura de computadoras y en el incremento de la productividad. Gordon considera que ellos se basan en el aumento de la declinación de los precios en el deflactor de precios hedonic (nueva medición) para computadoras y periféricos en las cuentas del ingreso nacional de 15.8 por ciento, en el periodo 1972-95, a 32 por ciento durante 1995-99, y por tanto se refleja, de manera indirecta, en una mayor contribución de las computadoras en la productividad total. La posición firme de Gordon y su conclusión hasta la mitad del 2000 es que no hubo aceleración en la tendencia de la productividad fuera del sector manufacturero de bienes durables.
Mientras, Oliner y Sichel creen que hay consenso en que la IT fue un impulsora clave de la aceleración en la productividad del trabajo real a fines de los noventa. Los cálculos de la contabilidad de crecimiento de Jorgenson y Stiroh refuerzan la evidencia, contando la misma historia que Oliner y Sichel, ya que ellos, estiman una aceleración de la productividad del trabajo de un 1.0 porcentual en la segunda mitad de los noventa. De esta aceleración, la IT es el 0.3 del “capital productivo” (el uso de IT) y en los “sectores productores” de IT (en el MFP) el 0.2.
Oliner y Sichel tienen una diferencia en la contribución numérica de IT al crecimiento, éstos encuentran una mayor participación del “capital de alta tecnología” en la aceleración de la productividad del trabajo, de 0.5 de un punto porcentual (contra el 0.3 de Jorgenson-Stiroh), o un 0.3 contra 0.2 punto porcentual en el MFP. Es decir 0.8 contra 0.5 puntos porcentuales cada año en la aceleración total del último periodo analizado. (ver siguiente cuadro III.8). Como es palpable, la contribución de la IT es central en el debate.





Otras diferencias entre los investigadores están en las cuestiones metodológicas, en procedimientos de medición, en periodos, en conceptos y definiciones, por tanto los resultados son diferentes. Jorgenson y Stiroh aplican una diferente metodología de medición de las que usa el Bureau of Labor Statistics y a la de Oliner y Sichel. Los primeros emplean conceptos más amplios del producto y el ingreso, de tal manera que disminuye la participación de IT en el total. Consecuentemente, para entender las diferencias hay que observar el concepto del producto que está siendo usado cuando se evalúa la participación de la IT.
Otra diferencia importante entre el paper de Gordon y los demás es que se enfoca a la descomposición de la tendencia (trend) de la productividad, mientras que el resto desglosan la productividad real (actual o cycle). Así, el enfoque de Gordon conduce a diferencias en la interpretación. Además, no coinciden las cifras porque toma un periodo diferente pero, según Sichel, el “análisis fundamental” de Gordon con respecto a la contribución de IT al crecimiento es igual al paper de Oliner y Sichel. Aunque Jorgenson y Stiroh coinciden con Oliner-Sichel que la IT impulsó el reciente comportamiento favorable de la economía, pero los investigadores de la Fed encontraron una contribución más grande, reflejando las diferencias en la metodología de la medición.
La diferencia principal entre los expertos es sobre la duración del incremento de la productividad del trabajo: ¿es permanente o temporal? Jorgenson y Stiroh consideran que debe haber cautela hasta que los patrones de productividad sean observados por un periodo más largo, sin embargo sugieren que algo, aunque no todo, de la reciente recuperación en la productividad del trabajo es permanente. Gordon expresa contundentemente la diferencia con el resto de los participantes en el debate: la mayor parte de la productividad del trabajo ha sido transitoria y prevé que lo seguirá siendo; lo explica de la siguiente manera: cuando el producto crece más rápido que su tendencia sostenible (el crecimiento potencial o la frontera de producción, dicho de otra manera) crece la productividad. Justamente es lo que sucedió, de acuerdo a Gordon, durante 1995-99, el producto creció a una tasa insostenible, por encima del potencial. Y si eso es cierto, también debe ser verdad que algo del crecimiento real de la productividad explicado por los demás investigadores es un fenómeno cíclico.
Sichel, Oliner, Jorgenson y Stiroh utilizan la productividad real (actual) y no la tendencia (trend) y creen que ha habido una gran aportación de la IT a la productividad del trabajo total. Posición contraria a la de Gordon. Pero Sichel considera que cualquier evaluación del “limite de velocidad” (speed limit, producto potencial) a largo plazo de la economía requiere una “descomposición” del reciente crecimiento en tendencia y ciclo.
Sichel juiciosamente cree que no se sabrá cuanto del reciente comportamiento favorable es permanente y cuanto es transitorio hasta después de la siguiente recesión (misma que estaba próxima) Aunque confía en que existe la posibilidad, con base a las IT, de un continuo aumento en el crecimiento de la productividad en los próximos años.















THE ECONOMIST Y LA “NUEVA ECONOMÍA”

La prestigiada publicación Inglesa se ha ocupado en tres ocasiones de manera central de la “nueva economía”; la primera, en julio de 1999, cuando se preguntó qué tan real era la nueva economía. Reconocía que en la superficie la economía de Estados Unidos estaba cambiando espectacularmente, pero quedaba la duda sobre la profundidad de los cambios y su repercusión en el crecimiento a largo plazo. Se unía al reciente debate sobre el impacto de la IT y la permanencia o temporalidad de la productividad del trabajo; basó su posición en el primero, de dos importantes, papers del principal critico de las virtudes productivas de la IT, Robert J. Gordon. La revista implícitamente mostró mayor simpatía por la corriente escéptica, y planteo cautelosamente, que había que esperar a tener mayor evidencia.
La segunda incursión trascendental en el tema fue en septiembre del 2000 con un excelente “A Survey of the New Economy”; se hacía eco de la animada discusión en el medio académico y registraba las aportaciones de optimistas como Oliner-Sichel, y de Jorgenson-Stiroh, pero continuaba inclinándose por la posición de Gordon. Ubicaba los extremos del debate: los que negaban que algo había cambiado y los que afirmaban que todo había cambiado. Obviamente, ambos estaban equivocados porque “la verdad, con mucha frecuencia, se encuentra en el medio”.
En plena recesión de Estados Unidos apareció un “Special Report. The new Economy”, preguntándose qué quedó de la nueva economía. Con base a la declinación de la productividad en el primer trimestre de 2001, comparada con el cinco por ciento anual a junio del 2000, le “parecía” en ese momento que la creencia ampliamente sostenida de la permanencia de la tasa de productividad era solo un “mito”, aunque no significaba que la nueva economía fuera completamente “hot air”.
Los escépticos que plantearon que las computadoras y el Internet no estaban a la altura de la electricidad y el automóvil, deberían sentirse satisfechos. Sin duda, los editores compartían la satisfacción. Los “mitos” se habían derribado: el ciclo no había muerto, se produjo de nuevo exceso de inventarios, a pesar de IT y del Just in time, la inversión en IT no fue a prueba de recesiones, las ganancias no siempre crecían y los métodos de evaluación de precios de las acciones se mantenían relevantes. La productividad del trabajo, el núcleo del debate, “continuara pero no a la tasa pronosticada por los optimistas, hay razones para creer que algo sobrevivirá a la crisis de IT”.

(1999). “How real is the new economy?”, pp. 17-18; “The New Economy. Work in progress”. pp. 21-22. July 24th.
(2000). “Untangling e-conomics”. A Survey of The New Economy, pp. 1-36, September 23rh.
(2001). “What´s left?”. Special Report. The new economy, pp. 79-81, May 12th.


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