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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas



III LA NUEVA FASE DE DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL

EL FIN DEL SOCIALISMO REAL Y LA TRANSICIÓN AL CAPITALISMO




Mandel considera que la disminución de costos, en términos relativos, con base a la “aplicación masiva de nuevas innovaciones tecnológicas”, a las condiciones de carácter técnico y de organización laboral son “teóricamente posibles”, es decir, son alcanzables por los capitalistas. Sin embargo, el revolucionario marxista mantiene una premisa básica, sin la cual no hay recuperación a largo plazo del capitalismo, y es una “derrota aplastante para la clase obrera”. Cuando Mandel escribió el libro donde expone sus tesis con respecto a las condiciones indispensables para el cambio de onda recesiva a expansiva, fines de los setenta, le parecía “imposible a corto plazo” una derrota de esa magnitud. La historia ha demostrado que ese periodo fue un momento cumbre de resistencia, de lucha y avance de posiciones obreras y de liberación nacional y de lucha antiimperialista . Fueron las últimas glorias, después vino el declive.
A partir de ese momento se presenta una tendencia descendente de la lucha de los trabajadores, que desembocó en la década de 1980 con la demolición del Muro de Berlín, el 10 de noviembre de 1989, con el fin del régimen comunista checoslovaco un mes después, y la caída de Ceausescu en Rumania antes de Navidad. Los siguientes tres años, en los noventa, llegó el desplome, casi completo, del mundo socialista, el descrédito y desilusión de más de cien años de lucha socialista y marxista por demostrar teórica y prácticamente que representaba el futuro de la humanidad. Esto no es poca cosa. Significa la mayor derrota de la clase obrera mundial y su ideología, incluyendo la clase obrera soviética, que era considerada por Mandel como la más avanzada, la más numerosa y en quien había cifrado esperanzas, de que en los primeros brotes de inconformidad pudiera derrocar a la burocracia comunista por medio de una revolución política que condujera a la verdadera construcción socialista. Mandel terminó el libro ¿Hacia dónde va la URSS de Gorbachov? , escrito en 1989, antes de la caída del Muro de Berlín, con un esperanzador “así será”, mas no sucedió la verdadera revolución política. Lo que sí fue, y sigue siendo, es el proceso de transición al capitalismo y en consecuencia una aplastante derrota, no sólo de la clase obrera de los países anteriormente socialistas sino de todo el mundo.
La definición de “derrota histórica” del proletariado sólo se puede comprender, como Mandel y los marxistas lo plantean, si se estima que la revolución rusa de 1917 inauguró un periodo de construcción del socialismo, considerado teóricamente como un sistema superior -fuerzas productivas- al capitalismo y por ende más progresivo (también progresista, desde el punto de vista social). Hoy casi todos estamos de acuerdo en que no se construyó el socialismo ideal-utópico, sino el socialismo realmente existente, dirigido por una dictadura de proletariado -para los comunistas- o una dictadura de la burocracia (nomenklatura) -para otros marxistas-; de cualquier manera -ya fuera un sistema socialista, comunista, o simplemente una sociedad híbrida en transición al socialismo (como la primera fase del comunismo del texto clásico de Marx)- representaba una alternativa global al capitalismo, porque era en esencia un sistema no-capitalista, con un objetivo de justicia social, y, por definición, mejor que la sociedad que pretendía sustituir , era el símbolo y, en parte, la realidad de que -como se dice hoy- otro mundo era posible.
La desaparición del socialismo existente significa un triunfo contundente de la sociedad burguesa; se ha destruido el mayor peligro potencial para el sistema capitalista. La singularidad del siglo XX no fue la violencia, las guerras, los campos de concentración, el hambre o la desigualdad, sino la experiencia socialista en una tercera parte de la humanidad; por consecuencia, el derrumbamiento de esta práctica socialista (aún imperfecta y degenerada) es el acontecimiento más trascendental de la segunda mitad del siglo XX y tiene implicaciones económicas y sociales igualmente trascendentales . También es un rasgo particular de fines del siglo XX, la transición hacia la economía de mercado .
Ha pasado apenas una década del proceso de transición hacia el capitalismo por parte del ex-bloque soviético y los resultados son concluyentes: la mayor parte de los países han constituido un (nuevo) Estado de tipo capitalista, una (nueva) economía de mercado y una (nueva) sociedad burguesa. Los estudios y la realidad muestran un avance considerable en la destrucción de las economías centralmente planificadas. En primer, lugar hay cuatro países que indiscutiblemente, hoy, son capitalistas: República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia. Estos son los ex – socialistas que en el periodo 1995-2000, se incorporaron a la OCDE; la entrada a esta organización se dio bajo las siguientes condiciones: economías abiertas de mercado, con pluralismo democrático y de respeto a los derechos humanos. Además, la graduación como países capitalistas democráticos se hizo el primero de mayo del 2004 cuando se incorporaron a la Unión Europea; pero no son los únicos, hay que sumar los tres países bálticos -Estonia, Letonia y Lituania- y a Eslovenia, y, en lista de espera, como candidatos a ingresar a la Unión Europea, está Bulgaria y Rumania. Son diez países que han cumplido la transición a la economía de mercado capitalista.
Los diez nuevos países capitalistas forman la llamada Europa Central, Sureste y del Báltico (CSB) más Albania y Croacia, que, también, aspiran a integrarse a Europa Unida. Otro conjunto de 12 países en transición conforman la Comunidad de Estados Independientes (CIS). En conjunto son 24 países –incluyendo Rusia- que rompieron con el socialismo y están en un proceso desigual para su incorporación al capitalismo y después a la Unión Europea. La primera fase del proceso fue la destrucción y desmantelamiento del Estado Obrero-dictadura del proletariado y de la economía planificada; oficialmente la primera fase de las “reformas estructurales” -más bien fue una revolución estructural- fue la liberalización y privatización. Esto se tradujo en un completo desequilibrio en todos los niveles porque se inició la destrucción de lo viejo, a la vez que se empezó a construir un sistema nuevo y desconocido. El resultado fue, inmediatamente, el desplome de la producción y el aumento de la inflación.
El balance a los diez años del proceso arroja lo siguiente: para el primer bloque de países el promedio de crisis productiva fue de 3.8 años, con una disminución del producto del 22.6 por ciento acumulada; en tanto que para el otro grupo fue de 6.5 años y 50.5 por ciento de caída del producto; en algunos países del primer grupo y todos los del segundo sufrieron una destrucción material superior a la Gran Depresión de 1930-34 de los países capitalistas avanzados, por ejemplo, Estados Unidos duró 4 años con una declinación del PIB del 27 por ciento . En términos de Inflación la tasa para el conjunto de países en transición en el peor año (1992) fue de 2,764 por ciento promedio, para 1998 había descendido a 19 por ciento .
El fin constitucional o legal del socialismo se dio en un periodo muy corto 1989-92 para la mayoría de los países del bloque soviético. A la vez que caen los gobiernos comunistas empieza lo que se llama la “recesión de la transición” que prácticamente ha concluido, sobre todo, en los primeros países en aplicar “programas de estabilización”, como Polonia, Hungría (incluso desde antes de 1989), República Checa, Eslovaquia y Croacia y otros, que empezaron tarde las reformas pero las cumplieron rápidamente, como los tres países bálticos, Eslovenia y Albania. En conjunto este grupo alcanzó su punto productivo más bajo en 1993 y mantuvo una tendencia ascendente en la segunda mitad de los noventa; en el 2001 el índice del PIB real fue de106.5 por encima del año base de 1990. Mientras que el segundo grupo -los retrasados- tocaron fondo en 1998 y en el 2001 el índice fue de 63 por ciento.
La Gran Depresión que destruyó al socialismo como sistema productivo, además desmanteló el sistema de bienestar social. Los “costos humanos de la transición” son: la declinación del índice de expectativas de vida, aumento de la morbilidad, la pobreza, la desigualdad en los ingresos, desigualdad de género, deterioro de la educación, aumento en el desempleo y subempleo. La crisis social se expresó en una mayor desigualdad y pobreza en todas las naciones en transición: el porcentaje de población que vive con menos de un dólar por día pasó de 1.5 en 1990 a 5.1 por ciento en 1998; aunque, es una tasa pequeña en relación con otras regiones, como son el Este de Asia y del Pacífico (15.3) o América Latina y el Caribe (15.6), el Sur de Asia (40) o Sub Sahara de África (46.4); la diferencia es que en los países en transición aumentó la tasa en 240 por ciento mientras que en el resto de países disminuyó en el mismo periodo.
Una década después los resultados del proceso de transición son exitosos: ya que la mayoría de los países son constitucional, institucional, económica y socialmente capitalistas . Los siguientes datos muestran el desarrollo capitalista. El grupo la CSB muestra considerable avance capitalista mediante la participación del sector privado en el PIB; mientras en 1990 la participación del sector privado era de 11 por ciento, en 1994 paso a 50 por ciento, y en 1999 a 68 por ciento; el segundo grupo, de la CIS, observa un ritmo más lento, con una participación de 10, 20 y 50 por ciento respectivamente. Se distinguen países que oscilan entre el 70 y 80 por ciento de producción privada en el PIB como son Rusia, Estonia, República Checa, Hungría.
Un segundo indicador es el progreso en las reformas medido por un “Índice de Liberalización”, entre cero y uno: de 25 países en transición sólo uno se encuentran por debajo del 0.5 en 1998, 15 superan el 0.5 hasta casi 0.75, y nueve se encuentran entre 0.75 y 0.9; estos últimos son Croacia, Lituania, Letonia, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, República Checa, Polonia, Hungría. Un tercer indicador que muestra el cumplimiento de las reformas y la construcción del capitalismo es el “Indicador de Transición”, es un rango entre uno y cuatro, que significa menos y más progreso en las reformas. Los países de la CSB promedian 3.1, los de la CIS 2.3; representan respectivamente entre el 80 y el 60 por ciento de avance hacia el capitalismo.
Antes que los países de Europa Central y Oriental y la Unión Soviética entrarán en descomposición y emprendieran la transición a la economía de mercado, China el coloso del comunismo, había empezado reformas graduales -desde fines de los setenta- que transformó en dos décadas a una sociedad fundamentalmente comunista, agraria y autárquica en una sociedad híbrida: un Estado comunista impulsando un sector capitalista moderno y transnacionalizado, altamente productivo y exportador de mercancías. Con un proceso de reforma diferente -gradual y con un Estado no capitalista- China es otro ejemplo de exitoso país en transición. Por lo pronto, es una nueva situación para los 500 millones de chinos que viven en la costa del inmenso país.
La situación de los países ex-socialistas ya no es ninguna novedad; simplemente son países que se incorporaron al campo capitalista y es normal su existencia, incluso los más avanzados son considerados como “mercados emergentes”, es decir, con condiciones capitalistas -mercado de valores y sistema financiero- para la entrada y salida de capitales extranjeros. Existe una Nueva Economía en esos países que coincide, su aparición y desarrollo, con la Nueva Economía de Estados Unidos (ver III.2.1); ambos procesos reflejan el cambio cualitativo en las relaciones sociales y productivas. Paradójicamente la onda larga de la década de los cuarenta se desarrolló impetuosamente sin la participación en el mercado mundial de los países que se integraron al campo soviético (incluyendo China); pero ahora, la nueva onda larga expansiva se retroalimentará de dos docenas de países que regresan al capitalismo.
Los nuevos países capitalistas representan fuerza de trabajo desarrollada, emigración legal a la Unión Europea, incremento del ejército industrial de reserva, competencia y disciplina entre los trabajadores, mayor diferenciación y menores salarios -mayores tasas de explotación-, nuevos campos para la inversión de capital, recursos naturales accesibles -disminución del precio de las materias primas-, producción de mercancías baratas -mayor competencia-, ampliación del mercado -realización de la plusvalía-, mayor tasa de ganancia, de acumulación y crecimiento. El bloque ex soviético será para la Unión Europea lo que China es para Estados Unidos: campo favorable de inversión, de producción y mercado capitalista. Es una situación de mejores posibilidades para las economías avanzadas que las precedentes ondas largas ascendentes: la de fines del siglo XIX -el surgimiento de los monopolios y el imperialismo-, y la onda posterior a la Segunda Guerra Mundial -la trasnacionalización y multinacionalización. Las Nuevas Economías propulsan la economía mundial y la globalización actual.
 


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