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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas



II LA FASE RECESIVA Y LA TRANSFORMACIÓN ESTRUCTURAL Y SOCIOINSTITUCIONAL


NUEVO ESTADO: NEOLIBERAL, DISMINUIDO Y REFORMADO

Cuando Ronald Reagan asumió la presidencia se propuso cambiar al gobierno federal: reducir su participación y asignarle nuevas funciones. El Estado keynesiano era el culpable de la crisis del capitalismo, el nuevo Estado tenía que crear las condiciones para la renovación del sistema. Un objetivo clave de la nueva orientación fue la mínima interferencia al mercado . En Estados Unidos fue por medio de las regulaciones económicas y sociales que se controló la mano invisible, y esto significó para el Estado un gasto, un déficit y una deuda pública cada vez más alto; las medidas fiscales consideradas favorables al crecimiento, se convirtieron en medidas dañinas para la economía.
Reagan planteo como uno de sus principales objetivos la reducción de la tasa de crecimiento del gasto federal y a largo plazo la eliminación del déficit público. El primer punto, si lo logró, redujo la tasa de crecimiento real del gasto federal a 2.9 por ciento anual, comparado con 4.5 por ciento del periodo 1960-80; pero incrementó el gasto federal en relación con el PIB, pasó de 20.7 del periodo 1974-80 a 22.4. Como el ingreso no aumentó en la misma proporción que el egreso federal entonces el saldo fiscal siempre se mantuvo deficitario, a pesar de las leyes que decretaban su disminución gradual; el déficit alcanzó un 4.2 por ciento promedio anual, superior al 2.6 de 1974-80 y la deuda pública se elevó de 34.5 a 43 por ciento (ver cuadro II.1). Esta fue la principal promesa incumplida (“finalmente eliminaré el déficit” dijo Reagan en 1984 ).
En términos cuantitativos no parece que el Estado se hubiera modificado. El déficit fiscal y la deuda pública se convirtieron en los nuevos flagelos, cuando la inflación había dejado de ser una amenaza. Pero se avanzó en términos cualitativos, en fortalecer la orientación liberal y en la concientización de la búsqueda del equilibrio fiscal. El gobierno de Bush, seguidor, no logró mejorar la situación fiscal e incluso, violó el sacrosanto principio, y, además rompió su promesa de campaña electoral, de no aumentar los impuestos, pero aún así los resultados no fueron muy diferentes. La tarea permanecía inconclusa.
La ironía, como se ve con frecuencia, es que un gobierno demócrata sería realmente el continuador y realizador de la obra empezada a principios de los ochenta. El presidente Bill Clinton, en su Mensaje a la Nación sobre el programa económico, en su primer año de gobierno, culparía al gobierno por los problemas económicos y sociales y propondría “la mayor reducción del déficit en la historia, casi 500 mil millones de dólares, con más reducciones de gasto que aumento de impuestos”; porque creía que “sin la reducción del déficit no tendremos un crecimiento económico sostenido”. Era el eco del reaganismo, con la diferencia que Clinton proponía un segundo importante principio, la justicia, que consistió en aumentar los impuestos a los ingresos superiores de 200 mil dólares al año, para que “contribuyeran más los que tengan más” .
El plan de Clinton se aprobó rápidamente por el Congreso a pesar de la oposición de algunos que el presidente llamó “los guardianes del estancamiento, de aquellos que harán cualquier cosa para mantener el status quo”; todavía existía rechazo al equilibrio presupuestal, y, de nuevo, lo paradójico es que Clinton se refería a los republicanos.
El presidente Clinton no se identificaba con los demócratas tradicionales; fue parte de los llamados “nuevos demócratas” estaban más cercanos al planteamiento liberal con respecto al Estado, el déficit público, el “poner en orden la casa”, el “trabajar mejor con menos”, y coincidía con los demócratas y los liberales políticos en cuanto a la justicia y distribución social . En esto consistieron los dos principales puntos del plan económico. Al terminar su primer periodo en enero de 1997, el déficit se había reducido a la tercera parte en relación a 1992.
En el Mensaje del Estado de la Unión en enero de 1996 Clinton refrendó su pensamiento liberal-social, que algunos llamarán la tercera vía: “la era del gran gobierno ha terminado. Pero no podemos regresar al tiempo que nuestros ciudadanos fueron dejados para valerse por sí mismos”; el Estado tenía responsabilidades, la primera, era equilibrar el presupuesto, porque esto disminuía las tasas de interés y alentaba el crédito y la inversión, que creaba nuevos empleos; también disminuía el costo de la hipoteca, los pagos del carro y de las tarjetas de crédito para beneficiar a los ciudadanos ordinarios .
En los tres últimos años del segundo periodo del presidente Clinton se obtuvo superávit fiscal. La segunda mitad de los noventa fue de estabilidad monetaria, de crecimiento económico, de alta productividad, de disminución del desempleo, de ganancias, y de recuperación de los salarios reales. Los resultados económicos, productivos y sociales eran inmejorables. Parecía que se había logrado el anhelado Dorado. Era un nuevo Estado y una nueva economía, decía Clinton (ver III.2.2.1).
Por el lado de Europa se adoptaron medidas para fortalecer el Estado liberal. El siete de Febrero de 1992, se firma el Tratado de la Unión Europea en Maastricht, Holanda, que impone a los Estados miembros, en la tercera fase del proceso de unificación europea, la obligación de evitar los déficit excesivos. En el “protocolo sobre el procedimiento aplicable en caso de déficit excesivo” se establecieron “valores de referencia”, el tres por ciento de déficit público, y de 60 por ciento de deuda en relación con el PIB. Se decidió también la constitución de un Banco Central Europeo, en coordinación con los bancos centrales de cada país. De esta manera, se obliga a los Estados europeos a buscar finanzas públicas sanas, porque se sabe que son necesarias para mantener las condiciones económicas estables en la Unión. Se obliga también a una política monetaria única por medio del Banco Central Europeo. Era la medida coercitiva adecuada, si es que se proponía una unidad real de países.


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