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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas



II LA FASE RECESIVA Y LA TRANSFORMACIÓN ESTRUCTURAL Y SOCIOINSTITUCIONAL


LA REESTRUCTURACIÓN

EUROPA Y JAPÓN

Los Estados Unidos e Inglaterra fueron los primeros en emprender las reformas estructurales -desde el gobierno del presidente Ford y el primer ministro laborista James Callaghan-, como se les llamó oficialmente por los organismos multilaterales; pero enseguida se sumaron gradualmente otros países, siguiendo en general la misma orientación. Para fines de los ochenta la mayoría de los países de la OCDE estaban en el proceso de reforma estructural. Un primer balance del avance en las reformas por parte de la Secretaría General de la OCDE, señalaba que se había alcanzado un “gran progreso” en todos los países; lo anterior dependía del momento en que habían empezado y de los esfuerzos de cada país. Se estimaba que las medidas propuestas, en un libro blanco de 1985, en la Europa Comunitaria se habían instrumentado en un 60 por ciento.
Comparado con la Comunidad Europea, Estados Unidos era el país más avanzado en general, y, particularmente, en áreas, como la desregulación en telecomunicaciones, líneas aéreas, transporte, ferrocarriles, en servicios públicos, además de regulaciones ambientales y sociales, en donde se puso atención a consideraciones de costo-beneficio. Era el país más liberal en la política de inversión extranjera directa. También se reconocía el avance en la reforma tributaria, en especial la ley fiscal de 1986, que había contribuido a reducir las distorsiones y fortalecido los incentivos; avances en la ley de seguridad social de 1983 en el cual se modificó una parte del sistema de bienestar social; en el estímulo a la competencia comercial, en la flexibilidad de los mercados laborales y en la reforma del sector público. A pesar de que había avances en la política comercial externa, contrastaban algunas medidas proteccionistas –en el sector automotriz y acero- con las medidas de desregulación y la mayor confianza en las fuerzas del mercado; se reconocía que el gobierno se había resistido a las presiones de una mayor intervención y apoyo a los sectores productivos, como la industria, la agricultura y el sector comercial externo.
Japón tenía “avances sustanciales” en la liberalización financiera, en la desregulación, en la reforma tributaria, en la política comercial, asimismo presentaba distorsiones microeconómicas en el sector financiero, en el sistema de distribución, en la política comercial, en vivienda y en uso del suelo, en infraestructura social y en el sistema fiscal. Alemania, a partir de 1982, lograba “progreso notable” en áreas como el control del gasto social, en la política fiscal, en privatización, en telecomunicaciones; aunque, continuaban las distorsiones y rigideces en el mercado laboral. Francia desde 1983, había desregulado el mercado financiero, abolido el control de precios y el control de capitales, redujo considerablemente la indexación salarial, cerraron empresas de desarrollo industrial y se incrementó la flexibilidad del mercado laboral; a pesar de los “innegables cambios positivos” continuaban graves distorsiones y rigideces en el mercado de trabajo, en el sistema fiscal, en la seguridad social, en el sector servicios e industrial, en el comercio externo. El Reino Unido en los ochenta se convirtió en el país que “había llevado a cabo políticas por el lado de la oferta con mayor determinación y vigor que el resto de los miembros de la OCDE” (ver I.2).
En la Comunidad Europea de fines de los ochenta se había avanzado en el “programa de liberalización y desregulación de los mercados”, de acuerdo con las expectativas, mas se advertía del poco progreso en los mercados laborales, en el sector agrícola y en la política comercial externa, en el libre movimiento de personas, en la homogenización de los impuestos -el IVA y el impuesto al ahorro-, en la política de competencia de los sectores de transportes y telecomunicaciones. Los esfuerzos y los resultados de las reformas estructurales Europeas eran desiguales e incompletos, aunque se llamaba a continuarlas: “el proceso de reformas ha adquirido un fuerte impulso, el cual esta lejos de ser agotado”, y los países que habían decidido moverse lentamente tuvieron que “unirse al proceso de reforma para evitar la pérdida de productividad”. Las naciones europeas se comprometen, en el proceso de unificación, a llevar a cabo las reformas decididas en los órganos gubernamentales de la Comunidad, pero además su interdependencia los obliga a impulsarlas por interés propio y mantener la competitividad .
Una parte fundamental del proceso de reforma económica ha sido la privatización de las empresas estatales. En la primera evaluación de las reformas estructurales, anteriormente citado, no aparece como área principal la privatización sino como parte de la desregulación, porque en realidad el proceso privatizador se desarrolló durante la década de los noventa. Algunos países vendieron empresas estatales importantes en los ochenta, como es el Reino Unido, que había desincorporado los principales servicios públicos durante el gobierno de Margaret Thatcher, por ejemplo, empresas tan importantes como la British Telecom en 1984, que es considerada la precursora de la privatización a gran escala; el Reino Unido con Thatcher se convirtió en el principal país privatizador en términos absolutos. Alemania tuvo un primer programa de privatización en la década de los cincuenta y sesenta, y lo reanudo en los ochenta con la venta completa de las acciones de empresas industriales, bancarias y del sector transporte; en los noventa privatizó parcialmente la empresa de telecomunicaciones y el servicio postal.
En Francia se emprendió la privatización a gran escala en 1986, y se interrumpió dos años después por las presiones políticas, reanudándose a partir de 1993: Japón vendió la empresa de telecomunicaciones en 1985, la de líneas aéreas y ferrocarriles en 1987. Estados Unidos adjudicó las empresas de ferrocarril y empresas petroleras en la segunda mitad de los ochenta. En dos décadas de privatización, 1982-2002, se privatizaron empresas en el mundo por un total de un trillón (billón) de dólares, de las cuales el 80 por ciento correspondió a países de la OCDE; en términos relativos el gobierno de Italia recibió recursos, por la privatización, del 10 por ciento de su PIB, Francia el seis por ciento, Reino Unido el cuatro por ciento, Canadá el 2.5 por ciento, Japón el uno por ciento, Estados Unidos menos del uno por ciento. Las principales áreas privatizadas fueron los servicios públicos, empresas del sector manufacturero, financiero, transportes y telecomunicaciones.
Al igual que la regulación, la estatización de empresas y la oferta de bienes y servicios por parte del estado, se basó en la premisa de la “falla del mercado”, y en la responsabilidad del Estado de luchar contra las crisis y sus consecuencias sociales. En la década de los setenta se reconoció que las empresas estatales tenían un mal funcionamiento, y excesivos costos que pesaban en las finanzas públicas, pero no fue hasta la década de los noventa que se decidió la privatización y entonces este proceso se “convirtió en un complemento clave de la reforma económica en la OECD” , señala un balance reciente.


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