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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas



II LA FASE RECESIVA Y LA TRANSFORMACIÓN ESTRUCTURAL Y SOCIOINSTITUCIONAL


CRISIS DEL IMPERIO

ESTANFLACIÓN Y CONFUSIÓN: 1973-81

Al principio de la década de los setenta ni los gobernantes ni la mayoría de los economistas preveían la gravedad de la crisis ; tampoco se podía conocer con certeza que la crisis se manifestaría de manera diferente a las del pasado. La excepción fue Milton Friedman con su famoso discurso presidencial en la Asociación de Economistas de Estados Unidos en diciembre de 1967, en donde predijo que si se continuaba usando la política monetaria para promover el pleno empleo el resultado sería una inflación más alta, y no descendería la tasa de desempleo, es decir más inflación y más desempleo .
En el pasado, las crisis se habían presentado como recesiones o depresiones con deflación de precios, mientras que la crisis de los setenta en Estados Unidos, y en los demás países -desarrollados o subdesarrollados- se manifestó como recesión productiva y como desempleo e inflación; esta nueva situación económica fue llamada estanflación. El problema característico fue que la inflación no descendía a tasas tolerables durante las recesiones, se mantenía alta o incluso aumentaba. La estanflación en Estados Unidos se mantuvo fuertemente arraigada durante el periodo 1970-81, con administraciones republicanas y demócratas. La producción promedio anual en ese periodo fue de 2.9, inferior al 4.4 por ciento de 1960-69, lo que ya muestra una desaceleración del crecimiento anual; la tasa de desempleo anual se incrementó de 4.8 a 6.4, tasas consideradas altas, mientras que la tasa de inflación se disparó al ocho por ciento con respecto al 2.5 de la década de los sesenta. Fue en Octubre de 1979 cuando la Reserva Federal utilizó una firme política monetarista para detener la tendencia alcista de la inflación, y, un poco después, en 1982, empieza otro periodo sin estanflación, con mayor o menor crecimiento del PIB, con déficit fiscales deficitarios o superavitarios, pero sin alta inflación, aunque siempre con la preocupación de un nuevo ascenso.
A pesar de la influencia monetarista en los gobiernos republicanos del periodo 1969-76, de Nixon y Gerald Ford, y de sus intenciones, no pudieron acabar con la inflación, ni alejar al Estado de una mayor intervención. Tampoco lo pudo lograr el gobierno de Carter con una orientación keynesiana. Se demuestra, claramente, en este periodo estanflacionario, que las políticas económicas están determinadas por el momento y por el interés político personal. Se observan los giros de política cuando el presidente Nixon, asesorado por un consejo de asesores liberal y monetaristas, pretende disminuir la alta inflación creyendo que cuando alcanzara la “tasa natural de desempleo” del cuatro por ciento, la inflación tendería a disminuir, sin embargo, aumentó el desempleo a 4.9 por ciento y la inflación apenas descendió de 6.2 a 5.6 por ciento. El año de 1970 es una fecha histórica porque fue el primero con estanflación.
La reacción ante la inflación y el desempleo, en 1971, fue el lanzamiento de la llamada Nueva Política Económica que pretendía promover la expansión del producto y reducir el desempleo, corregir el persistente déficit en la balanza de pagos y controlar la inflación. Es decir, visto retrospectivamente buscaban un milagro. Para alcanzar estos objetivos se redujeron los impuestos, se establecieron los controles de precios y salarios y se liberó el tipo de cambio para que se ajustara a las condiciones del mercado. El resultado fue la reanimación de la economía, pero aún con un alto desempleo, la represión temporal de la inflación, el principio de déficit fiscales -que se convirtieron en permanentes hasta 1998-, y el desequilibrio monetario internacional. También se ve en este periodo la intención política personal, en la política expansiva, para asegurar la reelección presidencial de 1972, aún sabiendo que provocaría mayor inflación y contradiciendo sus propias convicciones
Durante la administración de Gerald Ford, 1974-1977, se produjo la recesión más grave y la inflación más alta de los últimos cuarenta años; los signos de estanflación de los primeros años se convirtieron en una dramática realidad a la cual los gobernantes no supieron, ni quisieron, a veces, resolver a corto ni a largo plazo. ¿Cómo se explica que otro monetarista liberal clásico, como Alan Greenspan, jefe de los asesores económicos del presidente, recomendara políticas tan contradictorias e ineficaces, como las aplicadas en el periodo inmediato anterior?, ¿Qué no tenían clara la lección? Sin duda sabían que para enfrentarse a la recesión de 1974-75, con mayor gasto federal y disminución de impuestos, aumentaría el déficit fiscal, como efectivamente sucedió; se incrementó el gasto federal en 2.6 puntos porcentuales del PIB y el déficit fiscal a 4.1 por ciento, ambas cifras las más altas desde el fin de la guerra mundial. Se enfrentó a la recesión con la política fiscal expansiva de acuerdo al manual keynesiano, pero la experiencia reciente mostraba que rebotaría la inflación, llegando a tasas record. Más, la respuesta fue acorde a la gravedad de la crisis productiva; sin la política fiscal expansiva, hubiera sido mucho más pronunciada la recesión y, para el momento, era el problema principal.
En tres años se sintetizó la más confusa y contradictoria política económica de los setenta, asesorada por el pragmático Greenspan; en los primeros meses después de la toma de posesión, al renunciar Nixon en 1974, Greenspan y el presidente Ford recomendaron al Congreso la aprobación de un incremento de impuestos para luchar contra la inflación, y, cuatro meses más tarde, una reducción de impuestos para luchar contra la recesión ; utilizaron la famosa estrategia keynesiana de freno y aceleración, que tanto criticaban; la aplicaron en periodos muy cortos, mostrando creciente desesperación. Después, cuando la recesión mostró su gravedad, con un desempleo del 8.5 por ciento en 1975, propusieron un nuevo recorte de impuestos y mayor gasto federal, pero el Congreso decidió “incrementar el gasto mucho más de lo que yo quería y disminuir los impuestos mucho menos de lo que yo quería” , se quejó el presidente Ford.
Es decir, los resultados no sólo dependían del presidente y de su equipo económico sino de relaciones de fuerza con el Congreso. Esto pudiera ser una atenuante ante la falta de buenos resultados; aunque hay agravantes, porque estaban concientes de que se producían consecuencias no deseadas: “descubrimos que los objetivos no siempre son completamente compatibles, cuando se busca realizar varios objetivos simultáneamente. Las acciones para lograr un objetivo a veces funcionan en detrimento de otro”. Sin embargo, insistieron en “atacar la inflación y el desempleo al mismo tiempo” con políticas que debían ser equilibradas . El resultado fue el más desastroso desde la posguerra: la tasa más baja del PIB y de la productividad, así como las tasas más altas de desempleo, inflación y déficit fiscal. Enredo, confusión, desastre y pragmatismo inmediatista caracterizaron el segundo periodo presidencial ganado por Nixon y terminado por Ford-Greenspan.
El desatino –comparado con la política y la situación económica tersa de los sesenta- no terminó allí. La administración de Carter, 1977-1980, aunque mejoró la tasa del PIB, mantuvo un desempleo alto, con una inflación record, la menor tasa de productividad para un periodo presidencial y con un significativo déficit fiscal. De nuevo los objetivos no coincidieron con la realidad, se plantearon políticas contradictorias, se cambió de prioridad en la política económica, primero fue el alto desempleo y después la inflación, pero no quisieron acabar con la inflación a expensas de un estancamiento económico y del costo social para los más vulnerables; pretendieron seguir con una política económica equilibrada que atacara la recesión, el desempleo, y la inflación de manera simultánea.
Al igual que las administraciones monetaristas, el gobierno Carter-keynesiano planteó que la lucha contra la inflación debía ser a largo plazo, persistente, gradual y con mucha paciencia. Propósitos que no se vieron en ningún caso. Las políticas fueron tomadas con base a las presiones económicas y sociales a corto plazo y por el interés de la reelección presidencial. No es casualidad que desde un año y medio antes de las elecciones se aplicaba una política fiscal expansiva que terminaba con una mayor tasa de inflación. Y como era tradicional, la Reserva Federal coincidía con una política monetaria laxa, en contubernio, afinidad ideológica y dependencia del poder ejecutivo.
El presidente Carter correctamente definió el difícil periodo de la siguiente manera: “Los setenta fueron una década de confusión económica. Los precios del petróleo crecieron más de 10 veces, ayudando a provocar dos importantes rachas de inflación y la peor recesión en 40 años. El sistema monetario internacional tuvo que hacer una difícil transición de tasas fijas a flotantes [...] fue una década inflacionaria que trajo una mayor incertidumbre...” . Un importante economista (Stein), asesor de Nixon, recordó en 1996 que “los últimos años de Nixon, los años de Ford y de Carter fueron un periodo en el cual el Consejo de Asesores Económicos del Presidente lucharon con problemas para los cuales la profesión económica no estaba preparada”; los keynesianos liberales, como Galbraith, también consideraban que en los setenta se vivía una “época de incertidumbre” y contrastaba “la seguridad del pensamiento económico del siglo pasado con la creciente incertidumbre con la que se enfrentaban los problemas en nuestra época actual [...] dada la espantosa complejidad de los problemas que afronta la humanidad sería raro que no fuera así” . Una de las importantes y determinantes decisiones de Carter fue el nombramiento del Presidente de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federa, Paul A. Volcker, en octubre de 1979; esta decisión contribuiría a su no-reelección y cambiaría la historia, demostrando el papel del individuo y de la política económica en los acontecimientos.


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