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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas

 

I NEOLIBERALISMO MONETARISTA VS KEYNESIANISMO

EL PEOR DE LOS MUNDOS POSIBLES : LA DECISIÓN


¿Cómo explicar, a más de dos décadas de su adopción, la aberración y anomalía que ha representado la política y la teoría monetarista liberal? ¿Cómo explicar el engaño, la tozudez, el desvarío, la perturbación, la locura, la estupidez de la burguesía mundial? Se explica de la misma manera que se explicó la adopción de la política keynesiana. Para no ir más lejos: por la necesidad que el sistema tiene de una herramienta útil que resuelva pragmáticamente problemas que se consideran graves y perjudiciales para sus intereses materiales.
En ese momento decisivo de la historia económica del capitalismo se consideró que la inflación era “más corrosiva” que cualquier otro problema: “el costo económico y social de la inflación, aunque menos inmediato y obvio que el desempleo, puede resultar todavía más corrosiva” y había que detenerla porque “en las circunstancias actuales, la continuación de la recuperación se vería amenazada por políticas (keynesianas) que causen más inflación”. Es más perjudicial la inflación porque redistribuye arbitrariamente la riqueza y el ingreso, socava la confianza, reduce los incentivos para invertir, asigna mal los recursos y como consecuencia reduce las ganancias empresariales , alegan los que deciden; también es dañina la inflación porque hace que “toda empresa tenga éxito, incluso algunas que deberían fracasar”, porque “destruye los mecanismos conductores del mercado”, porque “perturba frecuentemente el funcionamiento uniforme del mercado”, porque “una inflación acelerada va muy pronto a dar en la completa desorganización de las actividades económicas”, porque la inflación puede “destruir la economía de mercado y reemplazarla por un sistema comunista o cualquier otra especie de totalitarismo” supone Hayek.
Son todas razones sumamente poderosas para luchar contra la inflación corrosiva. Y es una simbiosis entre las ideas friedmanas-hayekianas e instituciones capitalistas internacionales. Las ideas hechas materia, convertidas en políticas estatales.

El periodo clave de la historia económica de las últimas tres décadas está en el quinquenio 1978-1982 (y, en general, en la década de los setenta). Es un periodo que culmina una primera fase, que empieza desde la segunda mitad de la década de los sesenta, en donde se muestra el ascenso vertiginoso de la inflación hasta la tasa máxima del 13 por ciento en 1980, acompañada por la subida del desempleo a tasas de ocho por ciento en 1982. En sentido contrario a las dos variables anteriores el PIB viene desacelerando el ritmo hasta tocar fondo en 1982 con un decrecimiento de 0.2 por ciento, para el conjunto de siete países desarrollados, de acuerdo a datos de la OCDE . (ver Gráfica I.1).
Esta situación era la expresión de otras variables determinantes de la inversión, como son el costo de la mano de obra, las tasas de rendimiento del capital y las tasas de interés que se encontraban en una situación insostenible a largo plazo. El crecimiento del precio de la mano de obra en 1980-82 fue de nueve por ciento, mientras que el rendimiento del capital (ROE) alcanzó un 12.5 por ciento. Las ganancias superaban en sólo 3.5 puntos reales al costo de la mano de obra, un diferencial muy exiguo para el apetito burgués, además que al trabajador le pagaban un punto porcentual por debajo de la inflación. Así nadie está conforme. (Gráfica I.2).




El problema más grave a principios de los ochenta, fue una tasa de interés pasiva (la que recibe el ahorrador) superior a la ROE -de 13 por ciento la primera y 12.5 por ciento la ROE-, por lo que resultaba mas conveniente la inversión financiera que la productiva, en consecuencia perjudicaba las bases materiales del capitalismo porque desestimulaba la producción de valor y de plusvalor, con lo cual se alimentan los intereses (ver Gráfica I.3).



Así mismo, al ser más atractiva la inversión financiera, el capitalista productivo y el comercial tienen que pagar una tasa más alta por el crédito recibido (tasa activa), y la máxima tasa de interés que pueden pagar es la correspondiente a la tasa de ganancia , pero, entonces, no actúa como capitalista y perecerá. Como se ve en la gráfica I.4, en 1980-82 la tasa llamada Federal Funds Rate de la Reserva Federal de Estados Unidos es superior al rendimiento del capital del G-7; esta tasa es un préstamo de corto plazo a los bancos, por tanto, la tasa que pagan los prestatarios es aún más alta. A largo plazo así no funciona el capitalismo.


Esta situación –de mayores tasas de interés (activas y pasivas) en relación con la ROE de las empresas no financieras- beneficia coyunturalmente al capital dinerario-financiero-especulativo, pero no es aceptada ni soportada por el capitalista productivo (y comercial) a largo plazo, y quien decide a largo plazo es el que sostiene la producción de plusvalía. El FMI no representa al capital financiero (en su acepción más limitada, como normalmente se usa) sino al sistema en su conjunto (es decir, a toda la burguesía), y no va a respaldar políticas que al final socaven los cimientos del capitalismo. Y, si realmente fuera el representante de los financieros y de los especuladores, como muchos creen, sería muy miope y torpe porque en poco tiempo se revertirían los beneficios en mayores pérdidas para el conjunto.
Para empeorar la situación, en 1980, la tasa de interés pasiva quedó por debajo de los precios al consumidor, situación insostenible, que tomó forma desde la década de los setenta; a medida que aumentaba la inflación, disminuía la tasa real para los inversionistas financieros, por tanto tampoco era el sector privilegiado. (Gráfica I.5). Esto debe explicar la búsqueda de mejores rendimientos en nuevos y especulativos instrumentos financieros y la inversión en otros países. Es decir, se vivió un momento en el capitalismo desarrollado, representado por el G-7, que afectaba a la burguesía como clase y al proletariado, por tanto el sistema estaba fuera de control.



Esta situación terrible para el capital (y por supuesto para el trabajo) se ve más claramente en Estados Unidos con una serie más completa : en los setenta los precios al consumidor superaron durante siete años la tasa de interés de los bonos del Tesoro a tres meses, siendo el año 1980 el último con tasa negativa. Por tanto, tampoco los tesoreros de las empresas y las viudas, estaban contentos con el sistema financiero. En cambio, durante los sesenta, la tasa real de los bonos siempre fue positiva, oscilando de 0.5 a 2.5; lo mismo sucedió en 1981-97, con tasas positivas de hasta 6.9 por ciento en 1982, cuando descendió la inflación anual a cuatro por ciento (ver Gráfica I.6).



La siguiente gráfica, tomada de Duménil y Lévy , es la tasa de ganancia de Estados Unidos –línea continua- y la tasa de ganancia promedio de Alemania, Francia y Reino Unido para el periodo 1960-96/98. Claramente se observa una tendencia descendente desde la década de los sesenta hasta la mitad de los ochenta; los autores le llaman a esta fase “crisis estructural”, que coincide con la explosión inflacionaria, la inestabilidad monetaria internacional, con altas tasas de interés e incremento del costo de la mano de obra, y con tasas de ganancias cada vez menores. La segunda parte de la gráfica, la recuperación de la tasa de ganancia de los cuatro países desarrollados indica la superación del periodo de fines de los setenta y principios de los ochenta, que he considerado la peor de las situaciones para el capitalismo en los últimos cincuenta años. Y, por tanto, se tenía que resolver con medidas de política económica -además de la lucha antiinflacionaria se emprendieron un conjunto de medidas llamadas reformas estructurales- que revertirían el curso: empezó un proceso de desinflación, de disminución de la tasa de interés y del desempleo y de aumento de la tasa de rendimiento del capital (ROE) y de la tasa de ganancia (utilizada por los marxistas franceses) –el producto neto menos el costo del trabajo dividido entre el stock de capital fijo-. Los indicadores yuxtapuestos en el periodo 1980-82 se abrieron como una tijera a partir de 1983, cuando se abatió la inflación. Para Duménil y Lévy empezó una “nueva fase” del capitalismo.

 


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