ESTRATEGIA DIDÁCTICA PARA LA TRANSPOSICIÓN DE LA CULTURA PSICOLÓGICA SOBRE LA SIMETRÍA FUNCIONAL COMUNICATIVA AL CONTEXTO FORMATIVO UNIVERSITARIO

Georgina amayuela Mora

CAPÍTULO-II- CONCEPCIÓN TEÓRICA PARA LA TRANSPOSICIÓN DE LA SIMETRÍA FUNCIONAL COMUNICATIVA AL PROCESO FORMATIVO.

En el presente capítulo  se exponen los fundamentos teóricos de la propuesta de la concepción teórica destinada a transponer la cultura comunicativa referida a la simetría funcional (plano psicológico), al contexto formativo universitario (plano didáctico). Además, se  presenta la argumentación  de una estrategia didáctica, como vía de concreción  de la concepción aportada. Esta estrategia privilegia la preparación del profesorado universitario para el logro de un proceso formativo auténticamente simétrico, desde el cumplimiento de las funciones de la comunicación en sus interacciones con los discentes.

2-1- Argumentación de la concepción teórica.

La concepción teórica que se describe en el presente capítulo, está dirigida a lograr  que se propicien interacciones comunicativas adecuadas  entre el profesor y los alumnos en el contexto universitario. El propósito que guía esta concepción, se corresponde con  los postulados del paradigma sistémico estructural de investigación.
Los fundamentos epistemológicos desde los que se asume la teoría general de sistemas y el método de investigación sistémico estructural, parten del reconocimiento de que la totalidad constituye una unidad dialéctica de sus componentes, donde las propiedades del sistema son cualitativamente distintas a las propiedades de estos elementos constituyentes por separado, constituyen la integración de las relaciones entre los componentes o subsistemas del todo y sintetizan estos, caracterizando el sistema y su desarrollo.
Los principales subsistemas que caracterizan un proceso de comunicación educativa en el cual predomina la simetría funcional de la comunicación vista en su dinámica y desde su transposición didáctica al contexto formativo universitario, son el resultado del análisis crítico-valorativo de las fuentes bibliográficas, la experiencia de la autora como investigadora en esta problemática y de la reflexión en torno a los principales resultados obtenidos a través del diagnóstico realizado en el contexto universitario.
Tales subsistemas, con su recursividad propia, se sometieron a consideración de profesionales expertos en la temática y se enlazan mediante relaciones de interdependencia.
Los presupuestos  teórico-metodológicos que se asumen como referentes de la concepción que se aporta en este capítulo, son los siguientes:
1-La unidad dialéctica entre  actividad, comunicación,  personalidad, sujeto y grupo.
La personalidad se forma y se expresa  en el sistema de relaciones que establece el sujeto, en la actividad y en el proceso de comunicación, y también regula estos procesos. La comunicación propicia el desarrollo de la personalidad  en el sistema de  actividades que esta realiza.
No es posible estudiar la comunicación al margen de procesos  tan importantes  como la actividad  y la personalidad. Se establecen  entre estas categorías, relaciones  de interdependencia, claramente perceptibles en el marco del proceso docente-educativo.
La comunicación es un proceso esencial de toda la actividad humana, que caracteriza la calidad de los sistemas interactivos en que el sujeto psicológico se desempeña. En los sistemas de actividad y comunicación en que el sujeto se desarrolla, se crean las condiciones para estimular o no las potencialidades subjetivas de su personalidad.
La educación ha de contribuir al desarrollo de la personalidad, lo que no resulta factible fuera de un sujeto psicológico concreto, quien en su carácter actual e interactivo se implica en diversos sistemas de actividad y comunicación, en virtud de los cuales y al afrontar retos crecientes, desarrolla sus recursos personológicos.
La comunicación tiene un rol esencial en la atmósfera psicológica del grupo. En el proceso de la actividad grupal conjunta y de las interacciones comunicativas entre sus miembros, el grupo adquiere niveles superiores de desarrollo. El proceso de integración grupal no se desentiende del refuerzo constante de la individualidad, de la identidad personal de sus integrantes. En tal sentido, es importante promover sistemas interactivos donde grupo e individuo se generen de manera simultánea y recíproca.
Una comunicación desarrolladora no es solo aquella que “crece” al sujeto individual (el alumno o el docente), sino también la que promueve el crecimiento grupal. Esta comunicación supone un proceso social, colectivo, que asume, al unísono,  un relevante sentido personal para los participantes.
2-El proceso docente-educativo se concibe como un proceso eminentemente comunicativo.
El proceso docente-educativo tiene lugar a través de las interacciones comunicativas docente-alumnos y de los alumnos entre sí. Es, por ende, un proceso eminentemente comunicativo por su naturaleza misma y por tal razón exige de un docente que sea un comunicador de excelencia.
El proceso  docente-educativo,  como proceso comunicativo, constituye un  proceso de intercambio de significados y vivencias, de interacción, de influencia recíproca, de comprensión mutua y de percepción interpersonal.  Comunicarse es un proceso que rebasa los límites de la información, aunque en todo proceso comunicativo hay intercambio de información, transmisión y recepción de mensajes.
La  comunicación es, además, un medio para expresar e intercambiar vivencias afectivas, para expresar aceptación, interés, tolerancia, comprensión y en el cual los interactuantes esperan sentirse queridos, tenidos en cuenta, escuchados, justipreciados. Constituye, de igual modo, la vía para controlar la conducta de los participantes, para interactuar y particularmente para que el docente ejerza  una  influencia   educativa  en los estudiantes.
3- El alumno es concebido como centro del proceso formativo.
Tradicionalmente se ha considerado que  el profesor tiene la responsabilidad máxima en el aprendizaje y el desarrollo de la personalidad de los estudiantes, asumiendo estos últimos,  un papel pasivo y receptivo dentro  del proceso formativo. La práctica ha demostrado que docentes y discentes deben  asumir determinada responsabilidad en dicho proceso, que ambos desempeñan roles de importancia. Pero para estar a tono con las actuales exigencias sociales y del contexto cubano, debe el alumno asumir un papel eminentemente activo, involucrado en su propio  proceso de desarrollo y de asimilación de la cultura.
Considerar al discente como protagonista del proceso formativo,  es una condición importante para promover desarrollo humano en el mismo, la adquisición de estrategias para aprender a aprender, lograr que se caracterice por una independencia cognoscitiva y se convierta en un ser creativo, reflexivo y transformador de la sociedad.
4- La unidad entre lo instructivo y lo educativo.
La educación en el contexto escolar  adquiere siempre un carácter intencional, en tal sentido  deben de aprovecharse las potencialidades que ofrece el proceso de instrucción para ejercer las influencias educativas  y lograr los objetivos generales del sistema educativo. Cada contenido temático en las diferentes asignaturas, posibilita  la influencia educativa.
Todo  proceso  de instrucción  presupone la asimilación de conocimientos y el desarrollo de hábitos, habilidades y capacidades; pero no se debe aislar de los propósitos educativos. Y  en esa misma medida, una educación óptima favorece el proceso instructivo. En la práctica es muy difícil establecer fronteras entre las intenciones instructivas y educativas, por lo que se considera que siempre es recomendable  considerarlos como subprocesos relacionados de  un proceso mayor, el proceso docente-educativo.
No obstante, acentuar lo formativo del proceso, parece ser la posición más coherente con privilegiar la formación integral del estudiante como máxima aspiración de las instituciones docentes. Preparar al estudiante para la vida y para un ejercicio profesional óptimo, implica promover en él aprendizajes desarrolladores y pertrecharlo de herramientas para procurarse sus propios aprendizajes.
El proceso de comunicación educativa se expresa mediante un sistema de categorías, las cuales se encuentran en estrecha relación y que se relacionan a continuación: perceptor, emiper (emisor/ perceptor, perceptor/emisor, lo cual supone reconocer que ambos polos de la comunicación son igualmente activos e intervienen en ellas como sujetos, lo cual resulta únicamente posible si la comunicación educativa es genuinamente dialógica), prealimentación, mensaje, retroalimentación, códigos, contexto grupal, contexto institucional.

Como ha sido señalado con anterioridad, a través del presente informe de tesis, con frecuencia se sobreestima el papel de la función informativa en cualquier proceso de carácter comunicativo. El proceso docente-educativo no es una excepción, ni lo es particularmente el que discurre en las instituciones universitarias.
Sin embargo, la función más importante de una institución docente, es la de educar. Y la vía esencial para educar es la comunicación, ya que la comunicación es un proceso orientado al desarrollo de la persona, a su formación integral, al crecimiento humano. En tal sentido, resultan sumamente valiosas las palabras de Beatriz Macedo, especialista de la UNESCO, al aludir al papel de las disciplinas en el marco del proceso educativo-didáctico: “Debería recordarse que las disciplinas no son enseñadas por derecho propio, sino por la contribución específica de cada una a la formación cultural, social e integral de los alumnos “. (44)
 Para enfatizar en las improntas sociales del nuevo milenio, esta autora insta a “No enseñar un saber determinado, sino EDUCAR a través de ese/os saberes”. (45)
La cultura psicológica comunicativa y particularmente la referida a la noción de simetría funcional de la comunicación, ya existe, aunque ha sido insuficientemente estudiada y sistematizada desde el punto de vista científico.  
Un proceso comunicativo simétrico desde lo funcional, supone el logro de las funciones de la comunicación en una unidad dialéctica, en una cierta armonía. El predominio de la función informativa de la comunicación en el proceso docente-educativo, ha traído como consecuencia la acentuación de la intencionalidad instructiva del proceso, vista esencialmente desde la óptica del docente; en detrimento de lo afectivo y lo regulador, cuya contribución a la intencionalidad formativa del proceso, resultaría indiscutible.
El docente tiene un rol de guía, orientador y mediador del proceso, pero su quehacer no puede estar segregado de las intenciones del alumno, de sus metas, sus necesidades, expectativas y aspiraciones. El alumno no es un simple objeto en el proceso formativo. Es un sujeto actuante, protagónico, con espacio al diálogo y la polémica, que construye aprendizajes y crece, a partir de sus interacciones con el profesor.
Las interacciones docente-alumnos deben favorecer tanto el proceso de crecimiento personal de cada estudiante como individualidad, como el desarrollo del grupo en su totalidad. Y a su vez, deben estimular el propio desarrollo personal del docente, como sujeto profundamente implicado en el proceso formativo.
La cultura psicológica comunicativa impacta al proceso formativo, por cuanto este involucra a la comunicación como vía esencial. Sin embargo, un reto importante para la ciencia consiste en trasladar esta cultura al acto didáctico, al proceso formativo, indicando el camino para esta transposición.
Como se ha señalado con anterioridad (vid supra),  la contradicción fundamental, a la cual trata de dar respuesta el presente trabajo, en consecuencia, se expresa en la relación que se establece entre la cultura psicológica comunicativa denominada simetría funcional y su transposición didáctica al proceso formativo.
La simetría funcional, se comprende como aquella especificidad o característica de la comunicación referida a la armonía en la expresión de sus funciones principales, asumiéndose como tales las planteadas por B. F. Lómov (46)     la informativa, la afectiva y la reguladora, que se relaciona con la presencia de motivos relativamente coincidentes entre los interactuantes y que tiene una importante contribución al logro de una comunicación eficaz.  
Esta reconceptualización de la categoría de simetría de la comunicación, desde la óptica de la autora, favorece una nueva comprensión del término respecto a las definiciones clásicas, ya que:

  • Sustituye la comprensión de lo simétrico del proceso como equivalente a equilibrio, balance o equiparidad, acentuando lo armónico en la expresión de las funciones, la importancia de la presencia de todas ellas en el proceso comunicativo.
  • Facilita una visión de la simetría desde lo dialéctico de la relación entre las funciones de la comunicación.  En consecuencia, lo esperado no es que siempre estas tengan la misma prioridad o que exista una “proporcionalidad” uniforme entre estas, sino que se comprenda el acto comunicativo como unidad de lo informativo, lo emocional y lo regulador, considerándose, para acentuar una u otra función dentro del proceso formativo (que es el interés del presente trabajo):
  • Los  niveles  en   que  discurre   la   comunicación   (sujeto individual-sujeto individual, sujeto individual-sujeto conjunto).
  • El momento del desarrollo grupal (dinámica).
  • La naturaleza de los objetivos planteados y las tareas docentes a ejecutar.
  • La dinámica de cada sujeto o individualidad integrante del grupo estudiantil.
  • Explica la asociación entre lo simétrico o asimétrico del proceso, con la coincidencia o no de ciertos motivos de actuación de los interactuantes (el docente y el/los alumno/s).

La simetría funcional, en tanto cultura comunicativa, no es una noción estática. La relación entre las funciones de la comunicación es modificable, por ende debe ser entendida en su movimiento, en sus transformaciones. Esto explica que se haga referencia a la dinámica de la simetría funcional, entendida esta como la dialéctica de las relaciones profesor-alumnos, alumnos-profesor, alumnos-alumnos (de la cual se destaca el binomio docente-alumnos, visto desde su interactuar),  que permite la integración de las relaciones entre las funciones de la comunicación.
Sin embargo, asumir una cultura comunicativa referida a la simetría funcional, exige de una categoría, que representa un momento previo en la transposición de un plano psicológico al plano didáctico de esta cultura y que se denomina por la autora como intencionalidad formativa compartida.
 Por ende, un primer subsistema que puede ser identificado en la concepción teórica de la dinámica de la simetría funcional, transpuesta al proceso formativo, es el que se denomina intencionalidad formativa compartida.

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