MODELO PEDAGÓGICO DE DESARROLLO DE LOS MODOS DE ACTUACIÓN PEDAGÓGICOS PROFESIONALES EN EL PLANO DE CONTRASTE DEL PROGRAMA NACIONAL DE FORMACIÓN DE EDUCADORES

Yolvy Javier Quintero Cordero

1.2  Caracterización psicopedagógica de la formación inicial del docente  y   su   relación con los modos de actuación  pedagógico profesionales


La  educación es un proceso a través del cual se propende al desarrollo de las potencialidades y capacidades del individuo a fin de que se integre socialmente y se perfile en  la búsqueda del bien común.  El propósito de la educación en su acción más preclara, según López María (1999) está reflejado en la atención de los problemas de formación de generaciones de individuos en un contexto y época dada.
Por su parte, Llanos de la Hoz (1987:16) argumenta que la educación debe hacerse cargo de las modificaciones que experimenta la sociedad para adaptar el proceso educativo a los cambios que vive el hombre.
 Peñaloza (1995:57) aporta que en su más amplia acepción,  la educación intenta que se desarrollen en cada individuo las  capacidades y características propias del ser humano. Es decir, intenta que el hombre sea realmente hombre. Es un proceso de hominización. Por tanto,   la educación siempre tendrá un fin positivo, en tanto y en cuanto permite dignificar la vida en sociedad. Al respecto, Joya (2008:1) afirma: …“no basta educar al niño para sí, ni para vivir, es necesario educarlo para los demás, para el mundo, para la humanización y el convivir.”
 La educación deberá promover  disposiciones constantes en el desarrollo individual y social, en la búsqueda de la concientización y una formación permanente que lleve al individuo a creer en una democracia libertaria, emancipadora y conduzca a cambios sociales que se deriven  de la concepción prefijada por la teoría filosófica existencialista de la educación cuyo abanderado es Freire(1980), con  planteamientos conceptuales que se conocen con el nombre de “aprender a ser” y “aprender a aprender”  y que llevan implícita una franca vía de educación permanente.
Asimismo, Ausubel y Col (1990) consideran que  es el conjunto de conocimientos, órdenes y métodos por medio de los cuales se ayuda al individuo en el desarrollo y mejora de las facultades intelectuales, morales y físicas. La educación no crea facultades en el educando, sino que coopera en su desenvolvimiento y precisión.
En este sentido, se asume el concepto de  Freire (1980), ciertamente,  como él mismo anota: “nadie lo conoce todo, ni nadie lo desconoce todo; nadie  educa  a nadie, nadie se educa solo”, los hombres nos educamos entre sí, mediados por el mundo. La educación no es transferencia de conocimiento, es crear las posibilidades para su creación.
  Por tanto, considera el investigador, que el enseñante como el enseñado interactúan nutriéndose mutuamente  de sus conocimientos previos. Educar es preparar al hombre para que asuma su papel de  educador, reeducándose permanentemente en las posibilidades creativas que la propia dinámica social va creando, alrededor de las necesidades que le cercan.
De las  anteriores concepciones se desprende que la educación supone un proceso de formación permanente. Y es permanente  porque la constante en  las sociedades modernas es el cambio, la transformación. Por ende el proceso educativo no fenece nunca.
En este sentido, cobra importancia  el criterio   de Fuxá (2004:17) quien considera  que la formación es un proceso de adquisición de conocimientos, habilidades, valores, y la experiencia de la actividad creadora de los profesionales, que habilitan al sujeto para el desempeño de una determinada actividad, de esta manera, la formación profesional debe  garantizar una preparación científica en los aspectos generales,   esenciales y básicos de su objeto de trabajo para preparar al profesional en la  solución de los problemas inherentes a su acción laboral.
 Para Parra (2002:32) el proceso de formación de un profesional es permanente porque  una de sus características es la de mantenerse actualizado y auto perfeccionándose; en este sentido, el período  de  la  formación   inicial  es de suma importancia, ya  que marcan  pautas  decisivas para crear una actitud ante la profesión  y desarrollar las bases del nuevo desempeño.  A criterio de Vera (2005:23)  las actitudes se consideran tan importantes como los contenidos, psicopedagógicos y andragógicos, es decir, se valora todo lo que representa formarlas, es posible que un docente domine los contenidos y sin embargo, no pueda compartir las decisiones, la comunicación, la dinámica de grupos, entre otros, por un problema de actitud reflejado en su actuación como docente.
Orbegozo (1995:15) sostiene que la formación real del docente  supone transformarlo de consumidor y repetidor de  conocimiento, en productor de conocimientos y solución para los problemas que plantea su práctica. La formación del docente estará, por tanto, enmarcada en hacer consciente, reflexivo de su práctica, con metas y proyectos. En este proceso de convertirse en sujeto, con los demás de su formación el docente incidirá decisivamente en la calidad de la escuela.
 Por  otra parte, Gorodokin (2004:3) afirma que el proceso de formación implica una acción profunda ejercida sobre el sujeto, tendiente a la transformación de todo su ser, que apunta simultáneamente sobre el saber-hacer, saber- obrar y el saber pensar, ocupando una posición intermedia entre educación e instrucción. Concierne a la relación del saber con la práctica   y toma en cuenta la transformación de las representaciones e identificaciones en el sujeto que se forma en los planos cognoscitivos, afectivos y sociales orientando el proceso mediante una lógica de estructuración, no de acumulación.
Para Achilli (2000:2) la formación docente puede comprenderse como un proceso en el que se articulan prácticas de enseñanza y de aprendizaje orientados a la configuración de sujetos  docentes/enseñantes.  La práctica docente  se concibe en un doble sentido: como práctica de enseñanza, propia de cualquier proceso formativo y como apropiación del oficio de docente, como iniciarse, perfeccionarse y/o actualizarse en la práctica de enseñar.
La formación de formadores debe procurar la concreción de sujetos competentes, que contribuyan a la construcción de la mirada del enseñante, como  punto de partida de la construcción de la realidad. Esto es, que en todo proceso docente educativo siempre va a existir la subjetividad del sujeto que enseña, por tanto, hay que tenerlo presente. No se trata  de crear un individuo a imagen y semejanza del maestro, se trata de fomentar, procurar, ayudar al alumno a crear su propia percepción de la realidad.
El autor de la presente investigación coincide con Gorodokin  en su apreciación, haciendo la salvedad de que no considera que la formación deba ser vista como un proceso distinto a la educación. La formación está implícita en el proceso educativo. La educación es formación para  y por la vida. No puede haber proceso formativo o de instrucción ajenos al proceso educativo.
 Es necesario significar que la visión perceptiva del docente  acerca de la realidad y las características que le son propias influyen en la  práctica docente. Es decir, el entorno en el cual se desenvuelve marca de alguna manera el comportamiento del docente; lo inspira, o lo retrae. Esa visión  está referida a la sistematización y aplicación de un conjunto de políticas educativas que rigen el proceso docente y están vinculadas muy de cerca con lo que se ha dado en denominar modos de actuación pedagógicos profesionales; el PNFE (2006) sostiene taxativamente que a través de ellos el estudiante estará en capacidad de:
- Facilitar, mediar y promover el aprendizaje escolarizado (sistematizado) y no escolarizado en correspondencia con los objetivos y estrategias metodológicas establecidas  para el  nivel en que labora.
- Elaborar estrategias para propiciar el crecimiento personal del alumno.
- Utilizar métodos propios de las ciencias en su desempeño profesional.
- Establecer comunicación necesaria con las instituciones de los diferentes sectores que deben contribuir al proceso formativo, convirtiéndose en líder comunitario que promueve y guía la integración en este sentido.
Como se puede observar, los enunciados expresados son capacidades, competencias que  se formarán en los estudiantes del PNFE, para su desempeño profesional. Así, cuando se dice que podrá facilitar, mediar y promover el aprendizaje, significa que  estará dotado de las herramientas cognitivas y  metodológicas para impulsar un aprendizaje significativo, es decir,  un aprendizaje que sea capaz de transformar y solucionar problemas sociales. Para ello, se requiere sistematizar las experiencias en su práctica docente.
 Cuando asume que podrá elaborar estrategias para propiciar el crecimiento personal de sus alumnos, quiere significar que el estudiante del PNFE se convierte en un guía, un facilitador que propicia una personalidad  definida en sus alumnos, portadora de valores éticos que le enrumbarán en su vida adulta. Para ello, el estudiante del PNFE debe convertirse en modelo a seguir, no sólo  como maestro o profesor competente, sino también  en su vida personal y comunitaria.
Por otra parte, cuando se  dice que  estará en capacidad de utilizar métodos científicos en su desempeño profesional, lo que se quiere significar es que como científico social en formación, hará uso de las herramientas que el rigor científico requiere para  propiciar el conocimiento.  Es decir, hará uso de la didáctica como ciencia aplicativa de los preceptos pedagógicos.
Asimismo, se expone el papel importante que debe jugar como líder comunitario. Al estudiante del  PNFE,  se le prepara para ser un promotor de cambios sociales, como tal debe encauzar acciones en  tal sentido. Debe codearse con la colectividad, debe ayudarles a definir y establecer proyectos comunitarios que coadyuven a una mejor vida en sociedad.
Chirino (2002:1) acota que la formación del profesional es entendida como “el proceso de apropiación de conocimientos, habilidades, valores y métodos de trabajo pedagógico que preparan al estudiante  para el ejercicio de las funciones pedagógicas, y se expresan mediante el modo de actuación profesional que va desarrollándose  a lo largo de su carrera”.
 En Venezuela, antes de la aparición del PNFE,  ese concepto se asimila con el de competencias, se forma al individuo para adquirir competencias. Y cuando se habla del mismo se hace alusión a capacitación, destrezas, habilidades. Al respecto, Badillo y Villasmil (2006:5),  sostienen que  competencias es el conjunto de  saberes que involucran conocimientos, sentido axiológico y propósitos, acciones que desarrolla la persona en el contexto de su formación, tanto en su vida personal como social, combinada e integrada.
Las competencias para Spencer y Spencer, citados por Vásquez (1993:9)  son características subyacentes en el individuo que está causalmente determinada a un estándar de efectividad, a una actuación superior en un trabajo o situación.
En esta misma dirección, se tiene  la  definición que sobre modos de actuación pedagógicos profesionales, sostienen García y Col (1996), según la cual son las formas históricamente condicionadas de desempeñarse el docente, constituido por el conjunto de procedimientos, métodos y estados para la comunicación y la actividad pedagógica, las cuales revelan un determinado nivel de desarrollo de sus habilidades y capacidades, así como de constructos, rutinas y esquemas y modelos de actuación.
Los modos de actuación  pedagógicos  profesionales, según Pérez (2004:1) se refiere a una de las categorías de la didáctica de la educación superior y ha sido trabajado por  diversos autores, fundamentalmente cubanos: García Ramis, (1996); Álvarez de Zayas, (1999); Fuentes, (2000); Garcés (2003), entre otros. Este concepto alcanzó  auge a raíz de las modificaciones desarrolladas en los planes de estudio de formación de profesores que comenzaron a aplicarse con la generación de los planes “C”,  en Cuba.
 En ese sentido, el Ministerio de Educación Superior, de ese país, lo definió como los métodos más generales que caracterizan cómo actúa un profesor, con independencia de con qué trabaja y donde trabaja. Álvarez de Zayas (1989) plantea que es la manera de  como el egresado resuelve los problemas del objeto de su trabajo, en el objeto de su profesión.
Si esa manera de resolver  los problemas inherentes a su profesión; vale decir, esa “forma de actuar” no responde cualitativamente al requerimiento exigido, entonces su desempeño estará a ese mismo nivel, con las consecuencias que tal situación supone para el proceso docente educativo.
El desempeño profesional,  a criterio de Tejeda (2009:3),  se constituye en el modo de expresión del  profesional, por  el  desarrollo alcanzado en las competencias, las que cualifican y distinguen el cumplimiento de las exigencias socio laborales, en los contextos donde cumple las actividades, tareas o roles inherente a la realización de las funciones y procesos asociados a la profesión. Sus  características son las siguientes:
- Emerge y se modifica en la misma medida que cambia el   escenario   y sus   exigencias
- Coexiste con las competencias, pero facilita su resignificación  y reacomodo   personal.
- Representa   una expresión personal, en tanto  cualifica a la competencia.
- Tiene un carácter totalizador al integrar de forma dialéctica   los    elementos    que caracterizan la competencia o conjunto de éstas.  
 Por su parte, Fuentes (2000:5)  asevera que los modos de actuación pedagógicos profesionales  son métodos de carácter general que se hacen independientemente del objeto, argumenta que se establecen a partir de los métodos particulares  de solución a los problemas profesionales y como una generalización de éstas, sin importar  las esferas en que desarrolle su actividad y los campos de acción en los cuales actúa.
Addine y Col (2002:1), entienden por modos de actuación pedagógicos profesionales al sistema de acciones en el que se concretan las funciones  docente metodológico, de orientación educativa y de investigación superación y las relaciones entre ellas, que le sirven para cumplir su tarea esencial de educar en el proceso de enseñanza aprendizaje.
A criterio del investigador, esta autora, en el orden científico, describe  la necesidad que tiene el docente, en el proceso enseñanza- aprendizaje  de  organizar y .sistematizar esas acciones que caracterizan a los modos de actuación profesional; en el entendido, que su puesta en práctica   constituye la dirección científica del proceso docente educativo y argumenta, además que esa   actividad se organiza  siguiendo lo que se denomina las funciones generales de la dirección del proceso educativo.
Los modos de actuación tienen atributos, que son: a) actúa sobre el objeto de  la profesión. Vale decir, actúa sobre el receptor del proceso e incluso sobre el mismo educador. b) revela el nivel de habilidades, capacidades, constructos u otras formas donde el sujeto expresa su desarrollo profesional y define su desempeño. c) tiene un carácter histórico- concreto y generalizador al manifestarse en la actividad profesional.
 Por otra parte,  y a criterio de la misma autora, los modos de actuación toman en cuenta ciertos indicadores de carácter general: el objeto como parte de la realidad hacia el cual se orienta la acción; el objetivo que se persigue; los contenidos; los métodos o procedimientos; los medios para su realización; las condiciones en que se realiza; precisión de las funciones, tareas terminales y las habilidades, capacidades y competencias.
En términos pedagógicos, estas funciones  que, a criterio de Álvarez de Zayas, citado por Amador (2010:1), constituyen  las propiedades que manifiestan los procesos conscientes en su desarrollo y que se expresan mediante acciones generalizadoras, se estructuran en habilidades, las que se despliegan en la actividad pedagógica siguiendo una secuencia y sistema de acciones a desarrollar por el docente.
Ahora bien, una vez expuesto el criterio de los autores señalados, el investigador asume que las competencias constituyen el valor agregado que posee el individuo en cuanto a conocimientos teórico- prácticos,  manejo de  estrategias y técnicas,  actitudes y formación ético- humanística; y que lo capacitan, lo vuelven “competente” para el desempeño,  bien sea profesional o de algún oficio, referido al  campo de acción de una actividad determinada.
En referencia al  ámbito educativo,  la razón primordial por la cual existe un desempeño docente  acorde con las exigencias de la actividad,  es la tenencia y ejercicio  de las  competencias.  Más aún,  esa integración dialéctica, de la cual habla Tejeda,  genera el que la reflexión crítica del profesional de la docencia,  acerca de su desempeño, mejore  cada vez su nivel de competencias, lo que se  traduce en mejoras significativas del mismo (desempeño).
 Se podría decir, entonces, que los modos de actuación  pedagógicos profesionales se corresponden con las competencias, por cuanto si el docente despliega  su modo de actuación pedagógico profesional, acorde con las exigencias de su labor tendrá necesariamente un exitoso desempeño profesional. Los modos de actuación pedagógicos profesionales constituyen  el conjunto de métodos, técnicas y procedimientos (producto de sus conocimientos) que utiliza el docente y su concreción real es el desempeño profesional.
El  autor de la investigación, difiere de Fuentes y coincide con la posición de Pérez, ya citados, en tanto y en cuanto los modos de actuación no pueden deslindarse de las esferas de actuación del profesional de la docencia. Precisamente, las peculiaridades de esas esferas de actuación y que constituyen el ambiente donde se desarrolla la actividad profesional, influyen determinantemente en los modos de actuación. E incluso, la capacidad de control que tenga el docente sobre sus emociones influye sobre sus modos de actuación.
 Por otra parte, no obstante estar de acuerdo con los postulados de Addine, respecto  a  la  labor de sistematización  y secuenciación de las acciones que caracterizan  los modos de actuación pedagógicos profesionales,  considera el investigador que no se explica el “cómo”  se va realizar esa labor,  a través de qué  vía. Esta labor de sistematización, a criterio del autor, es lo que permitirá al docente ir organizando su práctica docente conforme a un plan de acción que permita una interrelación con sus participantes que agregue valor  a los resultados obtenidos. Es decir, una práctica en la cual se recojan y se discutan  las vivencias y experiencias de todos los participantes, en sus diferentes ambientes; de tal forma, que  fluyan nuevas concepciones acerca del contexto socio-cultural en el cual se interviene.
El investigador concibe al  conocimiento  como  tal, porque se comparte, se digiere y   a través de la reflexión conjunta se fortifica y/o se recrea. En el proceso docente-educativo perfeccionar el modo de actuación  implica establecer en la práctica, una comunicación dialógica con el claustro, de manera que logren proyectar acciones encaminadas a la búsqueda del conocimiento integrado, buscando la forma en que se experimente la motivación por la actividad, que se adquiera conocimiento y a su vez se establezca un pensamiento crítico y reflexivo que garantice la modificación de una determinada posición, con criterios y convicciones personales, lo que contribuirá a una nueva forma de comportamiento en el individuo. Es  la práctica docente, debidamente organizada,  y la socialización del quehacer educativo lo que  lleva inexorablemente a la creación de nuevos conocimientos.
 Como conclusión de este epígrafe  se observa que la educación  no  consiste en transferir conocimiento, sino en posibilitar su creación  a través de una interrelación continua entre docentes y alumnos. . Esta formación es permanente   porque permite mantener actualizado  y en constante auto perfeccionamiento al individuo. De ahí que  en el ámbito educativo la formación inicial  marca pautas decisivas para crear una actitud  ante la profesión y desarrollar las bases del nuevo desempeño. Permite asumir una postura estratégica como profesional de la educación. Esa postura estratégica no es más que la aplicación  de un modo de actuación  pedagógico profesional, el cual  se caracteriza por ser sistemático secuencial  y determinar un nivel de habilidades y  capacidades que se van  perfeccionando a través de un proceso de autopreparación.

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