LA DESILUSIÓN SEXENAL

Óscar Antonio Jiménez Morales

Política comercial y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte

En forma recurrente se tiene una fuente de confusión en relación con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y ésta tiene que ver con las expectativas que se construyeron para la economía nacional.
A partir de la firma del Tratado, éstas fueron muy superiores a las que pudieron derivar de la operación de un tratado que sólo ha originado una zona de libre comercio y que ha beneficiado en gran medida a las empresas norteamericanas y por ende a la economía de los Estados Unidos.
No todos los enfoques conducen a percibir al “éxito exportador”1 de la economía mexicana, como variable dependiente del TLCAN, ni a dicho crecimiento de las ventas al exterior como un detonante del desarrollo, sobre todo, a la luz de los efectos sobre los indicadores básicos de la economía.
Antonio Gazol2 establece que ni en la tasa de crecimiento, ni en el nivel de empleo, ni en los salarios, el TLCAN ha tenido un efecto positivo pues el elevado contenido de importación de las exportaciones las ha desvinculado del resto de la actividad productiva y por ello su impacto ha sido tan limitado.
Gazol también establece que si en el pasado reciente el tratado ha sido ineficaz en la tarea de estimular el desarrollo económico, mayor será esa ineficacia en el futuro, nuevos competidores están desplazando a México como proveedor de Estados Unidos como ya lo es China, la inversión extranjera directa está acudiendo a nuevos destinos, mientras que las tendencias de la política comercial externa de Estados Unidos apuntan en la dirección de acuerdos bilaterales o regionales con otros posibles competidores de México en ese mercado.3
El autor establece también que para bien o para mal el TLCAN ha dado de sí cuanto podía dar, ni las exportaciones van a crecer más de lo que ya lo han hecho, ni aumentará el flujo de inversión foránea4. Todo lo que tenía que suceder ya sucedió, y ahora el tratado es un dato más en y para la economía mexicana.5
Sergio Luna6 apunta que al TLCAN le acompañan otras complejas características relacionadas con el prolongado proceso de integración al sistema económico estadounidense. “Primera regularidad: los ciclos económicos de México y Estados Unidos convergen. Segunda: la balanza comercial de México se torna procíclica. El hecho de que la mitad de las importaciones totales de México tenga relación con la demanda exportadora obedece al hecho de que está determinada por el efecto absorción de los Estados Unidos: exportaciones e importaciones son función directa de la demanda originada en los Estados Unidos y este es un gran indicador de la fuerte dependencia de la economía mexicana con la estadounidense.
En esta tesitura, debemos decir que dicho fenómeno de integración dependiente se encuentra presente con algunos factores menos con los fundamentales como bienestar económico y social y en productividad, la integración dependiente deriva del cortoplacismo y de la parcialidad de los “estrategas” de la economía mexicana.
Ahora bien, los productores norteamericanos, en especial, en el sector agropecuario y forestal se han visto mayormente beneficiadas ante la entrada en vigor del TLCAN toda vez que hay al menos dos variables que juegan a favor suyo: 1).- los altos subsidios que el gobierno norteamericano otorga sus  productores lo que provoca que su precios finales sean mas baratos en el exterior (México) y por ende, más competitivos por la vía precio, ahora bien; 2).- ante el contexto del libre comercio en donde los aranceles han sido eliminados (parte central-formal del TLCAN), el precio final de los productos norteamericanos7  va a ser menor adicionalmente, sin contar con las extraordinarias condiciones naturales de las que goza el campo estadounidense lo que contribuyen a que los costos de producción sean aún menores.
Ante esta situación, los consumidores finales, entre ellos el gobierno, en México van a preferir los productos norteamericanos por la sencilla razón de que son más baratos (en el corto plazo) y con ello, el gobiernos neoliberales mexicanos han tenido el espléndido pretexto para decir que es más fácil importar alimentos que producirlos pero ¿qué pasa cuando se registra una devaluación de la moneda nacional mexicana como la de los primeros meses de 2009? Pues provoca que ese argumento se diluye toda vez que ahora esos alimentos serán más caros y por ende el monto de dólares que se necesitan para adquirirlos, no hay que olvidar que el Banco Mundial y el Fondo Monetario8 Internacional obligaron a México, desde 1982, a acatar una serie de medidas recesivas, entre las cuales se encuentra el desmantelamiento de las políticas subsidiaria mexicana y la de precios de garantía; es así como la crisis en el campo mexicano se fue profundizando para llegar a esto: una fuerte dependencia alimentaria de México con respecto a los Estados Unidos.
En este sentido, los más de 10 años que tiene vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el agro ha enfrentado una desinversión de 45.8 millones de dólares, mientras que el empleo rural ha disminuido de manera considerable.9
El entonces secretario de Economía, Sergio García de Alba, estableció que aunque es “posible” renegociar el capítulo agrícola del TLCAN “no es prudente hacerlo” porque “sería muy peligroso” para diversos productos y regiones de México que han reportado ventas favorables hacia Estados Unidos como son los casos de azúcar, hortalizas, frutas y cárnicos.10
No obstante, el campo mexicano, sobre todo los productores de maíz y frijol (dos de los granos básicos), se encuentra en una situación mucho más desastrosa que hace más 25 años debido a la negativa de los gobiernos de Estados Unidos y de México a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en su capítulo agropecuario. Esa renegociación, solicitada formalmente, pero nunca deseada por el gobierno de Vicente Fox a instancias de los productores antes mencionados, buscaba impedir la apertura total de los mercados de esos granos programada para 2008, y hubiera implicado la conservación y creación, aunque mediocre o más bien deficiente, de fuentes de trabajo para ese sector.
La situación presente del campo mexicano, es de por sí dramática y más a consecuencia de un TLCAN mal negociado desde el inicio: los representantes mexicanos entre ellos Luis Téllez entonces subsecretario de Agricultura durante las negociaciones y posteriormente presidente de uno de los principales fondos de inversión, el Carlyle Group, permitieron que el agro mexicano fuera considerado al mismo nivel que el estadounidense, a pesar de las evidentes y profundas asimetrías entre ambos. Esta circunstancia derivó en un competencia desigual y salvaje, en la que los productores agrícolas nacionales salieron perdiendo, provocando cientos de miles de desempleados en el sector agrícola, el abandono de extensas áreas cultivables y la consiguiente migración de campesinos hacia los Estados Unidos, incapaces de sacar beneficios económicos de sus cosechas.
De hecho el campo mexicano es uno de los principales expulsores de fuerza laboral.11
Sin lugar a dudas, este panorama ya es más negro ante la apertura total que entró en vigor en 2008 de los mercados de maíz y frijol, ya que la competencia entre productores mexicanos y estadounidenses será todavía más despiadada a favor de éstos últimos quienes gozan de millonarios subsidios; se calcula que en Estados Unidos el precio del maíz está subsidiado en 20 por ciento por el gobierno. Queda claro que en este lesivo esquema comercial, la migración se agravará y profundizará.12
Además, la futura debacle en la producción nacional de maíz tendrá serias repercusiones en la balanza comercial del país toda vez que las importaciones de  maíz, y amarillo por cierto, se disparará en gran medida.
Por otra parte, las remesas de dólares enviadas por cerca de 900 mil jornaleros y campesinos agrícolas expulsados de las zonas rurales del país son prácticamente el sostén del campo mexicano. Los envíos de dinero de los migrantes, representan cerca del 70 por ciento del valor de la producción agropecuaria13.
El valor de la producción rural a precios de mercado es de aproximadamente 312 mil 800 millones de pesos, mientras que, en forma paralela pero inversa, el monto de las remesas de dólares se elevó a 20 mil 34.9 millones de dólares que, convertidos en moneda nacional, representaron 212 mil 360 millones de pesos14 generados por fuerza laboral (mano de obra) mexicana. Progresivamente, la población total y, en particular, la económicamente activa en el campo mexicano fue yendo en descenso en el sexenio de Vicente Fox.
No obstante, la seguridad y la soberanía15 alimentarias se han perdido ya desde hace varios lustros. Hoy en día tenemos depredación de tierras, rentismo, ineficiencia, importaciones masivas de alimentos16, pobreza y migración; además de que la décima parte de los alimentos que produce el país se desperdicia.17
Según el Banco de México, el alza sostenida en los precios internacionales de los productos alimentarios ha significado para la economía mexicana a finales del año de 2008 un costo de más de 13 mil millones de dólares por concepto de la compra en el exterior de 127 alimentos e insumos agropecuarios entre los que destacan maíz, trigo, soya, leche en polvo y semillas para la siembra y si le sumamos las devaluaciones del peso mexicano en el primer trimestre de 2009, los costos en la importación de alimentos se han incrementado todavía más.
Hay que poner atención también a las absurdas declaraciones del actual secretario de agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez que ha indicado que “la crisis financiera mundial beneficiará al agro mexicano” (ya que indicó que los precios de los fertilizantes se encontraban hacia la baja) y que “el campo que yo visito no es como lo pintan esos señores (los diputados), con escenarios derrotistas”18 Las palabras de Alberto Cárdenas, se encuentran completamente fuera de la realidad toda vez que la política de desnacionalización de la industria petrolera causó que México dejara de producir fertilizantes. El costo de estos insumos se ha elevado hasta seis veces respecto del nivel que tenían en 2006 hasta hacer imposible la siembra a escala que permita la comercialización, sin fertilizantes es poco probable que se pueda sembrar.
Ahora veamos qué es lo que sucedió en torno a la inversión extranjera durante la gestión foxista:

1 Sólo de ciertas empresas, las más grandes.

2 Gazol, Sánchez, Antonio, “Un debate necesario: el futuro del TLCAN”, en Configuraciones, México, 2004.

3 Ibidem.

4 De hecho, demostraremos en el apartado subsecuente, que los flujos de inversión extranjera directa fueron disminuyendo durante el pasado sexenio.

5 Gazol, Sánchez, Antonio, “Un debate necesario: el futuro del TLCAN”, en Configuraciones, Opus Citatum.

6 Luna Martínez, Sergio, “Libre comercio y convergencia. La macroeconomía del TLCAN en México”, en El trimestre económico; México, D.F. FCE, 2004, p.p. 48-59

7 También los de los productos mexicanos.

8 Ya en el Capítulo 1, habíamos apuntado que hay una gran convergencia de los intereses tanto del FMI como del BM con los intereses de los Estados Unidos.

9 Confederación Nacional Campesina, 2006.

10 La Jornada, junio de 2006.

11 En diferentes publicaciones, John Saxe Fernández, investigador de la UNAM ha planteado que este asunto ha sido un plan bien planteado y concebido desde Washington para hacer expulsar de sus territorios a una buena cantidad de gente para que así las transnacionales, principalmente estadounidenses, puedan apoderarse más fácilmente de los recursos naturales y de la biodiversidad mexicana.

12 Al menos 10 millones de campesinos marcharon en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas en protesta por el capítulo agropecuario del TLCAN y el incremento en el precio de la gasolina. Los campesinos indicaron que desde que el TLCAN entró en vigor en 1994, el campo se ha ido empobreciendo de manera paulatina; aseguraron que más de 300 mil chiapanecos han cruzado la frontera norte de México. La Jornada, enero de 2008.

13 INEGI y Banxico.

14 Ibidem.

15 La soberanía alimentaria como tal, a ésa es a la que nos referimos y no a la sustentada por los tecnócratas. En otras palabras, la principal acepción de soberanía alimentaria estriba en que un pueblo a través de sus gobiernos y políticas económicas, es capaz de asegurarse los niveles de alimento para satisfacer la demanda de sus ciudadanos.

16 En lo que se refiere a importaciones de maíz, agricultores estadounidenses indicaron que los importadores mexicanos de maíz amarillo sólo piden a Estados Unidos granos genéticamente modificados, pues de otro modo tendrían que pagar un sobreprecio de alrededor de 9.75 dólares por tonelada, por lo que los cargamentos que se exportan de  Illinois a México son básicamente de productos genéticamente modificados. La Jornada, junio de 2007.

17 Rodrigo Sánchez Mújica director de Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA) dependientes del Banco de México estableció que el país pierde alrededor del 10 por ciento de los alimentos que produce cada año, debido a problemas de almacenamiento y transportación. La Jornada, abril de 2008.

18 La Jornada, octubre de 2008.

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