LA DESILUSIÓN SEXENAL

Óscar Antonio Jiménez Morales

Abstencionismo cívico:

El abstencionismo cívico, es uno de los tipos de abstencionismo voluntarista en el que el ciudadano acude a las urnas a invalidar su voto para que quede registro, en forma documental, de su inconformidad con los contendientes de la elección, con los partidos políticos, con el sistema electoral o con las políticas económicas aplicadas por las cúpulas de los gobiernos que, independientemente de la marca o franquicia, han sumido al país en el estancamiento o en la falta de oportunidades.
La anulación de la boleta electoral se hace de antemano de forma reflexiva concertando con él mismo o con un grupo de ciudadanos, y no es el tipo de anulación que por cuestiones de marcaje, consignas, o dolo de los funcionarios de casilla, entre otras, sea anulado por aquéllos.1

Abstencionismo cívico, elecciones federales, 2003:

La cantidad de votos nulos que en el ámbito nacional se registraron en las elecciones intermedias legislativas del 2003 fue de 899 mil 227 votos, cantidad menor a la registrada en las elecciones del 2006 cuya diferencia absoluta fue de 5 mil 377 votos nulos, según los cómputos distritales.

 

Cuadro 6

Abstencionismo cívico, elección de diputados federales 2003,
por el principio de R.P. Algunas entidades federativas.

 

Votos nulos

Tasa de abstencionismo cívico (1)

Nacional

899,227

3.36

Baja California

23,146

4.19

Campeche

13,298

5.02

Chiapas

29,375

3.99

Chihuahua

29,993

3.95

Distrito Federal

114,914

3.90

Guanajuato

57,043

3.79

Jalisco

53,029

2.29

México

106,618

3.57

Michoacán

33,333

4.00

Nuevo León

46,670

3.27

Oaxaca

35,061

4.27

Puebla

44,948

3.88

San Luis Potosí

31,366

4.89

Veracruz

49,834

2.60

        Fuente: Elaboración propia con base en datos del IFE
        (1):Tasa de participación o colaboración con respecto a la votación total.

Sin embargo, cuando se presentan los resultados del cómputo final llevado al cabo por el Tribunal Electoral de Poder Judicial de la Federación (TEPJF), la diferencia disminuye a 1, 146 votos nulos, aún así, la diferencia entre una y otra elección es muy grande.
En el cuadro 6 hemos colocado una muestra de algunas entidades federativas con el propósito de hacer comparaciones con el estado de Jalisco. De hecho esta entidad federativa ocupó el cuarto lugar nacional en el llamado abstencionismo cívico, aunque la totalidad de los votos nulos no refleja esta situación al cien por ciento, toda vez que los “votos nulos” también pueden ser dados por nulos por los funcionarios de casilla (como hemos mencionado líneas arriba) en el caso de que se haya violado la forma correcta del marcaje electoral, y siempre y cuando no haya habido irregularidades de dichos funcionarios quienes hayan dado por nulos votos válidos de una manera ilícita.
La entidad federativa que ocupó el primer lugar en abstencionismo cívico en las intermedias del 2003 fue el Distrito Federal, seguido del estado de México, mientras que en tercer lugar se ubicó el estado de Guanajuato. Si bien es cierto que podríamos apuntar una relación directa entre el número de votos nulos y el tamaño de la lista nominal, también lo es que entidades como Puebla, Nuevo León y Veracruz que registran listas nominales más grandes que Guanajuato tienen un número menor de votos nulos que esa entidad federativa en términos absolutos.
Por otra parte, en términos relativos, tenemos que el estado de Campeche es el que registra un porcentaje de abstencionismo cívico mayor en comparación con el resto de las entidades federativas incluidas en esa muestra (5.02%), En segundo lugar se ubica San Luis Potosí con una tasa de abstencionismo cívico del 4.89%, y en tercer lugar se ubica la entidad de Oaxaca con una tasa del 4.27 por ciento.
Da la casualidad que San Luis Potosí y Oaxaca, y en menor medida Campeche, son entidades que registran altos niveles de marginación y pobreza, los cuales también son o pueden ser factores explicativos del abstencionismo.
Obsérvese que las entidades de Jalisco, Distrito Federal, México y Guanajuato registran tasas de abstencionismo cívico menores a esas entidades.

Ahora bien, en el cuadro 7 podemos observar el abstencionismo cívico en la zona metropolitana de Guadalajara por municipio para las elecciones federales intermedias de 2003, en donde el de Guadalajara es el que presenta el número mayor de votos nulos de la zona con 11, 679, en segundo lugar se ubica Zapopan con 5,801 votos nulos.

Cuadro 7

Abstencionismo cívico, elección de diputados federales 2003,
por el principio de R.P. ZMG, por municipio.


Municipio

Votos nulos

Porcentaje de abstencionismo cívico (1)

Guadalajara

11,679

1.75

Tlaquepaque

3,503

2.45

Tonalá

3,548

3.88

Zapopan

5,801

1.75

         Fuente: Elaboración propia con base en datos del IFE
         (1):Tasa de participación con respecto a la votación total

 

Sin embargo, en términos relativos, es el municipio de Tonalá el que presenta una tasa de abstencionismo cívico mayor con 3.88% mientras que en segundo lugar se ubica Tlaquepaque con una tasa del 2.45 por ciento.

Cuadro 8

Abstencionismo cívico, elección de diputados federales 2003,
por el principio de R.P. ZMG, por distrito.

Distrito

Votos nulos

Tasa de abstencionismo cívico (1)

04 Zapopan

2,484

2.01

06 Zapopan

2,404

2.01

07 Tonalá

4,805

3.34

08 Guadalajara

1,829

1.53

09 Guadalajara

2,161

2.02

10 Zapopan

1,551

1.40

11 Guadalajara

2,087

1.88

12 Guadalajara

1,745

1.50

13 Guadalajara

2.003

1.80

14 Guadalajara

1,828

1.77

16 Tlaquepaque

3,372

2.50

          Fuente: Elaboración propia con base en datos del IFE.
          (1):Tasa de participación con respecto a la votación total.

 

En el cuadro 8 se presentan los 11 distritos electorales correspondientes a la zona metropolitana de Guadalajara bajo la anterior distritación electoral en que el distrito electoral 07 de Tonalá es el que presenta el mayor grado de abstencionismo cívico expresado tanto en términos absolutos como relativos (4,805 votos nulos y 3.34% respectivamente). Mientras que el distrito 10 de Zapopan fue el que registró el menor grado de abstencionismo cívico tanto en términos absolutos como relativos (1,551 y 1.40%).
En el cuadro 9 tenemos tres principales columnas, en la primera de las cuales se anotan los votos nulos, el porcentaje abstencionismo cívico y el porcentaje de abstencionismo electoral según el Cómputo Distrital llevado al cabo por el IFE en el contexto de las elecciones federales de 2006; en la segunda se anotan los votos nulos así como el porcentaje de abstencionismo cívico según el cómputo final del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) , mientras que en la tercera, registramos también los votos nulos y el porcentaje de abstencionismo cívico según la elección de diputados por el principio de Representación Proporcional.

Abstencionismo cívico, elecciones federales, 2006

Cuadro 9
Abstencionismo cívico, elecciones federales 2006.
(algunas entidades federativas)


Cómputo Distrital,  Instituto Federal Electoral

TEPJF  Cómputo final

Diputados  R.P.

 

Votos nulos

 % de abstencionismo cívico  (1)

% de Abstencionismo electoral  (2)

Votos nulos

% de abstencionismo cívico   (1)

Votos nulos

% de abstencionismo cívico (1)

Nacional

904,604

2.16

41.5

900,373

2.17

1’037,574

2.50

Baja California

17,099

1.80

53.83

16,747

1.79

18,328

1.96

Campeche

9,514

3.04

35.33

8,903

3.01

10,541

3.48

Chiapas

47,327

3.72

50.94

47,114

3.73

54,737

4.35

Distrito Federal

69,553

1.44

31.95

69,260

1.43

85,713

1.78

Estado de México

101,888

1.79

37.73

101,628

1.79

117,055

2.07

Guanajuato

49,896

2.12

42.74

50,056

2.55

55,604

2.86

Jalisco

61,729

2.12

38.23

62,109

2.15

64,831

2.24

Nuevo León

39,211

2.22

39.98

38,655

2.20

42,684

2.43

Oaxaca

42,017

3.11

41.92

41,877

3.11

47,661

3.56

Puebla

53,614

2.70

42.26

53,597

2.71

60,572

3.07

San Luis Potosí

37,332

3.92

40.22

37,270

3.93

46,917

4.95

Veracruz

72,412

2.46

39.65

72,193

2.46

79,857

2.74

Fuente: Elaboración propia con base en datos del IFE y TEPJF
1: Tasa de participación con respecto a la votación total
2: Tasa de participación con respecto a la lista nominal

Los conceptos que entran por la izquierda son algunas entidades federativas que nos sirven como muestra para el análisis de comparación, los criterios para la selección de esta muestra estriban en que se escogieron entidades con el mayor número de empadronados y con las listas nominales más grandes, así como algunas entidades en las que se registró el mayor número de irregularidades electorales en los pasados comicios federales del 2006. Es importante decir que el porcentaje de abstencionismo cívico es la tasa de participación o de colaboración de los votos nulos con respecto a la votación total en términos aritméticos.
Aunque ya lo hemos mencionado líneas arriba, sería ingenuo pensar que las tasas de abstencionismo “cívico” registradas en este cuadro y en los posteriores respondan sólo al tipo de abstencionismo que hemos definido como cívico puesto que, en la elección federal del 2006, se registró una gran cantidad de irregularidades como aquéllas en las que votos perfectamente válidos se asignaron como nulos, situación que en su momento denunció y documentó la Coalición Por el Bien de Todos (CPBT).
En otras palabras, una parte del llamado abstencionismo cívico corresponde a irregularidades perpetradas por funcionarios de casilla o por funcionarios de las Juntas Distritales del IFE, empero, es imposible saber con estos datos agregados cuál es su dimensión.
En este tenor, tenemos que en el ámbito nacional se registran diferencias importantes entre el cómputo que llevó al cabo el IFE en la elección presidencial con el cómputo final que llevó al cabo el TEPJF en lo que a votos nulos se refiere, más aún, si las comparamos con el cómputo de la contienda legislativa del mismo año, las diferencias son aún mayores.
Tan sólo observemos que la diferencia de votos nulos entre el Cómputo Distrital presidencial y el del TEPJF es de 4,231 votos, es decir, que al llevar al cabo el cómputo final del TEPJF se descontó alguna cantidad de aquéllos para ser asignados a otros rubros entre ellos a la CPBT.
Por otra parte, si comparamos los votos nulos que emanan del Cómputo Distrital con los que surgen del conteo final del TEPJF tenemos que dentro de las entidades que más destacan en esta muestra es Baja California en donde se registra una disminución a posteriori (ya en el cómputo del TEPJF) de 352 votos nulos; en Campeche, una disminución de 611 votos nulos; en el estado de México, una reducción de 260 votos nulos, en el Distrito Federal, una disminución de 293 votos nulos, mientras que en Jalisco se registra no una disminución sino un aumento de votos nulos de 380, situación semejante es la de Guanajuato, entidad que también aumenta sus votos nulos después del cómputo final del TEPJF en 160 unidades.

Cuadro 10

Abstencionismo cívico, elecciones presidenciales, 2006.
Cómputo Distrital (Zona metropolitana de Guadalajara por municipio)

Municipio

Votos nulos

Tasa de Abstencionismo cívico  (1)

Tasa de Abstencionismo político  (2)

Lista nominal

Guadalajara

14,587

1.75

35.03

1’283,836

Tlaquepaque

4,353

2.12

39.81

341,056

Tonalá

2,855

2.25

40.79

214,517

Zapopan

6,946

1.47

36.28

741,788

Fuente: Elaboración propia con base en datos del IFE
1: Tasa de participación con respecto a la votación total
2: Tasa de participación con respecto a la lista nominal

Cuadro 11

Abstencionismo cívico, elecciones presidenciales, 2006
Resultados del cómputo final del TEPJF. ZMG por municipio


Municipio

Votos nulos

Tasa de abstencionismo cívico  (1)

Votación total por municipio

Guadalajara

11,701

1.72

679,600

Tlaquepaque

3,053

2.08

146,397

Tonalá

2,865

2.28

125,485

Zapopan

7,354

1.56

471,216

     Fuente: Elaboración propia con base en datos del TEPJF
     (1): Tasa de participación con respecto a la votación total.

 

Por otra parte, al comparar el abstencionismo cívico en la zona metropolitana de Guadalajara entre el Cómputo Distrital y el cómputo final del TEPJF para las elecciones del 2006, tenemos que se observa una basta diferencia en el municipio de Guadalajara, pues en el primero se registran 14, 587 votos nulos, mientras que en el segundo, 11,701, es decir, una diferencia de 2,886 unidades. Cabe decir que la diferencia es a posteriori. Empero, al comparar dichos cómputos en el municipio de Zapopan, se observa que también existe una diferencia (408 votos nulos) pero aquí el cómputo del TEPJF incrementa dichos votos. Para el caso de Tlaquepaque y Tonalá existen diferencias a posteriori con 1,300 y diez votos nulos respectivamente, la diferencia en el municipio de Tlaquepaque es importante (ver cuadros 10 y 11).

Cuadro 12:
Abstencionismo cívico, elecciones presidenciales, 2006.
Cómputo Distrital (Zona metropolitana de Guadalajara por distrito electoral)


Distrito

Votos nulos

Tasa de Abstencionismo cívico  (1)

Tasa de Abstencionismo electoral  (2)

04 Zapopan

2,585

1.74

38.52

06 Zapopan

2,229

1.33

35.44

07 Tonalá

2,855

2.25

40.78

08 Guadalajara

2,534

1.38

31.13

09 Guadalajara

3,068

1.94

36.26

10 Zapopan

2,133

1.35

34.87

11 Guadalajara

3,176

2.06

38.61

13 Guadalajara

3,169

1.83

34.31

14 Guadalajara

2,642

1.58

35.04

16 Tlaquepaque

3,100

2.09

39.05

         Fuente: Elaboración propia con base en datos del IFE
         1: Tasa de participación con respecto a la votación total
         2: Tasa de participación con respecto a la lista nominal

En el cuadro 12, tenemos el abstencionismo cívico en la zona metropolitana de Guadalajara pero aquí los datos se presentan por distrito.
En la mayoría de los distritos que conforman la Zona Metropolitana de Guadalajara registraron una merma en la cantidad de votos nulos cuando se llevó al cabo el cómputo del TEPJF (ver cuadros 12 y 13). Por otra parte, es de importancia decir que al observar el propio cómputo distrital del IFE, tenemos que en el distrito 16 con cabecera en Tlaquepaque se registran 3,100 votos nulos, pero a nivel municipio (Tlaquepaque) se tienen 4,353 votos nulos.
Ahora bien, al observar los votos nulos del municipio de Tonalá, según el Cómputo distrital, éstos son idénticos a los registrados por distrito (Distrito 07 Tonalá) 2,855 votos nulos.

Cuadro 13

Abstencionismo cívico, elecciones presidenciales, 2006
Resultados del cómputo final del TEPJF. ZMG, por distrito electoral.


Distrito

Votos nulos

Tasa de Abstencionismo cívico  (1)

04 Zapopan

2,724

1.84

06 Zapopan

2,335

1.41

07 Tonalá

2,865

2.28

08 Guadalajara

2,576

1.40

09 Guadalajara

3,068

1.94

10 Zapopan

2,295

1.46

11 Guadalajara

3,176

2.06

13 Guadalajara

2,881

1.68

14 Guadalajara

2,642

1.58

16 Tlaquepaque

3,053

2.09

 Fuente: Elaboración propia con base en datos del TEPJF
 (1): Tasa de participación con respecto a la votación total.

A manera de resumen en este subapartado:
Como pudimos apreciar, el abstencionismo en México dentro de las elecciones federales organizadas por el Instituto Federal Electoral (IFE) ha tenido una tendencia creciente tanto en elecciones presidenciales como legislativas y más en esta últimas. Hemos mostrado como tanto en el estado de Jalisco como en la Zona Metropolitana de Guadalajara se confirma esta tendencia aunque con pendientes un poco más bajas en comparación con los resultados nacionales.
El llamado abstencionismo electoral que hemos manejado aquí es un término que contiene al llamado abstencionismo político, al técnico y al que hemos denominado “abstencionismo indiferente” al cual, diversos analistas lo han determinado como “abstencionismo apático”, no obstante, los datos que manejamos para estos términos están agregados y no tenemos manera de desagregarlos, recordemos que como objeto de estudio sólo nos interesa dentro del abstencionismo electoral, el político.
Por otra parte, dentro del término “abstencionismo cívico” están presentes tanto el acto cívico del ciudadano de anulación de voto por x, y, z razones que hemos sugerido y el acto de invalidación de los votos por parte de algunos funcionarios de casilla, o en su caso de superiores autoridades electorales que al igual, no tenemos manera de desagregarlos.
Ahora bien, tengamos en cuenta en todo momento que el “abstencionismo electoral” como el “abstencionismo cívico” son mutuamente excluyentes en términos matemáticos, pues no existe ninguna intersección entre ambos conjuntos de datos; en otras palabras, el abstencionismo cívico queda en urnas, mientras que el abstencionismo electoral queda registrado sólo en las boletas sobrantes o bien en los espacios vacíos de la lista nominal.
Ahora bien, ahora presentaremos algunos análisis sobre las elecciones intermedias federales del 2003:

Las elecciones intermedias de 2003
Las elecciones intermedias federales de 2003, bajo el gobierno de Vicente Fox Quesada y tras el impacto de la alternancia del Partido Acción Nacional en el gobierno así como de la propia gestión de gobierno de Fox, representaron el proceso de mayor abstencionismo en los últimos cinco ejercicios bajo la nueva autoridad electoral: el IFE. De acuerdo con el registro de participación en elecciones federales, hubo estados cuyo nivel de participación ha sido históricamente más bajo que el resto de las entidades. Chiapas, el estado con mayor marginación del país, es también el que tiene porcentajes de abstencionismo mayores, que alcanzaron casi 70 por ciento en 2003, el más elevado, junto con Baja California en esa elección.
La marginación y la pobreza parecen marcar los niveles de participación en alguna medida, vamos, recordemos que el abstencionismo no es sólo un asunto de exclusión social y económica, también existen muchos otros factores. No obstante, a mayor marginación, mayor abstencionismo, se desprende del patrón de comportamiento electoral en Oaxaca y Guerrero, pues estas entidades registraron, en las elecciones de 2003, un abstencionismo de 66 y 67 por ciento, respectivamente, porcentajes que sólo reflejan su comportamiento histórico. La elección de Vicente Fox reportó bajos porcentajes de participación en esos estados, con 54 y 58 por ciento de abstencionismo, frente a una media cercana al 64 por ciento de participación electoral.
En el lado opuesto hay entidades con elevadas y constantes tasas de participación electoral. La región del Bajío (Jalisco, Guanajuato y Querétaro) reporta los niveles de participación más elevados. Fue en Guanajuato, en la elección de 1994, donde se reportó el mayor porcentaje de asistencia a las urnas, con 83.73 por ciento, apenas cuatro décimas más que en Jalisco, con 83.3. La capital del país es también la que registra mayores tasas de participación: 82.33 por ciento en 1994, y 70 en 2000.
Un análisis muy importante sobre las elecciones de 2003 está fincado por Rodrigo Salazar y Benjamín Temkin2, quienes establecen que en las elecciones federales del 2003 en México, los municipios con mayores niveles de escolaridad presentan menores niveles de participación electoral contradiciendo una regularidad detectada tanto en México como en las llamadas democracias en general. Para explicar este fenómeno, los autores recurren a datos individuales de Latinobarómetro (ediciones 2000 y 2003), así como del panel 2001-2003 de la Encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas (ENCUP).
En este trabajo de investigación se sostiene que los resultados agregados se deben a que los individuos con mayor grado de educación redujeron sus niveles de confianza en las instituciones políticas debido a menores niveles de aprobación del desempeño de estas instituciones, entendiendo el desempeño en sus dimensiones relativas al comportamiento de la clase política y los resultados de sus acciones.
El principal objetivo de la investigación de Temkin y Salazar es identificar y analizar las posibles causas de la aguda caída de la participación en la elección intermedia del 2003. Más específicamente, buscan mostrar que las diferencias absolutas en los niveles de abstención en las elecciones son concomitantes a claras diferencias en los niveles de participación de distintos segmentos de la población; y explorar las razones que pueden explicar los cambios en los niveles relativos de participación de dichos segmentos.
Sostener que las diferencias en la participación relativa de los distintos segmentos de una elección a otra no sólo afectan significativamente los resultados en cada elección al determinar ganadores y perdedores, sino que revela mucho más sobre la dinámica política de la “cultura democrática”.
En este tenor, el estudio muestra que la asociación positiva entre el nivel de escolaridad y la participación electoral que caracterizaban los procesos electorales previos en México, no sólo desapareció en la elección federal del 2003 sino que se invirtió. El principal hallazgo es que, a pesar de que los encuestados con mayor educación mantienen valores normalmente asociados a una cultura política democrática y participativa, entre las elecciones del 2000 y el 2003, ocurrió una drástica inversión entre el nivel de educación y la confianza en las instituciones políticas. Estos cambios en el nivel de confianza política tuvieron que ver más con la evaluación del desempeño de las instituciones políticas y los líderes que con la cultura democrática de los votantes potenciales.
En este estudio, los autores no eligen no asumir a priori que las instituciones democráticas se encuentren en peligro principalmente por una predominante cultura política “antidemocrática”. Aceptan que la cultura política de una sociedad específica puede corresponder al carácter democrático o no de sus instituciones. Sin embargo, el grado de correspondencia no necesariamente conduce a ingobernabilidad o a procesos democráticos óptimos. No hay una determinación automática de la cultura política a la gobernabilidad. Más aún, esta relación está mediada por la forma en la que los ciudadanos evalúan el desempeño de las instituciones, sus líderes y de los procesos democráticos. Así, es posible imaginar condiciones sociopolíticas bajo las cuales los riesgos a la gobernabilidad pueden precisamente originarse en aquellos ciudadanos que mantienen fuertes valores democráticos y participativos.
El grado de abstencionismo electoral por sí mismo no debe ser tomado como una fuente o un síntoma de ingobernabilidad, sostienen Salazar y Temkin. Dependiendo del contexto, puede indicar una posible ruptura entre los ciudadanos y su gobierno, pero también podría ser un símbolo de conformismo generalizado. Algo muy importante que los autores apuntan en su estudio es que en una democracia los votos son ”señales”, no sólo en términos de preferencias por partido y candidato, sino también en la decisión de votar o en no hacerlo. El porqué de los ciudadanos de votar o abstenerse puede ser una pregunta tan importante como por quién lo hace. Reducir la cuestión de abstención o participación a un tema de “cultura política democrática” no sólo minimiza nuestras posibilidades de análisis, también libera a los políticos y gobernantes de su responsabilidad de “escuchar” a los votantes y desempeñarse como corresponde.
Dentro de los hallazgos que tienen los autores en su investigación se encuentra el hecho que el menor nivel de participación en la contienda electoral de 2003 correspondió a cambios en las percepciones de grupos sociales que tienen valores y actitudes usualmente asociados con una mayor proclividad a participar políticamente y votar, específicamente, los sectores con mayor educación de la población mexicana.
La comparación entre las dos encuestas revela que la relación entre el nivel de instrucción y la confianza en instituciones políticas se invirtió durante el periodo en buena medida en función de cambios en la evaluación del desempeño de los actores e instituciones políticos. Este asunto es fundamental toda vez que Salazar y Temkin pensaron en un objeto similar al nuestro; ya que están relacionando el incremento del abstencionismo como función del cambio en las percepciones sobre la evaluación del desempeño de los actores e instituciones políticos.
En nuestro caso, se trata de detrimento estancamiento del bienestar socioeconómico cuyo mejoramiento en el ámbito nacional le correspondería al Estado mexicano, vamos, la gente comenta “para que voto si las condiciones sociales y económicas del país siguen siendo las mismas o más bien esas condiciones siguen deteriorándose”. Como mencionamos, es un objeto de estudio similar que nos apoya en su formulación.
Es importante subrayar que en aquella investigación el enfoque ecológico no pretende sustituir a los métodos diseñados para identificar al voto individual y sus determinantes, sino que ubica los ambientes sociales que, combinados con otros factores inciden en las decisiones electorales; y, en este caso, en la participación electoral. En esta misma línea el ejercicio estadístico ecológico permite detectar las condiciones sociodemográficas en las que la participación electoral total o grupal se incrementa o disminuye.
Al incorporar distintas variables de control los autores encontraron no sólo que la educación tenía una relación inversa con la participación en 2003, sino que es la única variable independiente que sufrió cambios drásticos en comparación con las elecciones previas.
Desde esta perspectiva en las elecciones de 2000 en comparación con las de 1997 hubo una mayor participación de votantes educados, jóvenes y residentes de áreas urbanas que estaban empleados en el sector terciario y que percibían ingresos medio/bajo y medio/medio. En contraste, estos votantes fueron significativamente desmotivados en la elección del 2003, según el estudio de Temkin y Salazar. Debe notarse que, salvo por la proporción de mujeres en los municipios, todas las variables consideradas invirtieron el signo de la relación con la participación electoral. Aún así, los valores de los coeficientes estandarizados señalan claramente que la escolaridad promedio es la variable que produce la mejor explicación de los cambios en la participación electoral en 2003.
Se trata de un público exigente que evalúa positivamente el desempeño gubernamental en la medida en que sea capaz de proveer ambos bienes: el logro del desarrollo económico “dentro de las reglas y restricciones impuestas por la democracia” y de los derechos individuales que ésta garantiza. Sin embargo, nuestro estudio no estará enfocado, en primera instancia, sólo a esos sectores, tomaremos en cuenta los niveles socioeconómicos de los abstencionistas que se encuentren en las secciones electorales en la Zona Metropolitana de Guadalajara que presenten tasas iguales o mayores de abstencionismo a las registradas en el ámbito nacional; en los capítulos del diseño de la prueba de hipótesis (capítulos 6 y 8) hablaremos sobre este asunto.3
A pesar de que en la ENCUP 2003 no se encuentran preguntas que permitan medir directamente la predisposición a votar en las siguientes elecciones (las de 2006), existen razones suficientes para asumir que el decremento en los niveles de confianza en instituciones políticas produjo menores niveles de participación electoral entre los sectores más educados, en tanto que aquellos con menores niveles de educación no vieron ningún motivo de abstenerse de votar. En este sentido, debe notarse que Buendía4 identificó una relación positiva entre la confianza entre instituciones políticas y la probabilidad de haber votado en las elecciones del 2000.
Salazar y Temkin sostienen que en  un artículo relativamente reciente, William Mishler y Richard Rose5 han mostrado que para los ciudadanos de las llamadas nuevas democracias en Europa del Este la confianza en instituciones políticas es una función no tanto de los valores que adoptan los individuos, sino de su evaluación del desempeño de dichas instituciones. Claro, debemos decir que en concordancia con estos autores el voto o el abstencionismo son mecanismos de premio o castigo al desempeño de los políticos que gobiernan y ese desempeño también es el socioeconómico, en otras palabras, los ciudadanos evalúan: ¿en qué medida los gobernantes elevan los niveles de vida de la población en general de un país? o bien en qué medida los gobernantes cumplen con las demandas de la población?6
Ahora bien, los autores indican que la confianza en instituciones políticas crece cuando los encuestados perciben una mejoría en la capacidad de las acciones para mejorar el nivel de vida o en la situación económica nacional. En este mismo grupo, los encuestados muestran confianza política creciente cuando perciben mejoría en la situación económica nacional y cuando tienen mejores expectativas del futuro. En contraste, las diferencias en la percepción en torno a la situación económica personal no tienen asociación significativa con los cambios de confianza política. Todo esto parece indicar que la relación entre la evaluación del desempeño y la confianza en instituciones políticas tiene un efecto de carácter sociotrópico más que egotrópico.
De manera concomitante, aquellos ciudadanos que en algún momento en particular se sientan insatisfechos del desempeño de sus representantes y sus políticas podrán votar para un candidato o partido político distinto para presionar por acciones políticas mejores o diferentes. Cuando esto sucede, un actor político específico es castigado pero las instituciones democráticas fortalecidas.
En contraste, si un votante o segmento significativo del electorado considera que su participación electoral en el pasado no ha producido los cambios deseados, o que no los producirá en el futuro, entonces, desde su perspectiva, las instituciones “democráticas” no están cumpliendo con sus funciones. Por ende, se genera desconfianza, y yendo un paso más allá, puede concluirse que no tiene sentido comunicar preferencias individuales a través del voto.
En este sentido, coincidimos con el diagnóstico de Enrique Krauze: “a veces no votar es una forma de votar... la abstención no parece indicar tanto apatía o irresponsabilidad ciudadana (aunque las hay, sin duda) como desencanto, frustración y hasta franca reprobación, no sólo de la dispendiosa vacuidad de las campañas, sino del desempeño tanto del poder legislativo como ejecutivo”.7
Contrario al pensamiento convencional la baja participación electoral en 2003 no fue producto de una “deficiente” cultura democrática.
Por su parte, Víctor Manuel Durand8 admite que hay importantes sectores de la sociedad que se asumen o actúan como “apolíticos” y que han determinado no participar en los comicios. Entre éstos se encuentran los más marginados, quienes viven muy alejados de la sociedad y su relación con la política es muy escasa.
Hay otros grupos sociales para los que la política se volvió extraña; no hay una identidad con los partidos, de los que señalan han abandonado sus posturas ideológicas, pues conciben que desde allí pueden acceder a un mayor potencial de votantes.
Por su parte, Adrián Sotelo Valencia9, establecía en uno de sus estudios antes de las elecciones de 2003 que con una población total en 2002 de 101 millones 270 mil habitantes, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos 2002 del INEGI, y un padrón electoral de 65 millones 337 mil electores a nivel nacional, de acuerdo con el IFE, históricamente el abstencionismo ha ido en ascenso en México, como ya hemos demostrado. En el año 2000 con un padrón electoral de 59 millones 591 mil 638 personas el abstencionismo fue mayor en 14% en relación con 1994, cuando dicho padrón ascendió a 47 millones 480 mil 159 electores.
En el año de 2003, en la hipótesis más optimista sobre el índice de abstencionismo según todas las encuestas, apuntaba entonces el análisis de Adrián Sotelo, fluctuaría en un rango de entre 50 y 60 por ciento y acertó, es decir, que por lo menos 32 millones 668 mil mexicanos se abstendrían de votar en unas elecciones en las cuales los “contendientes” no tienen absolutamente nada que ofrecer a la población, sino “más de lo mismo” como reza el refrán popular. Lo que si ofrecen de manera subrepticia o implícita, es la continuidad del régimen neoliberal existente desde hace más de dos décadas, mas bien, ya estamos cercanos a tres; y que caracterizó como “régimen de transición pactada”10 vigente desde que Vicente Fox asumió la presidencia de la República a finales del año 2000.
Se calcula el costo total de la propaganda-basura desplegada por las campañas mediáticas y el derroche antiecológico multimillonario de los partidos políticos en unos 10 mil millones de pesos que se hubieron podido utilizar en resolver las grandes carencias de la población en materia de salud, alimentación o educación. Simplemente ese derroche equivalió a 70% del subsidio federal de la UNAM que en 2003 ascendió a 14.1 mil millones de pesos.
Ante la agresiva propaganda plasmada en pintas, carteles y espots que hacen gala los partidos registrados, la población mexicana se indigna y toma conciencia del costo humano, social, político, cultural, ambiental que implica mantener un régimen de partidos ensamblados dentro del aún sistema presidencialista autoritario, donde dichos partidos, y comparto esta opinión con Sotelo, son verdaderos grupos de presión para obtener recursos del erario público, y sin principios a no ser los que derivan (y asumen) de la doctrina neoliberal. Millones de pesos gastados en propaganda y spots televisivos de promoción al voto han sido inútiles para cambiar la actitud indiferente que los ciudadanos muestran ante las elecciones.
Frente a esta situación, apuntaba Sotelo, la gente se abstendrá, pero no por indiferencia, desinterés o desconocimiento, sino a raíz de su observación incluso minuciosa de los partidos y los gobiernos que de ellos emanan. Se trataría, en tal caso, de una abstención activa, de libertad, con la cual enviar un claro mensaje de protesta contra todos y cada uno de los partidos, sea por su bajo desempeño político, por su irresponsabilidad ante la democratización, por su propaganda sucia y poco propositiva.11
Por eso ante la pregunta, ¿para qué votar?, la respuesta es la misma, las cosas seguirán como están y peor: con topes salariales para los trabajadores, más desempleo y miseria en la población, reducción de las oportunidades de empleo, privatizaciones, entrega de los recursos humanos y naturales al extranjero, tugurización12 de los barrios populares, narcotráfico en ascenso, drogadicción entre la juventud, endeudamiento externo, autoritarismo, represión, más riqueza para los ricos, desmantelamiento del campo y la agricultura nacional, crisis económica y desmantelamiento de los sistemas sociales de seguridad y bienestar social como el IMSS y el reciente caso de la nueva ley del ISSSTE aprobada en el gobierno ilegítimo de Felipe Calderón. Y todo esto con la anuencia y con el apoyo de todos los partidos ya sea explícitamente o con su sistemático silencio ante la impunidad.
¿Para qué votar?, en el fondo, para darle continuidad a este estado de cosas; no para cambiarle el rumbo en inexistentes “sistemas democráticos” de que tanto alardean ideólogos y personeros de los distintos partidos políticos y de los mismo gobiernos neoliberales.
Al abstencionismo de quienes no ven ninguna alternativa de cambio en el sistema actual del capitalismo atrasado y dependiente de nuestro país, se le califica de “falta de conciencia ciudadana”, falta de información de la población, poca difusión de las plataformas electorales de los partidos. Pero lo que no se dice es que ese abstencionismo es un fenómeno sociopolítico que resulta del profundo desprestigio del régimen de gobierno y del desarraigo histórico de los miembros y representantes de los partidos políticos en la población.
En el México oficial, no cabe el pueblo sino como objeto pasivo de esas fuerzas canibalescas que lo succionan, se nutren de él y, tan luego éste reacciona y se revela, es reprimido por la fuerza policial y militar, y mediatizado enajenado a través de los medios masivos de comunicación e información, de la propaganda gubernamental o mediante promesas incumplidas de “solución” a las graves y crecientes problemáticas económicas, sociales, políticas, de seguridad, y ambientales históricamente desatendidas por todos los gobiernos tanto populistas (el de Echeverría principalmente) como neoliberales que han gobernado el país, ahí tenemos como botón de muestra los casos de Oaxaca y Atenco.


1 Se sabe que un porcentaje importante de funcionarios de casilla en las pasadas elecciones federales de 2006 fueron sustituidos por personas afines a la lidereza del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo Morales. Según López Obrador; “19 mil 454 funcionarios de casilla que “no se presentaron” fueron sustituidos por personas que supuestamente se encontraban en los primeros lugares de las filas de votantes”. López Obrador, Andrés Manuel, La mafia nos robó la Presidencia, México, D.F., Ed. Grijalbo, 2007, pag. 234.

2 Salazar Elena, Rodrigo y Benjamín Temkin Yedwab, Abstencionismo, escolaridad y confianza en las instituciones. Las elecciones federales de 2003 en México. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México, carretera Pichaco- Ajusco 37, Héroes de Padierna, México, D.F.

3 No obstante, la gran mayoría de las secciones electorales que presentaron tasas de abstencionismo iguales o mayores a la registrada en el ámbito nacional están situadas en los barrios más pobres y marginados de la Zona Metropolitana de Guadalajara.

4 Buendía Laredo, J. “Determinantes de participación electoral” en Deconstruyendo la ciudadanía. Avances y retos de la cultura democrática en México, Segob- Sep- IFE. México D.F. Ed. Porrúa, 2002.

5 Citados por Salazar y Temkin, Abstencionismo, escolaridad y confianza en las instituciones. Las elecciones federales de 2003 en México.Opus Citatum.

6 Es importante señalar, lo que enfatizan los autores en su investigación, que la inclusión de una rúbrica distinta en torno a “interés en política” responde a que en contraste con la confianza social ( confianza en las demás personas), que se origina principalmente con experiencias directas con otros, la confianza en instituciones políticas “se aprende más generalmente de manera indirecta y a la distancia” La variable “familiaridad con la política” mide el grado en el que un individuo tienen una disposición favorable a discutir temas políticos, en tanto que el “conocimiento político” se refiere al nivel de información precisa con que cuentan los ciudadanos, el cual les permite formular juicios y elegir entre opciones políticas. Se asume que ambas variables constituyen mecanismos indirectos que afectan el nivel de confianza política.
Es particularmente importante señalar que la “confianza en instituciones políticas” (la variable dependiente) no puede ser tomada como una característica de socialización, como un valor ni como una norma. Tampoco puede ser considerada como una evaluación por sí misma. La confianza política puede ser entendida como la expectativa que tiene el ciudadano A de que la institución B cumplirá sus compromisos o que el político C honrará su palabra o se comportará como corresponde a sus funciones y atribuciones. En este sentido, es plausible considerar que una pérdida de confianza en instituciones políticas (los partidos políticos, el presidente y el Congreso) puede producir abstencionismo: si el ciudadano percibe que ni con el voto las instituciones responden a sus expectativas, el mismo acto de votar pierde algún sentido o más bien todo sentido. Por tanto, mayores niveles de confianza en las instituciones políticas darían a los sujetos mejores razones para acudir a las urnas.

7 Reforma, 13 de julio de 2003.

8 Durand Ponte, Víctor Manuel, Ciudadanía y cultura política, México, 1993-2001, México, D.F., Ed. Siglo XXI, 2004.

9 Sotelo Valencia, Adrián, 6 de julio: las elecciones en México de cara al abstencionismo, http//wwww.rebelión.org/internacional/

10 Aunque prácticamente es el mismo régimen no democrático con un gobierno más corrupto y más inepto (Fox y Calderón) y con un Estado e institución presidencial más debilitados.

11 Ibidem.

12 Pauperización, empobrecimiento y marginación mayores.

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