Tesis doctorales de Ciencias Sociales

SIGNIFICACIÓN DEL IDEARIO EDUCATIVO DE FIDEL CASTRO EN LA FORMACIÓN DE MAESTROS PRIMARIOS Y PROFESORES DE ENSEÑANZA MEDIA EN LA CUBA REVOLUCIONARIA

Raúl Osvaldo Quintana Suárez




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1.1.1.- El ideario educativo progresista cubano bajo el colonialismo español (1510-1898)

El descubrimiento y posterior conquista y colonización de Cuba, marcó la ruptura del desarrollo autóctono de la civilización aborigen. La irrupción violenta, a principios del siglo XVI, de una perturbadora cultura de dominio, resultó portadora de un escolasticismo, en lo filosófico y en lo pedagógico, ya rebasado en la mayor parte de Europa, que permeó la instauración en Cuba de instituciones, modos, tradiciones, normas y costumbres, basados en un modelo de ostensible atraso socio-económico y cultural, con un agregado político e ideológico, de rancio conservadurismo (2).

El devenir de los siglos XVI y XVII, hasta rebasada incluso la medianía del XVIII, resulta, aunque premisa necesaria, de escasa significación en el desarrollo de un ideario educativo progresista cubano, en los cuales las formas no escolares, sustentadas en la iglesia católica como institución y en la superestructura político-ideológica como basamento, son los instrumentos más idóneos para el afianzamiento de la hegemonía del poder colonial, lo que explica la proverbial desidia de las autoridades españolas en Cuba, por crear un sistema de enseñanza coherente y bien estructurado. En esta etapa la instrucción, plagada de insuficiencias, queda en manos de jesuitas, franciscanos, dominicos, y en menor cuantía, de representantes de otras órdenes religiosas, mayormente limitada a conventos y parroquias, con escasa participación o exclusión total de los más desposeídos (3).

Adentrarse en la etapa comprendida de 1790 a 1898, de tanta significación para el estudio y valoración del ideario educativo progresista cubano, en sus rasgos iniciales distintivos, obliga de ineludible oficio a tomar como referencia a personalidades, que por su vida, obra y pensamiento, desempeñaron un rol fundamental en el complejo proceso de formación de nuestro sentido identitario como nación. Figuras que, no obstante la prolijidad de estudios a ellas dedicados, en sus variadas facetas creadoras, mantienen la virtud de asombrar, al descubrir nuevas aristas de su saber y actividad premonitorias. Son ellas: José Agustín Caballero y Rodríguez ( 1762-1833 ); Félix Varela y Morales ( 1788-1853 ); José de la Luz y Caballero ( 1800-1862 ) y José Martí y Pérez ( 1853-1895 ).

Moderado en política, fundador del reformismo electivo, pionero de la filosofía en Cuba y audaz crítico de la escolástica, en lo filosófico y pedagógico, para el sacerdote y profesor José Agustín Caballero...“...qué recurso le queda a un maestro, por iluminado que sea, a quien le manda enseñar latinidad, por un escritor del siglo del hierro...”...o...“...jurar ciegamente por Aristóteles...”...sin dejar de criticar a aquellos docentes que se valen en sus explicaciones, de palabras... “...que carecen de sentido.... y con docilidad mal entendida, las admiten ciegamente” (4).

Resulta obvio para Caballero que la enseñanza debe basarse en la observación acuciosa, la interrogante precisa y la meditación profunda pues... “...cada nuevo descubrimiento tiene una aplicación que redunda en provecho de la sociedad”. ¿Cómo abordar la ciencia por medio de silogismos estériles, de un aristotelismo mal plagiado? Con la triste secuela de cómo por... “...cerca de veinte siglos, no fue otra cosa la Física, que un ridículo laberinto de sistemas apoyados unos sobre otros, y por lo común, opuestos entre sí...”...¿ no es acaso válido que...“...el primer medio para criar almas grandes es extender las ideas ? ” (5).

El quijotismo de Caballero, en su tozuda arremetida contra las aparentemente inconmovibles construcciones escolásticas, parecía a muchos asunto de locura y desvarío, particularmente por tomistas, suaristas y agustinianos, monopolizadores de “facto o de jure”, de la enseñanza en Cuba, no sólo en conventos y parroquias, sino incluso en la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana (1728) y el propio Seminario de San Carlos y San Ambrosio (1773) (6).

El “Papel Periódico de La Havana” (1792) resultó tribuna propicia para el ilustre sacerdote, quien fustigaba desde sus páginas, en fogosos artículos, al ideario educativo oficial, rancio y teologicista, con más ríspido acento, que en sus reflexiones, generalmente más mesuradas, expuestas en su obra “Filosofía electiva” (7).

Aunque no se pueda valorar a José Agustín Caballero como un radical por sus ideas políticas, se le reconoce como mérito, su militancia en el reformismo, corriente de índole progresista en su época; el enfrentamiento a las manquedades del escolasticismo imperante, tanto en la enseñanza como en el pensar y el actuar; el ser el primer filósofo nacido en Cuba, con indudable influencia del racionalismo cartesiano y de otras corrientes del pensamiento renovador de la Ilustración francesa e inglesa del siglo XVIII; así como la actitud asumida, en su condición de sacerdote, en una época de reaccionario conservadurismo clerical. Lo que permite considerarlo como la figura que desbroza el camino al inevitable tránsito a las ideas políticas más radicales de Varela.

Promotor de la introducción en la enseñanza de los conocimientos científicos más avanzados para la época y de la observación y el experimento, como sus métodos más idóneos, Caballero exigía la utilización de estos de modo...“...constante y verdadero...para que conduzca al único medio de estudiar la naturaleza...no obviando sus secretos...sino interrogándola con observaciones continuas y bien meditadas” (8).

En “ Las Ordenanzas para las escuelas gratuitas de La Habana ”, que a pedido de la Sociedad Económica de Amigos del País, redactara en 1794 el padre José Agustín Caballero en colaboración con Fray Félix González y Francisco Isla, se encuentran exigencias de un significativo valor educativo, que aspiraban a normar las relaciones maestro-alumno. Para éste, si bien la enseñanza debía abrirse al conocimiento universal, el mismo debe adaptarse a...“...las circunstancias que caracterizan nuestro suelo” (9). Como síntesis de su ideario educativo, resaltan estas premonitorias reflexiones, que datan de fecha tan temprana como 1795, cuando demanda por...“...clamar, proponer y solicitar una reforma de estudios digna del siglo en que vivimos, del suelo que pisamos, de la hábil juventud en cuyo beneficio trabajamos” (10).

Fundador de la filosofía en Cuba e iniciador del enfrentamiento al escolasticismo; el ser portador de una visión renovadora para la educación de las nuevas generaciones, al propugnar las bases científicas en la enseñanza y la introducción en el pensamiento filosófico y pedagógico cubano de un aliento renovador, le otorgan a José Agustín Caballero, el reconocimiento como uno de los forjadores de nuestra identidad cultural y nacional, aún en proceso de formación y consolidación.

Se constituyó Félix Varela y Morales, en precursor del pensamiento independentista cubano y teólogo de profundas raíces patrióticas y pródigas virtudes, entre las cuales destaca su eticidad. Portador de un lúcido pensamiento filosófico y luchador contra las rémoras escolásticas en la educación son méritos que ubican al Padre Varela como una de las personalidades más significativas del siglo XIX en nuestra patria, cuyo patriotismo, asentado en su fe religiosa, le permitiese expresar que... “...la opresión de un pueblo no se distingue de la injusticia y la injusticia no puede ser obra de Dios” (11).

Su ideario educativo poseyó el azaroso privilegio de una visión política de previsora perspectiva. En su tenaz objetivo, tornó el “Creo para entender” de Anselmo de Canterbury, en el inusual para su tiempo y condición sacerdotal: “Entiendo sin renunciar a creer” (12). Dotó al pensamiento progresista cubano con atributos de singular envergadura, con su tránsito del reformismo al independentismo, cimentado en temprana cubanía. Sus aportes a la educación, no se limitaron a los estrechos marcos instructivos, sino que estuvieron encaminados a la formación de ciudadanos de profundas convicciones, humanismo creador y comprometido, arraigados principios éticos y fe inconmovible en el futuro enaltecedor del hombre.

“El fundamento religioso de la vida moral no debe ser sin embargo, la causa que impida el desarrollo de la libertad de conciencia -argumenta Varela- anulando el hermoso principio de la libre determinación de los pueblos en el orden político...pues el más cruel despotismo es el que se ejerce bajo la máscara de la libertad ”. Para este sacerdote y teólogo, la conjunción de fe religiosa y política, lejos de constituir una contradicción, resultaría acicate a la acción ciudadana dado que...“... un trono envilecido y un altar profanado sólo pueden hacer liga para esparcir tinieblas, propagando el crimen” (13).

La educación para Varela, vía por excelencia para la formación cívica, debe abominar de... “...la hipocresía, cualquiera que sea su forma...”...pues el hombre está obligado a procurar su perfección y la de la sociedad en que habita como única tendencia válida en el camino de la virtud. Es la reiterada percepción vareliana de la educación...“... como utilidad a la patria... ”... que jalona todo su pensamiento (14). ¿Cómo interpretar en el patriota insigne, tal concepto de utilidad? Muy ajeno por supuesto al pragmático y burdo utilitarismo de diversas corrientes de la filosofía burguesa de tiempos posteriores, carentes de valores, irracionalistas y reaccionarias, sino aquella fundamentada en la convicción profunda del sentido ético de la conducta humana, pues... “...cuando el interés se contrae a la persona, en términos que ésta no lo encuentra en el general bienestar de su patria, se convierte en depravación e infamia” (15).

Predicó con igual pasión sus ideas, tanto desde el estrado magisterial en sus clases de filosofía o constitución, como desde el púlpito, en la parroquia del exilio no deseado, siempre abierta a los pobres. Con su obra legó su pensamiento, que se encumbra en sus “Cartas a Elpidio”, a una eticidad ornada de patriotismo. Esa convicción lo acompañará toda su existencia, aún en el forzoso exilio, lo que evidencia desde las páginas de “El Habanero”, donde proclama que... “...lo que más debe desearse en la Isla de Cuba, sea cual fuese su situación, es que los hombres de provecho, los verdaderos patriotas, se persuadan de que ahora más que nunca están en estrecha obligación de ser útiles a la patria” (16).

Es su ética pedagógica, su firme convicción política, su arraigada creencia religiosa, inconmovibles baluartes para el logro... “...de que las futuras generaciones hereden de nosotros la dignidad de hombres...”...pues es su sueño poder...“...ver a Cuba tan isla en lo político como lo es en la naturaleza” (17). En el ideario educativo de Varela... “...la necesidad de instruir a un pueblo es como de darle de comer, no admite demora...”...al reflexionar como...“....el hombre será menos vicioso cuando sea menos ignorante” (18).

Hombre profundamente devoto y con ganado prestigio como teólogo notable, en su forzoso destierro en Estados Unidos, logró discernir, sin renuncias innecesarias, que...“... la autoridad de Newton es mayor que la de los Santos Padres...”...asumiendo...“...la más firme convicción de no ser ciudadano de país alguno de la tierra, desde que circunstancias no ignoradas me separaron de la patria” (19). Ese acendrado civismo y su reconocida opción humanista le da la más firme convicción en la necesidad de formar una juventud que pensara con cabeza propia, ajena a esquemas y dogmas.

Digno discípulo de Félix Varela, continuador y aportador a su ideario pedagógico y filosófico, José de la Luz y Caballero es de esos hombres predestinados a las grandes obras. Poseía por naturaleza y convicción, las cualidades que demanda el ejercicio del magisterio: vida ejemplar, desbordante patriotismo, creatividad profesional, arraigadas convicciones éticas, así como amor, tolerancia y comprensión hacia sus semejantes. Todo ello encerrado en un alma tierna, de gran sensibilidad espiritual, que intenta a veces enmascarar bajo un rostro de patriarcal adustez. Figura controvertida para algunos, sin llegar a compartir el ideario independentista, no obstante su profundo patriotismo, formó a varias generaciones de cubanos, que se entregaron a la utopía de su conquista.

Para Manuel Sanguily, testigo excepcional, como uno de sus alumnos en las aulas de

“ El Salvador ”, el maestro Luz y Caballero...“...procuró siempre hacer comprender que el magisterio no era oficio, ni siquiera una profesión, sino un apostolado, un sacerdocio y la misión, por él mismo impuesta de formar maestros y hacer hombres, como la manera más prudente y viable de dar satisfacción a los reclamos de su tiempo...Con las condiciones propicias y las excepcionales facultades de su individualidad es fácil comprender que será un patriota ardiente sin ser jamás un revolucionario; que nadie igualará como hombre ” (20).

En esas palabras, inspiradas por la admiración y el afecto, se muestra la esencia de la personalidad del maestro insigne así como la índole compleja de su tiempo, susceptible a valoraciones que transitaron, desde la crítica más feroz de los anexionistas; las incomprensiones, quizás más dolorosas de patriotas honestos; hasta el elogio desbordado por hombres de talla ciclópea, como José Martí, quien veía en Luz a... “...quien domando con la fruición de sacrificio todo amor a sí y a las pompas vanas de la vida, nada quiso ser, para serlo todo, pues fue maestro...”...dado que...“...consagró la vida entera, escondiéndose de los mismos en que ponía su corazón, a crear hombres rebeldes y cordiales, que sacaran a tiempo la patria interrumpida de la nación que la ahoga y la corrompe” (21).

Decursadas más de cinco décadas, un intelectual marxista y martiano, el Dr. Carlos Rafael Rodríguez, en un ensayo ya antológico, reivindica... “...que no podría decirse con justicia que defendió los privilegios más nefastos de su época, colonia y esclavitud...”...ya que...“...en sus ideas y prédicas está presente la condenación de ambas como instituciones...”...por lo que... “...las normas morales y sociales que predicó, servirán para nutrir una juventud progresista, de mentalidad amplia, que abomina de los negreros y rechaza el sistema de la esclavitud” (22).

Para Luz, la adecuada formación del maestro constituye la premisa de toda educación pues al respecto...“...no hay medio: o satisfacer las dudas de los discípulos o ridiculizarse ante sus ojos...”...dado que esto...“...vale tanto como no ser maestro” (23). Respecto al alumnado, rechaza toda teoría educativa que conciba a éste como mero receptor de conocimientos, carente de creatividad o ente pasivo del proceso de enseñanza-aprendizaje, firmemente convencido de que...“...yo no sé cómo hay todavía quien dude de las fuerzas intelectuales de los niños ” ( 24 ).

Concibe la educación como fecundo proceso interactivo y desarrollador, donde sin desmerecer la instrucción necesaria, sitúa en lugar privilegiado lo formativo, con especial deferencia en la transmisión de valores. Ni acumulación vana de farragosos e inútiles conocimientos, sino aquellos justamente necesarios y como regla básica, el de aprender haciendo, pues...“...no se concurre a los establecimientos para aprender todo lo aprendible, sino muy singularmente, para aprender a estudiar y para aprender a enseñar” (25). Éste, al igual que José A. Caballero y Félix Varela, defendió el carácter científico y experimental de la enseñanza. Fundamentó su esencia electiva, adaptando creadoramente el saber universal, incluido el pedagógico, a las tradiciones, posibilidades e idiosincrasia de una cultura, criolla y mestiza.

“Antes quisiera yo ver desplomadas, no digo las instituciones de los hombres

-proclama- sino las estrellas todas del firmamento, que ver caer del pecho humano, el sentimiento de justicia, ese sol del mundo moral” (26). Esa intensidad y pasión pedagógica se muestra, en los pródigos y casi apostólicos diálogos sabatinos con sus alumnos, en la acogedora casona del Cerro.

Soñaba para su patria con escuelas que sirviesen como...“...teatros donde la juventud debe tantear y robustecer las fuerzas para marchar después sin apoyo ajeno...”...al valorar que...“... ¿puede la práctica de aprender de memoria, infundir mejores hábitos para discernir, que la práctica del raciocinio? ” (27). El docente, como amigo y preceptor, constituye para el insigne educador, eterno pesquisante en la búsqueda de la maestría pedagógica dada su convicción de que...“...háganse respetables los maestros y serán respetados” (28). Compendio del más profundo saber pedagógico del siglo XIX, multiplicador de virtudes y educador insigne, transmitió a sus alumnos el orgullo de la cubanía, ejemplo palpable del insustituible papel del maestro en la formación de las nuevas generaciones.

En la personalidad de José Martí, tanto en su vida, obra, como pensamiento, confluye lo más notable y avanzado de las ideas progresistas cubanas del siglo XIX, cuyos aportes le otorgan su actual vigencia. Privilegió, en su multifacético quehacer intelectual, toda una época, lo que le valió, unido a su inapreciable labor por la definitiva independencia, el honroso título de Maestro. Logró aunar voluntades y borrar recelos y prejuicios, entre los veteranos gloriosos del 68 y los“ pinos nuevos ”, que exigían su trinchera de combate en la futura gesta armada, al igual que entre los patriotas radicados en Cuba y la emigración revolucionaria. Nunca antes, como en ese entonces, la simiente de las tradiciones pedagógicas se hizo más necesaria para la formación de una conciencia nacional.

Siempre estuvo presente en el ideario martiano, el papel insustituible de la actividad educativa, como premisa de la aspiración independentista. De ahí sus reflexiones, en prosa de incontrastable belleza, sobre los que él denominara, con toda justicia, los Padres Fundadores. No hubo aspecto esencial del ideario pedagógico cubano, cimiento y forja de nuestra identidad cultural y nacional, que no fuese abordado por él, con creatividad y hondura. Para el Apóstol crear la escuela nueva es...“...sustituir al espíritu literario de la educación con el espíritu científico...” (29), lo que extendía a las propias universidades, dado que...“...al mundo nuevo corresponde universidad nueva...”...ya que...“...es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época...”...pues...“...en tiempos teológicos, universidad teológica. En tiempos científicos, universidad científica” (30).

¿En qué se fundamenta la aspiración martiana acerca de la más idónea formación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes? Para él estaba fuera de toda duda de que...“...el niño desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez y debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres y debe ser un hombre honrado” (31). De lo que se infiere cómo la ética educativa martiana, continuadora de una tradición pedagógica fraguada en la práctica escolar y en el pensamiento de altos vuelos de sus predecesores, se nutre de la sabia solidez del componente patriótico. Para quien patria es humanidad, ésta y la educación marchan juntas y juntas deben afrontar logros, riesgos y vicisitudes. En los marcos de esa concepción educativa...“...sólo un pueblo de hombres educados será un pueblo de hombres libres...”...pues...“...la educación es el único medio de salvarse de la esclavitud” (32).

Para aspirar a ese ciudadano cívicamente idóneo, surge la imperiosa obligación de vincular, como componentes esenciales del proceso educativo, al estudio y el trabajo, apreciados desde su carácter instructivo-formativo. Para Martí, la práctica laboral es pilar para situar al hombre en la realidad de su mundo, basado en el hecho de que...“... quien quiera pueblo, ha de habituar a los hombres a crear ” (33)…por lo que resulta perentorio de que...“...detrás de cada escuela, un taller agrícola a la lluvia y el viento, donde cada estudiante siembre un árbol ” (34).

Objetivo privilegiado en el ideario martiano lo constituye el carácter necesariamente popular de la educación, a la que todo el pueblo tenga legítimo acceso, así como el vínculo indisoluble, con el respeto a sus particulares identidades, entre lo instructivo y lo educativo, dado que...“... la instrucción no es lo mismo que educación; aquella se refiere al pensamiento y ésta a los sentimientos” (35).

Para el Maestro, educar es...“...depositar en cada hombre toda la vida humana que le ha antecedido, de hacer de cada hombre, resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive” (36). Época y contexto que le permita reflexionar y actuar con previsión atinada, sobre el mundo y sus problemáticas, lo que obliga al hombre a ubicarse...“...a nivel de su tiempo para que flote sobre él...y no dejarlo debajo de su tiempo...”...lo que significa...“...preparar al hombre para la vida” (37).

Latinoamericanismo y antiimperialismo son componentes esenciales del ideario del Héroe de Dos Ríos, y por ende, también de sus concepciones político-pedagógicas, compartiendo el reclamo integracionista del ilustre venezolano quien...“...no defendió con tanto fuego el derecho de los hombres a gobernarse por sí mismos, como el derecho de América a ser libre ” ( 38 ). Para Martí...“...la historia de la América de los Incas hacia acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los Arcontes de Grecia” (39).

Su antiimperialismo militante, a veces oculto, como confesara en su emblemática Carta a Manuel Mercado; otras desbordado en crónicas y discursos, lo llevaba a no concebir vecindad sin dignidad, dado que...“...el desdén de un pueblo poderoso es mal vecino para un pueblo menor. A fuerza de igualdad en el mérito hay que hacer desaparecer la igualdad en el tamaño...”...pues...“...adular al fuerte y empequeñecerse es el modo certero de merecer más la punta de un pie que la palma de su mano” (40).

El ideario educativo martiano, portador de una fundamentadora eticidad humanista; reprobador de todo tipo de discriminación; promotor de la enseñanza científica y experimental; propiciatorio de la actividad laboral, como factor formativo de singular importancia; fomentador del amor tolerante y respetuoso entre los semejantes, tenía como objetivo esencial preparar a ciudadanos cultos, patriotas y virtuosos.

Esta crucial etapa histórica, en la formación del ideario educativo progresista cubano, se caracterizó por una aguda confrontación entre partidarios de paradigmas pedagógicos contrastantes, consecuencia de la diversidad de fundamentaciones filosóficas en que estos se sustentaban y de las posiciones ideo -políticas de sus más activos promotores (41).

Estas divergencias tienen su origen en la esfera política, entre las prohijadas oficialmente por las autoridades coloniales y las sustentadas por el sector del criollismo, que reclama espacio económico y poder de decisión adaptado a sus intereses y por aquellas tendencias y corrientes filosóficas de alcance universal, que inciden en mayor o menor grado en el quehacer pedagógico nacional. Reformismo, anexionismo, independentismo y autonomismo, se suceden, divergen, incluso coexisten, se continúan y discontinúan, en un singular proceso de jerarquizaciones y prioridades, en diferentes contextos históricos, portadores de logros y limitaciones, expresados en el pensar y actuar de sus principales representantes y que alcanzan su plena manifestación, no exenta de nuevas contradicciones, en las gestas por la independencia, iniciadas en l868 y frustradas en 1898, con la intervención norteamericana.


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