Tesis doctorales de Ciencias Sociales

SIGNIFICACIÓN DEL IDEARIO EDUCATIVO DE FIDEL CASTRO EN LA FORMACIÓN DE MAESTROS PRIMARIOS Y PROFESORES DE ENSEÑANZA MEDIA EN LA CUBA REVOLUCIONARIA

Raúl Osvaldo Quintana Suárez




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2.2.-El ideario educativo de Fidel Castro: rasgos generales definitorios de sus aportes más trascendentes a la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media

La arista fundamental de esa visión martiana y marxista, a la vez que piedra angular del ideario educativo de Fidel Castro, lo constituye su concepción integradora de la educación y la cultura, donde ambas, concebidas en sus más amplias acepciones, mutuamente se complementan, asumiendo como única condición, su compromiso político con el pueblo cubano y sus más legítimos anhelos de conquistar la plena soberanía, dignidad patriótica, disfrute de sus impostergables derechos y conservación de los atributos imprescindibles a la conservación de su identidad como ente individual y colectivo. En éste se percibe la comprensión de la cultura, en su más amplia acepción, como sostén de nuestra identidad nacional, y a la educación, como la vía más expedita de reafirmación y concreción de nuestra soberanía, al trascender el mero saber, siempre valioso, por el querer ser, forjador de personalidades integrales, creativas, éticamente irreprochables y políticamente comprometidas con el progreso social.

Percibir la cultura en su historicidad, con profundas raíces en el complejo proceso de formación de nuestra identidad, le permiten a Fidel Castro, a la vez que asimilar lo mejor del pensamiento cubano, aportar sus propias concepciones educativas, a partir de su contemporaneidad, borrando dicotomías entre continuidad y ruptura, con una aplicación acertada de lo que Marx, Engels y Lenin, concibieran como genuina expresión del desarrollo: la enriquecedora interrelación dialéctica entre la identidad y la diversidad, lo singular y lo universal.

Al respecto, éste puntualiza, en junio de 1961, en su intervención ante intelectuales cubanos, en una etapa de agudas contradicciones de intereses clasista en ese sector, donde no pocos consideraban en peligro el derecho de libertad de creación artística, que...“...quien sea más artista que revolucionario, no puede pensar exactamente igual que nosotros. Nosotros luchamos por el pueblo y no padecemos ningún conflicto porque luchamos por el pueblo y sabemos que podemos lograr los propósitos de nuestras luchas”. Y recalcaba posteriormente...“... ¿cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios y no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución: ningún derecho... ”....ya que...“...la Revolución no puede pretender asfixiar el arte y la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un patrimonio del pueblo” (34).

En Fidel Castro la cultura es concebida como compromiso ético-político, salvaguarda de nuestra soberanía, factor de concientización popular y derecho del pueblo. No es posible una plena comprensión del pensamiento educativo de Fidel Castro sin una aprehensión del complejo significado de esta categoría, aportadora de significado a sus objetivos, contenido y fines. Resulta válido concebir a la cultura como resultado, a la vez que premisa, de los valores creados por el hombre en la producción material y espiritual, en el decursar histórico, nutrida por el aporte generoso de diversos orígenes étnicos en su amplio espectro de arte y pensamiento, tradiciones y emociones, lenguaje y creencias, rasgos psicológicos y normas conductuales. La cultura, como manifestación del progreso social así como suma, logro y resultado de la práctica histórico-social, trasciende la mera acumulación de conocimientos, para ser expresión de los intereses y necesidades humanas, clasistas y por ende ideológicas, particularmente ético-políticas y humanistas, en un contexto histórico-concreto, lo que le otorga su condición de derecho de todos los hombres a su legítimo acceso, posesión y disfrute, prioritariamente a través del proceso docente- educativo.

Contentivo del ideal educativo de Fidel Castro, inspirado en Varela, Martí, Varona y Mella, está presente el rechazo al elitismo cultural y que trasciende la mera instrucción, aunque ésta sea uno de sus contenidos y va en busca de su universalización como cultura general integral, condición indispensable en la construcción del socialismo. Tal concepción, portadora de una singular creatividad adecuada a las peculiaridades de Cuba y a las complejas problemáticas del mundo actual, percibe en el quehacer cultural un definido componente político, ético, científico y filosófico. Lo que convierte a la cultura en instrumento de transformación revolucionaria de la sociedad y de la conciencia de los hombres.

En fecha tan temprana como 1961, Fidel expresa su criterio de que... “...esa es la tarea más sagrada de la Revolución: la tarea más esencial, más importante, más decisiva de la Revolución: que la gente joven se capacite para vivir mucho mejor, para que alcance el estándar de vida cultural y de vida material y de vida social mucho más alto…” (35).

No se debe obviar, a su vez, como un importante componente de la tradición pedagógica cubana más progresista, un pensamiento filosófico, ajeno a diletantismos especulativos, no obstante la variedad de matices y tendencias, sino contentivo de un patriotismo liberador, esencialidad axiológica, promotor de métodos científicos y definida autoctonía, aunque nunca cerrado al saber universal. Se hace evidente el ver aunado en sus principales personalidades, la feliz conjunción de patriota-maestro-filósofo, dado por el desempeño de un magisterio de indeclinable compromiso ético-político, asumido desde un pensamiento escudriñador de las potencialidades del hombre como ser social, sujeto de la actividad transformadora, creador y racional. En el ideario educativo de Fidel Castro, ese filosofar de más ejercicio que oficio, le permite no obstante, ser un destacado aportador al marxismo, en su complejo bregar como dirigente político, en el peculiar contexto en que decursa la Revolución cubana, en continuo desbroce de caminos permeados de originalidad. Para éste...“...educar es preparar para la vida, comprenderla en sus esencias fundamentales de manera que la vida sea algo que para el hombre tenga siempre un sentido, sea un incesante motivo de esfuerzo, de lucha, de entusiasmo” (36).

Evidentemente que uno de los aportadores al ideario educativo de Fidel Castro lo fue sin duda su pensamiento marxista, creativo y revitalizador, en su función de guía para la acción, en perenne renovación y cambio.

“¿Quién ha dicho que el marxismo -recalca Fidel en 1962- es la renuncia a los sentimientos, al compañerismo, al amor al prójimo?, ¿al respeto al compañero, a la consideración al compañero?, ¿quién ha dicho que el marxismo es no tener alma, no tener sentimientos? Si precisamente fue el amor al hombre lo que engendró al marxismo” (37). Y analizaba un lustro más tarde, simbólicamente en la conmemoración del aniversario del Maestro...“...que el revolucionario cree en el hombre, cree en los seres humanos, Y si no cree en el ser humano no es revolucionario” (38).

Ese humanismo ético-político, de raíces martianas y marxistas claramente reconocibles, continuidad histórica de las ideas más progresistas del pensamiento cubano, se manifiesta constantemente en su ideario educativo, al reivindicar como...“...la naturaleza humana no produce a todos los hombres exactamente iguales. Hay sólo una cosa que puede hacer a todos los hombres más o menos iguales, hay sólo un medio de hacer que todos los hombres se asemejen, y ese medio es la educación ” (39).

La educación desempeña para Fidel Castro un papel insustituible en la formación en valores de las nuevas generaciones. Concebimos el término valores como el deber ser a que aspira Fidel Castro y que irradia todo su pensamiento, desde el político al económico, del jurídico al científico, del filosófico al educativo. Valores entendidos como la significación que posee para el hombre aquella parte de la realidad que satisface de uno u otro modo, sus necesidades, intereses y fines, tanto materiales como espirituales y que mantienen plena correspondencia con las tendencias más representativas del progreso social, en una época y contexto determinado y se objetivan en acciones, conductas individuales y sociales, conceptos, apreciaciones, juicios, criterios y razonamientos valorativos. En el ideario educativo de Fidel Castro se concibe la formación en valores de las nuevas generaciones como ineludible compromiso de la familia, la escuela y la propia sociedad, que constituye la mejor salvaguarda de nuestra cultura, identidad nacional y soberanía.

Para el máximo dirigente cubano el aceptar como plenamente válido el papel de la educación en el autoperfeccionamiento humano, lejos de alejarnos de la utopía con la que soñaron nuestros predecesores, constituye una aproximación a la formación del hombre nuevo que personalizara el Che y previera Martí. ¿A qué hombre se debe aspirar a formar acorde a tales aspiraciones? La eticidad de permanente presencia en el ideario educativo cubano más progresista desde Varela hasta Martí, en el siglo XIX y presente en Varona y María Luisa Dolz en el tránsito entre centurias hasta Aguayo, Montori, Marinello y tantos otros en la primera mitad del pasado siglo, alcanza en Fidel Castro su representante más relevante en la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, lo que demuestra el aporte a su enriquecimiento conceptual como reflejo del propio decursar y desarrollo de la sociedad cubana, en disímiles contextos, contradictorios intereses y comunes aspiraciones. Ideario educativo de Fidel Castro basado en las más elevadas exigencias morales en las normas conductuales del hombre, que la educación, a través de la labor de la familia, la escuela y la sociedad en su conjunto debe objetivar en la formación en valores en las nuevas generaciones, donde el amor, la justicia, la honestidad, la solidaridad, el patriotismo y un profundo humanismo, desempeñen un especial protagonismo.

Atributo esencial de permanente vigencia en el ideario educativo de Fidel Castro lo constituye la alta estima por la labor del maestro, como continuidad renovada, en el contexto actual, de la invalorable tradición patriótico-pedagógica cubana. En su alegato jurídico-político “La historia me absolverá” éste reconoce como...“...el alma de la enseñanza es el maestro, y a los educadores en Cuba se les paga miserablemente. No hay sin embargo, ser más enamorado de su vocación que el maestro cubano. ¿ Quién no aprendió sus primeras letras en una escuelita pública ?...Basta ya de estar pagando con limosnas a los hombres y mujeres que tienen en sus manos la misión más sagrada del mundo de hoy y del mañana, que es enseñar ” (40).

La labor del magisterio cubano, a lo largo de nuestra historia, nunca limitada a la mera instrucción en los marcos de un aula, ya de por sí más que loable, desplegó su actividad educativa en la tribuna política, los sindicatos, la lucha independentista, en los enfrentamientos a los desmanes de los gobiernos corruptos, como fiel aliado en las luchas estudiantiles por mejoras populares y en todo aquel escenario propicio a la defensa de los intereses patrios.

Tras el triunfo revolucionario su papel adquiere una especial relevancia dada la voluntad política del Gobierno Revolucionario por el cumplimiento del Programa del Moncada, ampliamente rebasado en tiempo relativamente breve. No obstante, la Cuba revolucionaria, convertida en un verdadero taller educativo, en una gigantesca escuela, requería para el cumplimiento de sus ambiciosos planes, de un elevado número de maestros y profesores.

La plena confianza en nuestro pueblo, particularmente en nuestra juventud, le permitió concebir la creación de diversos planes de formación emergente de maestros y profesores, que aunque ya presentes en otras coyunturas histórico-pedagógicas de nuestro país, se diferencian esencialmente por sus objetivos, fines, contenido, formas y contexto. Necesidad imperiosa en un país, que al triunfo de la Revolución, el nivel de escolaridad de su pueblo era ostensiblemente bajo.

El propio Fidel Castro define sus criterios al respecto, el 6 de diciembre de 1964, en la graduación del Instituto Pedagógico “ Antón Makarenko ” y de la Escuela de Superación de Campesinas “ Ana Betancourt ”, al plantear la decisión que los profesores de los alumnos recién egresados de Topes de Collantes, fuesen las jóvenes graduadas del propio instituto ( antiguas alfabetizadoras “ Conrado Benítez ” ).

“No es que al decir viejos profesores -razonaba- digamos malos profesores. Hay muchos y muy buenos profesores, pero aquí nos encontramos con que estábamos creando una nueva generación de maestros y nos propusimos el esfuerzo ambicioso de que los maestros saliesen de esta nueva generación revolucionaria” (41).

A su vez, el líder de la Revolución Cubana les exige a esos propios maestros jóvenes, la superación y autosuperación sistemáticas, el ejemplo personal y sólidas convicciones políticas, pues aspira...“...a un tipo de maestro capaz de dar clases no sólo en la ciudad sino también en los campos; y no sólo en los llanos, sino también en las montañas” (42).

“El educador -según Fidel Castro lo concibe- no debe sentirse nunca satisfecho de sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio...tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la cultura...ser maestro significa ante todo, serlo en todos los órdenes de la vida...el maestro está obligado ante todo a plantearse altos requerimientos morales ” ( 43 ).

La masividad de la educación con vistas a garantizar ese sagrado derecho a todos los cubanos, nunca significó en el ideario pedagógico del dirigente revolucionario, la renuncia a la calidad. Al respecto expresaba en el XI Seminario Nacional de Educación, el 5 de febrero de 1987, como... “...se hizo patente que el haber prevalecido el criterio de la promoción -y yo realmente muchas veces advertí sobre eso, muchas veces, debe haber no menos de ocho o diez discursos en que pronuncié una frase, promoción con calidad- se hacía mucho énfasis en la promoción y no se hacía suficiente énfasis en la calidad, casi sólo por la evaluación, se evaluaba todo” (44).

La búsqueda de la conciliación de la masividad con la calidad sólo puede convertirse en uno de los principios que rija la actividad educativa, en un país que hace realidad el acceso de todo el pueblo a la educación y la cultura, casi utópica aspiración del ideario educativo progresista cubano anterior a la Revolución Cubana, por la que clamaba Varela, aspirara Martí y reclamaba Varona.

La masividad de la educación, o como diríamos en términos más actuales, su universalización, conllevó a la transformación de las instituciones estatales, particularmente las educativas, que viabilizaran la participación del pueblo, como su protagonista principal, así como el fortalecimiento de las organizaciones de masas ya existentes como el movimiento sindical o la creación de otras nuevas ( CDR, FMC, ANAP, OPJM, FEEM y FEU ) que se produjo de hecho en los primeros años del triunfo revolucionario. Esto le otorgó a la escuela y a la labor del maestro, un papel relevante en las transformaciones de la sociedad y en el surgimiento y consolidación de la Ideología de la Revolución Cubana, martiana y marxista.

Para Fidel Castro...“...nuestra educación tiene un carácter universal: se ha creado, se ha constituido y se ha desarrollado en beneficio de todos los niños del país; tenemos que a todos atenderlos, tenemos que a todos educarlos, tenemos que enseñarles a todos lo que se les pueda enseñar, ¡ A todos y a cada uno de ellos ¡ Ese es el principio, y dentro de ese objetivo conciliar masividad con calidad, conciliar masividad con promoción, ¡hay que conciliarla¡ ” (45).

La voluntad política de defensa de los valores formados por la Revolución, en varias generaciones de cubanos, al margen de ausencias y deficiencias, ocupó un lugar prioritario a partir de decretarse el período especial, por causas de sobra conocidas. Sus dramáticas consecuencias repercutieron en todas las esferas de la vida social, incluida la educacional. La defensa de esos valores no era una mera consigna, sino la mejor salvaguarda para la conservación de nuestra identidad como nación.

Como expresase Fidel Castro, en mayo de 1990... “…los que en la historia han tratado de sobrevivir haciendo concesiones, nunca han sobrevivido…” (46). Para enfatizar algo más de un año después...“...con qué nos pueden amenazar a nosotros, que somos los descendientes de Maceo y de Martí, de Máximo Gómez y de Agramonte, del Che, de Camilo, de Abel Santamaría y de Frank…” (47).

La alternativa de asumir las posiciones claudicantes del Zanjón o las dignamente patrióticas de Baraguá, enfrascaba a la sociedad cubana en una compleja batalla ideológica, en circunstancias de penurias y escaseces materiales, susceptibles al inevitable costo político. Como uno de los pilares de esa necesaria e inconmovible trinchera de ideas, la educación desempeñó y aún desempeña un papel, aunque no único, si irreemplazable.

Para Fidel Castro...“...es decisiva la educación, y no sólo la instrucción general, inculcar conocimientos cada vez más profundos y más amplios a nuestro pueblo, sino la creación y formación de valores en la conciencia de los niños y jóvenes desde las edades más tempranas...Es por ello que la tarea del maestro crece en importancia; se multiplica su inmensa trascendencia en la batalla por educar, en los valores de la Revolución y el socialismo a las nuevas generaciones...” (48).

La raíz martiana de la ideología de la Revolución Cubana es singularmente ratificada por éste en el evento Pedagogía 97, pues si...“...nosotros decíamos que Martí fue el autor intelectual del Moncada...podemos decir que fue también el autor intelectual de esta Revolución, que ya fue una revolución moderna porque se unió a sus corrientes más progresistas, más humanas y justas de nuestra época” (49).

La actual coyuntura histórica, en la que se está inmerso, impone esfuerzos especialmente complejos en la esfera del desarrollo económico, pero intrínsecamente vinculados con ésta, otros no menos acuciantes, como el reforzamiento y consolidación del sentido de cubanidad, de la concientización de pertenencia a una identidad cultural y nacional irrenunciables: de la percepción de la eticidad como única senda conducente al deber ser; de la unidad de nuestro pueblo, cimentada en sólidas convicciones, en defensa del proyecto socialista.

“Se ponen de pie los pueblos -proclama Martí- y se saludan. ¿Cómo somos?, se preguntan: y unos a otros se van diciendo como son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución en Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América ” (50).

Atenuar el amargor de lo imperfecto, para trocarlo en el beneplácito de la obra corregida, lo más cercana a la perfección es la mejor forma de defender, en los momentos difíciles, la razón de ser y sentirse cubano, expresado en nuestra propia identidad cultural y nacional. Asumimos como concepto de identidad nacional a la forma de pensar y actuar, que nos identifica como comunidad humana, cuantitativamente significativa y cualitativamente estructurada, siempre en los marcos de un determinado contexto histórico, político, económico, social e ideo-cultural. Conformadores de la misma, encontramos clases, grupos y sectores sociales, incluso con contradictorios intereses individuales y sociales, pero que son portadores de autoconciencia de pertenencia a su patria, como nación específica, asentada en su propia cultura, como garante de su integridad y soberanía.

El rol insoslayable de la cultura, como salvaguarda de la conservación de la identidad nacional lo expresa, con su sintética enjundia don Fernando Ortiz: al manifestar que...“...la cubanidad para el individuo no está en la sangre, ni en el papel, ni en la habitación. La cubanidad es principalmente la peculiar calidad de una cultura” (51).

Cultura, valores e identidad nacional son categorías que en su interacción, constituyen para Fidel Castro la única forma de salvaguardar las conquistas revolucionarias, aún en las condiciones más adversas, si logramos sean asumidas por el hombre, a través de la actividad educativa y de la inteligente utilización de la pedagogía como instrumento de transformación social, en su más amplio espectro. Sólo conservando las mejores tradiciones culturales, éticas y patriótico-pedagógicas, presentes en el proceso de formación como nación, es posible educar a las nuevas generaciones y constituyen requisitos de ineludible presencia en la formación de maestros y profesores.

El propio Fidel lo revela cuando expresa el 2 de septiembre del 2 002 en el acto de graduación de las Escuelas Emergentes de Maestros de la Enseñanza primaria que....“...para mí educar es sembrar valores, inculcar y desarrollar sentimientos, transformar a las criaturas que vienen al mundo con imperativos de la naturaleza, muchas veces contradictorios con las virtudes que más apreciamos como solidaridad, desprendimiento, valentía, fraternidad y otros. Educar es hacer prevalecer en la especie humana la conciencia, por encima de los instintos… ”...y al final exhorta a los jóvenes maestros a que... “.... ¡sean como educadores, el evangelio vivo con que soñó José de la Luz y Caballero!... ” (52).

Las novedosas y profundas transformaciones acometidas por la Revolución en la esfera educacional, en sus diferentes niveles, producto de la experiencia de las movilizaciones masivas populares en reclamo del regreso a la patria del niño Elián González y que darían inicio a la Batalla de Ideas, se concretaron desde el propio inicio del nuevo siglo XXI, como expresión del ideal pedagógico de Fidel Castro, en la transformación de los planes de formación de maestros y profesores, en la construcción y reparación de cientos de escuelas, en la aplicación de las técnicas más novedosas en la enseñanza, en la garantía de que todo niño o adolescente tenga asegurado el acceso a la instrucción y la cultura.

La presencia en el ideario educativo de Fidel Castro de una alta valoración de la aplicación de los más avanzados resultados de la ciencia y la técnica, complementos indispensables en el proceso de enseñanza-aprendizaje, no excluye el protagonismo insustituible de maestros y profesores en el proceso docente-educativo, como responsables máximos del proceso formativo en las nuevas generaciones dado que...“....sin valores éticos no hay valores revolucionarios. Todo pensamiento revolucionario comienza por un poco de valores que le inculcan los padres, le inculcaron los maestros...”...pues...“...el hombre es un ser lleno de egoísmo, nace egoísta, la naturaleza le impone eso; la naturaleza impone los instintos, la educación impone las virtudes” (53).

Es conocida la positiva valoración presente en el pensamiento de Fidel Castro respecto a la trascendencia social de la ciencia y de la labor de los hombres y mujeres destacados en esa importante esfera así como de los beneficios que reporta para elevar la calidad de vida del pueblo la acertada aplicación de los resultados de sus investigaciones. La globalización de la Revolución Científico-técnica, siempre que responda a los intereses de los pueblos y no sea patrimonio exclusivo de las transnacionales, con el único objetivo de obtener millonarias ganancias, constituye un rasgo positivo de la época contemporánea. Por ello éste promueve la aplicación de los logros científicos en todas las esferas de la vida social, prioritariamente en la educación y la salud pública (54).

El contenido humanista, patriótico y de compromiso con el pueblo, que caracteriza el ideario educativo del máximo líder de la Revolución Cubana se convierte en convicción profunda de que...“...una revolución es el triunfo de la virtud sobre el vicio” (55).

La adquisición por el pueblo de una cultura general integral, nunca encaminada a la formación de élites monopolizadoras del saber humano, tiene en la educación su instrumento de mayor poderío y factibilidad, promovida y encauzada por el fiel derrotero de las mejores tradiciones pedagógicas cubanas, que asumen en el ideario educativo de Fidel Castro, la mejor salvaguarda de su continuidad histórica, en las condiciones de construcción del socialismo desde un país subdesarrollado, agredido y bloqueado, pero con la plena confianza de que...“...podemos construir la sociedad más justa del mundo ” ( 56 ).

El derecho de todo el pueblo a la educación y la cultura es componente esencial del ideario de Fidel Castro, que no fuese posible sin un sistema político que propicie una democracia real y participativa, a través de la creación de las instituciones y organizaciones idóneas que, rebasando los marcos del contexto escolar, viabilicen la acción de las masas, como sujetos de la actividad educativa.

Derecho a la educación y a la cultura que en el ideario educativo de Fidel Castro trasciende nuestras fronteras alcanzando una proyección tercermundista y particularmente latinoamericanista y caribeña. Como éste expresase el 3 de febrero de 1999 en la Universidad Central de Venezuela...“...la batalla de ideas la estamos ganando; sin embargo, el campo de la batalla no es nuestra sola islita, aunque en esta islita hay que luchar. El campo de batalla hoy es el mundo” (57).

Ese componente de solidaridad humana en el ideario educativo de Fidel Castro le proporciona una particular relevancia a su humanismo ético, de evidentes raíces martianas, que contextualiza a una época de profundas contradicciones en todas las esferas de la vida social, pero con especial significación en el campo de la batalla de ideas, donde la posibilidad de acceso de todos los pueblos a la educación y a la cultura desempeñan un rol protagónico esencial.

En el ideario educativo de Fidel Castro está presente la convicción de que... “...el conocimiento y la cultura no significa por sí sólo la adquisición de principios éticos; pero sin conocimiento y cultura no se puede acceder a la ética....no hay ni puede haber igualdad ni libertad. Sin educación y sin cultura no puede haber democracia” (58).

La presencia en la personalidad de Fidel Castro, de cualidades personales de singular trascendencia le otorga la condición de educador social. Es la palabra, particularmente a través de su oratoria, el vehículo por excelencia que permite a Fidel Castro transmitir sus ideario educativo a las grandes masas, personal docente, cuadros y especialistas; valorar logros y dificultades del proceso de transformación educacional; sentar las bases de las nuevas tareas mediante un lenguaje claro y sencillo, a la vez que convincente y fundamentado, encaminado a la comprensión de las mismas, sus objetivos y finalidades. Ello lo convierte a la par que educador social, en un comunicador por excelencia (59).

Es por ello que abordar la creatividad del ideario educativo de Fidel Castro y su significación en la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media, exige su percepción desde las siguientes dimensiones:

----La fusión creadora en su pensamiento del trascendente ideario martiano, portador de un invalorable contenido axiológico y humanista, con la concepción del mundo marxista-leninista, desde una original óptica tercermundista, latinoamericanista y caribeña.

----La contextualización de su pensamiento en la etapa que le correspondió vivir, de trascendente singularidad por los acontecimientos y transformaciones que tienen lugar tanto en el ámbito mundial como nacional, aunado al importante rol que éste desempeña como dirigente político de incuestionable prestigio internacional, durante casi cinco décadas.

----Los particulares atributos de su personalidad, dotada de una elevada eticidad, carismatismo personal, inteligencia avizoradora, espíritu crítico y auto crítico, originalidad creadora y trascendencia axiológica.

Ello nos permite valorar como rasgos generales definitorios de su ideario educativo plasmados en la formación del personal docente:

---- Reflexión acerca de las problemáticas educativas inspirada en una original conjunción del ideario martiano y marxista.

---- Contextualización de las prioridades educativas en general y de la formación del personal docente en particular, en un país que construye el socialismo, bloqueado y agredido por la potencia imperialista más poderosa, en las condiciones del mundo en la segunda mitad del siglo XX e inicios del siglo XXI, particularmente a partir de la desaparición del campo socialista europeo y la imposición a los países del Tercer Mundo de los dictados hegemónicos y neoliberales de un capitalismo irracional y amoral.

---- La concepción de la educación como derecho de todo el pueblo, que sin desconocer las responsabilidades de la escuela como núcleo protagónico esencial, implica en el logro de tal finalidad a toda la sociedad, en su más amplia acepción, a través de la activa intervención de los agentes y agencias de socialización.

---- Comprensión del papel de la educación en la formación de personalidades integrales, capaces de transformar el entorno natural y social, en beneficio de la humanidad y portadoras de una elevada espiritualidad, basada en sólidos valores ético-políticos.

---- La concepción de alternativas de formación del personal docente, tanto regulares como emergentes, en los niveles de primaria y enseñanza media, con la aspiración de una convocatoria motivada en factores de concientización más que económicos, sustentada en la confianza en los valores patrióticos implícitos en las jóvenes generaciones.

---- Su accionar como impulsor del reconocimiento a la labor del maestro, como uno de los protagonistas principales de las transformaciones sociales y de formación del hombre nuevo que demanda la construcción socialista, lo que conlleva parejamente el espíritu de auto superación por parte de éste y la responsabilidad del estado de facilitarle el acceso, acorde a sus capacidades, a los estudios universitarios, postgrados, maestrías e incluso doctorados.

---- La comprensión de la educación en sus vínculos estrechos con la cultura, la ciencia y la técnica, los valores y la identidad nacional.

---- El enriquecimiento teórico y práctico de la concepción martiana del vínculo estudio-trabajo y su materialización en todos los niveles y perfiles del sistema educacional.

---- Su concepción de una cultura general integral, asequible a todo el pueblo, como encargo social ineludible, a través de diversas vías, recursos e instrumentos, desde la informática hasta el empleo con fines educativos de los medios masivos de comunicación.

---- Su quehacer como promotor de la posible conciliación de la masividad y la calidad, mediante el continuo perfeccionamiento del sistema educativo, la incorporación al proceso de enseñanza-aprendizaje de las técnicas pedagógicas más científicas, de los medios de enseñanza de más avanzada tecnología y la sistemática superación personal de maestros, profesores y cuadros.

---- Promotor del derecho a la educación de todos los pueblos, como única vía de conquistar su libertad política, garantizar su identidad cultural y nacional y ejercicio de soberanía fundamentado en un pensamiento de definida pertenencia latinoamericanista y tercermundista, con un decisivo componente solidario y humanista, integracionista y antiimperialista.

---- La comprensión de la educación, la cultura y los valores como instrumentos de transformación de las estructuras económicas, políticas y sociales injustas, impuestas al tercer mundo por el imperialismo, con el rechazo explícito a todo lo que limite las posibilidades de los países subdesarrollados a lograr niveles cuantitativos y cualitativos educacionales similares a superiores a los países altamente desarrollados.

---- Trascendente influencia educativa, como un genuino educador social, a través de la práctica revolucionaria, que le otorgan un elevado consenso de reconocimiento popular aunado a sus poco comunes cualidades como comunicador social que le permiten la utilización de la oratoria como vía por excelencia de transmisión de su pensamiento, particularmente su ideario educativo, uno de sus pilares sustentadores.

Cualquier intento de abordar los aportes al pensamiento pedagógico exige de un estudio acucioso del papel rector desempeñado por el ideario educativo de Fidel Castro, en continuo proceso de maduración teórico-práctica, en sus seis décadas de ininterrumpida y fecunda trayectoria revolucionaria. Sustentado en un pensamiento martiano y marxista, latinoamericano y antiimperialista, el ideario educativo de Fidel Castro nos permite adentrarnos en el acervo cultural en que se sustenta nuestra identidad nacional, como la mejor salvaguarda de consecución de nuestro proyecto socialista.


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