Tesis doctorales de Ciencias Sociales

LA AUTORREPRODUCCIÓN DEL SISTEMA DE LA CIENCIA EN EL CAMPO ACADÉMICO DE LA COMUNICACIÓN EN MÉXICO. UNA REFLEXIÓN A PARTIR DE NIKLAS LUHMANN

Juan Soto del Angel



 

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Introducción

¿Cómo evitar que la razón cometa errores en la tarea de conocer? Manuel Kant (1724-1804) (1979) hace la pregunta. Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831) (1977) muestra la imposibilidad lógica de la respuesta. En efecto, averiguar tal cosa no puede hacerse más que de manera paradójica: conociendo sin cometer errores. En otras palabras, habría que saber lo que no se sabe con el propósito de saber eso que no se sabe: la manera de no cometer errores en la tarea de conocer. Kant, sin embargo, se las ingenia para responder la pregunta. Su punto de partida es la ciencia positiva. Mira en ella una forma exitosa de conocimiento, y por tanto, un modelo a seguir si no se quiere caer en yerros.

Emund Husserl (1859-1938) (1984) difiere. Considera que las ciencias positivas no son más que una entre otras posibles formas de conocimiento en el mundo de la vida. Más aún, habla de una crisis de aquéllas disciplinas, puesto que no se ocupan del espíritu humano. Además, situadas en un mundo plagado de intereses, como el de la vida, las ciencias positivas carecen de condiciones para conseguir la objetividad que suelen ostentar.

No se intenta sugerir aquí que ha de tomarse una posición o la otra. Se trata de mostrar la complejidad del asunto. La manera en que Wilhelm Dilthey (1833-1911) (1968) sale al paso es con la distinción entre ciencias naturales y ciencias del espíritu. De ese modo, entre otras cosas, se guarda respeto a las ciencias positivas o naturales y se confiere atención al mundo del espíritu. Algo similar hace Jürgen Habermas (1929- ) (2001). Reconoce tres tipos de ciencias: empírico-analíticas, histórico-hermenéuticas y sociales críticas. Allí, las ciencias positivas o empírico-analíticas también mantienen su lugar y el mundo de la vida (o del espíritu) se toma en cuenta desde lo histórico y, fundamentalmente, a partir del interés social crítico ¿Tiene que ser la ciencia, bajo una directriz u otra, la perspectiva con que se ha de producir conocimiento?

Retrocédase por un momento a la Grecia clásica, a lo que algunos historiadores consideran el periodo de madurez (Platón y Aristóteles). Allí, la ciencia, al menos como se conoce hoy, no se ha producido; luego, no puede imponer condiciones ¿Se imposibilita el conocimiento bajo tales circunstancias? Aristóteles (384/83-322 a. de C.) (1989, 1996) habló de tres tipos de saber: teórico, productivo y práctico. El primero tiene que ver con lo que es de un modo y no puede ser de otro; el segundo, con lo que es de un modo y puede ser de otro, más aún, se busca por la técnica o el arte que sea de otro modo; el tercero, también con lo que es de un modo y puede ser de otro, pero refiere la moralidad de la conducta humana.

Luego, para la producción de conocimiento, no es indispensable la ciencia contemporánea. Ésta es una forma entre otras ¿Exitosa, en el caso de las disciplinas positivas? Sí, pero no única. No está de más decir que Hans-Georg Gadamer (1900-2002) (1996), un filósofo contemporáneo, reactiva el saber práctico de Aristóteles. Dilthey y Habermas, entre muchos otros, conquistan un triple propósito al aceptar la clasificación de las ciencias: conservan a las ciencias positivas en tanto formas rigurosas de conocimiento, fundan nuevas formas de conocimiento y promueven a éstas últimas mediante la connotación de rigurosidad que las primeras han dado a la palabra ciencia.

Así, en el periodo de madurez de la Grecia clásica se goza de una posición de privilegio frente a la ciencia positiva. Puesto que no ha sido producida, no constriñe. Aristóteles, por ejemplo, consigue hablar con libertad de diversas formas de conocimiento. Dilthey y Habermas, por el contrario, con el fin de aprovechar la significación de rigurosidad, se ven obligados a incorporar en la categoría de ciencia las formas de conocimiento que fundan.

Ahora, quizá, sea más sencillo aceptar que en el mundo de la vida la ciencia constriñe a verla como única forma rigurosa de conocimiento. Pero no tiene que ser así: Aristóteles no tuvo restricciones; Dilthey y Habermas, entre muchos otros, capitalizaron para distintos tipos de saber la significación de rigurosidad que confiere a la palabra ciencia el éxito de las disciplinas positivas.

El problema epistemológico que señala Hegel a Kant no se ha superado. Pese a ello, hay respuestas a la pregunta planteada. Husserl, Dilthey, Habermas y el propio Aristóteles brindan buenos ejemplos.

Al insertar las ciencias positivas en el mundo de la vida, se abren posibilidades a nuevas formas de conocimiento. Empero ¿Es posible observar el mundo de la vida desde el mundo de la vida, para distinguirlo de las ciencias positivas que también están en el mundo de la vida? Desde luego, aquí, con Husserl, ha podido conseguirse. El problema es que tal observación aparece paradójica frente a una observación de segundo grado: se observa el mundo de la vida desde su interior, cuando evidentemente sólo es posible hacer tal cosa desde su exterior.

Véase más de cerca. La observación de segundo grado pone al descubierto que la distinción ciencias positivas/mundo de la vida es una distinción. En otras palabras, un observador observó algo y trazó allí el límite entre ciencias positivas y mundo de la vida, pero ese algo permanece y permanecerá indiferente a la demarcación. Los observadores pueden apuntar a lo mismo y diferir. Tal es el caso, en lo que aquí se ha citado y con las debidas distancias, entre Kant, Husserl, Dilthey y Habermas.

Así, una observación de primer grado traza un límite, pero pierde de vista que traza un límite. Al inicio de la introducción, quizá, con Husserl creyó hablarse de las ciencias positivas y del mundo de la vida, pasando por alto que se trataba de la distinción de un observador, o lo que es lo mismo, de su delimitación de algo a partir de trazar un límite entre dos conceptos.

La observación de segundo grado, pues, pone al tanto de la distinción de la observación de primer grado. Y con ello, de su paradoja. En efecto, desde la observación de segundo grado resalta que el concepto de mundo de la vida es tan amplio que contiene a toda observación. Luego, cualquier observación de aquél no puede partir más que de su interior, pese a que lógicamente debe hacerse desde el exterior.

Más atrás la paradoja persiste ¿Qué es observar? He allí lo que no se sabe. Sin embargo, si se quiere saber, hay que observar lo que sea observar. Una vez más: habría que saber lo que no se sabe para llegar a saber eso que no se sabe. Pero ello no impide que las respuestas prosperen. Por ejemplo, con base en George Spencer Brown (1923- ), Niklas Luhmann (1927-1998) (1996) señala que observar es trazar un límite entre lo que se indica y lo que se niega. Desde luego, tal cosa tendrá que hacerse de manera paradójica. Para saber lo que una planta sea se traza un límite entre lo que es planta y lo que no es planta. Pero dicho límite sólo es posible delinearlo si se sabe dónde va, es decir, si se sabe lo que es planta y lo que no es planta. De nuevo: hay que saber lo que no se sabe para llegar a saber eso que no se sabe.

La paradoja es inevitable. Pese a ello, las ciencias positivas han facilitado la Era tecnológica. Pero de allí no es posible inferir que sus verdades sean verdaderamente verdaderas y que la paradoja sea una quimera. Tampoco se trata de menospreciar el trabajo científico, por el contrario, ha de aplaudirse que haya hecho probable lo improbable: que el conocimiento paradójico funcione.

Kant ofrece una cosmología; Husserl, otra. El segundo desarrolla el concepto de mundo de la vida con el propósito de abarcar al primero. Las estrategias de Dilthey y Habermas son diferentes. Aprovechan la connotación de éxito de la palabra ciencia y la extienden a nuevas formas de conocimiento. Como éstas propuestas, con carácter de universalidad, hay un buen número. Seguramente, cada una brinda la posibilidad de ver cosas que se ocultan a las otras. Sin embargo, en general en la época contemporánea, hay coincidencia en ir más allá de las ciencias positivas.

Niklas Luhmann ofrece una propuesta sociológica de carácter universal. Ella representa el contexto bajo el cual se construye la presente investigación. Se ha elegido por diversas razones.

En primer lugar, por sugerir un planteamiento epistemológico de mayores ventajas en relación con el tradicional. Propone la observación de segundo grado u observación de observaciones, y con ello, la diferencia antes que la identidad. Es decir, pregunta por la diferencia bajo la cual observan los observadores y no por el ser de las cosas ¿Cuál es la diferencia que un determinado observador funda entre lo que es planeta y lo que no es planeta? Y no ¿Qué es planeta?

En segundo lugar, por proponer como punto de partida la diferencia sistema/entorno. Una de cuyas consecuencias importantes radica en incrementar con generosidad el número de observadores: sistemas biológicos, sistemas psíquicos y sistemas sociales.

En tercer lugar y no de manera menos significativa, por su concepto de sociedad. Éste, como se verá, permite observar las cosas desde la comunicación.

Las características enunciadas de la teoría luhmanniana se ajustan con precisión al objetivo de la tesis que aquí se presenta: permiten diferenciar las formas de observación del sistema de la ciencia, desde la comunicación.

La primera parte de la tesis, Una sociología de la investigación a partir de Niklas Luhmann, tiene como propósito mostrar las ventajas de una teoría social del conocimiento frente a los planteamientos tradicionales. El primer capítulo describe las condiciones irremediablemente paradójicas de la observación, las insuficiencias de la distinción sujeto/objeto y la delimitación de la sociedad bajo la diferencia sistema/entorno. El segundo refiere las condiciones de posibilidad de los sistemas sociales en tanto autopoiéticos operativamente cerrados. El tercero relata la manera en que durante la presente investigación se fue pasando de la comunicación en calidad de tema a la comunicación en calidad de operación observadora, o lo que es lo mismo, de Paul Ricoeur a Niklas Luhmann.

La segunda parte, La autorreproducción del sistema de la ciencia en el entorno académico de la comunicación en México, consta, a su vez, de dos partes: La ciencia en calidad de sistema autopoiético operativamente cerrado y Las operaciones observadoras observadas en el entorno mexicano. La primera cuenta con cuatro capítulos relativos a la ciencia. Uno tiene que ver con su operatividad; otro, con sus operaciones observadoras; el tercero, con su dimensión evolutiva; y, el cuarto, con algunas de sus inclinaciones en el campo mexicano de la comunicación. La segunda tiene dos apartados: Los límites iniciales, que refiere las condiciones de la observación del presente trabajo; y, Los resultados de la observación, que muestra las distinciones que se logran a partir de observar algunos textos del campo académico de la comunicación en México.

Dado que las comunicaciones científicas se dejan ver en los textos, se acudió a ellos. El universo era inmenso. Pero no interesaban las recurrencias de la ciencia, sino sus particularidades en calidad de sistema autopoiético operativamente cerrado. Específicamente, las relativas a sus operaciones observadoras. Cosa que podría mirarse en cualquier publicación científica. Se optó, así, por una obra de cada uno de los ocho autores más prolíferos en el campo académico mexicano de la comunicación. La hipótesis que orientó el trabajo fue que la ciencia, con base en las dimensiones objetiva, temporal y social, actualiza unas cosas y deja en lo posible otras, bajo las condiciones de las teorías, los métodos y la argumentación. Se halló, en general, que se presume una realidad para todos y la posibilidad de conocerla correctamente, la cual es cambiante a partir de las interdependencias entre actores y estructuras sociales. Deja en lo posible que la realidad no pueda conocerse correctamente o que sea distinta a la que muestran las interdependencias entre actores y estructuras sociales.

Las conclusiones constituyen un esfuerzo por presentar de manera sintética los rendimientos de todo el trabajo de investigación.


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