Gerardo Arceo Moheno
Davenport (1996) menciona la necesidad de identificar y analizar en la empresa aquellos posibilitadores o facilitadores específicos al principio de las iniciativas de innovación. Su análisis es importante ya que permite determinar el grado de libertad que tiene la empresa para implantar nuevas tecnologías y modelos organizativos en función de su estado actual. Se identifican los siguientes posibilitadores:
- Una cultura organizativa dirigida hacia una mayor potenciación y participación en la toma de decisiones y hacia una comunicación más abierta y menos jerárquica, lo que conlleva estructuras organizativas más planas o áreas de control más amplias, una mayor satisfacción de los empleados y productividades más altas, esto último mediante un número mayor de innovaciones en los diversos procesos. Dentro de la cultura organizativa se consideran los indicadores estilo de liderazgo y calidad de la comunicación (Carballo, 2006).
- Desarrollo de habilidades, dado que la innovación implica una mayor potenciación del trabajador así como un conjunto más amplio de tareas; pueden requerirse nuevas habilidades, por tanto, se deben realizar diversos programas de formación, entre los que se incluye la formación específica en el proceso a innovar.
- Un enfoque de equipo autónomo
- Unas políticas de recursos humanos adecuadas, entre las que se señalan el “gain sharing” (compartir ganancias, es decir, compensar en función del rendimiento), la rotación de empleos y el empleo de por vida
- Una fuerte motivación en el trabajo, derivada de algunos aspectos esenciales (Hackman y Oldham, 1976), tales como la autonomía (la libertad y discreción con que se realiza el trabajo), la significación de la tarea (la importancia percibida y el impacto del trabajo) y la retroalimentación (hasta qué punto se da al trabajador información sobre el rendimiento del trabajo).
- Una percepción adecuada del cliente, es decir, verlo como una necesidad y oportunidad, y no verlo como una carga, que se le tiene sometido y que no se le toma en cuenta (Carballo, 2006).
- Desarrollo de I+D en la empresa, que si bien es interesante determinar el grado de investigación y desarrollo propios, el nivel de vigilancia tecnológica y fomentar las relaciones con centros tecnológicos y científicos, y universidades, entre otros parámetros, no se debe considerar como condición suficiente. En este sentido, Barceló (1993) señala que el éxito de una innovación no depende tanto de las actividades formales de I+D, sino del contacto con el cliente o de otras relaciones con el factor humano. Por su parte, Porter (1985) menciona que muchas innovaciones importantes son mundanas y no consideran descubrimientos científicos, por lo que la innovación puede tener implicaciones estratégicas para las compañías de tecnología alta y baja. Esta última observación es interesante debido a la idea generalizada que existe en aquellas empresas con baja tecnología que se consideran “justificadas” en su falta de espíritu innovador.
3.6. PANORAMA DE LA INNOVACIÓN EN EL SECTOR EMPRESARIAL ESPAÑOL
Dentro del sistema de innovación español (que incluye las empresas, la administración pública, el sistema público de I+D, las organizaciones de soporte a la innovación y el entorno), es precisamente la empresa la que se considera el eslabón más débil (Libro Blanco, 2004), debido principalmente a su escasa cultura innovadora, ya que es poco propensa a utilizar la tecnología como instrumento de competitividad por lo que, en consecuencia, dedica pocos recursos a la innovación, enfocando su esfuerzo innovador en los aspectos menos relacionados con la creación de tecnología propia, adicionalmente, no está organizada adecuadamente para la innovación, tanto internamente como en su integración en estructuras externas de cooperación entre empresas y con otros agentes del sistema.
En el estado español, el número de empresas innovadoras y los recursos dedicados a innovar han aumentado en estos últimos años, aunque siguen siendo claramente inferiores a la media de la Unión Europea. En 2002 el porcentaje de empresas innovadoras en España era el 26,2% de las industriales y el 18,3% de las de servicios, mientras que en 1996, para tener una idea aproximada de comparación, en la Unión Europa estos porcentajes eran el 51% y el 40%, respectivamente (Libro Blanco, 2004). Otro dato interesante es que el modo más frecuente de innovación tecnológica sigue basándose, en su gran mayoría, en la adquisición de tecnología incorporada disponible en el mercado internacional, y no se impulsa el desarrollo de tecnología propia.
A continuación, se analizan algunos de los principales factores propicios para la innovación en el tejido empresarial español.
Recursos dedicados a la I+D
Entre las actividades que contribuyen a la innovación tecnológica, la actividad de I+D es la que ofrece más beneficios potenciales a las empresas que la realicen con éxito, y es imprescindible para competir en los sectores de mayor intensidad tecnológica. Un indicador significativo es el esfuerzo empresarial en I+D, medido como porcentaje de gasto con relación al PIB, y su comparación con el de otros países. De acuerdo a la tabla 3.6, el gasto empresarial en I+D en 2001 representaba un 0,52% del PIB español, un esfuerzo inferior a la mitad del esfuerzo medio de los cuatro países más grandes de nuestro entorno. La distancia se ha reducido entre 1992 y 2001, sobre todo por la reducción del esfuerzo en los demás países, pero esta reducción no se ha producido de forma continua, sino que, después de alcanzar un mínimo de 0,69 puntos porcentuales en 1998, la distancia ha vuelto a aumentar en los últimos años.
El número de empresas que realizan I+D sistemática ha aumentado sensiblemente en los últimos años, sin embargo, a pesar del reciente incremento, se puede afirmar que aun son pocas las empresas que realizan I+D de forma sistemática.
El capital humano de las empresas
En una economía basada en el conocimiento, el nivel de formación de los empleados juega un papel fundamental en los resultados de las empresas. En España, el porcentaje de empleados con baja cualificación es casi el doble de la media europea, sólo superado por Portugal, y el empleo de este tipo de personal seguía creciendo en España, mientras disminuía en el conjunto de Europa (Eurostat, 2002a). Esto es síntoma de una estrategia de competitividad empresarial que sigue apoyándose más en la disponibilidad de mano de obra barata que en el conocimiento y la tecnología.
La formación continua en las empresas
El objetivo de la formación continua en las empresas es mantener y acrecentar su capital humano mediante la adquisición por parte de sus empleados de nuevas competencias o el desarrollo o mejora de competencias ya existentes. Como se observa en la tabla 3.7, tanto en España como en el conjunto de la UE, el porcentaje de empresas que proporcionó formación continua a sus empleados es menor cuanto menor es el tamaño de la empresa, aduciéndose como principales razones para no proporcionar este tipo de formación el no considerarla necesaria y la falta de tiempo.
Cooperación para la innovación
Una forma de superar las limitaciones de personal y recursos para emprender actividades de innovación tecnológica, aparte de contratar I+D externa, es la colaboración con otros organismos, ya sean centros públicos u otras empresas proveedoras, clientes o incluso competidoras. Se entiende como cooperación en innovación la participación activa en proyectos conjuntos de I+D e innovación con otras instituciones y los proyectos propios oficialmente vinculados a los proyectos de otras instituciones. La simple contratación fuera de la empresa, sin participación activa por parte de ésta, no se considera cooperación.
La tabla 3.8 muestra los tipos de entidad colaboradora para la innovación de las empresas españolas.
Como se observa en la tabla 3.8 y refiriéndose a las empresas con menos de 200 trabajadores, el porcentaje de estas empresas que colaboran con universidades y centros tecnológicos aumenta paulatinamente de un 29,6% en 1999 a un 35,4% en 2001, así como también aumenta su colaboración tecnológica con clientes (de un 36,3% a un 48,1%) y con proveedores (de un 44% a un 51,9%). No ocurre lo mismo en el caso de colaboraciones con competidores, establecimiento de acuerdos de cooperación tecnológica o participación en empresas con innovación tecnológica
Otra encuesta, que permite la comparación internacional en este tema, es la realizada por la Dirección General de Innovación de la CE (European Commission, 2002), según la cual, un 45% de las empresas europeas cooperan habitualmente para la innovación, mientras que el porcentaje de empresas españolas con esta estrategia es el 36%. El porcentaje de empresas que no contemplan la cooperación entre sus estrategias de innovación es un 37%, frente al 27% de media de la UE. Ambas cifras sitúan a España entre los países de la UE que menos uso hacen de las posibilidades de la cooperación.
Por lo anterior, se puede decir que ni la cooperación ni la subcontratación son estrategias habituales en los procesos de innovación de las empresas españolas, por tanto, no son abundantes las empresas de servicios empresariales para la innovación, habiendo, incluso, disminuido en fechas recientes las empresas de servicios de I+D.
Generación de patentes
Otro indicador de la actividad innovadora de un país basada en la creación de tecnología propia es el grado de protección de sus resultados, medido a través del número de patentes solicitadas por entidades del país. Son pocas y concentradas en sectores específicos las empresas españolas que tienen estrategias de protección de la propiedad industrial e intelectual. Los datos disponibles comparables internacionalmente, del año 1998 (Eurostat, 2000), muestran la débil posición española en este aspecto, con 10 solicitudes de patente europea por millón de habitantes, muy por debajo de las 88 de media europea, lo que posiciona al país en los últimos puestos europeos. Si se consideran las patentes de alta tecnología, la posición relativa es más baja, con 3,1 patentes de entidades españolas por millón de habitantes frente a 27,8 de media europea. La retrasada posición española puede ser un reflejo de la menor propensión empresarial a la I+D, ya que este es el principal input generador del output patentes
3.7. LA INNOVACIÓN Y LA GC
Es innegable la explosión de interés que ha suscitado la GC en los últimos años. Scarbrough et al. (1999) señalan que este interés ha crecido de forma exponencial en los últimos 2-3 años. Sin embargo, existen críticas al considerarse que muchos esfuerzos realizados en aras de la GC han fracasado. La GC en sí añade poco, o ningún, valor a la organización. El valor se añade solo cuando el conocimiento es aplicado para aumentar, cambiar o desarrollar tareas y actividades especificas (McDermott, 1999), algo que Newell et al. (2002) confirman cuando señalan que el enfoque de GC debe ser personalizado para tareas y propósitos particulares.
La innovación es frecuentemente el propósito principal para la GC, la cual puede ser una actividad incierta y compleja. Incierta porque es difícil saber al principio lo que se logrará cuando el conocimiento es combinado de nuevas formas y compleja porque involucra a personas con diferentes experiencias y habilidades que combinan sus conocimientos para generar mejores y efectivas practicas de trabajo, normalmente en forma de nuevos productos o procesos, lo que implica, por lo general, cambios en la manera en que las personas trabajan además de la aplicación de sistemas técnicos. La innovación no es solo I+D, sino ocurre en todas las actividades de trabajo. A menudo, el conocimiento necesitado para desarrollar e implementar la innovación esta ampliamente distribuido, por lo que el juntar este conocimiento es un desafío importante para la innovación. Por tanto si la innovación depende de la creación y aplicación del conocimiento, la GC juega un papel crítico, señalando que su aplicación como una sencilla y simple “best practice” es problemático.
Carballo (2006) señala que la actividad innovadora requiere, por su propia naturaleza, un uso intensivo del conocimiento. En ocasiones se requiere la creación de nuevos conocimientos para poder hacer realidad nuevas ideas; en otros casos la cuestión se soluciona echando mano de conocimientos ya existentes; en cualquier caso, la solución innovadora se basa en aplicar conocimientos distintos a los utilizados o bien, aplicarlos de forma diferente.