Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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Segundo momento: los reformadores

Luego del período clásico y su forma hegemónica de castigo con el suplicio aparecen nuevos proyectos para aplicar penalidades. Las formas viso-espectaculares que se proponen son variadas y descansan en buena parte en asociaciones mentales, que deberán vincular castigo a delito en toda una compleja tecnología de imágenes mentales:

“Es preciso que las ideas de crimen y de castigo estén fuertemente ligadas y ‘se sucedan sin intervalo... Cuando hayáis formado así la cadena de las ideas en la cabeza de vuestros ciudadanos, podréis entonces jactaros de conducirlos y de ser sus amos. Un déspota imbécil puede obligar a unos esclavos con unas cadenas de hierro, pero un verdadero político ata mucho más fuertemente por la cadena de sus propias ideas’”. (1975 [1978: 107])

El arte del gobierno descansa en este período en el arte de producir las asociaciones mentales adecuadas. O sea, de lo que se trata es de tener una representación inmediata, directa y analógica: si cometo tal delito, me pasará tal cosa. Así se asocia como castigo: la confiscación al robo; la humillación a la vanagloria, la muerte al asesinato, la hoguera al incendio (1975: 107]).

El cambio de régimen sustentado en las propuestas de los reformistas post revolución sostiene, dentro de otra perspectiva, la idea de publicidad del castigo, pensado como trabajo público,

“trabajo público que quiere decir dos cosas: interés colectivo en la pena del condenado y carácter visible, controlable, del castigo ... Visiblemente sirve a cada cual; pero a la vez, desliza en el ánimo de todos el signo crimen-castigo: utilidad secundaria, puramente moral ésta, pero mucho más real”. (1975 [1978: 113])

Pero en uno y otro período, la visibilidad es la articulación del poder: sea por producir un terror que indique la presencia directa del soberano, sea porque en el nuevo castigo se leerán las propias leyes o, mejor dicho, la articulación inmediata delito-pena. El castigo público no desaparece: “El castigo público es la ceremonia de la inmediata transposición del orden” (1975 [1978: 114]). Transposición que debe poder leerse: “Anuncios, carteles, signos, símbolos deben multiplicarse, para que cada cual pueda aprender los significados. La publicidad del castigo no debe difundir un efecto físico de terror; debe abrir un libro de lectura” (1975 [1978: 115]).

Agrega incluso Foucault toda una simbología del color que toma de citas textuales:

“El condenado a muerte será conducido al cadalso en un coche ‘tapizado o pintado de negro mezclado de rojo’; si ha traicionado, llevará una camisa roja sobre la cual se leerá, por delante y por detrás, la palabra ‘traidor’; si es parricida, llevará la cabeza cubierta con un velo negro y sobre su camisa se verán bordados unos puñales ... ; si ha envenenado, su camisa roja estará adornada de serpientes … Esta lección legible, esta transposición del orden ritual, hay que repetirla con la mayor frecuencia posible; que los castigos sean una escuela más que una fiesta; un libro abierto antes que una ceremonia”. (1975 [1978: 115])

La metáfora de la lectura aparece repetida porque supone un uso político de las imágenes. El libro es la metáfora de la instrucción, pero el teatro y su visibilidad, la clave de su efectiva eficacia. Así se proyectan visitas de caridad, visitas de los niños a los condenados, para que aprendan en forma directa la relación ley-castigo.

Foucault incluso, centrándose en la necesidad de generalizar el castigo, o mejor aún la idea negativa del delito, sintetiza su espíritu en una “ciudad punitiva” ideal:

“He aquí, pues, cómo hay que imaginar la ciudad punitiva. En las esquinas, en los jardines, al borde de los caminos que se rehacen o de los puentes que se construyen, en los talleres abiertos a todos, en el fondo de las minas que se visitan, mil pequeños teatros de castigos. Para cada delito, su ley; para cada criminal, su pena. Pena visible, pena habladora que lo dice todo, que explica, se justifica, convence: carteles, letreros, anuncios, avisos, símbolos, textos leídos o impresos, todo esto repite infatigablemente el Código. Decorados, perspectivas, efectos de óptica, elementos arquitectónicos ilusorios, amplían en ocasiones la escena, haciéndola más terrible de lo que es, pero también más clara”. (1975 [1978: 117])

Aunque la idea de prisión ya estaba vigente en este segundo momento de los reformadores, no era considerada en forma positiva, y se la aceptaba restringida a algunos delitos (los que atentan por ejemplo contra la libertad de las personas, como el rapto. La lógica simétrica es clara: se priva de la libertad al que priva de ella). Incluso muchos la critican explícitamente por ser inespecífica, por no ser pedagógica, por ser costosa y la crítica más usual, por reproducir los males que quiere eliminar.


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