Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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Thirdspace (1996)

Escrito siete años después de Geografías Posmodernas (1989), Thirdspace (1996) interesa no solo porque nos permite conocer la actualización de las ideas de Soja, sino principalmente porque sigue teniendo un lugar central la referencia de este autor a la problemática espacial en Foucault. El capítulo 5 de este nuevo texto: “Heterotopologies: Foucault and the Geohistory of Otherness” ya lo indica desde el título, aunque también es fundamental en el capítulo siguiente titulado: “Re-Presenting the Spatial Critique of Historicism”, aunque las citas aparecen en varios otros capítulos.

Dentro de los objetivos generales que propone Soja en este nuevo libro está el impulsar a pensar en forma diferente acerca del espacio, o mejor dicho de “la espacialidad de la vida humana” (Soja 1996: 1) y ello cobra mayor relevancia en el momento actual, es decir, en un momento en que se hace evidente la espacialidad creada colectivamente y, por lo tanto, sus consecuencias sociales. Sin embargo, entiende que desde la comprensión teórica y práctica del espacio y la espacialidad, el tema no ha sido enfocado correctamente. De forma que

“se vuelve más urgente que nunca mantener creativamente abierta a la redefinición y expansión en nuevas direcciones a nuestra conciencia de la espacialidad –nuestra imaginación geográfica crítica–; y resistir cualquier intento de reducir o limitar su alcance”. (Soja 1996: 2)

El título del libro, Thirdspace, quiere indicar la interrelación necesaria entre espacialidad (spatiality), historicalidad (historicality) y sociabilidad (sociality). La novedad de esta triple relación es la importancia que se le da al espacio, como un modo de repensar la relación historia-sociedad.

Y, como tarea de estudio, va más allá de disciplinas específicas, ya que involucra no solo a geógrafos, arquitectos o urbanistas, sino a todos aquellos que se encuentren implicados profesionalmente con el espacio. Como ocurrió en Geografías Posmodernas, sigue Soja validando un pensamiento que encuentra valioso el término “postmodernidad”, especialmente en lo que este concepto supone en tanto crítica a las perspectivas teóricas globalizantes o, como dice Soja, a las narrativas dominantes y los discursos totalizadores.

El libro se divide en dos partes, en la primera, el autor se dedica a sintetizar concepciones teóricas y construir el marco de análisis y, en la segunda, a la aplicación de estas concepciones a su ciudad preferida, Los Angeles, ciudad a la que ya le había dedicado un capítulo en el libro anterior, como vimos.

Tiene aquí un análisis más amplio del autor de La Production de l’Espace, Henri Lefebvre, como quien introdujo y desarrolló el tema de la espacialidad humana en esta triple relación con la historia y la sociedad, que este autor llama “une dialectique de triplicité” (Soja 1996: 7).

Una característica de este pensador es su oposición a la lógica binaria, planteando que siempre es posible pensar en un tercer término, o sea “il y a toujours l’Autre”. Sus temas dominantes son la crítica de la vida cotidiana, la reproducción de las relaciones sociales de producción, la sociedad burocrática del consumo controlado, la batalla por el derecho a la ciudad y el derecho a la diferencia, la urbanización de la conciencia y la necesidad de una revolución urbana, y se encuentran, según dice Soja, infiltrados en cada capítulo de Thirdspace. Para que no quede duda de la importancia de Lefebvre, afirma Soja que La producción del espacio es “el libro más importante jamás escrito acerca del significado social e histórico de la espacialidad humana y en particular de los poderes de la imaginación espacial” (1996: 8) y, aunque encuentra que el libro es desconcertante y tiene inconsistencias que dejan perplejo, junto a aparentes autocontradicciones, esto es entendido como muestra de la creatividad de Lefebvre. Soja entiende que el modo en que se escribe La producción del espacio no tiene la lógica de una escritura lineal, y que es un producto polifónico que asimila a la fuga musical. La concepción dialéctica tradicional de tesis, antítesis y síntesis articula cada capítulo presentando, más que nada, un proceso de búsqueda, que un resultado concluyente. Y, en esa lógica, Soja también entiende su propio libro como aproximaciones, como “un modo diferente de ver el mismo tema, una secuencia de variaciones sin fin acerca de temas espaciales recurrentes” (1996: 9).

Soja reconoce que usa bastante libremente a Lefebvre, e introduce el término “trialéctica” para dar cuenta de la tripartición del autor francés entre “el espacio percibido de la Práctica espacial materializada; el espacio concebido, que él define como Representaciones del Espacio; y los Espacios de la Representación vividos (traducido al inglés como ‘Espacios representacionales’)” (1996: 10).

Si el libro se llama Thirdspace es porque hay un primer espacio referido a la “materialidad concreta de las formas espaciales o cosas que pueden ser cartografiadas empíricamente” y un segundo espacio entendido como las representaciones mentales o las ideas acerca del espacio, lo cual coincide aproximadamente con el espacio percibido y el representado de Lefebvre. El término thirdspace no lo refiere Soja estrictamente al espacio vivido de Lefebvre, sino que supone “otro modo de pensar acerca del espacio que recurre a los espacios materiales y mentales del dualismo tradicional pero se extiende mucho más allá de ellos en su alcance, substancia, y significando” (1996: 11).

Y es aquí que finalmente podemos introducir a Foucault quien junto a Lefebvre, para Soja, son los iniciadores del pensamiento de la espacialiad en una forma novedosa, aunque sus trabajos sobre el este tema no fueron valorados en lo que tenían de verdaderamente innovadores o, más específicamente, sus críticas radicales para “reestructurar los modos más familiares de pensar acerca del espacio” (1996: 11), y romper las rigideces disciplinarias, en particular en Geografía, Arquitectura, Planeamiento Urbano y Sociología Urbana (1996: 12).

Veamos entonces qué aportes encuentra Soja, de parte de Foucault, a la cuestión de la espacialidad y a su idea de Thirdspace, en particular. Su capítulo sobre la heterotopología se inicia indicando las relaciones entre Foucault y Lefebvre.

Dentro de un marco general, puede decirse que hacia la época del Mayo francés, Lefebvre rechazaba a Foucault en la medida en que Las palabras y las cosas era identificado como un libro de derecha “que negaba la política, que rechazaba el curso de la historia” (Eribon 1995: 77), también lo acusa de “neoeleatismo” (Foucault 1980: 61) y, en este ataque epocal, Sartre compartía su enemistad. Con respecto a la consideración del espacio, el ataque es más específico, pues considera que Foucault no explora al sujeto colectivo, y que

“su uso frecuente de metáforas espaciales flotantes oscurecen las consecuencias políticas de la espacialidad social, y que las múltiples facetas de su conceptualización ... del poder/conocimiento toma muy poca nota del ‘antagonismo entre conocimiento [savoir] que sirve al poder y una forma de conocimiento [connaissance] que rechaza reconocer al poder’”. (Soja 1996: 146)

En 1976, y después de la publicación de Vigilar y castigar, el rechazo de Lefebvre continúa, pues encuentra que en su preocupación por entender la sociedad a partir de lo que podríamos llamar los márgenes o periferia de ésta, Foucault no realiza una crítica social adecuada: “se rechazan los centros y la centralidad; se olvida lo global” (citado en Soja 1996: 146). Soja, sin embargo, no comparte estas críticas, alimentadas por el temor a la fragmentación y al localismo y presentadas desde una perspectiva marxista. Los análisis de Foucault del espacio son paralelos a los de Lefebvre –encuentra Soja– y su interés en el espacio está variadamente documentado. Sin embargo, a diferencia de Lefebvre, Foucault no desarrolló explícitamente sus consideraciones sobre el espacio y, en particular, “rara vez tradujo su política espacial en programas para la acción social claramente definidos” (Soja 1996: 147). Reconociendo que buena parte del pensamiento práctico de Foucault se encuentra en sus entrevistas, como prácticas políticas, Soja se interesa particularmente en la entrevista con los geógrafos franceses que Foucault mantuvo en 1976 en la medida en que en ella da carta de ciudadanía a los geógrafos al reconocer que la geografía estaba en el centro de sus problemas (Foucault 1976c: 39) y, reforzando su interés por el espacio y el poder, Soja presenta otra cita foucaultiana: “se me ha reprochado bastante estas obsesiones espaciales, y ellas, en efecto, me han obsesionado. Pero, a través de ellas, yo creo haber descubierto esto que en el fondo buscaba: las relaciones que pueden haber entre poder y saber” (1976c: 33). De esta forma, Soja encuentra que hay una trialéctica en Foucault entre poder, saber y espacio (Soja 1996: 148).

La actualidad del pensamiento del espacio de Foucault se encuentra en su influencia en los estudios de problemas espaciales desde la perspectiva del género, así como en la crítica postcolonial, pero también en todo estudio cultural sobre la problemática espacial contemporánea. Soja comenta las ideas de Derek Gregory en Geographical Imaginations (1994), libro en que Foucault aparece como referencia continua: “Gregory se mueve con Foucault a lo largo de un viaje transdiciplinario en el ‘espacio profundo’” (Soja 1996: 150), que incluye la nueva Geografía cultural con nombres como James Duncan, la etnografía de Clifford Geertz, la literatura postcolonial de Gayatri Spivak, pero en el subcapítulo “In Thirdspace with Michel Foucault” presenta concretamente lo que entiende como relación de Foucault con el tercer espacio, Thirdspace, que es su propio tema.

Su análisis está prácticamente centrado en “Des espaces autres” traducido al inglés como “Of Other Spaces”. A diferencia de otras referencias, en particular la nota de Defert y Ewald, que dice que fue autorizada su publicación por Foucault poco antes de su muerte (1967-1984b: 752), Soja afirma que “nunca fue publicado por Foucault y puede verse simplemente como un boceto temprano, preliminar que fue olvidado y descartado cuando avanzó hacia otros proyectos” (1996: 154). Al referirse a este texto, lo hace con la intención de resaltar aquellos elementos foucaultianos que puede ligar a su Thirdspace. Aunque básicamente, lo que proporciona es una síntesis del artículo, del que rescatamos las observaciones que siguen a continuación.

Por un lado, advierte que, ya en Postmodern Geographies (1989), se había referido a Foucault para criticar “el predominante historicismo en el pensamiento crítico modernista” (1996: 155), siendo la recuperación del espacio que hace en dicho texto contrapuesta a la importancia dada al tiempo o a la historia. La brevísima historia del espacio, que traza Foucault allí, está referida al espacio de localización de la Edad Media, al espacio de la extensión infinita moderna de Galileo o el espacio del emplazamiento, y el sitio contemporáneo, entendido este último como constituido por relaciones de proximidad entre elementos. Soja encuentra, como un elemento distintivo de este texto, justamente la referencia a los sitios para caracterizar las heterotopías foucaultianas, tema que desde aquí ha tenido variada proyección teórica, como ya indicamos. Las vinculaciones con Lefebvre continúan presentes en este texto porque, por un lado, Foucault, como Lefebvre, estaría haciendo crítica de la vida cotidiana en el mundo moderno y, por otro, porque Foucault descarta también la “ilusión de transparencia que Lefebvre asociaba con el ‘espacio concebido’, con representaciones del espacio que tienden a ver la espacialidad enteramente como un espacio mental desmaterializado” y la “ilusión de opacidad y de exceso de verificación (oversubstantiation), que reduce la realidad espacial a prácticas espaciales definibles empíricamente, a objetos materiales o naturales, a la geometría de las cosas en sí mismas” (1996: 157).

Siguiendo el texto, que reflexiona brevemente sobre las utopías, se concentra en las heterotopías. Aunque Foucault no hace referencia explícita, la ejemplificación del espejo como una utopía-heterotopía, la remite Soja al interés que este objeto despertó en los surrealistas, los psicólogos lacanianos y en los estructuralistas althusserianos (Soja 1996: 158). “Espacios diferentes” no es un texto que suponga una enorme precisión conceptual, ni la justificación adecuada en la elección de los espacios que designa como heterótopicos. Sin embargo, Soja decide dejar hablar el texto por sí mismo, “con poco comentario o crítica” (Soja 1996: 159). Nosotros en consecuencia, como ya lo hemos sintetizado, no seguimos puntualmente su resumen, pero indicamos las observaciones diferenciales de Soja, que introducen en consecuencia alguna novedad al respecto.

Foucault se refiere, en lo que llama un segundo principio de las heterotopías, a que “una sociedad puede hacer funcionar de una manera muy diferente una heterotopía que existe y que no ha dejado de existir” (1967-1984b: 756), es decir, el funcionamiento de una heterotopía en una sociedad puede ser diferente en otra y cita las mutaciones que ha sufrido el cementerio. Este sitio, que desde la modernidad se empezó a poner fuera de los límites de las ciudades, encuentra Soja que evidencia una segregación que puede ampliarse a formas como el ghetto, el barrio (sic), el gang turf (Soja 1996: 160, n. 11).

La referencia foucaultiana a un tercer principio que señala que la heterotopía se caracteriza por yuxtaponer en un lugar único muchos emplazamientos incompatibles como el teatro, el cine y principalmente el jardín, los tapices y los jardines zoológicos, tiene, por parte de Soja el agregado de las galerías de París, las ferias y exhibiciones mundiales y finalmente Disney World, como otros ejemplos que completarían los de Foucault.

En el quinto principio también agrega Soja sus propias observaciones. Este principio plantea que las heterotopías “suponen siempre un sistema de abertura y de cierre que, a la vez, las aísla y las vuelve penetrables” (Foucault 1967-1984b: 760). Aunque los ejemplos que cita Foucault son disímiles, pues incluye tanto la prisión, el cuartel, los saunas escandinavos, los cuartos independientes de las estancias brasileñas y los moteles, Soja encuentra que está implícito el funcionamiento del poder, “de aquello que Foucault podría luego describir como ‘tecnologías disciplinarias’ que operan a través del control social del espacio, tiempo, y lo otro (otherness) para producir una cierta clase de ‘normalización’” (Soja 1996: 161).

Así como antes nos referimos al carácter desconcertante y contradictorio del libro de Lefebvre, también encuentra Soja que las heterotopologías de Foucault son “frustrantemente incompletas, inconsistentes e incoherentes. Ellas parecen enfocadas en microgeografias peculiares, miopes ..., descarriadas y tortuosamente apolíticas”, sin embargo las encuentra maravillosos exponentes de otro “fructífero viaje en el Thirdspace” (1996: 162) y en ellas, como en los textos de Lefebvre, han abrevado todo tipo de profesionales interesados en el espacio. Contra éstos y generalizando, Soja señala que no advirtieron que Foucault y Lefebvre, entre otros, “directamente se enfrentaban ... a todos los modos convencionales del pensamiento espacial” (Soja 1996: 163). Entender esta ruptura que realizan los filósofos franceses es ir en camino de entender la propuesta que está elaborando en Thirdspace:

“Sin este reconocimiento de los límites e ilusiones de los discursos espaciales convencionales, los significados de Thirdspace no pueden ser comprendidos y los trabajos de Foucault y otros se vuelven poco menos que una variedad de manjares dispuestos para nutrir a los mismos pensadores del espacio que no ven nada erróneo en sus propias perspectivas, que dan por sabidas”. (1996: 163)

De lo que se trata, entonces no es focalizarse en espacios diferentes, sino en diferentes modos de pensar. Y reconoce que quienes más dificultades tendrán para acercarse a las ideas de Thirdspace son justamente aquellos habituados a trabajar con el espacio, como son los geógrafos y arquitectos (1996: 163).

Un tema clave para Soja, también aquí, es la crítica al historicismo, que realiza en el capítulo 6 titulado “Re-Presenting the Spatial Critique of Historicism”. Esta crítica, que se opone a un modo particular de escritura de la historia, está presentada por el discurso postcolonial y los estudios culturales, como ya adelantamos. Con ella busca destacar la importancia no reconocida todavía de las “geografías y espacialidades reales e imaginarias” (1996: 165), devaluadas al acentuar la perspectiva histórica.

John Berger aparece con sus modos de ver, que permiten conocer el modo de ver del hombre, la mujer, las artes, la publicidad (Berger 1972 [2000]), como un exponente de crítica cultural que realiza un interjuego entre “espacialidad, historicalidad y sociabilidad” (Soja 1996: 165). Desde la perspectiva de la novela, por ejemplo, Berger plantea que ya no es posible desarrollar secuencialmente una historia y se deben considerar la “simultaneidad y la extensión de los acontecimientos y las posibilidades” (citado en Soja 1996: 165). Toda proyección hacia el futuro “involucra ahora una proyección geográfica más que histórica” (citado en Soja 1996: 166).

Otro teórico que revaloriza el espacio frente al tiempo es Fredric Jameson, quien reconoce que las prácticas estéticas consideradas en su situación histórica permanecen alejadas de la mayoría de las personas y sugiere que “un modelo apropiado de política cultural para nuestra propia situación necesariamente tendrá que promover cuestiones del espacio como su preocupación organizativa fundamental” (citado en Soja 1996: 166). Otra cita, que nos interesa porque deja sentado claramente la importancia del espacio para Jameson, así como marca la influencia de Althusser, es la siguiente que corresponde al ensayo “El posmodernismo como lógica cultural del capitalismo tardío”:

“El concepto de Althusser (de ideología) nos permite ahora repensar estas cuestiones específicas de geografía y cartografía en términos del espacio social, en términos, por ejemplo, de las clases sociales y del contexto nacional o internacional, en términos de las maneras en que todos, necesariamente, también trazamos mapas cognitivos de nuestra relación social con las realidades clasistas local, nacional e internacional”. (Jameson 1984 [1991: 84])

Además, Jameson, en otro artículo, “Marxismo y Posmodernismo”, destaca elogiosamente la nueva espacialidad implícita en el posmodernismo, “que el trabajo de Ed Soja, Postmodern Geographies, ahora pone al orden del día de forma tan elocuente y oportuna” (Jameson 1984 [1991: 128]), aunque Soja en Thirdspace considera que tanto Jameson, Berger y otros siguen enrolados, a pesar de sus intereses en el espacio, en “constituir e historizar el nuevo espacio crítico de acuerdo a las concepciones tradicionales, asfixiándola con interpretaciones espontáneas históricamente erróneas” (Soja 1996: 166).

En una breve recorrida por la desvalorización del espacio, dice que hasta el siglo XIX no había una separación tajante entre historia y geografía, y que, de hecho, antes los historiadores eran geógrafos o viceversa. Pero la separación tiempo-espacio se evidencia a partir de ese momento y habría sido iniciada por Kant:

“Las semillas de esta separación podrían haber sido plantadas por Kant en su identificación del tiempo y el espacio, la historia y la geografía, como modos genéricos de pensamiento, el esquema omniabarcativo y sintetizador para la comprensión de todo en el mundo empírico”. (Soja 1996: 168)

El siglo XIX fue entonces el siglo de la historia y del tiempo, cuando pareció más importante poner los fenómenos en una secuencia temporal antes que ponerlos juntos, o uno cerca del otro, en una configuración espacial, de manera que tomaron prioridad temas como “la acción, la evolución, la revolución, el cambio, la modernización, la biografía, la completa narración ontológica del llegar a ser del ser y la socialidad” mientras que el espacio y la geografía aparecían como “un entorno extra social, (solo) el escenario para la verdadera acción de hacer historia” (Soja 1996: 168).

La revalorización del espacio vino por parte de los estudios sobre la ciudad y el urbanismo en relación al materialismo marxista y la teoría social. En la actualidad, considera Soja que dichos temas pueden ser “uno de los desarrollos filosóficos e intelectuales más importantes del siglo XX” (Soja 1996: 169).

Es Foucault quien da la clave de este nuevo interés, ya que, para Soja, expresa una crítica adecuada del historicismo, mientras valoriza la espacialidad. Y, para ello, regresa a su lectura de Espaces autres donde se diferencia, en el inicio del artículo, la obsesión del siglo XIX por la historia: “los temas del desarrollo y la paralización, los temas de la crisis y del ciclo, los temas de la acumulación del pasado, la gran sobrecarga de los muertos, el enfriamiento amenazante del mundo” (Foucault 1967-1984b: 752). Temas que, pese a todo, siguen presentes priorizando el tiempo, cuestión que queda clara en la frase ya citada “el espacio fue tratado como lo muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil. El tiempo, por el contrario, fue riqueza, fecundidad, vida, dialéctica” (Foucault 1976c: 1994), que Soja resume: “La historia fue socialmente producida. La Geografía fue sencillamente dada” (1996: 169). Pero, observa que Foucault no rechaza estrictamente la historia, aunque sí enuncia la necesidad de otra consideración de la historia que desarrolle la triple relación espacio-conocimiento-poder; de ahí que proponga una reescritura de la historia desde los espacios: “Para Foucault, la ‘otra’ historia era la geohistoria, una combinación inseparable de heterotopologías y heterocronías que explícitamente focalizó en la interpretación espacio temporal de la relación poder-conocimiento” (Soja 1996: 170).

Soja, sin embargo, entiende que la crítica historicista vinculada con la espacialización del tiempo y de la historia se viene dando de forma diferente a la propuesta por Foucault (y Lefebvre) por la irrupción del postmodernismo feminista, la crítica postestructuralista y postcolonial, dando lugar a saberes como el materialismo geográfico histórico, la nueva geografía cultural y la sociología espacio-temporal.

Sin extendernos más sobre las posiciones de Soja, observemos que la crítica espacial que él propugna es “un intento de restaurar la trialéctica ontológica de la socialidad, la historicalidad y la espacialidad, con las tres funcionando juntas a toda velocidad en cada nivel de la formación del conocimiento” (1996: 171). Es decir, la historia debe asumir su espacialidad intrínseca o, mejor dicho, los historiadores deben ser plenamente conscientes de que la historia debe ser comprendida en esta triple vinculación.

Por último, Soja pone en práctica estas ideas en la segunda parte del libro titulada “Inside and outside Los Angeles”, ciudad a la que ya se había referido en su libro anterior. Nosotros no seguimos acá ese análisis en detalle, pero sí indicaremos algunos elementos pertinentes a nuestra investigación.

Siguiendo una exposición sobre dicha ciudad realizada en la primavera de 1989, en cuya organización él participó y que se desarrolló en el espacio de la Graduate School of Architecture and Urban Planning en UCLA, organizada para el bicentenario de la Revolución Francesa, titulada 1789/1989 – París/Los Angeles– The City and Historical Change y su propia experiencia de la ciudad y su centro, la encuentra como un exponente de las heterotopologías y de la lógica de la vigilancia foucaultiana. Esta exposición era un modo de dar fundamento a su Thirdspace (1996: 187). El foco de la atención está puesto en el centro urbano, CITADEL-LA, que concentra, como prácticamente ningún otro lugar en Estados Unidos excepto Washington D. C., edificios gubernamentales y administrativos. En su evolución, la ciudad aparece organizando sus espacios y empleando formas simbólicas para “anunciar, hacer ceremonias, administrar, transformar, disciplinar y controlar” (1996: 205). La ciudad es el medio de crear una sociedad civil con su entorno específico. Y señala que el proceso civilizador está articulado entre la formación de adhesión y el ejercicio de vigilancia:

“Estar urbanizado significa adherir, ser convertido en adherente, en creyente de una ideología colectiva y enraizado culturalmente en las extensiones de la polis (politics, policy, polity, police) y la civitas (civil, civil, civilian, citizen, civilization)”. (1996: 205)

Y este proceso responde al concepto foucaultiano de gubernamentalidad, del que Los Angeles es un claro ejemplo. Son de señalar también y específicamente los edificios asociados a la cuestión carcelaria, llamando a esta ciudad, ciudad carceral. Refiriéndose a una escultura en una chapa delgada de tres gigantescos hombres trabados en lucha y perforados por innumerables agujeros dice:

“Entre la estación de policía y la cárcel se encuentra Roybal Plaza. Cobrando mucha importancia sobre la calle está Molecule Men de Jonathan Borofsky, una bruñida escultura de cuatro figuras de machos de acero bidimensionales interconectados. A través de sus cuerpos aplanados (se representa lo que parece) un queso suizo de agujeros, de forma que la luz del sol de LA refleja cruelmente sus sustancias, mientras pasa pacíficamente a través de sus carencias. Ellos tienen cerca de 30 pies de altura y aunque podrían representar las partículas de nuestro ser, la violencia de la imagen es clara. Ellos parecen como si se les hubiese disparado … Yo miré a Molecule Men desde un ángulo y vi, a través de sus cuerpos, la calle donde circulaba un coche de policía tras otro. Miré nuevamente desde otro ángulo, y (vi) en este momento la cárcel, de concreto, como si pareciese una fortaleza. Por un segundo, fui captado, sintiendo como si yo fuese uno de los que había sido fusilado. Me sentía culpable, atrapado por un entorno de vigilancia, disciplina y castigo”. (1996: 232) (Figura 30)

Fig. 30. Molecule Men de Jonathan Borofsky

Esta larga cita tiene interés, por un lado, porque transmite las sensaciones provocadas por los entornos espaciales, pero también porque describe elementos espaciales que también pueden conectarse con las teorizaciones foucaultianas. Soja, que se refiere a un trabajo de Gwendolyn Wright y Paul Rabinow, reitera que es en el espacio donde los discursos sobre el poder y el conocimiento toman formas concretas. De este modo, “la arquitectura y la planificación urbana ofrecen instancias privilegiadas para entender cómo opera el poder” (1996: 234).

Es decir, la problemática urbana no puede desprenderse, entiende Soja, de controles. Éstos están en el inicio de la ciudad: “La concentración espacial del poder para la producción y reproducción social fue para lo que fueron creadas las primeras ciudades” (1996: 235) así como las posteriores del capitalismo industrial, y es la característica que separa la ciudad del campo. Pero, aunque aclara que esto no debiera ser olvidado, es decir, que esta estrategia de la vigilancia y el control es inherente a la organización espacial ciudadana, no debe por ello creerse que sus líneas de control se desprenden directamente de la lógica benthamiana, ya que las cosas son más complejas: “La Ciudad y el Estado participan juntas en el proceso más invisible de la ‘normalización’ que penetra y sostiene la obediencia patriótica y la democracia representativa (como opuesta a la democracia participativa)” (1996: 235). Y el centramiento de Soja en este tema se debe a que, desde la teoría política contemporánea y la ciencia social, se olvida muy rápidamente este enraizamiento urbano de lo político. Es decir, si bien tradicionalmente se enfatizaban nociones como el rol del estado, las relaciones sociales de producción y la lucha de clases, el nacionalismo, la competencia del mercado, el sistema social y la filosofía de la historia, no debe olvidarse que estos procesos ocurren en la ciudad necesariamente (1996: 236) y finalmente reconoce que hay un nuevo campo, los estudios de crítica urbana, que focalizan en esta temática.


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