Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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Posiciones y antecedentes ideológico-filosóficos

Vinculada a esta necesidad de sistema, Vasconcelos recurre a la metáfora arquitectónica por lo que aporta de equilibrio y estabilidad:

“Aparte del interés de la fama, me movía en estos intentos la necesidad de hallar una clave o una fórmula de explicación total de la vida, un sistema cabal del mundo. Hallazgo semejante me hacía falta, no solo para iniciar un tratado de filosofía, también para enderezar y organizar mi propia vida interior, ansiosa de arquitectura”. (Vasconcelos 1935 [2000: 280])

La arquitectura, el sistema, si propiamente puede llamarse así la visión filosófica de nuestro filósofo, tiene dos deudas principales. Vasconcelos se reconoce enormemente influenciado por el pitagorismo y el neoplatonismo plotiniano. Su búsqueda filosófica recorre distintas vertientes, y aunque siempre hubo una base religiosa conectada al catolicismo mamado en su infancia, se apartará de éste: “De la Iglesia me apartaba la intransigencia en el dogma ... Yo aspiraba a un monismo, a una coherencia de experiencia y videncia. En la ciencia misma hallaría el camino de la presencia divina que sostiene el mundo” (Vasconcelos 1935 [2000: 239]).

Es decir, aunque hable aquí de ciencia, Vasconcelos no es un pensador científico ni por sus métodos ni por sus experiencias. Su concepción filosófica se encuentra ligada explícitamente a las filosofías místicas y su rechazo a la consideración puramente científica de la realidad es muy claro en algunas afirmaciones: “El poderoso misticismo Oriental nos abría senderos más altos que la ruin especulación científica” (Vasconcelos 1935 [2000: 311]). Veamos qué elementos fundan esta orientación. Hay un misticismo, que parte del pitagorismo (Vasconcelos 1921: 76), que marca el camino hacia lo absoluto cuyo motor básico es, como en el Banquete platónico, la belleza:

“La naturaleza no tiene su finalidad última en las ideas, ni en las formas, sino en la esencia divina, que está más allá de apariencias y formas. Si el devenir no tuviese más objeto que el cambio, sería legítimo el afán de fijarlo en el instante en que alcanza características gloriosas. Pero si el devenir tiene por objeto reintegrarnos a la gracia de la comunión con el Todo, entonces, el acto sublime y la forma perfecta sólo tienen sentido como escalones de un proceso que supone desformalización en beneficio de la divinización”. (Vasconcelos 1935 [2000: 282])

Retengamos de lo anterior el sentido de escalón que tiene la belleza, la forma perfecta atada al contenido concreto, pues nos servirá para reintegrar el sentido del edificio de la Secretaría. Por otra parte, si bien estas ideas son producto de su juventud, Vasconcelos mismo reconoce que estaba allí el germen de sus concepciones posteriores (Vasconcelos 1935 [2000: 283]). Y aunque varios de sus escritos están titulados como pertenecientes a la Estética no está de más anotar ya la característica vital que le asignaba a ésta: “La vida como función de lo Absoluto a diferencia de la vida como operación biológica, he aquí una definición de la estética” (Vasconcelos 1935 [2000: 282]), lo cual la excluye de la consideración puramente teórica.

Pero avancemos más. Esa conexión con la belleza tiene un correlato en la emoción, contra la inteligencia abstractiva: “La emoción no prescinde ni del más humilde matiz de lo creado; sin embargo, consigue la síntesis. Su adivinación es como el relámpago que abarca los cielos y también a cada pequeña cosa, la torna visible” (Vasconcelos 1935 [2000: 284]).

La emoción es la facultad del espectador que se conecta al mundo y a la representación. Pero ese mundo que vuelve visible cada pequeña cosa es el mundo artístico. Las imágenes, el mundo emoción-imagen ¿podemos acá pensar en los muralistas?, son la escala hacia ese absoluto que busca Vasconcelos. Las imágenes, imágenes-representaciones, pero también, imágenes-símbolos que han servido en este proceso de elevación no deben ser sin embargo olvidadas: “Estoy en lo absoluto y nada necesito, pero se consuma mi perfección, si reivindico las bellas imágenes. La emoción, si bien depende, por un lado, del individuo y su contexto, deja abierta la posibilidad de que el primero sea educado y el segundo controlado

“con el fin de favorecer el nacimiento y el desarrollo del sentimiento estético. Esta educación, que se basa tanto en la lectura como en la música, en las artes plásticas y arquitectónicas como en la danza y el teatro, quedará a cargo, a partir de 1921, de los dos grandes departamentos (Bibliotecas y Bellas Artes) creados para tal fin”. (Fell 1989: 385)

Desde que fue Rector de la Universidad hasta su cargo de Secretario se desarrolla la proyección político-social de su pensamiento estético. Fell encuentra que las tres obras en que este ideario se articula son: Pitágoras, una teoría del ritmo de 1916 y aumentada y reeditada en 1921 , El monismo estético y Estudios indostánicos de 1918, publicados en México en 1920.


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