Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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Las reliquias y la dirección de las miradas

El término “dirección” presenta una ambigüedad que nos parece perfectamente apropiada. La mirada se dirige hacia aquello que el sujeto considera atractivo, y en este sentido se podrían multiplicar las citas que den cuenta del gusto medieval por la luz y el color (Eco 1987 [1997: 58 y ss.]). Pero, al mismo tiempo, hay un arte de la conducción, dependiente de estructuras materiales, que también se encuentra activo. Uno de los ejemplos a considerar son las transformaciones que se han ido realizando para canalizar la ansiedad por ver la hostia y las reliquias.

Las reliquias constituyen un elemento heterogéneo dentro del dispositivo catedralicio. Su misma existencia, que muestra una relación mágico-religiosa atribuida al resto del santo, supone una valoración del fragmento corporal y permite su multiplicación y comercialización. La lógica de su funcionamiento cobra impulso con las cruzadas y la recuperación de los lugares santos para la cristiandad y abren un juego en donde el engaño, la burla y la economía son elementos secundarios frente al poderoso influjo aglutinador que tienen del mundo de los fieles. Pero hay dos momentos. El primero es el interés por la reliquia per se, que contribuye a jerarquizar la iglesia que los contiene. Jerarquía dada por el valor del objeto: el manto de la Virgen de Chartres, los complejos restos de san Dionisio en Saint Denis, como indicamos más arriba, los restos de los Reyes Magos en la catedral de Colonia y las variadas reliquias romanas son solo algunos pocos ejemplos. La reliquia constituye un sistema de protección, tanto de la iglesia que la contiene como de los fieles que la contemplan, y es uno de los momentos en que la valoración de la luz y lo visible cobra mayor peso en este horizonte medieval. La constante necesidad de ver, la unión del ver y el creer, ha ido modificando la valoración de las reliquias.

Si al decir de Deleuze “cada dispositivo tiene su régimen de luz, la manera en que ésta cae, se esfuma, se difunde, al distribuir lo visible y lo invisible, al hacer nacer o desaparecer el objeto que no existe sin ella” (1989: 186), la visualización de las reliquias, pero también la de la hostia indica un particular régimen lumínico y visual. Si hasta el siglo XII no se practicaba la elevación de la hostia, una aumentada necesidad visual ligada a los preceptos eclesiásticos establece el momento preciso en que ésta debe ser dada a la vista. El instante de la Consagración –es decir, cuando el sacerdote anuncia la conversión en cuerpo y sangre de Cristo del pan y el vino– es el preciso momento de la contemplación. Antes sería idolatría. Pero no basta la acción muscular. Las recomendaciones se multiplican: prender los cirios en el momento de la elevación, abrir las puertas del coro, evitar el exceso de humo de incienso, colocar cortinas de color por detrás para volver visible la blancura de la hostia (Recht 1999: 101).

Las reliquias, esto que queda del santo, con su virtus mágica, su poder milagroso y su praesentia, su presencia activa aquí y ahora (Recht 1999: 113), sufren las exigencias de la visualidad. Si en un principio sólo se las exponía en ocasión de determinadas festividades, cada vez se hace más exigente su mostración, de ahí que los relicarios comiencen a multiplicarse en formas cada vez más artísticamente elaboradas (Figura 39). El cristal de roca es utilizado como una forma de proteger y aumentar la visibilidad del resto santo. Meister Eckart incluso llega a identificar en falsa etimología “Cristo” y “cristal” (Recht 1999: 116). Finalmente, el fragmento que, por lo general, es verdaderamente minúsculo, invierte sus potencialidades frente a la belleza desplegada de sus continentes, auténticas obras de orfebrería de exagerada calidad: “su brillante belleza material y la intensidad dramática de la escena figurada solicitan la atención mucho más que la presencia de las reliquias” (Recht 1999: 134).

La elevación de lo material a lo inmaterial encuentra aquí uno de sus más brillantes momentos. Pero no el único ni el principal. La misma cabecera de la iglesia sugeriana, como tantas otras, con sus magníficos vitrales puede ser entendido como siendo también un bellísimo relicario cuyos cristales son los vitrales, que es la tecnología que forma parte de las innovaciones sugerianas (Prache 2001: 30).


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