Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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Interés de Vasconcelos por la arquitectura. Antecedentes juveniles

Vasconcelos encuentra en su rememoración del Ulises criollo raíces de su afición edilicia. No es ajeno que el subtítulo haya sido “Vocación desatendida” para dar cuenta de su primera construcción.

En el filósofo mexicano, especialmente en su autobiografía Ulises Criollo, se despliega un marcado interés por las construcciones y las descripciones espaciales. Si recurrimos a distintas citas para indicarlas se debe a que nos sirven como antecedentes para mostrar que el edificio de la Secretaría no es resultado de un proyecto coyuntural político, sino el punto de culminación de una valoración del espacio en el que su filosofía, lo veremos, encuentra su manifestación no textual.

Veamos otro ejemplo en la descripción de la Aduana de Piedras Negras:

“La inauguración del edificio de la Aduana se festejó con un baile suntuoso. Estilo francés, fin de siglo; piedra rosada en los llenos y blanca en las esquinas, las cornisas y los dinteles. Encima, una de esas mansardas grises que afearon toda una época”. (Vasconcelos 1935 [2000: 23])

Aquí Vasconcelos se muestra no sólo conocedor de los estilos y del lenguaje propiamente arquitectónico, sino en una postura de crítico. Pero la sensibilidad arquitectónica está presente también en la necesidad que tiene de describir las distintas casas en que habitó. Sus descripciones son también valoraciones, no exentas de implicancias políticas, pues dan cuenta de valoraciones que se proyectan en su actividad de secretario.

En el capítulo De abogado de la legua se encuentran las más bellas descripciones de su relación con la arquitectura en un retorno a su Oaxaca natal. Las casas que describe son signos que provocan sus recuerdos:

“Desde el asiento de la calesa revisaba las casas, las puertas, las esquinas, buscando la traza de los relatos paternos, cotejando las fotografías que fueron tesoro de la familia. Era un poco mío cuanto miraba. Cierta casa baja encalada y con balcón corrido de hierro y un ventanillo, me sobresaltó con la sugestión: Esto mismo vieron sus ojos (los de su madre) tantas veces”. (Vasconcelos 1935 [2000: 336])

Y esas imágenes son poderosas, lo ayudan a ser él mismo:

“Aquellas imágenes [de la Oaxaca natal de su madre y suya] eran también algo como un complemento: Así que las incorporase a mi conciencia, como nutrición del ambiente nativo, mi personalidad sería más rica y coherente. Lentamente me volvía más yo mismo”. (Vasconcelos 1935 [2000: 336])

Es decir, si bien Vasconcelos construirá para otros reconoce cómo su propio ser se constituye y reconstituye en relación a estos paisajes arquitectónicos, dando cuenta del poder de las imágenes, imágenes de paisaje que tanto le agradaban, pero que no necesariamente se reducirán a éstas.

El futuro secretario imagina a los suyos en la iglesia La Soledad, recorre la plaza central y observa el edificio gubernamental:

“Reposadamente observé el Palacio: anchas puertas, protegidas de balcones, a lo largo de la cornisa de la arquería. Lo hicieron criollos españoles, es decir, mexicanos de la era fecunda. Y nosotros no tenemos ni memoria para recordar los nombres de los constructores”. (Vasconcelos 1935 [2000: 337])

En esta cita se muestra defendiendo la arquitectura colonial que luego, desde la Secretaría, intentará recuperar, y el mismo anonimato de sus realizadores lo encontrará también en las esculturas de la catedral.

Es por eso que, sea como político, sea como constructor, sea por tener un ánimo clarividente, que tratará que su nombre quede asociado a su propia obra artístico-ideológica como fue el edificio de la Secretaría de Educación en la que las estatuas tendrán también allí un rol destacado.

Las iglesias son centro casi obsesivo de sus observaciones. Del convento e iglesia de Santo Domingo donde continúa mostrando su habilidad arquitectónico-descriptiva dice:

“Sorprende la masa robusta de la nave. Los contrafuertes se multiplican hacia los muros del convento anexo. Vista de cerca la portada se impone con majestad. La torre lateral, no muy alta, cuadrada con el doble cuerpo, redonda en el tope, resiste, no sólo el tiempo, sino la amenaza de los temblores ... La armonía definitiva de Bizancio ha dejado más bien su huella en este monumento del nuevo mundo ... La idea busca en la cúpula, imagen del firmamento, la totalidad de los destinos celestes”. (Vasconcelos 1935 [2000: 339])

Retengamos de lo anterior no sólo su referencia a Bizancio y a la no mencionada Hagia Sofia, edificio paradigmático, con el carácter significante de su cúpula. Pero Vasconcelos se vincula emocionalmente a estas construcciones religiosas. La iglesia, ésta en particular, le permite reiterar sus reflexiones y lazos con su pasado. La arquitectura es el ancla que a él lo mantiene aferrado a sus antecesores. Más que ancla, pues Vasconcelos es viajero de ideas noveles, las construcciones de su tierra natal oaxaqueña son el paisaje ante el que las mira, si es nativo, puede reencontrarse a si mismo y es la belleza, categoría constante de su obra textual, la que orienta ese reencuentro. Pues,

“desatendida momentáneamente de lo presente mi atención, extraía del pasado las sensaciones que mis padres, mis abuelos, mis consanguíneos todos experimentaron a la vista de su Iglesia. Sin duda muchos de ellos, apegados a la provincia, la tuvieron como paradigma de sus anhelos de hermosura”. (Vasconcelos 1935 [2000: 339])

Pero su mirada, selectiva arquitectónicamente, no recupera la totalidad de las construcciones que acompañaron la experiencia infantil, pues muestra desinterés por las ruinas indias. Es su raíz católica la que orienta estas recuperaciones y no lo autóctono en su pureza, aunque en ello se diferenciará de su artista ejemplar Diego Rivera.

La colonización vendrá a la cabeza de la avanzada espiritual, como en la Iglesia de Ciudad Juárez:

“La Iglesia de Ciudad Juárez atraía devotos y reunía turistas. Levantada como eje de una antigua misión franciscana, se mantenía como puesto avanzado de lo europeo, en tierras de milenario vacío espiritual. El envigado del techo y el retablo del altar mayor, de cedro tallado, simbolizan la civilización que avanzó de sur a norte, latina y católica”. (Vasconcelos 1935 [2000: 178])

Esta avanzada europea deberá ser reemplazada. El mestizo aparece como la quinta y nueva raza (Vasconcelos 1925). Y Vasconcelos, recuperando mucho de las estrategias ideológicas de las construcciones católicas, encontró en la Secretaría de Educación Pública su equivalente.


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