Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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El arte de las distribuciones en Foucault y Sade

Sin embargo, veamos un poco en detalle esos elementos disciplinarios–espaciales, que Foucault no desarrolla en la obra sadiana.

Si el arte de las distribuciones foucaultiano de la sociedad disciplinaria plantea:

1. En un primer momento, la característica de la clausura como “un lugar heterogéneo a todos los demás y cerrado sobre sí mismo” (Foucault 1975 [1978: 145]), que incluye colegios, cuarteles, fábricas y donde los altos muros son la forma material del estricto encierro, los relatos por su parte describen la misma situación, pues se desarrollan en las formas existentes del castillo, el palacio, el teatro, el convento y la prisión, manifestando así dos cuestiones características de los libertinos. Una, con relación al poder económico y la impunidad de la burguesía y otra, la trasgresión en el uso del edificio, sobre todo enfatizando cuestionamientos respecto a la moral religiosa. Estos tipos edilicios están relacionados a las clases dominantes, a los lugares privilegiados de aristócratas y financieros que cuentan con los medios para aislar y proteger su lujuria de las penalidades del mundo exterior. Por esto, las instituciones religiosas de acceso restringido, como el convento y el monasterio, son máscaras ideales, ya que proporcionan la seguridad y el completo aislamiento para que se desarrollen la teoría y la práctica del libertinaje. Por esta razón, los límites de la propiedad están protegidos por fosos de agua, muros extensos, trampas, pasadizos; todo lo imaginable para un refugio apartado y solitario.

Una vez en su interior, la configuración de la planta, la programación y sucesión de espacios, las visibilidades específicas de los recintos, así como su intercomunicación, se encuentran ideadas racionalmente sin los complementos barrocos de la época. Tenemos entonces por ejemplo a Justine y su encierro en el convento o la descripción del Château de Silling donde llevan a cabo sus actividades los cuatro libertinos de Las 120 Jornadas de Sodoma.

El mismo Sade valoraba la experiencia personal que había adquirido en su propia clausura carcelaria. Así dice Vidler:

“La libertad absoluta, sin interferencias, exigía la seguridad proporcionada a todos los presos recluidos en completo aislamiento; el libertino, para actuar como si estuviera más allá de las limitaciones de la ley y la moralidad, requería una soledad impenetrable y total, los gruesos muros de un cachot”. (1986 [1987: 158])

La prisión aparece en la época como la arquitectura ideal para la práctica del libertinaje. La cárcel fue pensada como espacio de libertad para los deseos libertinos.

2. La zonificación también es práctica espacial que describen ambos autores. Reiteremos la cita foucaultiana:

“Pero el principio de clausura no es ni constante, ni indispensable, ni suficiente en los aparatos disciplinarios. Éstos trabajan el espacio de una manera mucho más flexible y más fina. Y, en primer lugar, según el principio de localización elemental o de la división en zonas. A cada individuo su lugar; y en cada emplazamiento un individuo”. (Foucault 1975 [1978: 146])

Toda la extensión del espacio libertino está dispuesta y acondicionada de forma racional para lograr una transparencia absoluta entre actividad y espacio. En Sade, la representación del relato es el programa que estructura la distribución y relación de los espacios. La descripción de las plantas o secciones muestra a éstas divididas de acuerdo a sus usos, distinguiendo lo público, lo semi privado y lo privativo al uso restringido de los libertinos. En una planta, rodeando la gran sala donde transcurren las orgías, hay pequeñas habitaciones cuantificadas y cualificadas, unas para almacenar el vino, otras para el castigo de las víctimas: “mientras tanto, Rodin, muy excitado, cogió las manos de la joven, las ató a la anilla de un pilar que había en mitad del cuarto del castigo” (Sade 1994: 98). En otra planta, algunas habitaciones están equipadas para el uso específico de la tortura de las víctimas, otras para uso exclusivo de los libertinos cuando quieren aislarse de las miradas de sus compañeros:

“Dolmancé: -Les pido permiso, señoras, para pasar unos instantes a la habitación contigua con este joven.

Madame de Saint-Ange: -¿No puede hacer lo que le plazca aquí mismo?

Dolmancé (en voz baja y misteriosamente):- No. Hay ciertas cosas que exigen ser veladas”. (Sade 1984a: 148)

Está el espacio de la cocina y el del almacenamiento de víveres. Está también la planta de los dormitorios, donde a un lado descansan los libertinos y a otro los sirvientes, verdugos y carceleros. Por último, hay una planta o sección donde están encarceladas y custodiadas las víctimas, divididas siempre por sexo, en una habitación, las femeninas y en otra, las masculinas, ya que el intercambio sexual solo se produce dentro de un horario y siempre en la gran sala, excepto que algún libertino en particular desease privacidad y se dirigiera con su víctima hacia otro recinto. En el exterior hay un espacio destinado para recibir los cuerpos de aquellas víctimas que pudieran haber muerto o enfermado, sean un cementerio o el gran hueco de un árbol.

En síntesis, “que el cuaderno de tus personajes, el plano del castillo, apartamento por apartamento, tenga una página, y en el espacio en blanco que dejarás al lado, coloca las clases de cosas que mandas hacer en tal o cual habitación” afirma Sade en sus notas (citado en Vidler 1986 [1997: 162]).

3. El principio de jerarquización es también parte del arte de las distribuciones. Las distintas máquinas de jerarquizar y clasificar de las instituciones foucaultianas tienen su correlato en Sade, por el lado de las víctimas. Éstas están categorizadas, por ejemplo, según colores. Indistintamente para hombres y mujeres, las categorías por color están relacionadas con la edad. Los más claros son para los más jóvenes y mientras la intensidad del color crece, la edad es más avanzada. Existe un cambio en la vestimenta luego de que los sujetos han sido desflorados.

El vestuario en general es de sedas y gasas. De colores claros, rosas y grises, es para efebos, vírgenes, niñas de buena familia. Los colores han sido diferenciados según el sexo. Las mujeres están ordenadas según etapas de la vida; el blanco para “la infancia” y a esta categoría pertenecen las menores de 16 años, el verde para “la juventud” que va desde los 16 a los 20 años, azul para “la edad razonable” desde los 21 a los 30 años y finalmente el dorado para “la edad madura” cuando se han pasado los 30 años. La vestimenta de los hombres es gris para los efebos de 7 a 12 años, púrpura para los mayores de 12 hasta 18 y un frac tornasolado para los agentes situados entre los 19 y 28 años. A partir de los 35 años, existen los libertinos como raza, sujetos de una pálida belleza, mirada encendida, aliento fresco, que la juventud los muestra deliciosos y la vejez los torna horribles. Según avanza la edad, la intensidad del color aumenta como signo de intensidad libertina.

4. La regla de los emplazamientos funcionales. Dice Foucault sobre ésta: “Se fijan unos lugares determinados para responder no sólo a la necesidad de vigilar, de romper las comunicaciones peligrosas, sino también de crear un espacio útil” (1975 [1978: 147]).

En Sade, el refinamiento y la precisión de los espacios están en proporción al uso que les corresponden, cada uno de estos recintos posee medidas y funciones específicas distribuidos por plantas sin dejar de precisar detalles. La distribución de los espacios se mantiene siempre en torno a un espacio central, el más bello; una gran sala de reuniones, un anfiteatro, un dormitorio voluptuoso. Este espacio es el núcleo activo del edificio, el espacio social de encuentros e intercambios, donde transcurren las narraciones y las representaciones teatrales de la sociedad libertina, donde coinciden libertinos, víctimas y guardias. Estos relatos son constitutivos como instancia teórica del libertinaje y las formas de narración varían entre formas descriptivas y de organización de escena, pero siempre solo un personaje está destinado a esto: a estimular a través de la palabra. Espacio y utilidad tienen también codificaciones sadianas.

La arquitectura en la época de la Ilustración representa una instancia del pensamiento calculador. Sade no produce una nueva concepción de edificación, sino que utiliza y transforma las tipologías existentes como escenario de sus representaciones, en una nueva definición del uso que, enfatizando racionalidad y funcionalidad, conducen a los usos libertinos (Figuras 26 y 27).

Por último, con seguridad no es de los datos más conocidos su interés arquitectónico. Pero ciertamente éste existió hasta en un nivel profesional. Tanto fue así que su experiencia carcelaria de más de 25 años (Vincennes, La Bastilla, Chareton y varios lugares más) lo llevó a tener funciones públicas. Así,

“era por tanto, perfectamente consecuente el hecho de que fuese contratado, durante el breve período de libertad que gozó entre 1789 y 1794, como miembro de la comisión establecida por la Convención para supervisar los hospicios y hospitales de París”. (Vidler 1986 [1997: 159])

Propuso en esa tarea reformas que fueron aceptadas. Sade piensa arquitectónicamente, sus novelas tienen descripciones –en algunos casos meticulosas– de los espacios.

No están exentos los espacios sadianos de una teatralidad monárquica. El viejo amor por la sangre y su exhibición de la época de los suplicios no ha desaparecido. Sade es bicéfalo. Por un lado, el deslumbramiento por los castillos, los monasterios, los palacios, o sea, las viejas construcciones y la arquitectura del fasto, la arquitectura de la exhibición. Por otro, la arquitectura disciplinaria (Figura 28), que está presente en el aspecto vivo de la organización sadiana, que ya hemos descrito. Por cierto, no es la vigilancia de gran cantidad de cuerpos lo que a él le interesa. Pero el modo sadiano de pensar era afín a su época. Así, dice Vidler con respecto a lo que se llamó “un establecimiento de lujuria”, diseñado por Sade que

“la planta ... podría haber sido la de cualquier prisión de(l arquitecto) Baltard o de un hospital de Gilbert... Nada en la planta indicaba que esta institución debiera ser distinta de aquellas construidas para mantener el orden en la ciudad moderna durante el primer cuarto del siglo XIX. Despojado de su ‘contenido’ imaginario, el establecimiento de Sade muy bien podría haber servido como un eficiente hospital”. (Vidler 1986 [1997: 165])

Por último, si nosotros consideramos el reglamento de la casa de jóvenes delincuentes de París con que Foucault, luego de la descripción del suplicio de Damiens comienza Vigilar y castigar, y lo ponemos en paralelo con el reglamento de la mansión descripta en Las 120 jornadas los parecidos resultan sorprendentes (Figura 29). Más adelante indicamos estas relaciones.

En síntesis, si Ilustración, razón, racionalismo, utilitarismo y sociedad disciplinaria son parientes, la razón sadiana, su utilitarismo y en particular en este caso, su arquitectura, es tanto la hija boba o el hijo no querido de la nueva época. Si Foucault decía que la sociedad disciplinaria era también la nuestra, parece bastante extraño que, conociendo como conocía la obra de Sade, no la haya incluido en Vigilar y castigar, pues en este libro no hay la más mínima alusión a este autor o al sadismo pero, por otro lado, si pensamos que los efectos políticos de dicha obra hubieran sido perturbados probablemente por dicha inclusión, parece razonable que no haya habido tales referencias. La hija boba sin embargo, no podía ser ocultada y reclamaba salir y fue reconocida poco después en la entrevista Sade, sargento del sexo (1975) pero, claro, como debía ser, pocos se enteraron....

“Después de todo yo estaría suficientemente dispuesto a admitir que Sade haya formulado el erotismo propio de una sociedad disciplinaria: una sociedad reglamentaria, anatómica, jerarquizada, con sus tiempos cuidadosamente distribuidos, sus espacios cuadrillados, sus obediencias y sus vigilancias”. (1975 b: 821)


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