Tesis doctorales de Economía


DISTRITO TURÍSTICO RURAL UN MODELO TEÓRICO DESDE LA PERSPECTIVA DE LA OFERTA. ESPECIAL REFERENCIA AL CASO ANDALUZ

Francisco José Calderón Vázquez

 

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IV.4.5.- La problemática de la microdimensión empresarial en el turismo rural

Normalmente en la teoría y en la evidencia empírica del turismo internacional la cadena productiva ha venido definida, diseñada y estructurada en función de los intereses y necesidades de los grandes actores del turismo mundial (Multinacionales del Turismo, grandes compañías de transporte, Tours operators, etc.) por el contrario en el Turismo rural los engranajes básicos de la cadena productiva están constituidos normalmente por pequeñas y medianas empresas usualmente de conducción familiar, lo que podría suponer simultáneamente una ventaja comparativa importante o una clara desventaja (dependiendo de la perspectiva) de cara a la organización de modelos organizativos y productivos flexibles para la adopción de patrones de marketing relacional basados en la personalización del servicio, como propiamente se especifica en los modelos de calidad de servicio.

La tendencia a la Pyme en el ámbito turístico rural es muy fuerte, debido fundamentalmente a que la explotación turística rural no requiere de grandes inversiones, ni de grandes estructuras, ni de servicios de altísima calidad; si que es imprescindible disponer de toda esa serie de componentes que hacen “diferente” la estancia en un destino turístico determinado, como la oferta enogastronomica, el descubrimiento de valores y tradiciones locales, la disponibilidad de hacer “legible” y comprensible al territorio mediante su conocimiento y visita, en definitiva la posibilidad de hacer de la estancia en dicha localización una experiencia inolvidable.

Por ello para los emprendedores que pretenden operar en este tipo de entornos lo decisivo no es tanto el capital como la capacidad de dar respuesta a estos requerimientos, respuesta que va a determinar en primera instancia el diseño de la empresa, el cuerpo de servicios a ofrecer, las estrategias de marketing a desplegar, su conexión al medioambiente y su posible especialización en una determinada gama de productos o servicios. Parece evidente que el diseño empresarial debe ser congruente con el entorno natural de referencia que modula su producción, por tanto la empresa debe moverse según los cánones de un turismo blando, de mínimo impacto ambiental con un alto grado de complicidad con el genus loci local, y con una orientación decidida por la autenticidad y la genuinidad (Ferraretto, 1995).

Puesto que la inversión inicial a acometer no es de envergadura, el turismo rural se configura como un segmento de actividad productiva “abierto” a casi todos. Su magnetismo atrayente para los nuevos emprendedores alcanza no solo al empresario “indígena” del terruño, sino también a los provenientes de ámbitos urbanos y metropolitanos como demuestran diversos estudios para el caso español, “urbanitas” que contemplan al turismo rural como actividad paradigmática de una vida sana en el campo (EUSTAT; 2003). Evidentemente la posibilidad de aprovechar una oportunidad de mercado habida cuenta de la creciente demanda de este tipo de actividades es un factor decisivo (Toledano Garrido y Gessa Perera, 2002). Asimismo la falta de alternativas de inversión al turismo en el medio rural hace que el ahorro rural se vehicule a falta de otras opciones inversoras hacia el turismo (ASETUR, 2004).

Por otra parte, factores tales como el bajo nivel de requerimientos (cualificación garantías, etc.) exigido a los nuevos emprendedores o la ausencia de barreras de entrada refuerzan el magnetismo “natural” de esta actividad. Si a ello añadimos la presencia de subvenciones y ayudas publicas para el fomento de este tipo de actividad el atractivo del turismo rural sube muchos enteros (Francés y Méndez, 2003).

Todo ello explica la proliferación masiva de nuevos emprendedores y el crecimiento exponencial de la oferta que se aprecia en los últimos años (INE, 2004) Si bien la relativa “facilidad” del turismo rural no significa que sea una actividad “erga omnes”, puesto que como bien insisten Francés y Méndez (2003) si bien las bajas barreras e incentivos existentes pueden animar a iniciar la actividad a corto plazo, también pueden desustanciar la naturaleza económica de la actividad medio y largo plazo dadas las restricciones estructurales existentes a la viabilidad empresarial (estacionalidad, baja rentabilidad e instrumentalidad del turismo rural) redundando en la configuración, bastante aceptada en la realidad, del turismo rural como una actividad de renta meramente complementaria y como refugio de valor, puesto que las instalaciones (suelo, edificios, equipamientos) de la explotación turística rural tienen un carácter de bien raíz inmobiliario de probable salida en el mercado residencial.

La mencionada “facilidad”, tiene como resultado el que muchos intenten abrirse camino en lo vital y en lo profesional a través del turismo rural (Izquierdo Vallina, 2002) . Ello implica que en demasiadas ocasiones la Oferta de Turismo rural presente unos niveles de atomización muy altos, apreciándose una fuerte tendencia al amateurismo y al diletantismo no ajustándose a los requerimientos de la demanda. Parece evidente que la falta de cualificación y de profesionalización de la Pyme turística rural constituye un peligro para un producto cuyo proceso de consolidación parece cada vez más madurado, que debiendo afrontar una creciente competencia a todos los niveles requiere cada vez mas de profesionalización. Las reflexiones anteriores muestran la necesidad de la integración de la empresa con el entorno y de la interactuación con las empresas del mismo segmento y con otras pertenecientes a otros segmentos del panorama empresarial.

La microdimension de los emprendimientos de turismo rural, probablemente muy interesante desde el punto de vista de difusión y despliegue de actividades económicas sobre el territorio, irrigando prácticamente todos los rincones del mismo, no supone una circunstancia favorable precisamente, contemplada tal situación desde el punto de vista empresarial puesto que la pequeña dimensión de las explotaciones turística rurales significa una situación carencial para dichas empresas, que se traduce en una elevada vulnerabilidad a los shocks externos e internos, derivada de una estructura empresarial fuertemente desequilibrada, orientada por lo general a la superación del día a día.

La microdimensión tiene como efecto fundamental el privar a la empresa de toda una serie de insumos y componentes de innovación que dados sus altos costes son prohibitivos para una pyme turística normal individualizada, ello supone una fuerte tendencia al relego y a la marginalización empresarial, con las consecuencias de desfase productivo y retardo innovador. En un esquema tipo de comportamiento empresarial ello supondrá un sesgo negativo desde la perspectiva del emprendedor turístico rural hacia todo lo que signifique innovación, o actuaciones que supongan un “gasto“que aparentemente no genera o produce ningún beneficio directo. De ahí el desinterés de tantos pequeños y medianos empresarios turísticos rurales por la temática de los nuevos paradigmas empresariales, como por ejemplo la cultura de la calidad, el énfasis en la comunicación, la gestión del conocimiento, la acumulación de intangibles y saberes replicables, la proactividad de las actuaciones, etc.

Ello se traduce en esquemas desfasados de gestión donde las inversiones en marketing y políticas de calidad, salvo alguna intervención puntual y aislada, estén fuera de la orbita de actuación efectiva de la empresa, al ser consideradas como poco operativas, dado el incremento de costes inmediato que suponen y el hecho de que los beneficios, si llegan, solo se producen a medio y largo plazo. Por tanto las tendencias dominantes son focalizar la gestión en el producto y no en la satisfacción de las necesidades del consumidor, es decir a continuar manteniendo esquemas de gestión propios del “Fordismo” compitiendo básicamente por precios, “esperando al cliente”.

La fragmentación de la industria turística rural en pymes es una situación de facto y como tal no es susceptible de tratamiento coyuntural, de ahí que sean necesarios otro tipo de planteamientos para abordar dicha problemática con ciertas garantías. Efectivamente, las tendencias a la fragmentación, pulverización y atomización empresarial junto a la dispersión territorial de las Pymes turísticas rurales constituye un formidable obstáculo para desarrollo empresarial de las mismas, y en definitiva para el proceso de desarrollo rural local de la zona en cuestión. Afrontar dicho desafío significa plantear procesos o esquemas de integración empresarial que promuevan un cierto nivel de articulación empresarial en tan disperso universo, ello no es ni fácil ni simple, sino que se trata de un proceso complejo con altos niveles de dificultad que debería venir auspiciado sino precedido de un proceso de cambio en la cultura organizacional de las empresas turísticas rurales combinado con un replanteamiento y reorientación de las políticas de fomento de las administraciones publicas en este campo.


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