Tesis doctorales

EL IMPULSO DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO ESPAÑOL, FELIPE GONZÁLEZ, A LOS PROCESOS DEMOCRÁTICOS Y DE PAZ EN NICARAGUA Y EL SALVADOR, 1982-1996

Belén Blázquez Vilaplana

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A.3. La estructura interna del PSOE: la falta de democracia interna en el partido.

Siguiendo a J Linz506, el papel de un líder en una democracia estable, dependerá de cuál sea su autoridad dentro del partido que encabeza, de qué imagen de este partido al electorado; de la capacidad del mismo para captar votos más allá de lo que se considera el electorado natural del partido y de una aceptación no sólo entre los electores de su propio partido. Por tanto, un elemento determinante para la configuración del liderazgo, es el partido en el cual se encuadre. Permitiéndonos con ello diferenciar entre el liderazgo personalidad y el organizativo dentro del Partido. En este sentido, en el siguiente punto se pretende demostrar, cómo la falta de democracia interna del PSOE, fundamentalmente tras el Congreso Extraordinario de 1979 en que se penó a las bases frente a la cúpula por el modo en el cual los militantes eran representados, permitieron a González acaparar en su persona todos los medios existentes en el partido a su alcance, lo que a su vez le posibilitaba concentrar los mecanismos de decisión. No se busca, por tanto, hacer un recorrido por todas y cada una de las resoluciones adoptadas en los distintos Congresos efectuados por el partido, sino exponer cuál fue la configuración inicial del mismo. Un partido, por otra parte, que tal y como se expuso al comienzo del estudio, se podría denominar como partido electoral o catch all party. Y cuyas características, según Kircheimer, serían las siguientes: a) una reducción drástica del bagaje ideológico de los partidos; b) fortalecimiento de un tipo de liderazgo personalizado que es valorado por su contribución a la sociedad en su conjunto, más que un determinado grupo o clase; c) disminución del rol y de la influencia de los afiliados individuales; d) menor énfasis en la base de apoyo social tradicional de cada partido para ganar votos en el conjunto de la población; e) establecimiento de vínculos de los partidos con una variedad de grupos de interés507.

En palabras del propio Presidente, era él quien tenía que decidir, las decisiones hay que tomarlas personalmente cuando el asunto tiene importancia, lo cual no quiere decir que no haya recogido las opiniones que crea necesario recoger; pero no es verdad que las decisiones sean colectivas: son personales y así tiene que ser508 . De ahí, que tras las elecciones de 1986, se afirmara que era el que más mandaba, tanto en el gobierno como en el partido, llegando incluso a mandar con manu militari509.

No es ningún descubrimiento el afirmar la falta de democracia interna en el PSOE, por cuanto, es una característica de la mayor parte de los partidos políticos en la actualidad. Por ello, antes de continuar, habría que preguntarse qué vamos a entender por democracia interna. Aunque no exista un acuerdo acerca de qué definición corresponde con el concepto de democracia al interior de un partido político, nos hemos decantado por la idea expuesta por Cotarelo. Según este autor, al tratar este tema se enfrenta con un problema procedimental, puesto que por funcionamiento democrático se entiende el respeto a ciertas normas y prácticas garantes de igualdad que básicamente se centran en el carácter electivo y periódicamente renovable de los órganos deliberantes y ejecutivos del partido y en el respeto de los derechos fundamentales del afiliado, que es titular de ellos por ser ciudadano510. Pero añade a lo anterior una afirmación con la que disentimos, puesto que afirma que es lógico que por su propia esencia, los partidos no pueden ofrecer el mismo tipo de estructura democrático-formal que ofrece el sistema político en su conjunto, de ahí la paradoja que produce su existencia, aunque tampoco sea posible el resignarse a que las mismas sean antidemocráticas. Es prudente medir por grados de democracia interna, al menos desde el punto de vista jurídico-formal511. Y disentimos, por cuanto no podemos aceptar como algo lógico la falta de democracia en el funcionamiento del principal actor procedimental en la arena política. Puesto que si lo hiciéramos, aceptaríamos como premisa que la democracia que se busca para el conjunto del sistema político, se diluye en sus protagonistas como condición “sine qua non” de su existencia. En este sentido, deberíamos entender que un partido político sería democrático siguiendo a Cárdenas Gracia512, si en el mismo se respetan y garantizan los derechos fundamentales de los afiliados, aplicando medidas, mecanismos y controles para velar por dicha garantía, considerando al mismo tiempo valores tales como la libertad, la justicia, el pluralismo democrático y la igualdad513. Y convirtiéndose los mismos en el objetivo prioritario del funcionamiento del sistema en cuanto se hace referencia a sus principales actores. Pero entonces la pregunta o el siguiente punto sería saber si el PSOE que acabamos de esbozar en los últimos años de la década de los setenta y comienzo de los ochenta, respondía a estos rasgos. La respuesta, que planteamos como hipótesis en este apartado de la investigación es que dentro del partido, los derechos y deberes de los afiliados no eran iguales en relación con la capacidad de decisión y de representación de y en los órganos deliberantes y ejecutivos del partido514. Veamos por qué.

Para comprender la falta de estas reglas en el PSOE se deben tener en cuenta los dos momentos en los cuáles los afiliados dejaron de tener las mismas oportunidades en la elección de los mecanismos y órganos de representación y decisión. Analizando para ello cómo quedó el mecanismo de elección de los delegados para los Congresos Federales y el de la elaboración de las listas electorales. Lo cual se completaría, a su vez, con la no-aceptación de disidencias en el interior del mismo, tal y como hemos venido planteando a lo largo del capítulo. Las cuales, aún hoy en día, cuesta aceptar. Aunque para González, el hecho de que no existiera contestación interna dentro del partido, no era señal de autoritarismo o falta de democracia interna, sino señal de que el mismo no era frágil, y, por tanto, tampoco lo era el Gobierno que conformaba, ni indirectamente el país515. Es más, para González la gran virtud del PSOE era la libertad de debate de su dirección y de sus órganos de dirección. Eso es lo que al Partido Socialista le da cohesión: la libertad de debate interno516. Pero al nivel de dirigentes, no de las bases del partido.

Llegados a este punto y, siendo el objetivo último el poder entender lo anterior, hay que hacer referencia en este apartado no sólo a la figura de González, sino también a la del Vicesecretario del partido y posteriormente Vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, los cuales formaban como algunos han calificado, las dos almas del partido517. Alguien con quien según declaraba González en 1978, existía una conexión en un nivel absolutamente de igualdad sin que se produjera entre ambos ningún tipo de recelo518. Mientras que Felipe era una materia prima perfecta para ser una estrella en los medios de comunicación, Alfonso era un organizador meticuloso, mucho más importante entre bastidores y en el aparato que en las plataformas de los Congresos519. Para Alfonso Guerra, González podría simbolizar en la actual etapa democrática los mismos rasgos que él había utilizado para definir a Pablo Iglesias, es decir, alguien capaz de cautivarte con una mirada. Sería Alfonso Guerra el que introduciría a González en el Grupo de Sevilla y junto a él planificarían las estrategias para ir escalando puestos en ambos escenarios. Según Felipe González, era alguien en quien tenía plena confianza política y humana520. En este sentido, las decisiones en el partido y en el gobierno se concentrarían en la cúpula de ambas instancias, de acuerdo a una estricta separación, Guerra se encargaría de los engranajes del Partido y González de los del Gobierno521. La doble dirección en el partido y en el Gobierno, permitiría una perfecta comunicación entre ambos522, siendo Guerra el que en última instancia se encargaba de controlar a los demás miembros del gabinete, impidiendo que los mismos les restaran protagonismo tanto a él, como al Presidente del Gobierno523. El más claro ejemplo de esto, lo encontramos en el cese de Miguel Boyer524, el cual coincide, además, con uno de los momentos de más baja calificación en las encuestas de opinión del líder socialista. Como afirmaba Ignacio Sotelo, no era incierto, desde luego, que en los últimos años González se había centrado de forma casi exclusiva en el diseño de la política económica e internacional, dejando en manos del vicepresidente la gestión de la tarea gubernativa de fronteras para dentro- cuyo control ejerce Guerra a través de los índices de la comisión de subsecretarios- y, sobre todo, renunciando de manera práctica a la dirección del partido, dominado absolutamente por su teórico número dos525. Esta estrecha comunicación y colaboración se prolongaría hasta la dimisión de González al frente de la Secretaría del Partido, puesto que ésta como ya hemos mencionado, llevó aparejada la desaparición de Guerra de la Vicesecretaría, cargo que incluso llegaría a eliminarse de la Estructura del Comité Federal526.

Pero la relación, contrariamente a lo que algunos han expuesto, había comenzado a erosionarse años antes. Tema sobre el cual no entraremos en detalles.

En fechas recientes es posible encontrar un claro ejemplo de esta imbricación entre el liderazgo del Presidente - Secretario General y el dominio que mantenía sobre el partido, al comentar tras el “fracaso”527 de Borrell en el Debate sobre el Estado de la Nación de 1997, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que nos hemos cargado el partido y no tenemos líder (...) Eso es una cosa (el liderazgo) que se va ganado con ideas, con propuestas y con riesgos528. Esto, que a Felipe González le había costado 10 años alcanzar, no se podía pretender que otros lo tuvieran de la noche al día. Y eso que González, ya desde 1979, venía defendiendo que la vida del partido no podía estar unida a la de una persona. Según decía en esos momentos, las referencias personales pesan todavía demasiado en las formaciones políticas españolas y no es bueno529. Veinte años después, se encontraba ante el mismo problema que con tanta vehemencia habían denunciado en la oposición. Aunque ante la convocatoria de las elecciones de 1996, se debatía entre si el presentarse a las mismas como candidato a la Presidencia del Gobierno sería la solución o el problema a los “males” que aquejaban al partido socialista. De ahí, que plantease ante la Comisión Ejecutiva del partido la posibilidad de que buscasen a otro candidato, pero en el caso de salir elegido, saldría a ganar tal y como había hecho en todas las elecciones anteriores530. Según sus propias palabras, estaba muy cansado, no físicamente, pero no quería perder las elecciones, yo no soy de esa tribu. No es que pase nada si pierdo, pero yo oferto para ganar, no para perder. Cierto que recuperé mi libertad perdiendo, pero yo me peleé hasta el último minuto, y casi solo, además, porque la gente tenía los brazos caídos531. Son estas elecciones, las que plantean un mayor debate en el momento de la elaboración de las listas electorales, sobre todo, buscando evitar las problemáticas acontecidas tras las elecciones de 1993 por la “espantada” de los fichajes estrellas independientes, como fue el caso del Juez Garzón, del Juez Moner y de Victoria Camps. A lo cual se unió el hecho de que por vez primera desde 1982, se le plantea al partido socialista la posibilidad de no volver a ganar por amplia mayoría las elecciones o incluso si se atenían a los diferentes sondeos electorales existentes, perderlas. Entonces, González impondría en la Comisión Ejecutiva en primera instancia y por ende, en la Comisión de Listas, la necesidad de incluir a determinados altos cargos y ministros, no tanto por un afán de renovación e inclusión de jóvenes y mujeres, sino por la imposibilidad de poder volver a colocarlos en cargos gubernamentales y de paso poder marcar con conocimiento de causa al Ejecutivo532 , que según todos los pronósticos sería del PP. Aunque la argumentación esgrimida por el Presidente, se amparaba en la necesidad de incluir en las mismas a gente con tirón en la calle y no dejarse llevar tanto por cuestiones de reparto de poder interno de las distintas federaciones. En este último punto, la lucha entre renovadores y guerristas, llevó a dejar fuera de las mismas a renombradas personalidades políticas del partido, veteranos parlamentarios, tales como los senadores sevillanos Alfonso Garrido y Francisco Moreno o la castellano-manchega, Elena Flores533. Lo único incuestionable es que González seguía siendo a pesar de todo la mejor baza de su partido, fuera del cual, como de la Iglesia, no parece existir salvación alguna534, y el ejemplo más notable, fueron los intentos que durante las elecciones europeas del 2000 se llevaron a cabo para su inclusión como cabeza de lista. De ahí, tal vez, el calificativo que recibía de algún humorista, como José Luis Coll, que llegó a llamarlo El Cebolla, porque se repite una y otra vez.

Para llevar a la práctica este plan de ataque por el tándem González-Guerra, que hemos esbozado en la primera parte de este capítulo, el primer paso era impedir cualquier disidencia en el interior del Partido. Ya en 1976, en la Inauguración del Congreso del PSOE, el primero que se podía celebrar en territorio español desde 1932 aunque aún no se hubieran legalizado los partidos políticos, González hace un llamamiento a la exigencia del cumplimiento estricto de la democracia interna del Partido. En su opinión, el Congreso era el lugar indicado para expresar las opiniones contrarias de los socialistas, pero una vez aprobada las resoluciones, todos debían defender sin fisuras, ni enfrentamientos la línea mayoritaria. Por ello, era necesario reforzar y agilizar los mecanismos de aplicación de la disciplina, evitando de ese modo el riesgo que suponía las posturas indisciplinadas, contrarias a la voluntad mayoritaria del partido (...) Nadie está obligado a hacer dejación de las posiciones políticas de las que se siente convencido, pero su militancia en nuestro partido debe limitar la defensa de sus posiciones a la discusión interna de la organización, y debe defender solidariamente ante el conjunto de la sociedad la voluntad mayoritaria del partido536. Idea que volvería a repetir con motivo de la clausura en 1990 del VI Congreso del PSC, al manifestar que donde se podía decidir sobre lo que se debe o no hacer en el Partido Socialista era en los Congresos del mismo, como se quisiera, pero dentro de los límites que imponían los Congresos, esa es la democracia que se conoce, la democracia organizada en torno a los partidos537 . Lo cierto es que este deseo de “lavar en casa los trapos sucios”, quedó prácticamente desde los primeros momentos sin concreción real. Tanto es así que se le llegó a acusar de querer apagar las disidencias internas a través del reparto de cargos, a lo cual contestó que en septiembre de 1981 la dirección del partido había decidido que si llegábamos a gobernar yo utilizaría al mínimo imprescindible de compañeros en la dirección del partido para los cargos del Gobierno. Llegó ese momento y yo lo cumplí, y no todos los compañeros, no todos, lo entendieron. Por otra parte, nunca me he visto sometido por el partido a los condicionamientos de otros líderes para la formación de un equipo de Gobierno o en la designación de cargos de responsabilidad. O sea, que si ha habido un error en las designaciones ha sido un error mío, pero nunca por un afán de componenda, sino por buscar a la gente que más eficaz me parecía538 . Esta idea parece ser que está bastante lejos de la realidad si analizamos los equipos gubernamentales que nacieron al socaire de los apoyos nacionalista que necesitó el PSOE para gobernar, al no alcanzar la mayoría absoluta en las elecciones del 93.

Lo que se hizo en el XXVIII Congreso del Partido, a instancia de Alfonso Guerra, fue modificar algunos puntos en relación con el modo a seguir para el nombramiento de los miembros del Congreso.

De este modo, las delegaciones a los Congresos serían por federación y no por agrupación. Esto fue determinante, porque en el Congreso ordinario de mayo había un millar de delegados de cerca de cuatrocientas agrupaciones, cada una con derecho a voto, el cual valía tanto como el número de militantes de esa agrupación. Así, en promedio, cada voto expresado en aquel Congreso, habida cuenta que el PSOE tenía entonces unos cien mil militantes, se computaba por 250. En cambio tras las modificaciones de los estatutos en el Congreso Extraordinario de septiembre sólo hubo poco más de cuatrocientos delegados, reunidos en 67 delegaciones, cada una de ellas con un peso de mil quinientos militantes por término medio539. El principal efecto de este cambio fue la escasa presencia de las minorías desde este Congreso en la toma de decisiones. Según algunos analistas, en algunos momentos, el PSOE se parecía más a un ejército que a un partido político. Según afirmó Joaquín Almunia, ese sistema creado curiosamente por el mismo Congreso que había hecho saltar por los aires de manera iconoclasta a Felipe, permitió a los dirigentes de esa época, hasta que fue modificado en 1994, un control férreo de la organización540.

Con referencia a la elaboración de listas electorales en el PSOE, González exponía que éstas se hacían en asambleas locales, de las que salen propuestas a los Comités provinciales y regionales. El Comité Provincial recibe las propuestas de las asambleas y compone la lista con los representantes de las agrupaciones locales en cada circunscripción. Eso pasa al Comité Regional, que las aprueba. De ahí pasa al Comité Federal, que elige a tres de sus miembros, los cuales no pertenecen a la Ejecutiva y otros dos representantes elegidos por la Ejecutiva. Esas cinco personas forman el Comité de Listas, que hace apreciaciones mediante dictámenes. Normalmente no tacha ni añade a nadie, aunque tiene derecho a hacerlo. Lo que suele hacer es emitir un dictamen con sugerencias sobre modificaciones en las listas. Es el Comité Federal del partido el que decide cuáles son las listas. Y en eso está todo el mundo de acuerdo541. Afirmaba que las garantías existentes eran tales que sólo contaban con un 2% de los problemas en las listas que tuviera cualquier otro partido. Siendo el Comité Federal el único que podría influir en esas decisiones, el cual estará integrado por las personas que aunque se presenten en listas diferentes, consigan el porcentaje de votos exigido. Al mismo tiempo, se eliminaba la obligación de someter a referéndum de toda la militancia los acuerdos que se adoptasen en los Congresos. En palabras de Pablo Castellano, se había pasado de la democracia de base al centralismo carismático (...) Había entrado al fin en la vieja casa de don Pablo Iglesias la modernidad542. Con referencia a los miembros de la Ejecutiva, afirmaba que como era el órgano de gobierno del partido, tenía que ser elegido por mayoría, mediante la elección de aquellos que formen parte de la lista que gane, para lo cual se podían presentar las personas que quisieran543. Sobre este particular, José Aumente comentaba en el diario El País544, que era el Vicesecretario del Partido, Alfonso Guerra, el que realmente controlaba los comités que a su vez elaboraban las listas cerradas y bloqueadas del PSOE y todos saben que su suerte electoral depende del lugar que ocupen en esta lista. Siendo su elección, no por su valía personal, sino por estar en la lista que encabezase González, verdadero garante del puesto que ocupa. Sumisión al partido que queda aún más perfilada si se tiene en cuenta la disciplina de voto existente en el interior del partido a través de los portavoces parlamentarios, tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado. En definitiva, el partido se convierte en un medio de confiscar las iniciativas de las bases para transformarlas en monopolio de algunos dirigentes; se produce una forma de delegación y secuestro del poder.

Sin embargo, y a pesar de todo lo anterior, ya en 1980 surgen algunas discrepancias en el interior del partido o en palabras de algunos de los miembros de la dirección del partido, brotes de indisciplina545. Para solucionarlo, se propugnaba abordar el marco jurídico de la libertad de expresión interna, lo que permitiría tomar medidas hacia aquellos que se salieran de las mismas. Para González, era el Comité Federal el que tenía que tomar cartas en el asunto, sobre todo, interpretando y definiendo las diferencias entre corriente y tendencia546. Pero lo cierto es que la propia dinámica democrática del partido se ve seriamente amenazada desde el momento en que los resortes de la organización quedaron en manos de un grupo hegemónico, que dominaba no sólo los aspectos financieros, sino también los canales internos de comunicación. Con ello, lo que realmente se conseguía era impedir cualquier posibilidad de solución alternativa a la existente o de una nueva minoría dirigente547.

Con motivo de la celebración del 291 Congreso del Partido Socialista, González mostró su preocupación por la polémica surgida en el ala izquierda del partido sobre la oligarquización del mismo.

Prometiendo abordar el mismo una vez finalizado el Congreso, del cual afirmó que se podía salir insatisfecho, pero no desmoronado. Si algo le falta al partido, es acercarse y fortalecerse un poco, la lucha será larga548.

Todo lo anterior impedía cualquier posibilidad de cambio en la dirección que alterase los organigramas del poder diseñados por Guerra. Con ello, y tras todo lo expuesto anteriormente, llaman la atención los comentarios que efectuase Felipe González, en octubre del 78, en la Revista Renovación, en una entrevista que le realizaron. En la cual afirmaba que a nivel teórico sí, a nivel práctico - y teoría y praxis no se pueden disociar - todavía no se ha podido disociar la imagen de un partido de la imagen de la persona que lo representa (...) Yo creo que la única solución es la renovación constante en el partido de los cuadros de dirección, y sobre todo de la persona que simboliza la dirección. Esa sería una solución teóricamente aceptable y en la práctica enormemente costosas, pero sería buena549. Esta solución que González propugnaba para acabar con la problemática de la personalización de la política, estaba muy lejos de asemejarse a lo que se estaba gestando en el PSOE y lo que durante todos estos años se llevaría a la práctica. En este sentido, el mayor logro del PSOE hasta 1982, fue el trabajo llevado a cabo por un equipo de colaboradores, encabezados por el propio Vicepresidente, para crear la imagen de un líder.

Siendo el Instituto de Técnicas Electorales, Proyectos Sociales y Organización Empresarial (ITE-PSOE) ideado y creado por Alfonso Guerra en 1975550, una de las concreciones más importantes en el desarrollo de las estrategias de acaparamiento de votos y, por ende, de poder del partido socialista. Lo que se construyó fue un aparato moderno de partido, con una organización territorial de tipo federal, con una red variada de organizaciones que llevaban a cabo diversas actividades, formación, difusión, propaganda, etc. y con la utilización que ponía a su alcance los nuevos medios tecnológicos de métodos y técnicas de análisis político551. Como decía en aquellas fechas Luis Gómez Llorente, este efecto en torno al super líder, de creación de la cúpula dirigente del partido, tenía como objetivo diferenciar al PSOE del mare mágnum de cifras que se habían presentado a las elecciones del 77. Lo que en su opinión se había producido era una identificación excesiva entre las siglas y un hombre552. Aunque González negase que él y la imagen que transmitía se tratasen de una creación de marketing político pensada únicamente para llevar a cabo una operación política, lo cual no tenía nada que ver con la realidad, según su propia definición, un animal político químicamente puro553. Tras la convocatoria de estas primeras elecciones, el partido constituyó un comité electoral encabezado por Alfonso Guerra, y en el cual se inscribieron las personas que pertenecían al ITE, excepto José Félix Tezanos554. Estos diseñaron una estrategia en donde la figura central fue Felipe González, el cual actuaría en los distintos mítines a realizar siempre en último lugar para aumentar el clímax de expectación y, además, se presentaría en el mismo una vez que éste hubiese comenzado para poder hacer una entrada triunfal. En la guía electoral del partido, en el apartado 3 se decía: Nuestro primer secretario, Felipe González, es el político mejor conocido, después y a muy pocos puntos de Adolfo Suárez, y a muchos puntos del resto de las otras personalidades políticas. Los diputados deben, por tanto, fijar en el electorado su vinculación a Felipe González como medio de identificación a través de alusiones a Felipe...555. Precisamente, esta vinculación, se tuvo que modificar en cierto sentido a partir de las elecciones andaluzas del 23 de mayo del 82. Puesto que estas fueron las últimas en las cuales hubo proximidad física de González con la gente, desde ese momento, las necesidades del guión obligaron a guardar las distancias556. Y estas se hicieron tan amplias, que llegó un momento en que fue imposible salvarlas sin caer al vacío.

¿Cómo se concretiza todo esto con relación a la Política Exterior española, con relación a la proyección exterior de España y concretamente a Centroamérica?. Para comprender esto, primero será necesario entender dónde situar los primeros pasos de González en la esfera internacional, sobre todo, porque tal y como se pretende demostrar, la relación e influencia de la IS fue crucial no sólo para la importancia que adquirió como figura política fuera de nuestras fronteras, sino también para ocuparse dentro de sus objetivos en política exterior, de Centroamérica, y concretamente de Nicaragua y El Salvador. Pero antes de exponer con detenimiento el tema, sirva de adelanto las palabras pronunciadas por González en el cierre del mitin celebrado en Granada con motivo de las elecciones de 1982 y en donde definía el papel de España en el concierto internacional, ese donde tanto le gustaba mover ficha y moverse. En la misma comentó que (...) Otro día o en otro lugar, les hablaré del papel de España en el Mundo, porque por ahí hay unos caballeros que nos llaman tercermundistas, y nos llaman tercermundistas porque nos preocupamos de Iberoamérica, y es verdad que nos preocupamos. Yo les voy a contar algo curioso, el Gobierno está obsesionado con entrar en Europa, no está mal, que hay que hacer el esfuerzo por entrar, y nosotros fuimos los primeros que lo dijimos. Pero, mire, Francia e Italia tienen en este momento más estudiantes iberoamericanos en sus universidades que España, más que España. Están empezando a mandar más técnicos a Iberoamérica que España (...) Por cada cien estudiantes de Iberoamérica que tengamos aquí en mis universidades, dentro de diez años nos encontraremos con algunos de ellos responsables políticos, responsables económicos que serán nuestros amigos, o los amigos de nuestros países. Y eso dicen que es tercermundismo...557


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