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La Empresa es su Resultado
El Beneficio editorial y la Contabilidad del Conocimiento.

Francisco Luis Sastre Peláez

 

I I I PARTE EL RESULTADO

CAPÍTULO 11. EL RESULTADO Y SU PROBLEMÁTICA GENERAL

1. - INTRODUCCIÓN

Antes de comenzar el desarrollo de la última parte de nuestro estudio tal vez convenga reflexionar, como ya hiciéramos en ocasiones anteriores, sobre lo realizado hasta el momento y la tarea que aún nos queda por completar.

En el capítulo primero nos propusimos, como objetivo principal de nuestro trabajo, la tarea de desentrañar el “Resultado Empresarial”, concepto éste cuya naturaleza compuesta demandaría de nosotros la clarificación de uno y otro de sus componentes: Empresa y Resultado.

No es posible desarrollar una teoría del resultado empresarial, ni mucho menos proceder a su medida, sin establecer previamente lo que hemos de entender por empresa. Del mismo modo, no es factible iniciar un análisis de ésta sin referirse antes a la sociedad de la que proviene y en la que residen las claves de su actuación.

La concepción ortodoxa del resultado, masivamente aceptada hoy tanto por los teóricos de la empresa como por los profesionales de la gestión, deriva del concepto de “renta” de Hicks(1). Profundamente arraigada en lo cuantitativo, esta visión se asocia con un tipo de medida que atiende exclusivamente a los aspectos financiero-contables y patrimoniales de la realidad empresarial.

Fruto de este concepto patrimonialista de la empresa, desarrollado en el seno del modelo económico neoclásico, el significado tradicional atribuido al resultado responde a una visión del mundo enmarcada en lo que hemos venido a denominar “paradigma newtoniano”, y cuyas ideas clave se resumen así: el mundo como “reloj” y la empresa (el mercado) como mecanismo acumulador y distribuidor de dinero.

No obstante, y a medida que procedíamos a llevar a cabo nuestro trabajo, el modelo neoclásico, representante actual de la ortodoxia económica, demostró ser un auxiliar poco apropiado, a causa de su carácter excesivamente simplificador. Se hizo preciso desarrollar un nuevo enfoque en el que se incorporaran ciertas variables (el tiempo, la complejidad), aún a costa de afectar al “núcleo duro” del paradigma económico dominante.

Se obtiene así, según creemos, un conocimiento más próximo al mundo real, una progresiva identificación de los conceptos del “hombre económico” y el “hombre sociológico” que enriquece tanto al objeto de la economía como a sus métodos. Por otra parte el precio a pagar, demasiado alto quizá a los ojos del neoclásico, es la admisión, en el seno de la ciencia, de un tipo de conocimiento que renuncie, al menos en parte y por ahora, a la completa matematización de los fenómenos analizados.

La conciencia del tiempo irreversible y de la complejidad impide el análisis de la empresa como concepto aislado y “abstracto” obligando a contemplarla, por el contrario, como un ente en desarrollo junto a su propio entorno (nuestra “Sociedad-Mercado”); entorno y empresa, tal y como los conocemos, son un medio siquiera provisional para la satisfacción de las necesidades humanas. El resorte fundamental utilizado por los individuos para alcanzar dicho objetivo es la aplicación del principio de organización.

La empresa, o mejor la organización empresarial, se define entonces como una institución social cuya función es la creación económica de valor. El término institución, se entiende aquí en el sentido de forma organizativa socialmente aceptada y determinada, que se usa como modelo de actuación en los casos particulares; en tanto que la creación económica de valor hace referencia al proceso de definición y elaboración social del concepto de utilidad, así como la identificación de cuáles han de ser los bienes portadores de la misma.

La creación de valor, analizada bajo una óptica ortodoxa, supone la existencia de cierta diferencia de utilidad entre dos estados que se refieren a un mismo objeto y que definimos, respectivamente, como anterior y posterior a la acción productiva. Si el objeto de medida es el patrimonio empresarial, y la unidad empleada es monetaria, la medida de la creación de valor social o “ganancia realizada” se denomina resultado empresarial y coincide, en términos generales, con la “ganancia del accionista”.

Pero la mera producción sólo crea un valor potencial, condicionado al uso en el caso del autoconsumo y al intercambio en la actividad propiamente empresarial(2). El resultado no se obtiene de la producción, sino de la venta, cuando se recibe un valor superior al que representa para nosotros aquello que entregamos. Un mismo objeto tiene, en la operación comercial, distinto valor para el que vende que para el que compra y es, precisamente, la coincidencia en el tiempo y la discrepancia en el valor lo que posibilita el intercambio. Así pues, en lo que al resultado de cada transacción individual se refiere, la diferencia temporal entre los estados de valor es irrelevante; lo verdaderamente transcendental es la duplicidad de valoraciones que comprador y vendedor realizan, simultáneamente, del mismo objeto.

Analizado el resultado a la manera tradicional, como diferencia entre dos estados temporales sucesivos de la empresa, percibimos sólo el crecimiento o decrecimiento patrimonial, es decir, la diferencia de valor que el negocio tiene entre uno y otro momento para sus propietarios. Pero, ¿acaso es la empresa únicamente un patrimonio?, ¿importa sólo a sus accionistas? No lo creemos así de ningún modo.

El resultado se concibe como la diferencia entre dos valoraciones del mismo objeto y exige, por lo tanto, definir previamente aquello que se quiere medir. Si la empresa no es sólo un patrimonio, ¿de qué otra cosa se trata? Como ya dijimos, no es posible desarrollar una teoría del resultado sin establecer previa o simultáneamente lo que ha de entenderse por empresa. Desgraciadamente tampoco aquí el modelo neoclásico, que tomamos como referencia inicial, nos ha de servir de ayuda; éste no desarrolla una auténtica teoría empresarial sino, principalmente, una teoría de la producción.

Por otra parte, si medimos el resultado de una determinada operación, lo primero que se pondrá de manifiesto es que la cuantificación del valor es de naturaleza subjetiva. El coste de fabricación, que generalmente se toma como punto de partida, sólo establece una referencia mínima de la que depende, eso sí, el que se realice o no la transacción(3). Pero, supuesto que ésta efectivamente se lleve a cabo, del precio de intercambio sólo sabremos que ha de ser superior al valor de coste e inferior al valor de uso para el comprador. Los criterios que dan origen a las diversas valoraciones son de naturaleza cultural, no económica, y dependen de circunstancias personales de diversa índole. Sólo podemos entender sus razones haciendo de la economía una auténtica ciencia social a la que, sin perder su enfoque característico, “nada de lo humano le sea ajeno”. Nuestra teoría de la empresa, repetimos, presupone y se apoya en una teoría de la sociedad.

Como señalamos en la primera parte de nuestro trabajo, “Entorno e Individuo”, “Mercado y Empresa” son realidades que se definen mutuamente, autogenerándose en un proceso de evolución e interrelación recíproca. Ahora, avanzando un paso más en esta idea, afirmaremos que el funcionamiento de dicho proceso depende, precisamente, de lo que denominamos “mecanismo de la ganancia”, un concepto que en las páginas siguientes desarrollaremos con amplitud.

El efecto principal de la mencionada evolución, visible ya claramente en la sociedad moderna, es la aparición simultánea de una acrecentada individualización (por la progresiva especialización y división de la actividad laboral, así como por la confluencia en el individuo consumidor de los frutos del trabajo de la sociedad entera) y coordinación (con la aparición de una gran variedad de formas organizativas: simples, complejas e, incluso, formando redes). Este proceso característico nos ha llevado a denominar a nuestro entorno: Sociedad de Masa Crítica.

Con el fin de apoyar nuestra investigación en la empresa real, compensando así las inevitables generalizaciones a las que nos conducirán las consideraciones anteriores, y no siendo ni conveniente, ni aún posible, la aplicación de criterios de exhaustividad en esto, seleccionamos el tipo de actividad económica más característico de nuestra época: la información, y a una de las organizaciones encargadas de su gestión, la Empresa Informativa. Nos ocupamos entonces, a lo largo de la segunda parte de nuestro trabajo, del análisis particular de este tipo de empresa, así como de su entorno característico.

Así pues, planteada ya en las dos partes anteriores la problemática general que afecta a nuestros dos agentes principales: El Entorno (Sociedad-Mercado) y la Empresa Informativa, es el momento ahora de estudiar lo que constituye su vinculación dinámica. Ésta se dirige e impulsa por medio del “mecanismo de la ganancia”, al que hemos hecho referencia antes, mecanismo cuyos efectos se encarga de medir el Resultado. Al análisis de estas cuestiones dedicaremos, entonces, esta tercera parte, con la que esperamos completar nuestro trabajo.

Para ello, y en consonancia con lo expuesto anteriormente, deberemos adoptar una teoría comprensiva de la empresa que permita fijar la naturaleza real del resultado.

Con este fin recorreremos las principales aportaciones realizadas sobre uno y otro concepto en la Teoría Económica, aportaciones que serán corregidas y completadas por nosotros, si fuera necesario, en los capítulos siguientes.


1. Hicks (1968). En función de esta teoría se define el resultado como “el incremento en el neto patrimonial obtenido en un periodo, manteniendo intacto el neto patrimonial inicial”. Salas (1992): 34

2. La empresa es, por definición, una organización productiva cuya actividad no está destinada al autoconsumo. Ello permite la necesaria distinción entre agentes consumidores y productores en la definición de las relaciones de mercado. Ver Putterman (1994).

3. En circunstancias normales nadie realizará una operación comercial en la que no obtenga beneficio. El vendedor, salvo consideraciones estratégicas o ajenas a lo económico, nunca entregará el objeto a un precio por debajo de su coste


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